miércoles, 3 de octubre de 2012

Artesano jubilado: Agustín Cid Brime, de Burganes de Valverde.


Agustín en su casa de Burganes junto a muchos de los objetos que ha hecho.
En una exposicón de artesanos en Burganes participó, entre otras cosas, con las bellotas de madera.

            Agustín Cid, viudo desde hace ya desde hace años, y jubilado a los 60, más por necesidad que por edad, natural y vecino de Burganes de Valverde “aquí nací, aquí he vivido y viviré, y aquí terminaré mis días”, ha pasado y pasa muchas horas de su vida trabajando con sus maderas en el taller de su casa, o en el mismo campo, en donde más se ha inspirado, y que le proporciona los materiales que utiliza. Pero hay otra faceta en él, apenas conocida, excepto por su familia, que es la de componer versos, a la que también voy a hacer referencia en este reportaje.
            Tiene ya más de 70 años y desde los 14, al salir de la escuela, se dedicó al pastoreo, acompañando primero a su padre, que también lo era, como zagal. Así estuvo hasta los 17 en que comenzó a trabajar él solo, por su cuenta. En principio, tanto él, como su padre, cuidaban ovejas de otros propietarios, pero desde hace ya 30 años tiene su propio ganado y el aprisco al lado de su casa. Ahora es uno de sus hijos quien se ha hecho cargo de todo. Tiene otros dos hijos, uno que vive en León y la hija que reside también en Burganes.
            Su vida en el campo y su espíritu observador y creativo le han motivado y servido para hacer lo que hace, tanto con la madera, como con el bolígrafo o el lapicero, al escribir versos. Goza, además, de esa sabiduría práctica, propia de los artesanos jubilados o no jubilados.
            Con la madera empezó pronto, aunque ahora dispone de más tiempo. Lo primero que hizo y sigue haciendo son badajos para las cencerras que llevan las ovejas, de los que se sirve y utiliza cuando alguna lo pierde, o se deteriora o rompe. Pero las demás piezas u objetos las ha hecho después de jubilarse: cucharas y tenedores de madera, ceniceros, palilleros, mazos, de diversos tamaños, para cascar avellanas, nueces y piñones, carracas, y unos animales hechos con palos adaptados para ello, en cuanto a cabezas, extremidades y rabo. Él prepara un poco más su rostro, el hocico o pico, utilizando pintura en ojos, nariz, boca. Por allí tiene una lagarto, un gato, un perro, etc. y algunos más a los que él ve o con los que convive diariamente.

Su colección de badajos.
Tenedores.
Mazos para cascar nueces, almendras y avellanas.
Disfruta con los animales que hace con madera o sirviéndose de raíces.


En su casa tiene los animales de madera, cerca o en medio de vegetación.
            “Al vivir tanto en el campo, cuando salía con las ovejas, veía palos que me sugerían cosas y sobre todo en el monte, con las encinas y las bellotas. Entonces me ponía a hacerlas con mi navaja y el resultado aquí está”.
            Y es que lo que más ha hecho Agustín y lo que nos deja ver en ese su vivir casi diario en el monte son numerosas bellotas para adorno, con madera y palos de encina. Gran parte de ellas están sobre unas patas, que son los mismos palos. Hay algunas adaptadas para llaveros, otras adornan ceniceros, etc. Todas son de una sola pieza y están preparadas minuciosamente con su navaja. Después las pinta del color que tienen cuando están maduras, de tal modo que, quienes las ven por primera vez, creen que son naturales, excepto aquellas que exceden en su tamaño.

Ha hecho mucha bellotas de adorno o para otros usos.
            Como otros artesanos jubilados también hace bastones, algunos de ellos con puño añadido, con la figura de sus animales: la oveja, carnero o perro. Otros son completamente naturales, tanto en la vara como en el puño.

También bastones artesanales.
Con puños de animales u otras formas.
            Agustín lo hace casi todo con madera de encina, aunque tiene algunas piezas u objetos de roble, alcornoque y jara. No dejan de ser los árboles que ha tenido y tiene más a su alcance. También se sirve de pinturas de diversos colores, según necesite, para completar sus obras.
            Y respecto a las herramientas dice: “Casi todo lo hago con la navaja. Lógicamente en el monte corto los palos o troncos con el hacha o la sierra. Y luego en casa me sirvo de este tornillo para sujetarlos y poder cortarlos o serrarlos en trozos más pequeños, según lo necesite”
            Efectivamente, en una habitación que da al patio tiene lo que podemos llamar su taller y parte de su almacén, con los objetos ya hechos. Y en una mesa veo también un pequeño tornillo sujeto  a ella. Aquí es donde trabaja ahora casi siempre.
            “Oiga, me dice antes irme, no se olvide de que también escribo versos. Tengo una caseta en el campo y, de vez en cuando, voy allí, me siento en la mesa y escribo las cosas que se me ocurren y como se me ocurren, porque yo de estrofas y rimas no estudié ni sé nada”.
            Doy fe de que no le salen mal. Me deja una poesía titulada precisamente “A mi casa de campo”, de la que transcribo unas estrofas:
                                                               En mi casita estelar
   Lejos del mundanal ruido,
Yo me pongo a meditar
A mi antojo y albedrío...
Hago poemas de amor
 Y también hago epitafios
 Aunque me causen dolor
  Al tener que publicarlos...
 En el verano a la sombra
 Y en el invierno al abrigo, 
Allí nacen las historias
Y mi casita es testigo...
            Su hijo le corrige las faltas de ortografía, si las hay, pero no el léxico empleado, que es suyo. Y su hijo también le ha pasado a ordenador y reunido en dos cuadernos sus más de 60 poesías. Tan sólo algunas se publicaron en el antiguo semanario La Voz de Benavente y Comarcas.
            Lo mismo que los objetos que hace, los temas de sus versos tienen que ver con el mundo que le rodea. De otra cosa no pueden tratar poesías dedicadas, o con títulos como: El Tera, Pastorada, A mi pueblo, A mis amigos los perros, En homenaje a una zarza quemada, El Otoño, etc. Y otras como A los jubilados, A mi pueblo, A Benavente (aquí menciona al cierre de la azucarera), Se envilece la Sanidad (en éste escribe sobre el Hospital para Benavente), etc.
            Muchas de ellas son vivencias personales, expresadas a través de los versos, como la poesía dedicada a su mujer fallecida, en la que expresa el gran dolor de la pérdida, al tiempo que la añoranza de la ausencia.
            Agustín lee poco, ve más la televisión y sobre todo escucha la radio, que siempre le acompañó en el campo y le acompaña mientras trabaja con la madera. También tiene poesías en las que aparecen los programas de radio o televisión que acostumbra a ver o escuchar. Según dice: “También con ellos se aprende algo, al menos en mi caso así ha sido”.
            Pero, aunque siga haciendo versos, porque salen de él y siente necesidad de ello, y solamente sean para satisfacción suya y la de su  familia y amigos, no se considera ningún poeta, solamente un aficionado. Porque lo suyo, y a lo que dedica y dedicará en adelante más tiempo, es a sus trabajos en madera y con la madera, que constituyen el motivo principal de este reportaje, por medio del cual queremos que se le conozca como  a todos los artesanos jubilados de los Valles de Benavente que pasan gran parte de su tiempo libre haciendo este tipo de artesanías. Y también lo quiere y desea él mismo, pues así lo tiene escrito en unos versos dentro de un marco de madera, colgado en la pared de su taller:

                                                             Quiero dejar mis memorias
grabadas aquí, en  madera.
Y a lo largo de la historia
cual si fuera una parodia,
me recuerden como era.
           

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