Eusebio en una de las salas, con su colección etnográfica. |
Cada vez son
más las personas que sienten verdadero amor y respeto por el pasado y han
dedicado un tiempo de su vida, o lo dedican una vez jubilados, a coleccionar o
reunir en su domicilio objetos o piezas relacionados con las costumbres,
tradiciones y forma de vivir antiguamente. Y no es que estén en contra de la
modernidad, sino que sus recuerdos y vivencias de la niñez, junto a su familia
y en su lugar de nacimiento, han influido tanto que se han sentido enormemente
atraídos por ello. Y han visitado museos etnográficos, comercios, pueblos,
etc., y en sus viajes tampoco se han
olvidado de su afición, hasta el punto de comprar objetos de otros lugares,
incluso en distintos países, con tal de que tengan que ver con esta su afición.
Sus conocimientos sobre el tema son tales que pueden dar cuenta perfectamente
del tipo de objeto, su utilidad, el lugar de procedencia y todo tipo detalles.
Estos ocurre
con Eusebio Labrador Fermoso que, aunque se jubiló a los 63 años (ahora tiene
68), ya en 1989 comenzó a coleccionar objetos, algunos de gran valor
etnográfico.
“Siempre sentí nostalgia por el pueblo en el
que nací y un gran respeto por sus costumbres y forma de vivir en el pasado.
Resulta que un día los hijos de E. Hidalgo, que tienen una ferretería en
Benavente, me regalaron un serón y la polea de una aventadora. Poco después le
dije a mi padre que me regalara un antiguo molino que tenía por allí y algunos
otros objetos. A partir de este momento, con las demás cosas que había por casa
y muchas otras que yo he comprado, he formado toda esta colección”.
Es natural de
Vega de Villalobos, un pueblo de tierra de Campos, no lejos de Villalpando.
Reside habitualmente en Madrid, aunque pasa algún tiempo, sobre todo durante el
verano en una localidad próxima a Benavente, en donde tiene una casa. Aquí se
lo pasa muy bien, pues a Eusebio también le gusta el campo y la naturaleza, y
sobre todo estar no lejos del río.
Aunque Vega de
Villalobos está también cerca de Benavente su relación con la ciudad le viene
porque estudió el bachillerato en el Colegio Virgen de la Vega. De hecho él ejerce
y cumple como exalumno, pues participa en alguna de las actividades que
organiza la Asociación.
Labrador es su
apellido y, feliz coincidencia, labrador fue el oficio de su padre y de su familia, que vivieron siempre en su querido y añorado pueblo de Vega
de Villalobos. “Éramos ocho hermanos, me
dice, y había mucho que trabajar, para
atender bien a la tierras. A pesar de ello, algunos años las cosechas no eran
muy buenas. Yo comencé a estudiar para Perito y también Magisterio, pero al
final lo deje todo y me puse pronto a trabajar, dedicándome siempre a la
dirección de empresas relacionadas con el automóvil”.
En su casa
tiene dibujos y relieves en piedra de su apellido e incluso un libro de encargo
con el árbol genealógico del mismo. Todo
esto y las fotos antiguas que nos enseña, con imágenes de su familia y también de
las fiestas y tradiciones del pueblo, demuestran y confirman su gran amor y
respeto por el pasado y por los que en él vivieron.
Su mujer,
aunque nació en Asturias también está ligada a estas tierras de Benavente, pues
su padre ejerció de maestro en Milles de la Polvorosa, en Matilla de
Arzón y por último en el Colegio Fernando II de la ciudad. Les gusta venir con
frecuencia a pasar unos días por esta comarca, sobre todo a partir de la
primavera cuando hay más y mejor luz, el campo está verde y lleno de flores, y
el agua sigue pasando muy cerca de su domicilio. Disfrutan, al menos una
temporada, de la tranquilidad que no ofrece la gran ciudad.
Comenzó su
colección, como he dicho anteriormente, a partir del año 1989. Y son tantos los
objetos o piezas que ha reunido que necesitaría mucho más espacio, si pretendiese,
como en un museo, colocarlo todo en
orden y debidamente catalogado y fichado. Pero, a pesar de todo, Eusebio conoce
bien cada una de las piezas por su nombre, la procedencia y el uso que tenían.
Y hasta se acuerda del coste de todas aquellas que ha comprado, y a quién y cuándo
lo hizo.
Muchas de
ellas tienen que ver con la agricultura. En el patio tiene algunos carros y un
trillo. Y luego en el local vemos aperos de labranza: algún arado, yugos
variados en su forma y uso, bieldos, garios, horcas, tentemozos (para elevar el
carro), zarandas y muchos recipientes para medir cereales, áridos, líquidos
etc. “Esta
media fanega es de mi abuelo Quiterio y el rasero también”, me dice
mientras hace una demostración de su
uso. Y estas son maquilas que utilizaban
los molineros para cobrar su trabajo en especie”.
Carro antiguo de montaña. |
Medidas de cereales y otros granos. |
Maquilas de molineros. |
Otras pequeñas medidas. |
Tiene una buena colección de yugos. |
Relacionados
con la ganadería: colleras y collerines, sobeos, ordeñadoras de regiones
diversas, aciales, etc. También hay varias jaulas, algunas muy vistosas, como
la de alondra que es de madera, con una forma especial y muy antigua.
Jaula de alondra. |
Otras jaulas. |
Vemos también
objetos relacionados con antiguos oficios como el alfarero: cerámicas elaboradas
en esta y otras provincias; el herrero: romanas diversas y útiles agrarios de
hierro.
También tiene cerámicas variadas y de distintos lugares. |
Una báscula muy antigua. |
Eusebio con un cardador de lino en sus manos. |
Pero son más
los objetos que tienen que ver con la vida doméstica tradicional. Multitud de
enseres que, aunque estén colocados entre otro tipo de piezas, se distinguen
muy bien: chocolateras, molinillos, fuelles, faroles y candiles, antiguos
relojes despertadores, carburos, bregadora o breguil (para amasar), un
calentador de cama, máquina de hacer chorizos, etc. Tiene también una variada
muestra de llamadores de las puertas, y de romanas y básculas.
Vista general de otra de las salas. |
Algunos de los relojes, despertadores antiguos, de su colección. |
A todo ello
hay que añadir un organillo, la joya de su colección de antigüedades, que se
conserva en muy buen estado. Lo compró en su pueblo y a juzgar por la
demostración que nos hace (toca un tango y un pasodoble), funciona
perfectamente. De vez en cuando, tanto él como su familia, disfrutan con su
sonido y sirve para recordarles la música y los bailes tradicionales.
Eusebieo explica a su amigo J. L. Zanfaño, el funcionamiento del organillo. |
De vez en cuando toca una pieza en el antiguo organillo. |
Estamos ante
una importante colección no sólo por la abundancia y variedad de piezas, sino
también por la antigüedad de muchas de ellas, y algunas incluso de gran valor
económico por ser pocos los ejemplares existentes de las mismas. Eusebio se ha
preocupado de reunir y cuidar su colección ya antes de su jubilación, pero mucho
más después. En su casa tiene un pequeño taller donde limpia, retoca o repara y
restaura las piezas u objetos en la medida de lo posible. Son muchas las horas
que ha dedicado a ello, tanto aquí como en su domicilio de Madrid.
Pero los años
y la vida no pasan en balde. Ha disfrutado mucho con esta su afición, pero sus
hijos viven fuera, alguno lejos de España y no ve salida ni futuro para todo
esto. Por eso me dice, con gran pesar, que tanto la casa en la que vive, como
el local donde tiene su colección, e incluso la misma colección, van a tener
otro destino, pues lo tiene puesto a la venta por si alguna persona está
interesada.
Seguramente
que dentro de unos años, cuando ya no esté en su poder, sentirá de nuevo
nostalgia del pasado y se acordará de su pueblo, sus gentes y su familia, y por
supuesto de su colección etnográfica a la que tantas horas dedicó a lo largo de
su vida y que tantas satisfacciones le proporcionó.