Hace unos dias visité en Salamanca, en la
sala de Exposiciones Hospedería Fonseca, una exposición de fotografías antiguas,
de los años 50 y 60 de siglo pasado, cuyo autor es Virxilio Vieitez (1930-2008), un fotógrafo
al que se le puede llamar popular y rural por haber centrado todo su trabajo en
este mundo, en el que decidió vivir y establecerse, no sin antes haber emigrado
a Cataluña, en donde aprendió el oficio y en donde podía haberse establecido y
haberlo ejercido, si el atractivo y deseo de volver a su región, comarca y pueblo
gallego no hubiese sido tan grande.
Hijo y nieto de emigrantes como muchos otros
de su pueblo, conoció lo que supone esta situación y más en aquellos años, no
exentos de necesidades y también miserias. Por eso quiso volver a sus raíces y
estar cerca de sus amigos y familiares, que le conocían ya y que poco a poco
fueron descubriendo en él sus cualidades de buen fotógrafo. Trabajó con todos y
para todos, estaba a su servicio y dispuesto a retratarlos cuando se lo
pidiesen. También atendía a los que residían fuera y querían tener recuerdos
del pueblo y de familiares y amigos.
Porque Virxilio conocía bien su oficio y lo
que quería expresar o reflejar en sus fotografías, ese mundo rural en el que
vivía, a las gentes, costumbres y tradiciones de los pueblos de Galicia. Pero
de manera especial a las personas con las que vivió y convivió diariamente, algunas
desde su nacimiento hasta el momento de su muerte. Cualquier momento le
interesaba retratar, de ahí el valor etnográfico y real de sus fotografías.
En muchas de ellas hemos podido ver escenas
de acontecimientos familiares: bautizos, bodas, primeras comuniones y hasta
funerales, Junto a las personas protagonistas de los actos, merece la pena
destacar también el entorno, todo lo que rodea a la celebración. Virxilio sabía
muy bien no sólo encuadrar y centrar bien sus imágenes, sino también conseguir
más riqueza en la escena con los adornos necesarios.
Llaman la atención, entre otras, las
fotografías sobre las personas fallecidas, en el momento del velatorio, o con
el féretro en la iglesia u otro lugar. Y es que por entonces y en algunos lugares
querían tener también el recuerdo del familiar que había muerto, del velatorio
o de la tumba en el que fue enterrado.
Muerte de un niño. |
Y en las bodas los novios eran fotografiados,
entre otros lugares, en el coche de Virxilio, un modelo antiguo, pero de gran
presencia y buen aspecto, que él mismo les alquilaba para la ceremonia y para
tomar buenas imágenes.
La novia dentro del coche. |
Sus retratos, personales y familiares, numerosos
y variados, y de gran calidad, son el reflejo de la situación de entonces.
Rostros expresivos, variedad de peinados y vestidos, etc. todo ello nos dejar
ver la forma de vivir, de pensar y de sentir. Retratos que a todos gustaba
tener y enviar a sus familiares ausentes.
Desempeñó
muy bien su papel de “fotógrafo de pueblo” en aquellos tiempos, década de 1950,
y gozó de gran prestigio entre sus paisanos y conocidos, quienes confiaban en
él, al encargarle sus trabajos fotográficos para tener imágenes de los diversos
momentos de sus vidas. Y es que era una
época escasa en oficios como este y menos en el mundo rural. De ahí su éxito y
su fama posterior, que ni él ni su familia nunca creyeron que pudiera tener
tanta repercusión. Y menos que sus abundantes retratos y escenas de la vida
llegasen a ser tan valorados artísticamente y también desde el punto de vista
etnográfico, pues nos ayudan a conocer mejor la memoria de un pueblo y de una
época.
Nació en Soutelo de Montes, municipio de
Forcarel en la provincia de Pontevedra. A los 16 años emigró a Cataluña y al
tiempo que trabajaba de albañil, aprendió el oficio de fotógrafo y hasta lo
ejerció durante algún tiempo, “haciendo fotos a los turistas” según su propio
testimonio. Pero en el año 1955, regresó a Galicia abriendo un estudio en su
pueblo natal. Y después vino todo lo demás que se ve en la exposición.
Dejó su trabajo en el año 1980 y en 1990 su
obra fue reconocida y valorada por muchas personas y en muchos lugares. Sin
duda alguna quienes la vean comprobarán que se trata de un fotógrafo genial, y
extraño, pues no son muchos los que apuestan por lo popular y rural, al vivir
entre los suyos y querer dejar plasmado en imágenes este mundo cargado de leyendas,
historias y tradiciones.