jueves, 29 de abril de 2010

Bodegas


De la palabra grecolatina apotheca (1092), proviene nuestra palabra bodega, con el significado originario de almacén o depósito, aunque para nosotros hoy tenga otras connotaciones.
Me voy a referir aquí solamente al tipo de construcciones populares tradicionales y especiales, existentes en muchas localidades de algunas provincias de Castilla y León, entre ellas Zamora y, como no, en los Valles de Benavente. Estas construcciones fueron realizadas hace ya muchos años, algunas son centenarias y tenían como finalidad principal elaborar, almacenar y conservar el vino, aunque también otros alimentos.
La bodega solía ser el complemento de la casa rural y se daba el caso de que casi todas las familias poseían su bodega, pues estas, no sólo servían para conservar el vino, sino también, por la temperatura existente en ellas, se utilizaban para conservar otros alimentos como las legumbres, las patatas e incluso la matanza del cerdo.
Suelen encontrarse agrupadas a las afueras del pueblo, en lugares bien soleados, en terrenos elevados para facilitar su construcción y alineadas lo mismo que las casas, con calles y veredas de acceso a las mismas. Podemos decir que son como una segunda urbanización.
Las bodegas antiguas y tradicionales son construcciones subterráneas, verdaderas cuevas o galerías excavadas en tierra arcillosa, fácil de picar al principio. Después, la arcilla, una vez en contacto con el aire, se endurece, y de ahí la solidez de sus paredes. Las hay incluso excavadas en piedra en algunos lugares, lo que ha supuesto un trabajo mucho mayor. Era un albañil o persona con experiencia quien se planteaba y dirigía la obra de excavación. Con ayuda de los picadores señalaba la dirección y las dimensiones de las mismas, así como el lugar en el que habían de construirse los ventanos o zarceras. Estos se prolongaban hacia el exterior sobre el teso de la bodega y tenían una construcción de planta cuadrada, circular o de otro tipo, con paredes de adobe a dos aguas y en uno de los frontales se dejaba una pequeña ventana que diese luz. Respecto a las fachadas muchas se construían con adobes, otras con ladrillo e incluso con cantos rodados o piedras. La variedad de las zarceras y de las fachadas nos causa impacto visual siempre que desde lejos contemplamos un paisaje con bodegas. Las puertas de entrada a las bodegas suelen estar retranqueadas respecto a las fachadas, para estar protegidas de la lluvia y demás inclemencias del tiempo. La profundidad de las bodegas solía variar de acuerdo con el tipo de terreno, pero, de ordinario, eran no menos de 10 o 12 metros, con el fin de evitar las capas freáticas y estar más protegidas.
Si visitamos una bodega veremos que, tras la puerta de entrada, se accede a un pasillo, más o menos largo, con rampa o con escaleras y con techo en forma de cañón, techo que a veces se encuentra reforzado con maderas para evitar desprendimientos de tierra.
En el interior nos encontramos con el lagar, en donde se realizaba la pisa de la uva y extracción del mosto, y las demás dependencias, necesarias para su fermentación y transformación en vino, en donde se colocaban las cubas, pipas o tinos u otro tipo de depósitos.

Viga, huso y piedra den la bodega de Pepe, en Cunquilla de Vidriales.


El pozal, recipiente muy utilizado antiguamente.


Pepe el de Cunquilla, atestando con mosto, uno de los cubetos de su bodega.


Un cubeto de mayor tamaño que Pepe tenía en su bodega.


La pisa de la uva es el modo más antiguo de obtener el mosto y así se hacía desde la época romana, de lo cual tenemos muchos y bellos testimonios. Se hacía en el lagar, como hemos dicho, con los pies descalzos y muy lentamente. Tras esta pisa, y obtenido ya el primer mosto, se pasa a prensar los racimos en el castillo que se prepara en el mismo lagar, sirviéndose de la viga, el huso y la piedra o canto, que hará de contrapeso. El bodeguero, mediante una palanca, hace girar el huso para conseguir levantar dicha piedra o canto y obtener el prensado.
El mosto pasará del lagar al pilo, pequeño depósito al lado del mismo, y desde el pilo pasaba en un principio a tinajas de barro, después a las cubas de madera o pipas y ahora a tinos o conos que son depósitos de cemento.
A partir de aquí tendremos el vino, del cual no pretendemos hablar en esta ocasión.
Casi todos los pueblos de los Valles de Benavente conservan bodegas tradicionales, que destacan en el paisaje, cuando nos acercamos a dichos pueblos. Esta bodegas son testigos del pasado y nos muestran un tipo de arquitectura popular tradicional, digna de recordar y por lo tanto merecedora de atención y conservación.
Se podrían incluir las bodegas en algunas de las rutas turísticas de los Valles, pues las hay y muy abundantes y destacadas en los pueblos de Pobladura del Valle, San Román, Paladinos y Villabrázaro. También son dignas de mención, en el valle del Eria, las bodegas de Morales del Rey, Villaferrueña y Arrabalde. Aquí las construcciones realizadas durante los últimos años delante de las bodegas o en sus fachadas han disminuido o deteriorado el interés paisajístico y turístico que ofrecían. Esto mismo ha ocurrido también en otros lugares.


Bodegas de alguno vecinos de Pobladura del Valle.



El camino de las bodegas en Coomonte de la Vega.



La fachada de una bodega de Coomonte de la Vega.

En el valle de Vidriales podemos contemplar bellos panoramas con bodegas de fondo en los pueblos de Brime de Urz, Cunquilla de Vidriales, Granucillo, Ayoo, etc. Y no podemos olvidar tampoco algunos de los pueblos del valle del Tera, pues, al pasar por o cerca de ellos, no nos pasan inadvertidas las bodegas de Vecilla de Transmonte, Colinas, Sitrama de Tera, Santa Marta, Camarzana, etc... En general casi todos los pueblos de los Valles de Benavente disponen todavía de bodegas y ojalá que por mucho tiempo. Su destrucción supondría la desaparición de una arquitectura popular muy llamativa y muy singular.


Tres bodegas de Cunquilla de Vidriales.


Un grupo de bodegas de Bretó de la Ribera.

La bodegas tradicionales han sido siempre un lugar de reunión de familias o amigos para celebrar algún acontecimiento, matanza del cerdo, final de un día de caza, la cata de los primeros vinos, llegada de forasteros, etc. Se celebraban y se celebran meriendas en las que no falta el buen vino de la cosecha, que, para el propietario o bodeguero, siempre es el mejor.
Los amigos del Patrimonio valoran y desean la conservación y mantenimiento de las bodegas y alaban y aplauden la labor realizada por algunos propietarios que, respetando la arquitectura tradicional, reconstruyen sus bodegas sin desentonar con el resto de las bodegas de su entorno y sin transformar o cambiar dicho paisaje. Haciéndolo así no llamarán la atención de los visitantes o viajeros. Pero esto ya depende de la sensibilidad de las personas, de su cultura y, en último término, de su defensa y valoración del Patrimonio o de la confianza o credibilidad de quienes les orientan en lo relativo al mismo.
Las bodegas constituyen un hito importante más, lo mismo que los palomares, las espadañas, las fuentes, los puentes, etc. en el paisaje de Castila y León y también de los Valles de Benavente. Por eso es importante que haya testimonio de ellas.

sábado, 24 de abril de 2010

Molinos


Desde la más remota antigüedad, en las sociedades de régimen agrícola, se utilizaron distintos instrumentos de percusión para triturar el grano de los cereales y legumbres, y obtener así las distintas harinas. Pero voy a referirnos aquí, no al antiguo molino prerromano de piedra, llamado barquiforme, por su forma, en el que se trituraba el cereal a mano con ayuda de otra piedra, ni a los simples morteros de piedra o de madera utilizados también por civilizaciones muy antiguas, ni a los molinos de muelas circulares de época romana, utilizados ya por los griegos, que eran movidos a mano, al menos la piedra superior, y si eran de mayor tamaño con ayuda de animales, sino que voy a escribir sobre los molinos tradicionales de agua, que fue lo más común a partir de la Edad Media.
Al ser el agua su principal fuente de energía, hasta que fue suplantada por la electricidad, estos molinos se ubicaban cerca de ríos, o arroyos. Casi siempre desde el mismo río se construye una presa o canal para conducir el agua al molino y así poder regularla.
La molienda se hacía en un primitivo artilugio, todo él de madera, que consta de las siguientes partes:
-Tolva, en forma de pirámide invertida, sostenida sobre un castillete. En ella se echaba el grano, para que, a través de la canaleja o canaleta, llegase al ojo de la muela. La canaleja se levantaba o bajaba, para que cayese más o menos grano, con ayuda de una cuerda y una tablilla o taravilla, que, al moverse la muela, golpea rítmicamente la canaleta, dosificando la caída del grano.
-Muelas o piedras, al menos dos, la inferior o solera, que es la que está fija y la superior o volandera, la que realiza la rotación. En principio las piedras se obtenían de canteras del país, algunas de muy cerca de los molinos. Sobre ellas se realizaba un rayado helicoidal o recto, que cada cierto tiempo había que picar para favorecer la molturación y la salida de la harina hacia el cajón o farnal. La calidad de la molienda radicaba en el tipo de piedra y en la proximidad de ambas. Por eso se fueron perfeccionando, importando incluso de Francia los materiales o las muelas ya fabricadas. Con la cabria se levantaban las muelas, cuando era preciso proceder al picado. Esto, en un principio, se hacía mediante palancas y cuñas.
-El guardapolvo era una especie caja de madera, de forma octogonal o cilíndrica, que se colocaba sobre las muelas y que impedía que, al girar la piedra, se perdiese la harina por los laterales.
-La limpia es otra máquina que sirve para separar el grano de la pajilla, mediante una criba metálica.
-La cernedora o cernidora en donde se deposita la harina, para clasificarla por medio de unos cernedores que tenían una seda muy fina, de distinto grosor, con los que se produce el tamizado.
Y en relación con la maquinaria, necesaria para poner en funcionamiento el molino por medio del agua, tenemos que pensar en el eje de madera o castaño que, en su parte inferior, está unido al rodezno, al que el agua hace girar. Este movimiento giratorio será transmitido, a través del eje, a la muela volandera.
En los Valles de Benavente, al ser varios los ríos existentes, han sido y son también abundantes los molinos, aunque la mayor parte están inactivos, y abandonados. Y muchos ya destruidos o en proceso de destrucción Son muy pocos los que funcionan y, si lo hacen, se sirven para ello de la energía eléctrica, no del agua. Algunos de ellos conservan el edificio e instalaciones en buen estado.
No obstante, el viajero por los valles y ríos puede acercarse a ellos, para verlos y al mismo tiempo gozar del paisaje y entorno en el que se encuentran.
En el arroyo Castrón hay molinos en Ferreras de Arriba, cerca de su nacimiento, en San Pedro de Zamudia y en Villaveza del Agua.
El Valle del Tera es tal vez el que con más molinos cuenta, algunos bien conservados, o al menos con buen aspecto, como los de Santa Marta, Calzada, Micereces, y Mozar. Otros en peor estado, como los de Olleros, Sitrama y Milles.
Molino de Noé en Mozar. Río Tera.
Edifico del molino de Calzada de Tera. Río Tera.
Entrada al molino de Colinas de Transmonte. Río Tera.

Quien se acerque al Cea, los verá en pueblos pertenecientes a la comarca de Benavente, San Miguel del Valle y Fuentes de Ropel y le agradará contemplarlos y su emplazamiento.
En el río Orbigo se conservan las ruinas del molino de Maire de Castroponce. Muy cerca de él han construido una minicentral hidroeléctrica.
En el Esla, el más caudaloso de todos, merece la pena ver la aceña de Bretó de la Ribera, restaurada en el exterior, pero desfigurado el edificio por la construcción, al lado, de otra minicentral hidroeléctrica; el de Bretocino, a la otra orilla del río, está en ruinas. Conserva tan sólo algunas de sus paredes exteriores, que causan muy buena impresión.
Canal de agua y restos del molino-aceña de Bretocino. Río Esla.

En el Valle de Vidriales también hubo antiguamente varios, servidos por el agua del arroyo Almucera: el de Congosta, pequeño y con el edificio en buen estado, al menos en el exterior; el de Carracedo está ya en ruinas y el de Tardemezar sigue abandonado. Aguas abajo del arroyo podrán ver las paredes y algunos restos del que funcionaba en Brime de Urz, que pronto desaparecerán, si a alguien no se le ocurre algo para mantenerlo en pie, por respeto al lugar y a la tradición molinera.
Restos del molino de Brime de Urz en el arroyo Almucera.

Sin ninguna, duda es en el río Eria, junto con el Tera, del que ya hemos hablado, en donde más molinos existieron, a pesar de secarse en la época estival. Y también en donde mejor se conservan algunos, al menos los edificios y parte de la maquinaria. En Alcubilla de Nogales existen las ruinas de uno. En Arrabalde hubo cuatro, dos de harina y dos de aceite de linaza. Se pueden ver todos, uno de ellos dejó de moler no hace muchos años y está ya cerrado y los otros totalmente abandonados. Villaferrueña contaba con tres, dos harineros y uno de aceite. En alguno hasta hace poco vivía la molinera, aunque no moliese. Los otros, también están dejados de la mano de Dios. El de Santa María de la Vega se ha convertido en una panadería, pero el molino está inactivo. Morales del Rey, con dos, conserva de uno el edificio en buen estado y el otro ya con el interior destruido y abandonado; y el de Manganeses de la Polovorosa, con buen edificio y todavía funcionando, aunque lógicamente con energía eléctrica.
Molino harinero en Arrabalde. Río Eria.
Lo que queda del antiguo molino de Alcubilla de Nogales. Río Eria.
Uno de los molino de Villaferrueña. Río Eria.
Edificio de uno de los molinos de Morales del Rey. Río Eria.
Piedra del molino destruido en Morales del Rey. Río Eria.
Molino en funcionamiento de Manganeses de la Polvorosa en el río Eria.

Hay que citar también los molinos harineros, existentes en Benavente, uno el de Evaristo, que usaba agua del Canal del Esla y cuyo edificio se conserva todavía en la Vía del Canal y los otros dos antiguos de La Sorribas y La Ventosa, que utilizaban precisamente el agua del conocido y denominado Caño de los Molinos y que hoy son las fábricas de harinas del mismo nombre.
Tal vez la enumeración que hemos hecho no esté completa. Por supuesto que faltan los que ya han desaparecido, muchos de ellos existentes en el siglo XIX y citados por algunos autores. Además solamente hemos querido referirnos a esta comarca, a los pueblos pertenecientes al partido judicial de Benavente y que bañan los ríos citados.
He dicho que el molino fue y es una industria vinculada a la agricultura. Por eso tiene gran arraigo en la cultura del pueblo, del pueblo llano. Y éste, que es muy sabio, inventa, crea un léxico, una formas de vida y unas costumbres en torno a él, que son una muestra de la vida diaria de las gentes.
Existen abundantes dichos o refranes: Agua pasada no mueve molino. Molino que no muele, no tiene maquila, o molino que no muele, algo le duele. Y numerosas canciones y coplas, algunas referidas a amoríos y juegos amorosos de la juventud de antaño. Muchas de ellas se recuerdan con nostalgia y se cantan todavía en algunos pueblos de los Valles: La Molinera. Al lado del molino. A la luz del cigarro voy al molino. Vengo de moler morena. etc.
Refranes, canciones, y también adivinanzas y leyendas, en torno al molino o referidas a la molienda, son abundantes en la tradición literaria.
El molino de agua es ya pasado, pertenece al pasado, pero hemos querido hacerlo presente en esta página que dedicamos de modo especial a los amantes y defensores de las tradiciones y amigos del Patrimonio

PÉREZ MENCÍA, E.: Valles de Benavente. El agua que nos rodea. Benavente, 2005.

domingo, 18 de abril de 2010

Valles de Benavente. El arroyo Reguero.


Lo vamos a llamar así, pues es el nombre que figura en el topográfico y en otros mapas, aunque respetamos la tradición, existente en todo el valle, por la que le llaman el arroyo Ahogaborricos. Tradición muy antigua y que perdura todavía, según el testimonio de la Sra. Beatriz, la Sra. María y el Sr. Juan, de 95, 85 y 90 años y vecinos de San Adrián, Pobladura y Villabrázaro, respectivamente. Para ellos siempre se llamó así, y así lo llamaron siempre sus padres. Ellos no saben que todos los ríos figuran con su nombre oficial en planos y mapas y que, de ordinario, los nombres no se repiten. Lo de que se ahogaron borricos puede tratarse, no de un cuento, sino de una realidad, como también pudiera haber ocurrido con otros animales, si nos atenemos al testimonio de la Sra. Maria:
- Teníamos que llevar siempre a los animales a beber agua al río y con frecuencia, en invierno, claro está, se desbordaba, inundaba las tierras y se llevaba consigo a algunos de ellos.
Lógicamente, se llevaría más a los borricos, que desde pequeños comienzan a dar muestras de su tozudez.
El arroyo, ciertamente, en el invierno, debió causar verdaderos estragos en campos y pueblos con sus desbordamientos e inundaciones consiguientes. Por fin, la administración lo ha encauzado, cumpliendo así otra función, como es la de recoger las aguas sobrantes de los canales de riego del Páramo y de otras zonas de la provincia de León, para llevarlas al río Órbigo. Las obras realizadas en sus márgenes, al pasar por estos pueblos del valle se parecen más a las de la muralla de una fortaleza que a las que encauzarían un pequeño arroyo. Pero ha sido positivo, pues ya no habrá más desbordamientos, el agua corre y es abundante durante todo el año, está surgiendo una nueva y exuberante vegetación y ha cambiado algo la belleza y fisonomía del valle.
Porque ‘del Valle’ es el topónimo de los pueblos por los que pasa y que, ya en la provincia de Zamora y concretamente la comarca de Benavente son los siguientes: Pobladura, La Torre, Paladinos, San Román y Villabrázaro.
El arroyo, en la actualidad, ya casi convertido en río, comienza su andadura en el Norte de la Provincia de León, originándose o procediendo de dos arroyos, el Grande y el Valcabado, que se unen, no lejos de San Adrián, y forman el Reguero o Ahogaborricos.
San Adrián del Valle es el último pueblo de León, pero, lo mismo que le pasa a otros pueblos cercanos, como Alija del Infantado, sus habitantes son algo zamoranos, naturalmente por la cercanía del límite provincial y por tener también muy cerca a la ciudad de Benavente, a donde acuden con frecuencia a sus mercados y a sus fiestas y, a donde acudirían también, si Benavente dispusiera de otro tipo de infraestructuras: industriales, sanitarias o educativas, que ellos necesitasen.
San Adrián, pueblo agrícola y ganadero como los demás, tiene amplias calles y plazas, palomares y bodegas. En esto último debió destacar también, por las muchas que se ven, y más, si nos atenemos al consejo de la Sra. Beatriz:
-No deje de visitar la bodega del D. Baltasar, es muy profunda y grande y tiene cubas de madera como no las hay en ninguna otra. A él pertenecía la alcoholera, la fábrica de aguardiente, hoy convertida en ruinas.
Antigua alcoholera de San Adrián del Valles en ruinas.

Efectivamente, la alcoholera, aunque en ruinas, llama la atención a los visitantes por el tipo de construcciones que se ven desde lejos y sobre todo por su alta chimenea.
Pobladura es el primer pueblo de la comarca de Benavente por el que pasa el Reguero, aguas arriba, y el más grande, en número de habitantes, casas e infraestructuras: hay algunas fábricas y almacenes y dispone de farmacia, panadería, carnicería, cura, etc. A pesar de lo que nos dice la Sra. María:
-Aquí ya quedamos pocos. Mire, esa casa cerrada, y esa otra también. Yo vivo sola en aquella. Y duermo en casa de mi hija, que reside aquí. Pero no sé qué pasa, pues cada vez se hacen más casas, aunque se vive en otro lugar.
De sobra sabe la Sra. María que en Pobladura hay más vida que en otros lugares, y que a ello contribuyen también, aparte de otras cosas, las bodegas industriales existentes, convertidas en afamados restaurantes y que llaman la atención de los visitantes, no sólo por el tipo de construcción, sino también por la gastronomía que ofrecen.
Vista general del Valle del Arroyo Reguero desde Pobladura.
Arroyo Reguero y puente viejo de Pobladura del Valle.
Bodegas en Pobladura.

Pobladura es el mejor lugar para contemplar una panorámica del valle, desde lo alto del pueblo. A la izquierda, aguas abajo, se ve La Torre, con sus casas, espadaña, ermita y el curso del río zigzagueando. Hacia la derecha, y muy cerca del arroyo vemos a Paladinos, nombre derivado, sin duda alguna, de la palabra latina Palatium (Palacio, casa solariega, residencia de algún noble). Paladinos dispone de puente nuevo y casas antiguas. Aunque es el menos poblado de todos, sus nuevas construcciones nos indican que sus habitantes regresan de vez en cuando, aunque sea para gozar de tranquilidad unos días a la semana o unas semanas al año.
El pueblo de San Román del Valle.

Y, ya más al fondo del valle, se divisa San Román. Si nos acercamos al pueblo veremos abundantes construcciones antiguas, de buen ver, al lado de una iglesia destruida, casi del todo. Se conservan de ella los muros, a los que, por su anchura y solidez, nadie, ni el paso del tiempo podrá destruir. La Espadaña, con iguales muros y muy llamativa. No tiene explicación el que se haya construido una nueva iglesia, aunque sea funcional, que más bien parece una nave o almacén en su exterior, y precisamente al lado de la antigua. La Iglesia y el Municipio se lo tenían que haber pensado, y, con lo presupuestado, haber reconstruido y protegido, entre todos, el monumento antiguo. Y lo mismo pasa con el antiguo convento de San Francisco, a las afueras del pueblo, hoy denominado Santuario de Ntra. Sra. del Valle.
Lo que queda del antiguo convento de san Francisco en San Román del Valle.
Aquí la destrucción ha llegado o está llegando casi hasta el final, si alguien no lo remedia. Menos mal que los sepulcros de los condes de Benavente, el artesonado del presbiterio y gran parte de las imágenes y otros objetos de arte religiosos se encuentran en Astorga, Benavente o en otras iglesias cercanas. Si se restaurase sería un magnífico edificio como Santuario del Valle. En él se podían realizar actos religiosos y cualquier otro tipo de festejos y actividades, que sirviesen para reunir a los habitantes de todo el Valle.
Desde este antiguo convento también se divisa una buena panorámica. Aunque se han construido varias naves ganaderas, se ven los campos sembrados de cereales o de productos hortícolas, pues ya puede regar y disponer de agua durante todo el año. Y un poco más a lo lejos aparece Villabrázaro, el último pueblo del Valle y donde el Reguero cede sus aguas sobrantes al río Orbigo.
Puente sobre el arroyo Requero en Villabrázaro.
Las bodegas de Villabrázaro.
Casas de adobe y tapial en Villabrázaro

Villabrazaro tiene un nombre compuesto de la palabra latina Villa (Villa, casa de campo) y de la raiz, de origen germánico, Braz, procedente de Velaz, patronímico de vigilia. No nos extraña que en su origen existiese una edificación defensiva o de vigilancia y en un lugar elevado.
El arroyo pasa muy cerca del pueblo. Y, por el puente que existe, pasaba y pasan la Vía de la Plata, la Cañada La Vizana y los peregrinos a Santiago. Una amplia calle nos conduce al puente. Conserva Villabrázaro algunas casas con su antigua construcción de adobe y tapial y destaca también por el paisaje de sus bodegas, que, aunque sean particulares, están bien cuidadas.
Los amigos del Patrimonio aplauden cualquier iniciativa que se realice en torno a los arroyos o ríos, siempre que sea positiva para los ciudadanos, para los pueblos, para el paisaje y principalmente para el patrimonio.

domingo, 11 de abril de 2010

Valles de Benavente. El Arroyo Castrón.


Su nombre probablemente tenga que ver con castro, este tipo de poblado prerromano fortificado, que estaba situado en alturas más o menos pronunciadas. Y es que, en verdad, aunque en el lugar del nacimiento del arroyo, así llamado, no se tenga noticia de un poblamiento castreño, sí existe un castro en la colina próxima a Ferreras de Arriba, el primer pueblo por el que pasa y que se encuentra a menos de un kilómetro del nacimiento.
Una de la fuentes más importantes del arroyo Castrón, hoy desaparecida.

Porque, el que quiera conocer donde nace El Castrón, tiene que acercarse a este pueblo, del partido judicial de Tábara. Allí le indicarán el lugar conocido como Las Fuentes, que se encuentra en la carretera hacia Sarracín de Aliste, en pleno centro de la Sierra de la Culebra y no lejos de una de sus más altas elevaciones, la de Miño Cuevo, de 1211 metros.
Los viajeros se han acercado a este lugar topándose con la Fuente del Milagro, al lado mismo de la carretera, fuente encauzada y de la que fluye un abundante chorro de agua, capaz de aliviar calores y dar ánimo a los caminantes. En su entorno, ya más hacia el valle, otras fuentes más salvajes contribuyen a formar el arroyo y de las que, en el silencio de la sierra, se oye el ruido que produce su agua, deseosa de salir de entre las rocas y caer hacia el valle. Una vez formado, y ya desde aquí, caminará, hasta llegar al río Tera, después de pasar junto a los pueblos de la comarca de Benavente que conocemos como Valle de Valverde.
El primero y más pequeño molino, junto al arroyo, en Ferreras de Arriba.

Observamos que el arroyo, en su primera andadura, se oculta entre la maleza y las hierbas, como se mantiene oculto también el primer puentecillo, por el que se pasaba al pequeño molino, edificio también de pequeña dimensiones. Aunque hoy en desuso, en otra época, sus piedras movidas por el agua del Castrón, trituraban el grano del centeno cosechado por estas tierras.
El pequeño arroyo al pasar por Ferreras de Arriba.

Y pequeño y con poco cauce, aunque con aguas cristalinas, sigue siendo el arroyo, mientras atraviesa Ferreras de Arriba, pero va dejando y proporcionando agua a personas, animales, árboles y plantas diversas, con flores o sin flores, pero sí con hojas de un verdor especial. Y va dejando numerosos puentecillos o pasadizos necesarios para el acceso a las viviendas, pues pasa al lado de ellas o atraviesa calles y plazas. Los vecinos ya están habituados al río-arroyo y él a ellos. Tan sólo en el invierno con las tempestades y abundantes lluvias se faltan al respeto, e incluso a veces se enfadan con él, porque les trae demasiada agua.
El arroyo sigue su curso, no sin ser alimentado por otros más pequeños, procedentes de otras fuentes de la sierra antes de llegar a Ferreras de Abajo, en donde se muestra más caudaloso. Ferreras de Abajo, como cabeza del Ayuntamiento, tiene más servicios e infraestructuras sanitarias, administrativas e incluso industriales, pues vemos hasta algunas empresas de construcción y una fábrica de plantas medicinales. Esto nos indica que esta provincia, con estos parajes, estas sierras y estos ríos, no tenía que envidiar a ninguna otra de nuestra Comunidad. Se puede y se debe invertir en progreso en todos los lugares. Por supuesto que también aquí. Los ciudadanos deben exigírselo a los dirigentes políticos, elegidos exclusivamente para ello, para dedicarse plenamente a la consecución de logros sociales y bienestar para todos.
Tiene además Ferreras de Abajo dos iglesias con torres recientemente restauradas, que han perdido su notoria antigüedad; plazas y paseos al servicio de los numerosos nativos que viven en otros lugares y que, como forasteros, acuden allí con frecuencia, sobre todo en vacaciones, para disfrutar y respirar el frescor que, en la noche, proporciona la proximidad de la Sierra de la Culebra.
El arroyo, ya encauzado, cerca de la localidad de Litos.

Seguimos acompañando al arroyo hasta su llegada a Lítos, desde donde, dejada la sierra, nos adentraremos en el Valle de Valverde, ya en la comarca y partido judicial de Benavente. En Litos, palabra de origen griego lithos (piedra), el arroyo está ya encauzado y con las márgenes elevadas. Son obras recientes, realizadas por la administración correspondiente, por causa de las últimas inundaciones ocurridas en el Valle y para evitarlas en lo sucesivo, pues en invierno los regatos, se convierten en arroyuelos, estos en arroyos y los arroyos, aunque sean pequeños, parecen verdaderos ríos. Es mucha la cantidad de agua que reciben, no sólo de las fuentes, sino también y principalmente de las lluvias y de las nieves, que algunos años son tan frecuentes.
El pueblo de Villaneuva de las Peras. Al fondo el Valle de Valverde.

Villanueva de las Peras es el primer pueblo del Valle perteneciente al partido judicial de Benavente. Este pueblo nos recuerda a los leoneses, a Villanueva de las Manzanas, que se encuentra próximo a la ciudad de Mansilla de las Mulas y del que se decía y se dice que “ni es villa, ni es nueva, ni tiene manzanas”. Pero “el de las Peras” está situado más cerca del monte, en una ladera y, aunque en su campo no predomine el regadío, como ocurre en toda la zona alta del Valle, sí hay huertas abundantes, con posibilidad de que entre los árboles también haya perales.
En la parte alta del monte plagado de encinas y, en esta época, lleno de jaras con flores se encuentra un gran depósito que recoge agua proveniente del río Tera y que sirve para regar por impulso natural, al estar más elevado, esta zona alta del Valle, en la que todavía no existen ni se han construido canales o acequias para el riego. Desde este lugar elevado se divisa casi todo el valle. El pueblo más próximo es Bercianos, cuyo nombre originado por sus primeros pobladores, procedentes del Bierzo leonés, nos llama la atención.Un poco más lejos Santa María y Morales de Valverde. No nos extraña que las moras y moreras se cultivasen en abundancia en este lugar.
La iglesia, ya restaurada, de Villaveza de Valverde.
Vista del Valle de Valverde desde el pueblo de Navianos.
La ermita de la Virgen del Carmen de Navianos de Valverde.

Después de pasar por San Pedro de Zamudia y Villaveza, y antes de llegar a Mozar, nos detenemos en la Ermita del Carmen de Navianos de Valverde, en torno a la cual se mantiene e incluso tiene cada vez más auge, el peregrinaje hacia el santuario y la celebración de la romería.
Los amigos del Patrimonio lo celebran con todos y respetan las tradiciones populares, religiosas o no religiosas, porque todo junto forma parte de la historia de las gentes y pueblos de esta comarca y de este valle.

lunes, 5 de abril de 2010

Cruces


La cruz es una figura formada por dos líneas que se atraviesan o cortan perpendicularmente. Pero también es un madero hincado verticalmente, atravesado por otro más corto y en donde, antiguamente, se clavaban las extremidades de algunos condenados, como ocurrió con Cristo. Una cruz, dibujada delante o detrás de un nombre escrito, nos indica que esa persona ha fallecido.
Fue en el año 313, con el edicto de Milán, cuando comenzó a generalizarse la cruz como símbolo del cristianismo. Pero el crucifijo, con la imagen de Cristo, se introdujo a partir de la época del románico. Desde entonces son muchas y distintas las formas y tipos de cruces, así como las fiestas en torno a ellas. El crucifijo debe ocupar en la iglesia lugar preferente, como es el presbiterio, aunque otras cruces y otros Cristos, con advocaciones diversas, se vean por otros altares.
Hay cruces procesionales, cruces relicarios, cruces monumentales o sepulcrales, cruces de término que constituyen los humilladeros a la entradas o salidas de los pueblos, cruceros de piedra en atrios y caminos que nos indican la cercanía de un lugar sagrado, etc. Y muchos otros objetos que tienen grabada, dibujada, pintada o esculpida una cruz, algunos de los cuales se utilizan como adorno, incluso personal.
Cruz procesional y ciriales de Coomonte de la Vega.

Los días de la Cuaresma y mucho más aquellos en los que se celebra la Semana Santa son apropiados para ver cruces, crucifijos y crucificados, pues por todo el orbe cristiano se organizan actos y ritos diversos.
También por los Valles de Benavente nos hemos encontrado con cruces, diversas según la finalidad y el uso. Y están ahí desde hace ya mucho tiempo, con Cristo o sin él, pero siempre como símbolo de la vida y creencia cristiana.
Una de ellas, importante por su antigüedad, pues fue construida y colocada allí en el año 1767, es la que se encuentra frente al pórtico de la iglesia de Coomonte de la Vega. Se trata de un crucero, con plataforma y peldaños, aunque sin escultura alguna en sus brazos. Nos indica que el lugar sagrado está cerca.
Crucero a la entrada de la iglesia de Coomonte de la Vega.

Otro tipo de cruces, más populares y de madera, se encuentran en las paredes de algunas casas que aún conservan su antigua arquitectura. Están allí fijas, aunque solamente hiciesen su servicio en la Cuaresma para indicar las estaciones del Vía Crucis. Se pueden ver en Ayoó de Vidriales y algunos otros pueblos.
Cruz de Via Crucis en una calle de Ayoó de Vidriales.
Cruz de Via Crucis en una calle de Uña de Quintana.
Cruces de Via Crucis en Milles de la Polvorosa.

En la plaza de Granucillo vemos una cruz colocada sobre el rollo jurisdicional, que allí se conserva. Se ha adornado el monumento con un símbolo cristiano, al colocarle la cruz.
Un típico crucero de piedra, muy común en tierras de Galicia para indicar la cercanía de una iglesia o ermita, también lo podemos ver en Santa Cristina de la Polvorosa frente a la fachada del ayuntamiento. Fue donado por la ciudad de Vigo, y se trata, más bien, de un monumento en recuerdo de la catástrofe ocurrida en el año 1977, al precipitarse al río Órbigo, desbordado en aquellas fechas, un autocar escolar de dicha ciudad, causando la muerte de varios niños.
Son muchas también las cruces, llamadas en este caso de misión, que se conservan en las paredes de iglesias y ermitas de esta comarca, todas ellas de madera y algunas con diversas pinturas u otros adornos. Recuerdan la celebración de las misiones que, antiguamente, se impartían por pueblos y ciudades de toda España. Se pueden ver en Milles y Arcos de la Polvorosa, Santovenia del Esla, Mozar de Valverde, Bretocino, Calzadilla de Tera, etc.
Cruz de misiones en la iglesia de Santa Marta de Tera.
Cruz de misiones en la iglesia de San Miguel del Valle.

También la figura de la cruz aparece en puertas y ventanas de madera, o en rejas de hierro, como un adorno más, en este caso simbólico. Así lo querían mostrar quienes las fabricaron. Y cruces de piedra a la orilla de algunas carreteras que nos señalan y ayudan a recordar la muerte por accidente de algún viajero.
La cruz, como señal del cristiano, aunque a veces se haga por costumbre, se sigue utilizando por algunas personas piadosas, más o menos practicantes, pero siempre confiadas en el rito y en el símbolo. Y se las ve santiguarse al salir de casa, al emprender un viaje, al iniciar una competición deportiva, etc., por supuesto que al entrar en la iglesia o durante las celebraciones litúrgicas. Incluso se ve todavía que lo hacen al emprender o ejecutar acciones diversas, con el deseo de que todo salga bien: al matar el cerdo, la gallina u otros animales, o al iniciar algunas otras actividades domésticas, etc.
No es lo mismo ver o contemplar cruces que llevar la cruz, en el sentido metafórico o figurado en el que se usa con frecuencia en el lenguaje. En este caso es clara la referencia al Crucificado, a su Via Crucis y a todos sus sufrimientos. La expresión más corriente es: -Cada uno lleva o debe llevar su cruz, pero el refranero, que es fruto de la creación e imaginación popular, nos presenta esta forma: -Cada uno lleva su cruz con buen o mal aire; pero sin cruz no vive nadie.
La cruz o las cruces, de los más variados metales y precios, se usan también como adornos personales, familiares o domésticos. Respecto a esto también tiene algo que decir o criticar el refranero: -La cruz en los pechos, y el diablo en los hechos. O aquel otro que dice: -Detrás de la cruz está el diablo.
Vemos que la cruz no está lejos del pueblo y de la ciudad, ni de sus habitantes, sean creyentes o no creyentes, niños, jóvenes o mayores, pues la pueden contemplar de cerca en muchos lugares, e incluso vivirla o llevarla consigo. Pero tampoco olvidan, pues les sirve de consuelo, aquello de -Por la cruz a la luz o lo de -Quien no sabe de cruces, no sabe de luces.

jueves, 1 de abril de 2010

Semana de Pasión. Bercianos de Aliste y Jiménez de Jamuz.


Uno de los tres ciclos litúrgicos con los que la Iglesia conmemora el relato evangélico es el llamado de Pascua, que incluye y recuerda todo lo relacionado con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Los otros dos, el de Navidad y el de Epifanía hacen referencia a su nacimiento y su vida.
Los actos más importantes del ciclo de Pascua tienen lugar durante esta semana que se denomina Semana Santa o Semana de Pasión. Estas actividades, principalmente religiosas, giran en torno a los acontecimientos que se conmemoran: Procesiones con pasos o sin ellos, exposiciones, conciertos, pregones, etc. y también, como no, teatro. Y teatro popular, digno de respeto y admiración, como la misma tradición en la que se apoya. A esto quiero referirme en este día.
Sabemos que ya en la Edad Media (siglos XIII – XIV) se introdujo y era frecuente la representación de dramas litúrgicos religiosos, cuyos temas monográficos giraban en torno a los ciclos litúrgicos citados, la Navidad con “Las Pastoradas”, en la Epifanía “Los Reyes” y también, en el ciclo de Pascua, se hacían representaciones, relacionadas con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Así surgieron lo que conocemos como autos, que algunos autores plasmaron por escrito y que son la base del teatro religioso popular, relacionado con estos temas. En todos los casos se pone en escena un hecho religioso narrado por los evangelios y que sirve de instrucción o catequesis para los fieles.
Los personajes o actores en aquella época eran casi siempre clérigos. Después corrió a cargo de personas del pueblo, quienes se encargarían incluso de preparar o modificar los textos existentes, para adecuarlos a las nuevas formas y modos de realizar las representaciones.
En siglos posteriores, a pesar de los cambios sufridos por este teatro popular, tanto en los textos como en la forma de llevarlo cabo, no desaparecieron las raíces de la tradición, hasta el punto de seguir escenificándose algunas partes del relato evangélico, un tanto sui generis.
En la Semana Santa o de Pasión, en la actualidad, los actos religiosos más generalizados son los desfiles procesionales, que no son otra cosa que la puesta en escena, por calles y plazas, de algunos momentos claves de la Pasión y Muerte de Cristo, utilizando imágenes o esculturas, algunas de gran belleza. No hay palabras ni diálogo, pero sí movimiento que da vida a las imágenes, con acompañamiento musical.
Pero nos llama la atención lo que ocurre en algunos pueblos de esta provincia y de otras de Castilla y León. Concretamente quiero referirme a Bercianos de Aliste, (Zamora). Aquí se vive y perdura una tradición cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, cuando se fundó la Cofradía de la Santa Cruz, protagonista de dichos actos.
Lo que hacen los hombres de Bercianos el día de Viernes Santo es poner en escena la crucifixión, el desenclavo y descendimiento de la Cruz y el Entierro de Cristo. Se sirven de la imagen de un Cristo articulado que tienen en su Iglesia, de la misma antigüedad que la Cofradía. Y lo hacen todo con gran silencio y recogimiento.
Lo más llamativo y que congrega a multitudes para contemplarlo es la procesión del Entierro que sigue al Desenclavo. Los cofrades con túnicas blancas o con capas pardas acompañan a la urna que contiene el cuerpo de Cristo hasta el lugar del sepulcro. Pero no van solos, les acompañan algunas cruces, estandartes y crespones negros. Y faroles del mismo color. Además se nota el silencio, roto de vez en cuando por los cánticos penitenciales a lo largo del recorrido. Al final se entonará el Miserere.
Una mujer reza a la Virgen Dolorosa antes del desenclavo. Bercianos de Aliste.
Momento del desenclavo. Jesús es bajado de la Cruz.
Los cofrados vestido con la mortaja en procesión hacia el Calvario.
LLegan al lugar del Calvario y rodean las tres cruces.
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Lo de Bercianos es un ejemplo de religiosidad popular tradicional, que todos los amigos del Patrimonio valoran y respetan.
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Cofrades, unos con mortaja y otros con capa alistana, regresan a la iglesia.
Por la carretera hacia la iglesia de Bercianos de Aliste.

No tan antigua, pero sí que podemos incluirlo dentro de este teatro popular al que me estoy refiriendo, es la representación dramática de la Pasión y Muerte de Jesús que se realiza en Jiménez de Jamuz, localidad cercana a La Bañeza, en la provincia de León, y no lejos de Benavente. El escenario son las calles y plazas del pueblo y los actores, jóvenes y mayores también de allí. La representación tiene lugar el Viernes Santo, por la tarde. Intencionadamente comienza a una hora calculada para que el final de la misma, ‘La Crucifixión de Jesús’, coincida con lo que nos dice el relato evangélico: “Era ya como la hora sexta y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona, obscureciéndose el sol...” Lucas, 23,44.
Los momentos o partes más destacadas del drama son las siguientes:
1.- La Oración del Huerto y el prendimiento de Jesús, que se hace en la plaza del pueblo, en un lugar recreado con olivos y demás exigencias evangélicas: “Saliendo, se fue, según su costumbre, al monte de los Olivos y le siguieron también sus discípulos...” Luc. 22,39.
2.- Jesús ante Pilatos estando presente Barrabás, y condena de Jesús. También se representa en la plaza, pero ya en un escenario decorado con pinturas de personajes y escenas adecuadas al momento. “...y atado lo llevaron y entregaron al gobernador Pilato...” que poco después diría “...¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías?...” Mat. 27,2 y 27,17.
3.-Vía Crucis por las calles del pueblo, en cuyo recorrido destacan las siguientes escenas, con la debida detención y diálogo: a) Las tres caídas de Jesús b) La ayuda del Cireneo c) Encuentro con las mujeres que estaban llorando d) Encuentro con la Verónica e) Llegada a un montículo, a las afueras del pueblo, y crucifixión de Jesús en medio de los dos ladrones. “...cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda...” Luc. 23,33.
Pilatos condena a Jesús y deja suelto a Barrabas. Plaza de Jiménez de Jamuz. Año 1998.
Jesús cargado con la Cruz se dirige al Calvario.
Es ayudado en su camino por el Cirineo.
Al llegar al Gógota le clavan en la Cruz.
Y crucifican junto a Él a dos ladrones.

Esta tradición de Jiménez de Jamuz, recuperada no hace muchos años, nos hace pensar en los antiguos autos de La Pasión, aunque con texto y escenario totalmente distintos. El que ha recogido los textos los ha adaptado a un lenguaje más moderno y tal vez más inteligible. Pero no podemos dudar de que tenga su base en textos más antiguos conservados por alguna persona del mismo pueblo o de algún pueblos cercano.
Lo cierto es que Jiménez de Jamuz se ha convertido en la tarde del Viernes Santo en un lugar de cita y atractivo para los amigos y amantes de las tradiciones populares, en este caso religiosas. Vecinos y forasteros se reúnen en la plaza del pueblo para asistir a los diversos actos, pues saben que, además de espectadores son acompañantes, actuando como extras en algunos de dichos actos.