martes, 27 de noviembre de 2012

Artesano jubilado: Antonio Blanco, de San Cristóbal de Entreviñas.



Antonio Blanco en un local de su casa en San Cristóbal de Enttreviñas.



"La trasga me sugirió el comenzar a hacer anillos".
“Con esto de los anillos empecé de forma casual. Resulta que estaba preparando un yugo pequeño para los bueyes que acompañan a la imagen de San Isidro que tenemos en la iglesia y, al hacer la trasga (anilla de madera) para sujetar el timón del arado, como era de pequeño tamaño, la metí en un dedo y me gustó, pues parecía un anillo. Esto me dio la idea para empezar a hacerlos. Y con ello y otros objetos me he entretenido durante varios años”. 
Esto me cuenta Antonio Nuevo Blanco, natural y vecino, desde siempre, de San Cristóbal de Entreviñas, pueblo próximo a Benavente y uno de los más importantes de la provincia de Zamora. por su población, por su actividad industrial y también por la celebración y respeto a sus tradiciones festivas. 
En este recorrido que estamos haciendo por los Valles de Benavente me resultaba extraño que en San Cristóbal no hubiese personas mayores que ejerciesen oficios antiguos tradicionales o que pasasen sus años de jubilación dedicados a algún tipo de artesanías. Pero con Antonio tenemos ya un primer ejemplo y seguro que habrá algunos más.
Antonio ya ha fallecido. Hace ya varios años que hablé con él Tenía entonces 87 años y se había jubilados a los 65. Pero estaba siempre activo y haciendo cosas. Después de sus ocho años de escuela se dedicó ya a la agricultura. “Yo siempre fui labrador”, dice él con cierto orgullo, y tan sólo me ausenté del pueblo para ir a la mili (1947-1949), en San Quintín de Valladolid”. Estaba casado con Rosa Crespo Huerga, ya mayor también (81 años) y han tenido tres hijas y dos hijos. Viven en la plaza de la iglesia.

Antonio y su mujer Rosa con  pequeños objetos hechos por el.
Le pregunté cómo y porqué su afición por la madera: “Me gustó siempre, pues lo vi y viví en mi familia, de chico y de mayor. Soy sobrino de carreteros. Mi abuelo, aunque primero ejerció de albañil, después fue carretero en Benavente. Se casó en San Cristóbal, en donde sus hijos Feliciano, Herminio y Mariano continuaron con el oficio y así lo han hecho generaciones posteriores”.
Con estos antecedentes no nos extraña que a Antonio, una vez jubilado, el trabajo con la madera le sirviese, como entretenimiento, distracción, y para mantenerse en actividad, y en  buena forma, como lo está, a pesar de la edad que ya tenía. Y es que en los talleres de sus tíos vio hacer (e incluso colaboró en ello) muchos carros, yugos, aperos y otras herramientas de madera utilizadas en la agricultura. Por eso, antes de los anillos, hizo otros muchos objetos como cucharas y tenedores, algunas de tamaño muy pequeño, otros útiles que sirven para preparar y probar la queimada o el mosto, castañuelas de varios modelos o formas, etc. También ha hecho bastones, algunos para uso personal.

Cuencos y cucharones.
Tenedores y cucharas de pequeño tamaño.

Yugos, arados y otros objetos colgados en la pared.
También ha hecho bastones.
            Allí sobre la mesa de una habitación tiene un montón de objetos, diversos en las formas y también en los colores, motivados por las distintas maderas empleadas en su confección: urz, encina, olivo, negrillo, roble, piorno y acacia. También se sirve de maderas procedentes de muebles antiguos, no sin antes limpiarlas y prepararlas.
            Para los anillos ha utilizado principalmente maderas de olivo, acacia, pino y también de vid. Por cierto que estos son, para él, los más elegantes.
            En un local de lo que fue corral de su casa de agricultor, ahora convertido en un patio limpio y soleado, tiene un banco de carpintero (el mismo que utilizó su abuelo) con un pequeño tornillo para sujetar la piezas de madera y poder trabajar a gusto. Muy cerca veo las herramientas que suele utilizar: limas, limatones, escofinas, brocas, serruchos, azuela, berbiquí, etc.

Al instante, coge un tronco de madera en sus manos y se dispone a explicarme cómo hace los anillos. Y lo hace a su modo, porque nadie le enseñó, pero no sin esa sabiduría que poseen todos los artesanos, basada principalmente en la experiencia y en la práctica. Él mismo reconoce que, tras varios años haciéndolos, el tiempo que tarda se ha reducido a la mitad.
            “Mire, en este tronco hago tres o cuatro agujeros con la broca de madera, según el trozo que necesite. Después con la gubia quito lo mayor y finalmente los refino con los limatones. Para que no se ‘coronje’ la madera de los anillos, en bruto, sin terminar, los introduzco en un recipiente con gasoil. Después, pasado un tiempo, los saco y, una vez secos, los termino de trabajar y hago el refinamiento, dejándolos ya preparados para el uso”.

Una parte de su colección de anillos de madera.

Otros objetos de adorno.
Manos de Rosa y Antonio con anillos.
            La verdad es que no le falta originalidad en los anillos, ni en su confección, ni en el resultado final, pues están muy bien acabados, como le ha dicho incluso algún joyero amigo suyo.
            “Algunos, los más finos, son difíciles de hacer, pues se parten con facilidad. Lo  bonito del anillo es que tenga más grosor en el centro e interior que en los extremos. Para mí los mejores y que más me gustan son los que he hecho con madera de vid”.
            Empezó a dedicarse a esto no en el momento de su jubilación, sino cuando ya tenía casi 70 años. Antes se entretenía y pasaba el tiempo trabajando lo que podía en su huerta, o en su viña y su bodega. E incluso haciendo cosas para la casa, ya fuesen de albañilería, de fontanería o de carpintería. Pero poco a poco lo fue dejando todo y se  dedicó más a la madera, y concretamente a este tipo de objetos. Y por lo que veo lo ha pasado muy buen bien y ha disfrutado con ello, pues le ha servido para recordar el pasado, lo que vio y vivió desde pequeño.
            También disfruta al enseñárselo a los demás, sean familiares, amigos o vecinos de su pueblo, a muchos de los cuales ha regalado algún objeto para que tengan un recuerdo y no se olviden de él. Pero lo que más le gusta regalar a Antonio son anillos. Sabe muy bien que el anillo es símbolo de unión, alianza, relación y amistad, que es en el fondo lo que él quiere transmitir a todos aquellos a los que les hace este pequeño obsequio.
            La jubilación, denominada también “tercera edad” se convirtió para Antonio, como para otros muchos, en una tercera oportunidad, pues gracias a ella pudo realizar cosas que le llenaron de satisfacción y que de otra forma jamás hubiese conseguido.