Esta comarca de Los Valles de Benavente, además de contar con importantes ríos y muchos arroyos, dispone también de canales y acequias, realizados, en este caso, por la mano del hombre, para conducir y distribuir el agua destinada a regar las tierras, principalmente durante los meses del calor y la sequía. En tiempos pasados los tenían también para otros usos. Canales y acequias son palabras latina y árabe respectivamente, que nos indican, sin duda alguna, que ambos pueblos utilizaron y se sirvieron de este tipo infraestructuras. Ambas son construcciones artificiales, los primeros suelen partir de los mismos ríos y las segundas, con fines ya más concretos, de los canales.
Uno de ellos es el Canal del Esla, denominado así por estar abastecido por las aguas de dicho río y regar precisamente las tierras de su margen derecha. Aunque no el más antiguo, sí es uno de los más importantes. Su construcción data del año 1859, según consta en la escritura, en la que figura además como primer propietario D. Matías Gómez Villaboa, datos estos que desde Alija del Infantado nos ha facilitado D. Luis Gómez Villaboa, perteneciente a la misma familia. Son pues ya casi 150 años de canal, en principio lógicamente de tierra, porque con cemento y hormigón, como está ahora, se hizo allá por la década 1960-1970.
Me informa de otras cosas Manuel Campo, guarda del mismo, que vive en Benavente, desde hace más de veinte años, en una casa junto al salto grande, al comienzo de la antigua carretera de León.
-El último propietario del canal fue D. Alejandro Fernández Araoz, natural de Medina del Campo y de familia de banqueros. En el año 1967 se lo compró el Ministerio de Obras Públicas, a cuyo frente estaba el benaventano Federico Silva Muñoz, pasando a depender de la empresa pública denominada Confederación Hidrográfica del Duero, creada en el año 1927. Comienza cerca del pueblo leonés de Benamariel, en una presa construida en el mismo río y desde allí sigue por la margen derecha del Esla. Pasa cerca de Villamañán, San Millán de los Caballeros, Villademor de la Vega, Algadefe, Villamandos, Villaquejida, Cimanes de la Vega, Matilla de Arzón, Santa Colomba de las Carabias, San Cristobal de Entreviñas y Benavente. Aquí termina y deja sus aguas sobrantes en el Caño de los Molinos, exactamente detrás de la fábrica de harinas La Ventosa. Riega además las tierras de los demás pueblos que se encuentran en la margen derecha de dicho río.
Presa, demoninada el puerto o azud en Villalobar, no lejos del comienzo del canal,
Poco después de la presa el canal ya encauzado.
La verdad es que el Canal bien merece el recorrido de sus 42 kilómetros, para confirmar algunas de las cosas que me han contado. Efectivamente, la presa, a la que los de Benamariel llaman el puerto, es amplia como lo es el río y llama la atención el paraje en el que está enclavada, aunque las hormigoneras, instaladas cerca de allí, nos ofrezcan el lado negativo del entorno. El canal es de tierra, ancho y con arboleda hasta pasado el pueblo, no lejos del cual, en el lugar denominado El Soto, se ven unas casas y restos del antiguo molino de Baeza, para algunos nativos también central hidroeléctrica. Lo que queda de dichas casas, e incluso de una capilla al lado de ellas, nos muestra una antigüedad de más de 100 años, y la importancia tanto de la industria, como de sus propietarios. En el canal se aprecian las antiguas esclusas y el desvío de las aguas hacia dicho molino o central.
Primer desagüe del canal en Villamañán.
Camino de Villamañán se continúan viendo pequeños saltos y salidas de agua hacia ambos lados. Y así a lo largo de todo el recorrido. Las redes de distribución del agua o acequias generales, que parten del mismo, dan paso a otras secundarias y subsecundarias, que son las que llegan a las tierras. Se han construido en mayor cantidad y tamaño según las hectáreas que tuviesen que regar.
Para salvar los desniveles en el terreno por donde transcurre, existen algunos saltos, pequeños unos como los de Villamañán, Villademor y Algadefe, llamativos y de gran importancia otros, como los de Villaquejida, Cimanes y Benavente, capaces de mover cualquier turbina. Así ocurrió en esta ciudad en la que junto al llamado salto grande funcionó hasta hace no mucho una central hidroeléctrica en el edificio existente cerca la casa del guarda. Todavía se conservan algunas máquinas pertenecientes a la misma.
Salto en Villaquejida.
El salto de Cimanes de la Vega.
Canales de desagüe ya en Santa Colomba de las Carabias.
Hay que destacar también la existencia de molinos de agua servidos por el canal. Parece ser que los había en Villademor, Algadefe, Villamandos, Cimanes de la Vega y Benavente, pero ya han desaparecido casi todos. Tan solo hemos podido contemplar el edificio, aunque ruinoso, del que había en Cimanes de la Vega. Se encuentra en el antiguo canal de tierra del que se conservan algunos metros. En el está la compuerta para regular la entrada del agua al molino y algunas de las infraestructuras necesarias para el funcionamiento del mismo. Merece la pena que se preste atención a este entorno, pues son ya 150 años desde su construcción y tiene tras de sí muchas vivencias y mucha historia.
Pero es en Benavente en donde el canal ha prestado y podemos también decir que sigue prestando servicio a la ciudad y a los ciudadanos, pues, además de regar las tierras, existió la central hidroeléctrica, a la que nos hemos referido y también contó con dos molinos. Uno el de Ricardo, a la entrada de la ciudad, a no más de 300 metros del salto grande y al lado del salto pequeño. Aquí se puede ver la compuerta que regulaba la salida del agua hacia dicho molino. El otro, conocido como el de Evaristo, se encontraba casi en el centro de la Vía del Canal. De él todavía se conserva el edifico, que presenta buen aspecto.
El salto grande en Benavente, ahora entubado y soterrado.
Antiguo molino de Evaristo en la Via del Canal. Benavente.
Presa que existía en Benavente para el primer molino cerca del salto grande.
Ni que decir tiene que de la energía eléctrica proporcionada por las centrales, así como de la molienda, se beneficiaba en primer lugar el pueblo o localidad en que estuviesen instalados, y también los pueblos más próximos.
Al preguntar a Manuel cómo podían funcionar molinos y centrales, si no se disponía de agua en algunas épocas, me dice que, antiguamente, corría el agua casi todo el año, precisamente cuando el canal era de tierra, pero, claro está, no en tanta cantidad y con tanta intensidad como ahora. Dejaba de funcionar cuando se procedía a su limpieza, para lo cual se movilizaba una gran cantidad de personal. Fueron muchos los obreros a jornal, que trabajaron en ello. Había que retirar la tierra y maleza que se había acumulado durante el año, parte de ella eran ramas procedentes de los árboles que existían en sus márgenes a lo largo de casi todo el recorrido.
De este antiguo canal de tierra todavía existen algunos tramos que pueden satisfacer la curiosidad de las personas interesadas en conocerlos. No tienen más que acercarse a Santa Colomba de las Carabias o a Cimanes de la Vega, junto al molino del que ya hemos hablado.
Lo que queda del antiguo canal de tierra y primer molino en Cimanes de la Vega.
La compra del canal por parte del Estado coincidió más o menos con la realización de la concentración parcelaria en toda esta zona y la necesidad del agua para el regadío. Esto supuso la realización de las infraestructuras necesarias a las que ya nos hemos referido.
El Canal y los saltos, junto con las acequias grandes y pequeñas, y los desagües necesarios que se ven en muchos lugares, han configurado y originado que el paisaje de la vega sea algo distinto al que había con anterioridad. Hablamos de ello. Él, como guarda, lo conoce muy bien, lo defiende y hasta recomienda lugares y rincones dignos de visitar. Yo le digo que también algunos de los pueblos por los que pasa merecen parada y fonda. Y, aunque no es este el momento de recordarlo, estoy seguro de que los viajeros admirarán y les llamarán la atención casas antiguas, iglesias y torres, ermitas, fuentes, palomares, algún museo y hasta los solitarios transformadores, algunos con nidos de cigüeña, que se encuentran en medio de las tierras de la vega.
Un grupo de jubilados tomando sol junto al canal en Cimanes de la Vega.
Fue en un día del mes de Abril, soleado, pero sin grandes calores. Todavía la vegetación y las flores silvestres no adornaban el canal, ni su entorno, por culpa del frío y de algunas heladas recientes. Pero el paseo merece la pena, pues se hace en compañía del agua, que baja con fuerza y con ruido, y que se distribuye por doquier para dar vida a tierras, pueblos y gentes. El canal no está sólo. En muchos lugares se ve a personas paseando junto a él, algunos ya jubilados. Y es que para muchos ha formado parte de su vida, pues en él han trabajado y con él han convivido. El canal tiene ya historia, y como tal debe ser conocido y estudiado.