lunes, 3 de septiembre de 2012

Muga de Sayago: La ermita de Fernandiel.




La ermita se encuentra en una dehesa muy cerca del pueblo.

El pásado sábado viajé a la comarca de Sayago. La finalidad principal era visitar el pueblo de Muga, y sobre todo la ermita de Fernandiel, que se encuentra a las afueras del mismo. Tenía noticias sobre ella y había visto, con anterioridad, imágenes de las pinturas, del siglo XVI, que decoran los muros de su interior. 
El viaje me permitió también saludar al sacerdote y profesor, ya jubilado, José Luis Gutiérrez Maceres, compañero en la Universidad de Salamanca durante los años de nuestra especialización en Estudios Clásicos. Él, que ya estaba ejerciendo de sacerdote, se iba desde Muga todos los días a clase. Así hizo  hasta finalizar la carrera. Y después se quedó allí, dedicado plenamente a la enseñanza y educación, en la residencia y colegios e instituto que hay en la localidad, y de cuya creación y promoción ha formado parte, y ha sido protagonista.
José Luis, en la actualidad, sigue encargado de la parroquia y también de la ermita y nos facilitó la visita a la misma, que suele estar cerrada, excepto cuando se celebra en ella algún acto religioso o alguna romería.
Se encuentra en una antigua dehesa, denominada Fernandiel, en donde existía una aldea que perteneció al Cabildo de la Catedral de Zamora, tal vez desde los primeros tiempos de la repoblación. En 1216 pasó por venta al Arciprestazgo de Sayago. Trancurrido un tiempo volvió a ser de nuevo propiedad del Cabildo y en 1403 quedó deshabitada, estando en esta situación hasta el siglo XIX en que, con la desamortización, pasó a manos particulares. Concretamente la adquirió el conde de Miraflores. En 1924 el conde se la vendió al pueblo, que parceló las 367 hectáreas de extensión que tenía.
La ermita está cerca del pueblo y su construcción es de piedra, de granito, como casi todos los edificios antiguos  de Sayago. De forma rectangular y de una sola nave, destaca a lo lejos su pequeña espadaña con dos ventanas, la más grande y principal para colocar la campana. Aunque en su exterior parezca una construcción barroca que podía datar del siglo XVIII, sin embargo, por los arreglos y reparaciones que ha tenido, presenta formas y señales en algunos sillares del muro de la cabecera y en otras partes, que indican que pudiera tratarse de un edificio del siglo XIII, de traza románica. Pudiera ser el vestigio que queda de una antigua aldea medieval que hubo en ese lugar. En el muro de la cabecera y encima de la puerta de entrada hay un escudo con estrella y flor de lis que seguramente pertenece al patrocinador de alguna de las reconstrucciones. 

Cabecera de la ermita.
La Espadaña.
Escudo en el muro de la cabecera.
Puerta de entrada, con arco de piedra y esculdo.
Una de las ventanas en aspillera, de la ermita.
 Pero si su exterior nos llama la atención, y por el lugar en el que se encuentra, amplio campo y no lejos de los encinares, mucho más su interior, por las pinturas que decoran casi toda la superficie de sus muros, uno de los pocos casos que se conocen por estas tierras y que sin duda alguna sorprenderá a todos los que la vean.
Las pinturas seguramente que fueron realizadas por varios autores a lo largo del siglos XVI. Las del Presbiterio, ricas en color y más destacadas, representan a profetas y apóstoles, distribuidos en dos niveles. Se identifican por las cartelas con sus nombres y largas filacterias con frases, algunas en latín.


Vista general del interior de la ermita, con las pinturas de sus muros.


Las pinturas del Presbiterio representan a profetas y apóstoles, como indican las cartelas.

Profetas y apóstoles con filacterias.


Y en las pinturas de la nave, y del arco triunfal, que la separa del presbiterio, en tono ocre y más elemental, trazaron escenas de los Evangelios, la Santa Cena y la Oración del Huerto, entre otras. Además se ven imágenes de algunos santos y santas. Aunque se desconoce el nombre de sus autores, sí se sabe lo que pagaron por sus trabajos.

En las pinturas de la nave se ven escenas de los Evangelios e imágenes de santos y santas.

La Santa Cena.
La Oración del Huerto.

Algunas pinturas de la nave están más deterioradas.
Santa Lucia con un plato con sus ojos, y Santa Apolonia con unas tenazas. Las dos con la palma del martirio.


Las pinturas de la ermita de Fernandiel, aunque no se trate de obras maestras, tienen gran importancia y seguramente que así pensarán todos los amigos y amantes del Patrimonio. No han sufrido alteración ni manipulación alguna, pero con el paso del tiempo se han deteriorado por lo que debería procederse a su restauración. Solamente así se conseguirá que no se destruyan totalmente y que generaciones futuras las puedan contemplar. Pinturas de este tipo aparecen, en ocasiones, en las iglesias o ermitas, al eliminar enfosados o al desmontar retablos para su reparación. Este tipo de pinturas, dentro de su sencillez, muestran una gran belleza. Servían de catequesis e información para los cristianos cuando asistían a los diversos actos religiosos, que giraban en torno al evangelio, o en las fiestas  de los santos y santas.
Además de las pinturas vemos, sobre un pequeño retablo barroco, del siglo XVIII, a la Virgen de la Asunción, a quien está dedicada a la ermita. Se trata de una imagen de la Virgen con el Niño en brazos, del siglo XVI, atribuida al escultor zamorano Juan Falcote, autor también de algunas otras obras en la capital. Se le tiene gran devoción a lo largo del año, pero sobre todo cuando se celebra la romería por Pascua de Resurrección. En la parte posterior de la ermita hay un armario con algunos libros y documentos relacionados con ella. Y a su lado varios exvotos donados u ofrecidos por devotos, en agradecimiento a favores que creen haber recibido de la Virgen.


La Virgen de la Asunción se encuentra en un pequeño retablo barroco.


Pila de agua bendita.
Armario con libros y otros objetos de la ermita. Sobre él varios exvotos.
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(Algunos datos han sido tomados del artículo “Rutas y excursiones”- La Opinión de Zamora 2-9-2012).