De los varios
artesanos jubilados de Coomonte de la Vega, sobre los que escribí hace años en
el desaparecido semanario La Voz de Benavente y Comarca, Alfredo era el de más
edad y el que más tiempo llevaba jubilado, por invalidez desde que tenía 40.
Me dijo que
había trabajado de jornalero en el campo y que, lo de hacer bastones y otras
piezas de madera, fue desde hacía unos diez o doce años.
Tenía en el
patio de su casa un pequeño banco de carpintero con tornillo en donde, a sus 80
años, todavía pasaba muchos ratos trabajando y haciendo objetos con la madera, como
a él le parecía, pues nadie le había enseñado.
-Mire, yo
lo que más utilizo es esta gubia triangular, hago casi todo con ella, aunque
también tengo otras herramientas.
Y, al
instante, coloca en el tornillo una vara y me hace una demostración del uso de
su gubia triangular, con la que realiza las incisiones y demás adornos en sus
bastones. Porque de estos tiene bastantes, muy bien confeccionados y decorados.
Y los aprecia tanto, que los tiene colocados, como adorno, en la pared del
portal de su casa. Para él son el mejor cuadro. Y también para sus amigos y
visitantes.
Varios bastones de los que adronaban la pared del pasillo de su casa, |
Además de
bastones, Alfredo hacía también ceniceros, palilleros, cazos y cucharas y
tenedores. Todo, naturalmente, de madera. Me enseña algunas piezas que tenía
por allí, no muchas, pues dice que las ha ido regalando a familiares y a
amigos. Es una forma también de que se le conozca y se le aprecie.
Alfredo y su
mujer vivían solos. No tenían hijos. Pero ambos pasaban los días del mejor modo
posible. Él, además de entretenerse con la madera, tenía una pequeña huerta a
la que dedicaba una parte de su tiempo. Ella hacía las tareas domésticas, pasaba
algún rato viendo la televisión y, de vez en cuando, llegaba a sus manos algún
periódico o libro que hojeaba y leía, valorándolo en su justa medida, lo mismo
que valoraba a los bastones hechos por su marido. Los dos sentían que los días
pasaban de prisa y sin pausa, y que la edad no perdona. Pero, a pesar de todo,
se mostraban felices y contentos por lo que hacían y también agradecidos,
cuando les visité para conocer y valorar su trabajo artesanal. En esta ocasión,
quiero recordar a Alfredo, lo mismo que estoy haciendo con todos los demás
artesanos jubilados de esta comarca, algunos de los cuales, como él, ya han
fallecido.