Matías y sus bastones. |
Cuando hace varios años publiqué los
reportajes sobre artesanos jubilados en el desaparecido semanario La Voz de
Benavente y Comarca, comprobé que uno de los pueblos que contaba y cuenta con
más personas mayores dedicadas a esta actividad era Fuentes de Ropel. Y
precisamente, uno de los primeros a los que visité y entrevisté fue Matías de
Hoyo. Ahora, aunque ya fallecido, quiero recordarlo aquí de nuevo, como he
hecho con los demás, a través de las páginas de este blog.
*Me acerco a su casa, el número
42 de la calle Las Lavanderas y me recibe con amabilidad. Tenía ya 83 años. En
seguida me enseña abundantes bastones hechos por él, unos están en el
vestíbulo y a otros, ya dentro, los tiene colgados en la pared de una de las
dependencias del patio. Matías fue pastor de sus propias ovejas desde que
cumplió los 10 años hasta los 65 en que se jubiló. La educación de los primeros
años de su vida fue muy pronto suplantada por el trabajo, suponemos que
obligado y necesario del pastoreo.
Ya siendo pastor, me dice, me entretenía haciendo
cosas de estas, principalmente con la madera. Pero cuando me dediqué de lleno a
ello fue al jubilarme.
Pasó
casi toda su vida por los campos de su pueblo, cuidando el ganado y a la sombra
de los árboles, cuando el calor arreciaba. Aquí pudo ver y contemplar animales
diversos como el zorro, la liebre, el conejo, el águila, perdices, codornices y
palomas, además de los domésticos que tenía en su propia casa. Cuando sus
ovejas se lo permitían cogía un palo o un trozo de madera en su mano izquierda
y la navaja en su mano derecha y se ponía a cortar y tallar dicha madera. Esta
práctica fue su comienzo y su aprendizaje, surgida de la contemplación y las
vivencias de su entorno y de su vida relacionada con la agricultura y
ganadería.
Porque
los puños de sus bastones, representan figuras talladas por él de los animales
que vio o con los que el convivía diariamente. Y los tiene con cabezas de
carneros, perros, patos, caballos, etc y algunos con peces, señal evidente también de su afición a
la pesca o de pasar algún tiempo cerca del río Cea.
Pero
también hacía castañuelas -estas les gustan mucho a mis hijos, dice él.
Matías tiene dos hijos que viven y trabajan fuera del pueblo, por necesidad
como muchos otros, pero que se acercan a Fuentes de Ropel, siempre que pueden,
para ver a sus padres y admirar los bastones o castañuelas hechos por él
y de paso llevarse alguno de ellos como recuerdo.
También hizo castañuelas... |
Hace
también palilleros y algún juguete, igualmente de madera. Pero su obra
más llamativa es el trabajo realizado sobre un cuerno de toro, que
utilizaba para llevar la merienda al campo. Está todo él adornado con dibujos
hechos a punta de navaja entre los cuales está el sol, una sirena, un burro y
un gallo, un caballo, una liebre, una cabeza de carnero, un pez y una vaca,
aparte de algunas plantas y vegetales. Tiene también grabado su nombre y
apellidos y el año en el que lo hizo con la siguiente leyenda: AÑO MALO - 1945.
Dice que éste fue el año en el que se casó, que coincidió con una mala cosecha
y hubo mucha necesidad. El cuerno de Matías es un compendio de lo que él veía y
sentía cada día en su trabajo, trabajó que hizo antes de jubilarse y al que
dedicó más horas que a ningún otro*.
Cuerno de toro decorado, lo más llamativo que ha hecho. |
Utilizo
maderas de todas las clases y que tengo más a mano: encina, peral, pino, etc. Y
de fresno y bambú, sobre todo para el palo de algunos bastones. Ah! y la de
corazón de encina, que es lo de dentro de ella, lo negro.
Herramientas no necesita muchas, pues lo hace casi
todo con sus manos, sirviéndose principalmente de la navaja,
aunque también tiene y usa el cepillo, un taladro, lijas y una pequeña gubia.
Pero
lo que más utilizo, insiste, es la navaja. Se puede decir que casi todo
lo hago a punta de navaja y a base de horas. Mire, esa decoración y los adornos
y relieves que tienen estos bastones,
la hago también con la navaja. Todo es idea mía y lo voy haciendo según me
parece.
Su producción es abundante en lo que se refiere a los
bastones. Pero no los pone a la venta. No obstante ya ha vendido alguno a
personas que se han acercado a su casa. Le gusta contemplarlos, al tiempo que le
recuerdan las horas dedicadas a cada uno de ellos. Y, viéndolos, recuerda
también el campo, los animales y su vida de pastor. Por supuesto que él, los
últimos años de su vida, utilizaba uno de esos bastones, concretamente aquel al
que más apreciaba y que más y mejor le
servía de apoyo en su vida de jubilado y ‘con muchos años ya encima’, como él decía.