Agustín en su casa de Burganes junto a muchos de los objetos que ha hecho. |
En una exposicón de artesanos en Burganes participó, entre otras cosas, con las bellotas de madera. |
Agustín
Cid, viudo desde hace ya desde hace años, y jubilado a los 60, más por
necesidad que por edad, natural y vecino de Burganes de Valverde “aquí nací, aquí he vivido y viviré, y aquí terminaré
mis días”, ha pasado y pasa muchas horas de su vida trabajando con sus
maderas en el taller de su casa, o en el mismo campo, en donde más se ha
inspirado, y que le proporciona los materiales que utiliza. Pero hay otra
faceta en él, apenas conocida, excepto por su familia, que es la de componer
versos, a la que también voy a hacer referencia en este reportaje.
Tiene ya
más de 70 años y desde los 14, al salir de la escuela, se dedicó al pastoreo,
acompañando primero a su padre, que también lo era, como zagal. Así estuvo
hasta los 17 en que comenzó a trabajar él solo, por su cuenta. En principio,
tanto él, como su padre, cuidaban ovejas de otros propietarios, pero desde hace
ya 30 años tiene su propio ganado y el aprisco al lado de su casa. Ahora es uno
de sus hijos quien se ha hecho cargo de todo. Tiene otros dos hijos, uno que
vive en León y la hija que reside también en Burganes.
Su vida
en el campo y su espíritu observador y creativo le han motivado y servido para
hacer lo que hace, tanto con la madera, como con el bolígrafo o el lapicero, al
escribir versos. Goza, además, de esa sabiduría práctica, propia de los
artesanos jubilados o no jubilados.
Con la
madera empezó pronto, aunque ahora dispone de más tiempo. Lo primero que hizo y
sigue haciendo son badajos para las cencerras que llevan las ovejas, de los que
se sirve y utiliza cuando alguna lo pierde, o se deteriora o rompe. Pero las
demás piezas u objetos las ha hecho después de jubilarse: cucharas y tenedores
de madera, ceniceros, palilleros, mazos, de diversos tamaños, para cascar
avellanas, nueces y piñones, carracas, y unos animales hechos con palos
adaptados para ello, en cuanto a cabezas, extremidades y rabo. Él prepara un
poco más su rostro, el hocico o pico, utilizando pintura en ojos, nariz, boca.
Por allí tiene una lagarto, un gato, un perro, etc. y algunos más a los que él
ve o con los que convive diariamente.
Su colección de badajos. |
Tenedores. |
Mazos para cascar nueces, almendras y avellanas. |
Disfruta con los animales que hace con madera o sirviéndose de raíces. |
“Al vivir tanto en el campo, cuando salía
con las ovejas, veía palos que me sugerían cosas y sobre todo en el monte, con
las encinas y las bellotas. Entonces me ponía a hacerlas con mi navaja y el
resultado aquí está”.
Y
es que lo que más ha hecho Agustín y lo que nos deja ver en ese su vivir casi
diario en el monte son numerosas bellotas para adorno, con madera y palos de
encina. Gran parte de ellas están sobre unas patas, que son los mismos palos.
Hay algunas adaptadas para llaveros, otras adornan ceniceros, etc. Todas son de
una sola pieza y están preparadas minuciosamente con su navaja. Después las
pinta del color que tienen cuando están maduras, de tal modo que, quienes las
ven por primera vez, creen que son naturales, excepto aquellas que exceden en
su tamaño.
Como
otros artesanos jubilados también hace bastones, algunos de ellos con puño
añadido, con la figura de sus animales: la oveja, carnero o perro. Otros son
completamente naturales, tanto en la vara como en el puño.
Agustín
lo hace casi todo con madera de encina, aunque tiene algunas piezas u objetos
de roble, alcornoque y jara. No dejan de ser los árboles que ha tenido y tiene
más a su alcance. También se sirve de pinturas de diversos colores, según
necesite, para completar sus obras.
Y
respecto a las herramientas dice: “Casi
todo lo hago con la navaja. Lógicamente en el monte corto los palos o troncos
con el hacha o la sierra. Y luego en casa me sirvo de este tornillo para
sujetarlos y poder cortarlos o serrarlos en trozos más pequeños, según lo
necesite”
Efectivamente,
en una habitación que da al patio tiene lo que podemos llamar su taller y parte
de su almacén, con los objetos ya hechos. Y en una mesa veo también un pequeño
tornillo sujeto a ella. Aquí es donde
trabaja ahora casi siempre.
“Oiga, me dice antes irme, no se olvide de
que también escribo versos. Tengo una caseta en el campo y, de vez en cuando,
voy allí, me siento en la mesa y escribo las cosas que se me ocurren y como se
me ocurren, porque yo de estrofas y rimas no estudié ni sé nada”.
Doy
fe de que no le salen mal. Me deja una poesía titulada precisamente “A mi casa de campo”, de la que
transcribo unas estrofas:
En mi casita estelar
Lejos del mundanal
ruido,
Yo me pongo a meditar
Yo me pongo a meditar
A mi antojo y
albedrío...
Hago poemas de
amor
Y también hago
epitafios
Aunque me causen
dolor
Al tener que
publicarlos...
En el verano a la
sombra
Y en el invierno
al abrigo,
Allí nacen las historias
Allí nacen las historias
Y mi casita es
testigo...
Su
hijo le corrige las faltas de ortografía, si las hay, pero no el léxico
empleado, que es suyo. Y su hijo también le ha pasado a ordenador y reunido en
dos cuadernos sus más de 60 poesías. Tan sólo algunas se publicaron en el
antiguo semanario La Voz de Benavente y Comarcas.
Lo
mismo que los objetos que hace, los temas de sus versos tienen que ver con el
mundo que le rodea. De otra cosa no pueden tratar poesías dedicadas, o con
títulos como: El Tera, Pastorada, A mi pueblo, A mis amigos los perros, En
homenaje a una zarza quemada, El Otoño, etc. Y otras como A los
jubilados, A mi pueblo, A Benavente (aquí menciona al cierre de la
azucarera), Se envilece la Sanidad (en éste escribe sobre el Hospital
para Benavente), etc.
Muchas
de ellas son vivencias personales, expresadas a través de los versos, como la
poesía dedicada a su mujer fallecida, en la que expresa el gran dolor de la
pérdida, al tiempo que la añoranza de la ausencia.
Agustín
lee poco, ve más la televisión y sobre todo escucha la radio, que siempre le
acompañó en el campo y le acompaña mientras trabaja con la madera. También
tiene poesías en las que aparecen los programas de radio o televisión que
acostumbra a ver o escuchar. Según dice: “También
con ellos se aprende algo, al menos en mi caso así ha sido”.
Pero,
aunque siga haciendo versos, porque salen de él y siente necesidad de ello, y
solamente sean para satisfacción suya y la de su familia y amigos, no se considera ningún
poeta, solamente un aficionado. Porque lo suyo, y a lo que dedica y dedicará en
adelante más tiempo, es a sus trabajos en madera y con la madera, que
constituyen el motivo principal de este reportaje, por medio del cual queremos
que se le conozca como a todos los
artesanos jubilados de los Valles de Benavente que pasan gran parte de su
tiempo libre haciendo este tipo de artesanías. Y también lo quiere y desea él
mismo, pues así lo tiene escrito en unos versos dentro de un marco de madera,
colgado en la pared de su taller:
Quiero dejar mis memorias
grabadas aquí,
en madera.
Y a lo largo de la historia
Y a lo largo de la historia
cual si fuera una
parodia,
me recuerden como
era.