jueves, 30 de agosto de 2012

Miguel Cachón Rodríguez, artesano jubilado de Santa Cristina de la Polvorosa.


Miguel, trabajando en sus manualidades, en el taller de su casa de Santa Cristina.
            Está comprobado que la jubilación para algunos es una etapa más de su vida en la que no cesa la actividad. Lo demuestran las personas que, como artesanos, están apareciendo en las páginas de este blog. Hoy es Miguel Cachón Rodríguez que, en silencio y sin ruido, trabaja en su afición, un tanto original, en el taller que tiene en su casa de Santa Cristina de la Polvorosa.
“Aquí nací y me he criado, y aquí fui a la escuela hasta los catorce años, porque después me puse ya a trabajar en el campo. Había que ayudar en casa, que éramos muchos y los ingresos económicos, por entonces, en casi todas las familias, no eran muy abundantes. Pero fuimos saliendo adelante, tanto mis cinco hermanos como yo”.
Santa Cristina ha sido y es el pueblo de su vida, y de su trabajo. Tan sólo fue emigrante durante tres años, dos en Álava y uno en Francia, pocos si le comparamos con gran parte de los habitantes de esta comarca, que se vieron obligados a hacerlo durante muchos años en una época en la que la situación del país era muy distinta.
Miguel comenzó trabajando para los demás en el campo y también en la construcción: “Una de las obras que hicimos nosotros, (dice él refiriéndose a la empresa y demás operarios), fueron las acequias del canal del Esla desde Villamañán hasta Villanueva de Azoague, allá por el año 1970. Y luego algunas otras obras”.
Pero luego se dedicó ya plenamente a labrar las tierras hasta los 60 años en que se jubiló. En esta nueva etapa de su vida, una persona observadora, inquieta y trabajadora como él, llegó a sentirse aburrido y sin saber cómo pasar su tiempo libre. Entonces le dio por hacer un carro de varas en miniatura. A partir de aquí vino todo lo demás. Ahora, a sus 87 años, se siente satisfecho de lo realizado y piensa y actúa como un artesano jubilado, con sabiduría práctica y cierta profesionalidad.
Vive en una casa de planta baja, cerca del río y no lejos del puente, al que conoció cómo era antes, y del que pudo ver las distintas reparaciones a lo largo de los años. El antiguo puente ha sido una de sus primeras piezas. Lo ha reproducido varias veces, pues uno tiene él y otro se encuentra en la nueva residencia para personas mayores, que existe en Santa Cristina.
El antiguo puente de Santa Cristina, una de sus primeras obras.
            Lo que ha hecho y hace Miguel tiene que ver con su vida y los trabajos realizados a lo largo de ella. Después de tantos años ha funcionado bien su memoria y su imaginación creativa. Ha dejado recuerdos de su infancia en algunos juguetes que tiene por allí: unos caballitos, carracas, D. Quijote, Sancho y los molinos de viento, etc; a su pueblo Santa Cristina ha dedicado mucho tiempo, a tenor de las piezas u objetos que ha confeccionado, pues, además del puente, tiene maquetas de la iglesia y de su retablo, (sobre este no se le escapa detalle), la casa de cultura actual, el ayuntamiento, su propia casa, etc.; también son muchas las que están relacionadas con su vida de labrador (como a él le gusta decir), objetos relacionados con la agricultura: carros varios, máquinas segadora y limpiadora, la trilla y el trillo llevado por mulas o vacas, aperos diversos, etc.

Grupo de edificios del pueblo: puente, iglesia, retablo y ayuntamiento.

Escenario donde representaban comedias.


Juegos y recuerdos de la infancia.
Aperos y escenas relacionadas con la agricultura.
Carro de varas con caballo.
Carro de viga o par, con bueyes.
Tracto y remolque.

La máquina de coser que tenía en su casa.


            Fruto de algunos de sus viajes son las maquetas de la iglesia de Urueña, algunos edificios de Zaragoza y de otras ciudades, y hasta un poblado de creación propia y muy original en cuanto a casas, iglesia y el cercado del mismo. 

Poblado ideado y hecho por él.
            No suele servirse de fotografías ni de dibujos para hacer las cosas, pero me cuenta lo siguiente: “Mire, esta maqueta es de la iglesia Santa María Novelle de Florencia (Italia). Resulta que un día estaba viendo los ‘santos’ de este libro (con esta palabra se refiere a las ilustraciones), vi la fotografía y no sé por qué, me gustó y dije: -Esto lo tengo que hacer yo. Y así fue, la dibujé e hice la maqueta, que usted ve”.
            Efectivamente, si la maqueta está bien, no menos el dibujo que hizo de la iglesia y que me enseñó junto con el libro de primero de Bachillerato.


Miguel viendo el libro de Bachillerato, cuya fotografía y dibujo le sirvió para hacer la iglesia de Florencia.
Miguel junto a la iglesia de Santa María Novelle.
También hizó estos edificios, sirviéndose de fotos o dibujos.
            Miguel no me puede concretar el tiempo dedicado a cada una de las piezas, pues trabaja a ratos, sin ajustarse a ningún horario. Lo cierto es que casi todos los días emplea ocho o diez horas. Incluso trabaja algo los domingos antes de la hora de la misa. También va con frecuencia al bar, sobre todo por las tardes, y todos los días, durante una hora, da un paseo con su mujer. Los dos, a su edad, lo necesitan, lo mismo que la comida o el entretenimiento diario. Pero él no olvida su afición artesana.
Las maquetas sobre su pueblo son las que más tiempo le han llevado y en las que más se ha esmerado. Celia, su mujer, la que mejor conoce y admira lo que hace, dice lo siguiente: “La iglesia le llevó mucho tiempo. Cuando estaba a punto de terminarla, (sólo le faltaban las campanas, las luces y la veleta), le llamé para comer, no una sola vez sino varias, y no me hizo ni caso. Ese día no comió hasta que la terminó. Pero ahí la tiene. Le ha quedado muy bien”.

Hacer la iglesia del pueblo y sus retablos le llevó mucho tiempo.
Retablo central de la igesia de Santa Cristina.
            Celia tiene razón. Lo que le pasó a Miguel suele ocurrir a los artistas, escritores, etc., y también a los artesanos jubilados que, como él, están inmersos en lo que están haciendo, porque les gusta. Y además son perfeccionistas. Su obra les absorbe hasta el punto de olvidarse de la hora, de la familia, e incluso de la comida, a la que son capaces, sino de renunciar, sí de demorar el tiempo que sea necesario, como en este caso…
            Los materiales que utiliza son principalmente la madera, de chopo, pino y algo de encina, de la que dispone con facilidad, y algún hierro, o alambres, cuando la pieza lo requiere. Y por supuesto, dispone de pinceles y pinturas de varios colores, pues barniza o pinta casi todas las piezas.
            En el taller que tiene en un local próximo al lugar en que estamos dispone de banco de carpintero, con tornillo, y no lejos están las herramientas necesarias para trabajar con la madera: serruchos, azuela, cepillo, limas, hachas, etc. Cuenta desde hace tiempo con una lijadora y un taladro eléctricos que le facilitan la tarea.
            Junto al banco hay una amplia mesa con la última obra, aún sin concluir. Se trata de un Belén, que ha estado haciendo durante las Navidades pasadas. De momento solamente la escena principal del mismo, el portal y las imágenes de la Virgen, San José y el Niño. No le ha dado tiempo de hacer la mula y el buey, pero seguirá con él para tenerlo terminado y colocarlo en casa en la próxima Navidad. “Esto si Dios quiere y la salud no me falta, dice Miguel, pues ya tengo 87 años y a esta edad hay que cuidarse un poco más, pues te puede ocurrir cualquier cosa. Pero, bueno, de momento me siento con fuerzas para seguir con ello”.

Belén de Navidad, una de sus últimas obras.
            Le animo a que lo haga y ojalá lo termine y lo podamos ver expuesto en algún lugar. Sería el primer Belén artesano hecho por un jubilado de un  pueblo de Los Valles de Benavente, Santa Cristina de la Polvorosa.
           
           

lunes, 27 de agosto de 2012

La Espadaña de Cunquilla de Vidriales.




La Espadaña vista desde el camino que va hacia la iglesia.

Ahí sigue, herida y rota desde hace más de 100 años.  La he visto ayer, al pasar, de nuevo,  por la carretera que recorre el Valle de Vidriales. Y todos los que pasan por dicho lugar también la ven, y muchos se lamentan. Pero de nada sirve, como que su destino final fuese la destrucción total, y posterior desaparición. Y ello a pesar de ser un referente en el Valle, que sirve para recordar al pueblo y a sus pocos, pero bien avenidos, vecinos. 
Por el Valle de Vidriales, como por los demás valles de esta comarca, se puede viajar para ver el paisaje, pero también los pueblos y todo lo que de patrimonio nos ofrecen: molinos, palomares, casas de piedra, tapial o adobe, vistosas y variadas chimeneas, iglesias con artesonados y retablos, fuentes, paneras, etc. Y también Espadañas, con formas distintas en su construcción, y en los huecos o ventanas para las campanas. Una de esas espadañas es la de Cunquilla. La diferencia con las demás es que ésta se encuentra en parte destruida por el rayo de una tormenta, desde hace más de 100 años.
Por suerte, el paso del tiempo, en este caso, no ha contribuido a su deterioro. Se ve que las piedras con las que está construida, extraídas de la cercana Sierra de Carpurias, son de calidad y larga duración. Solamente queda que, no tardando, alguien tome la iniciativa y con las piedras de ese mismo lugar se restaure, de una vez por todas, la parte dañada de la Espadaña. 
Así lo desean los vecinos del pueblo y de los pueblos próximos, los forasteros y viajeros por el Valle, y también todos los que son defensores, amigos y amantes del Patrimonio. 

Imagen, al atardecer, en un día del mes de agosto. Sobre lo que queda de la Espadaña, la cigüeña que, desde hace años visita el pueblo, ha construido su nido.



miércoles, 22 de agosto de 2012

Los Palomares de Villamayor de Campos.



Grupo de palomares a las afueras de Villamayor de Campos.
Villamayor es un pueblo que se encuentra al noreste de la provincia de Zamora, en la comarca de Tierra de Campos, muy cerca de Villalpando, a cuya demarcación judicial pertenece. Su población se mantiene, aunque  haya disminuido algo como en casi todos los municipios de esta provincia. Y ello hace que los vecinos puedan disfrutar y disponer de algunos servicios que, de otro modo sería difícil: atención médica diaria, colegio, algunos establecimientos comerciales y de restauración, taller mecánico, fragua, etc.
Pero es que además Villamayor, desde el punto de vista turístico, artístico y tradicional, tiene algo más que ofrecer a los viajeros y visitantes. Cuenta con dos iglesias, una de las cuales, la de san Esteban, desde hace no mucho tiempo, se ha convertido en museo, Centro de Interpretación de la Carpintería de lo Blanco. Se puede ver allí uno de los artesonados más importantes de la provincia, e incluso de toda Castilla y León.
Desde hace mucho tiempo y para mucha personas, Villamayor ha sido también el pueblo de los palomares. Así se nos ha presentado en algunas ocasiones. Y es que no existía otra localidad en la que fuese mayor el número de ellos, agrupados, o que se encontrasen en un pequeño espacio.

Palomar circular, en buen estado de conservación.
Cuadrado, de tapial y con tres tejados.
Cuadrado, y orientado hacia el este.
En forma de torre circular.
Pero, como he podido comprobar en mi última visita al pueblo, la cosa va cambiando, pues algunos de los que figuraban en mis primeras imágenes ya han desaparecido y otros se encuentran en ruinas. Ojalá que no sea así y que los de Villamayor no permitan su desaparición. De hecho son más los que se conservan, algunos de ellos muy bien restaurados.

De forma cuadrada, pero ya en ruinas.
Circular, también en ruinas.
Interrior de un palomar cuadrado.
Dos palomares unidos, uno de ellos ya en ruinas.

En interesante que los palomares sigan siendo un hito o referente en el pueblo, y de obligada visita para los turistas y forasteros.  No dejan de ser una construcción típica  en Castilla y León, y sobre todo en la comarca de Tierra de Campos.
Construidos, antiguamente, con tierra de tapial, recubierta con capacho, en algunas reparaciones se ha empleado el ladrillo, para una mayor consistencia. 
Además, en Villamayor, en un pequeño espacio, se pueden ver las distintas formas y tipologías: redondos, cuadrados, rectangulares, incluso uno en forma de torre circular,  y alguno de ellos tiene patio interior. Varios tienen tres tejados y como adornos, pináculos, salientes variados, pequeñas troneras, y otros.



martes, 21 de agosto de 2012

Mercado romano en Santibáñez de Vidriales.



En casi todos los pueblos del Valle de Vidriales se respira tradición, y también cultura. Todavía se conserva una arquitectura popular que llama la atención a los viajeros: casas, balconadas, chimeneas, puertas y ventanas, etc. Pero es que además se pueden ver y visitar restos arqueológicos de gran antigüedad e importancia: dólmenes, castros y sobre todo restos romanos entre las localidades de Santibáñez y Rosinos en donde, con motivo de las guerras cántabras, se asentaron dos campamentos, el de Legio X Gemina, no permanente y, posteriormente, ya a finales ya del siglo I y de modo fijo, con muros y foso, un destacamento de caballería, el Ala II Flavia. Con ello la mansión de Petavonium, se fue convirtiendo en un gran poblamiento. Antes de las excavaciones e investigaciones se conocía el lugar, popularmente, como la ciudad romana de Sansueña y su centro estaba en torno al famoso santuario de Ntra. Sra. Del Campo.
No nos tiene que extrañar que en Santibáñez, lo mismo que en Rosinos, para muchas personas, todo suene  a romano. Tal es la importancia del hallazgo, posterior excavación y restos encontrados. Y,  aunque lo excavado sea una mínima parte, ha dado pie a la creación de una infraestructura arqueológica que llama la atención, incluso desde la distancia,  a todos los que pasan o pasean por el lugar.
A esto se debe añadir la visita que se puede realizar al campamento y sus murallas, así como al pequeño, pero valioso museo romano y al aula de interpretación en Santibáñez. Precisamente en este pueblo, desde hace unos años y en el mes de agosto, junto a otras actividades culturales y festivas, organizan lo que, con toda razón, denominan el mercado romano. Con ello consiguen los fines que pretenden, dar a conocer cada vez más a su pueblo, su  historia, y el patrimonio arqueológico de la zona.


Acceso al mercado romano, situado detrás del Ayuntamiento.

El lugar escogido para el mercado es el adecuado, pues está en un entorno romano con el museo y el aula de interpretación cerca. Y también la Casa de cultura y la Biblioteca del pueblo.  Las tiendas se adornan con motivos que recuerdan la Roma antigua y las personas que atienden los puestos de venta visten a la romana: túnicas, togas, dalmáticas, pallium, sandalias, etc., y demás  indumentaria. También se venden copias de juegos romanos y  objetos o piezas de cerámica, pinturas, mosaicos, etc. de la época.

Los vestidos, y otros objetos, recuerdan a la vida en la antigua Roma.
Vendedor oculto entre los colgantes.

También se venden juegos romanos.
El Foro Petavonium, uno de los lugares más animados.
Se venden libros sobre Roma y los romanos...

Y también copias de cerámicas variadas: lucernas, copas, cuencos, pequeñas ánforas...
Un grupo de lucernas...
Pinturas con motivos romanos...
Una pareja vestidos a la romana, esperando clientes.

También había pinturas y dibujos, de hombres togados o personas con túnicas, por todo el recinto comercial

Y no falta la Taberna Carpurias,  cuyo nombre  recuerda a la sierra cercana que recorre todo el valle, ni el Foro Petavonium, el lugar más concurrido del mercado, con tiendas variadas y al gusto de todos.


Taberna Carpurias con vino del Valle de Vidriales.

El mercado romano de Santibáñez es toda una fiesta, no exenta de cultura, cosa bien pensada por los organizadores, pues los visitantes, además de los puestos de venta, pueden ver y participar en escenas de la vida familiar y militar romana. También tienen la posibilidad de visitar el museo romano, al ser un día de puertas abiertas para todos.

Contando historias de romanos a niños y mayores.
Nños vestidos a la romana también participan.
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Y personas mayores.
Es mucho el público asistente a los diversos actos.
Algunos prefieren visitar el museo arqueológico...
Y ver algunos de los objetos hallados en las excavaciones de los campamentos romanos.