lunes, 30 de abril de 2012

Benavente: La Ermita de Los Salados y el Montico


1.- Esta ermita se encuentra al este de la ciudad, a poco más de un kilómetro de distancia. Es de pequeño tamaño y de forma rectangular. En el exterior y a los pies de la misma está la entrada principal. Sobre la puerta hay un escudo, y un rosetón con vidriera que sirve de ventana. Destaca también una espadaña con dos pequeñas campanas.
En el muro lateral, que mira al mediodía, hay otra puerta de entrada más pequeña y sobre ella el escudo de los propietarios en el que figura el año 1775.
Perteneció a la familia Nuñez Granés, marqueses de los Salados, algunos de los cuales nacieron en Benavente José (1854), Carlos (1856) Pedro (1859) y otros. Tenían una casa en la Rua, en el lugar que después estuvo el Cinema, y además una amplia hacienda y posesiones en muchos lugares, también en los Salados, en donde contaban con esta ermita que llegó a ser el panteón familiar, siendo enterrados en ella algunos de sus miembros, como es el caso de D. Carlos Nuñez Granés, en el año 1902, según consta en el libro de Difuntos de la Parroquia de San Juan del Mercado.    
“En la villa de Benavente, parroquia de San Juan del Mercado, Obispado de Oviedo, Vicaría foránea de San Millán, provincia de Zamora, yo D. Victorino Para y Pose, mandé dar sepultura eclesiástica en el panteón de familia, construido en el pavimento de la Capilla edificada en la posesión denominada “Huerta de los Salados”, sita en término extramuros de esta villa y feligresía, distante más de un kilómetro de la población, propiedad de los señores Marqueses de los Salados…..al cadáver de D. Carlos Núñez Granés, Marqués de los Salados, Abogado del Estado, Exdiputado a Cortes por este distrito, residente en dicha huerta y mi feligrés…” 
Espadaña y puerta principal de entrada a la ermita.

Puerta de la ermita hacia el Este, con el escudo de los Nuñez Granés.
D. Carlos Núñez era hijo legítimo de los señores D. Joaquín Núñez Pernía y Dª. Carolina Granés Román y estaba casado con Dª. María del Pilar Dueñas, Marquesa de Falces. Había nacido en el año 1856 y murió el 11 de julio de 1902, siendo enterrado el 12 de julio del mismo año.
Como he dicho anteriormente, sobre la puerta este de la ermita, y en piedra, se encuentra uno de los escudos más antiguos de la familia. El mismo que en color se puede ver también en una de las paredes de su interior. “En campo de gules una banda de plata acompañada en lo alto de un león rampante y en lo bajo de una tau de san Antón”. Y sobre otra la puerta de entrada, hay otro escudo, en el que se pueden apreciar símbolos de otras ramas y apellidos de la misma familia.
En su interior está limpia y bien cuidada, aunque sean pocos los cultos o ceremonias religiosas que se celebran en ella. Tan sólo, y con la debida autorización,  algunas bodas, según me dice uno de los encargados del mesón restaurante, allí instalado desde hace años,
Detrás de la mesa del altar, algo elevada y orientada al oeste, hay un pequeño mueble, a modo de retablo, con una imagen de la Inmaculada. En la nave hay bancos para los asistentes y en el coro destaca una vidriera circular que sirve para dar luz a la pequeña capilla, a falta de otras ventanas.
Interior de la ermita de Los Salados de Benavente.
El coro de la ermita.

Cuadro dedicado a la marquesa viuda de Los Salados.
Uno de los cuadros que hay en el interior de la ermita, el de los tres clavos.

El nombre de Salados responde a que dicha zona era pantanosa, solía llenarse de agua estancada, con propiedades salobres. Poco a poco, y debido a la construcción de la autovía y otras carreteras, así como de las calles y los edificios destinados al Centro de Transportes y los polígonos industriales, las lagunas y demás humedades han ido desapareciendo.
En la actualidad la ermita es de propiedad particular. Pertenece a los dueños del mesón restaurante, denominado precisamente El Ermitaño. Acertada elección, pues nada mejor que los nombres para recordar y rendir homenaje al pasado y a su  historia. El restaurante está funcionando ya desde hace varios años y, por su buen hacer y la fama conseguida, está contribuyendo a que la ciudad de Benavente, sea también  conocida y valorada en el aspecto gastronómico. Además sus instalaciones interiores y exteriores tienen un gran atractivo.
Junto a la ermita el afamado mesón-restaurante El Ermitaño.
2.- A poca distancia de le Ermita de Los Salados y del mesón restaurante El Ermitaño se encuentra un pequeño bosque conocido como el Montico. Lo que se conserva en la actualidad son unos muros, restos de antiguas edificaciones, sin poder precisar su uso, aunque, últimamente, por Pablo Beltrán Núñez, miembro de esta familia, me he enterado de que lo que había en ese lugar era un lagar. Y en el entorno una zona boscosa, cargada de vegetación: arbustos, plantas diversas, algunos chopos y un mayor número de encinas, algunas de ellas centenarias. En la parte oeste de la zona boscosa existe una pequeña pradera. Todo ello está sin cuidar, por lo que la naturaleza crece a su antojo.
La pradera y encinas de El Montico.
Julián Cachón, ex alcalde de Benavente, gran conocedor de la historia y de las tradiciones de esta ciudad, e interesado como nadie por su pasado, me cuenta que este espacio, así llamado “El Montico”, en el siglo XIX, perteneció o estaba dentro de las propiedades de los Marqueses de los Salados. Que había allí cerca una cantera para extraer piedra y no lejos una laguna. Era zona pantanosa, como ya he dicho anteriormente. Lo que no me puede precisar es quienes fueron sus propietarios antes de dicho siglo. El nombre responde a las encinas que había y que todavía hay, aunque algunas de las cuales desaparecieron al construirse el canal del Esla y sus acequias.

Interior del pequeño bosque.
Un canal de agua pasa junto al Montico.
Restos de una antigua edificación que había en este lugar.

Sea lo que sea, lo cierto es que este lugar, como zona verde, tiene gran importancia e interés desde el punto de vista natural y medioambiental, y debiera ser respetado, e incluso adecentado, si en algún momento la ciudad, o sus proyectos industriales, se aproximasen a la zona. Y con más razón porque Benavente no dispone en sus cercanías de zonas verdes, y menos con encinas centenarias, que hay que respetar.
Hasta hace unos años siempre había algunas personas que se acercaban por allí, para disfrutar de la sombra y de la pradera, al menos durante la primavera y el verano, pero ahora las basuras y otras suciedades, y la misma maleza y vegetación incontrolada, hacen inaccesible el paso y el paseo por dicho lugar.
El Montico deberá ser respetado y valorado como se merece desde el punto de vista medioambiental. Podía convertirse, con las debidas remodelaciones, en un sitio agradable y destinado al disfrute de los ciudadanos. El desarrollo y el progreso de una ciudad no tienen que ser una disculpa para destruir o acabar con los pocos espacios naturales que se encuentran en sus proximidades.



                                                            

viernes, 27 de abril de 2012

Palomares en ruinas en Villafáfila y pueblos próximos.



En las imágenes anteriores, palomares de Villafáfila.
 Otero de Sariegos.

Estas imágenes, de palomares en ruinas, sirven para acercarnos un poco más y ver cómo se construía el interior de estos edificios, un tanto singulares y de gran belleza. Porque su exterior todavía se puede contemplar en muchos de ellos, que aún se conservan. Exterior, construido con materiales, formas y adornos muy variados, que revalorizan su arquitectura. Además su situación en el campo, en la extensa llanura,  o a las afueras de los pueblos y ciudades contribuye a la revalorización del paisaje. 
He publicado con anterioridad, y seguiré publicando, imágenes de palomares que aún se conservan, aunque algunos hayan tenido que ser reparados o reconstruidos. En adelante también se podrán ver en este blog imágenes de palomares en ruinas o abandonados, al menos las de aquellos que más y mejor nos permitan ver su construcción interior, la distribución de sus paredes, todas ellas llenas  de pequeños nichos o  nidales en los que las palomas ponían sus huevos y sacaban adelante a sus crías, los pichones.  
Porque también se puede admirar su interior, que presenta distintos tipos de construcción y de distribución de los espacios. Antiguamente los albañiles eran personas creativas y dejaban ver su originalidad hasta en estas pequeñas obras rurales, útiles y al servicio de la comunidad.
El ver palomares en ruinas puede servir también para que cada vez sean más los ciudadanos que estén a favor de la conservación y mantenimiento de los mismos.  Es cierto que, de todos, no será posible, pues son numerosos, pero que al menos se lleve a cabo en aquellos que destaquen por su construcción exterior e interior y el lugar de emplazamiento.  En este aspecto todavía queda mucho por hacer. Ojalá se haga algo antes de iniciarse el proceso de deterioro o destrucción total.

 Villafáfila

Las imágenes anteriores son de Otero de Sariegos.
Palomar en ruinas en San Esteban del  Molar.
San Esteban del Molar.


 
Los amigos del Patrimonio estamos convencidos de que los palomares en Castilla y León: 1. - Contribuyen a conformar su paisaje. 2. –Son un recurso turístico más en estas tierras. 3. –Los pichones fueron siempre un apetitoso manjar. 4. -La palomina, el abono orgánico que producen, es útil para el campo, a veces para la misma tierra en la que está construido el palomar…
Si los palomares desapareciesen, y son muchos los que van camino de ello, no podríamos hablar ni de palomas, ni de pichones o palomina, ni contemplar paisajes con los palomares, estos edificios, algunos de ellos artesanales, que son un testimonio evidente del pasado, y reflejo o recordatorio de antiguas vivencias y costumbres.



miércoles, 25 de abril de 2012

Artesano jubilado: José Cachón, de Benavente.



José en su casa de Camarzana, junto a algunos de sus cuadros.
Dos de los primeros dibujos pintados por José Cachón.
Uno de los dibujos más apreciados por su autor.



José con su mujer Conchita, junto a un cuadro pintado por ella.
Tocando uno de sus acordeones en su domicilio, en Benavente.
En una de sus últimas actuaciones con la Coral Benaventana.

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Amigos y conocidos le llaman Pepe Cachón; para su familia y allegados es y siempre será Pepe; y para exalumnos y muchos otros ciudadanos que viven en los pueblos de los Valles del Tera, Vidriales y Valverde, y que lo conocen, sigue siendo D. José, el maestro de Camarzana que, además, fue director del Colegio.
Nació en Santa Cristina de la Polvorosa hace 70 años. Sus padres eran agricultores, oficio que heredaron algunos de sus seis hermanos. Sobre uno de ellos, concretamente Miguel, hemos escrito también en las páginas de este semanario, pues una vez jubilado, se dedicó y se dedica a realizar con madera muchos y variados objetos en miniatura relacionados con su pueblo y su trabajo de agricultor. Algunos de ellos se expusieron en su día junto con los de otros artesanos jubilados en la exposición que, organizada por el Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, se realizó en el Centro Cultural Soledad González en el año 2007.
José estudió en la escuela del pueblo desde los seis hasta los catorce. Recuerda a dos de sus maestros, Julián Furones y Leoncio Bécares. Después estuvo en el Seminario cinco años. Al salir convalidó los estudios, hizo cuarto de bachillerato y la reválida, e ingresó en la Escuela del Magisterio de Zamora. Ya maestro, trabajó de interino tres años, hasta que aprobó la oposición en Madrid en el año 1963. A partir de este momento vivió, como casi todos los docentes al comenzar su trabajo, entre viajes y traslados, hasta establecerse definitivamente en Camarzana de Tera: Un año estuvo en Cobos de Fuentidueña, un pueblo cerca de Cantalejo (Segovia); otro lo pasó en Bilbao; dos años en Cabezas de San Juan (Sevilla); y, ya en su provincia y más cerca del lugar de nacimiento, estuvo tres años en Litos y cuatro en Santa Croya de Tera, hasta que en 1974 le dieron plaza en Camarzana, en el Colegio Nacional Mixto “El Tera”. Aquí ha pasado los últimos 24 años de su vida docente, de ellos 9 como director, cargo que a personas como él que se lo toman con seriedad y responsabilidad les resulta agotador. Además le encargaron también de la Escuela Hogar que entonces existía.
Se jubiló a los 60 años, después de ejercer durante 40, y de acuerdo con la legislación vigente. Ahora vive en Benavente y para no estar inactivo sino ocupado y entretenido, como muchos otros jubilados, ha aprendido la técnica de la pintura y se practica en ello. Además, como aficionado a la música, toca el acordeón y forma parte de la coral benaventana. 
Su mujer Concha Fidalgo Losada, natural de Sirama de Tera es también maestra y ejerció en Santa Cristina de la Polvorosa y Brime de Urz. Conchita ha pintado y pinta mucho en su vida y convivencia diaria. Está ya jubilada y, lo mismo que él, ha aprendido a manejar, y por cierto que muy bien, los pinceles y los colores. Sus cuadros preferidos son los bodegones.
La vida de José transcurre entre Benavente, residencia actual, y los pueblos del Tera relacionados con él y con su mujer. Suele asistir a los acontecimientos o momentos  más importantes que se celebran en dichas localidades. De hecho, no se pierde, pues además es cofrade, las fiestas del Cristo de la Vera Cruz, en las que se canta, ofrece y subasta un ramo adornado con roscas y rosquillas. Y a pesar de haber hecho este recorrido innumerables veces, tanto de soltero, como de  casado, lo sigue haciendo siempre que se le presenta la ocasión, y a gusto y con satisfacción, pues no deja de ser Santa Cristina su lugar de nacimiento y en donde viven algunos de sus hermanos, Sitrama, el pueblo de Conchita, que también tiene allí parte de su familia, y Camarzana, en donde trabajó tantos años y tiene muchos amigos. Las carreteras, los caminos y el paso por los pueblos le permiten recordar momentos de su vida pasada y muchas vivencias de niño, de adolescente, de joven, y ahora ya de mayor y jubilado.  
En Benavente, como he dicho anteriormente, ha asistido y asiste a cursos de pintura y dibujo aprendiendo las diversas técnicas y practicándose en algunas de ellas:
“A mí, cuando estaba dando clases, siempre me gustó el dibujo, aunque no era esta la asignatura que impartía. Esto me ha servido ahora al intentar aprender cosas relacionadas, tanto con el dibujo, como con  la pintura: Carboncillo, lápiz blando y duro, pastel, y por supuesto el óleo y la acuarela”. 
Sirviéndose de pinceles de distintos tamaños, de lapiceros, y espátulas si es preciso, así como de los demás materiales necesarios, ha realizado ya varios cuadros sobre tela, papel o cartón u otros soportes. Y de temas variados pues tiene paisajes, pueblos, escenas familiares y tradicionales, e incluso algunos bodegones. Todos ellos muy apreciados por él como autor, pero también valorados por aquellas personas que los contemplan.
Su otra afición de jubilado, que también le ocupa un tiempo, es la música. Pero lo lleva bien y con agrado. Al preguntarle si alguno de sus antepasados era músico o pintaba me cuanta lo siguiente: “Resulta que mi padre era tamborilero redoblante en Santa Cristina. Tenía también un acordeón y era tanta su afición que se ponía a tocarlo muchas veces cuando daba de comer al ganado, y en otras ocasiones. Tal vez este recuerdo haya contribuido al origen de mi afición por la música”
            Efectivamente en su casa de Benavente tiene un piano y nada menos que dos acordeones. Coge una de ellas, se la coloca debidamente, y comienza a tocarla, haciéndonos  una demostración del dominio del instrumento.
Me dice que su padre no pudo enseñarle  a tocar el acordeón, pero sí lo ha hecho un compañero de profesión, muy aficionado a la música y amante del folclore y de las tradiciones locales, como lo es Faustino Galende, maestro también ya jubilado y que impartió clases durante varios años en el Colegio Público Las Eras de Benavente.
Pero todavía más. Pepe Cachón forma parte de la Coral Benaventana. Según me cuenta, esto se lo debe a Conchita, quien, estando un día con unas amigas que eran ya de la Coral, les dijo que su marido estaría encantado de pertenecer a la agrupación. Ellas se lo propusieron al director quien después de una pequeña prueba, le seleccionó para actuar dentro del grupo de tenores. Y ahí sigue, él se lo pasa bien y su mujer está encantada de haber hecho de intermediaria.
La Coral Benaventana lleva ya varios años actuando en la ciudad: conciertos en Navidad y por Santa Cecilia,  cantan en bodas, fiestas religiosas o no religiosas y en otros momentos de interés, en que se lo solicitan. También han viajado y cantado en otros lugares como Pontevedra, Aguilar de Campo, Pinto (Madrid), etc. Y han participado en varios encuentros de corales, teniendo éxito y gran aceptación por parte del público.
            Así, con sus pinturas y músicas, sin dejar de hacer viajes entre Benavente y Camarzana, (además de otros lugares), con parada incluida en Sitrama, pasa una parte de su tiempo de jubilado Pepe, como le llaman familiares y amigos, pero que para todos los demás que lo conocen, y con quienes tuvo alguna relación cuando ejercía, es y será siempre D. José, al maestro de Camarzana. 


                                                                  



domingo, 22 de abril de 2012

Artesano jubilado: Ángel Vicente Caballero, de Olmillos de Valverde.



                
Ángel con su mujer Rosario, junto a la chimenea de su pequeño local, que hace de museo.
Son muchos los objetos, hechos por Ángel, que se pueden ver en el local.
Una casa tipo horreo con patio.
Coche que Ángel hizo para su nieto.
El artesano explicando el tipo de carro y cómo lo preparó.
Varias matracas, de diversa forma y tamaño.
Unas castañuelas junto a otros objetos.


Matraca de gran tamaño.

Antes de acercarme a Olmillos pregunté por Rexu, según me habían indicado. Ella me informó sobre su tío Ángel Vicente y, ya en el pueblo, me acompañó no a la casa en la que vive, sino hasta un local, recién construido, que tiene en otro lugar, a las afueras del pueblo, y en cuya puerta, con letras mayúsculas, se lee: El RINCÓN DE ÁNGEL VICENTE”.
“Cuando me jubilé, dice él, y como a mi gusta mucho, y se me da bien, la albañilería, construí este local, para disponer así de un lugar apropiado para mis aficiones, entre ellas trabajar y hacer objetos de madera, como los que tengo por aquí. También lo utilizamos para reuniones familiares o con amigos”.
Efectivamente en el local, que dispone de una buena chimenea, hay una mesa de madera hecha por él y algunos otros muebles de menor tamaño. Y luego otras muchas cosas que se le han ocurrido como aperos de labranza, varias carracas y una matraca, castañuelas, yugos de varios tamaños, carros, una maqueta con una vivienda parecida a un hórreo y con patios, y otros muchos objetos colocados sobre la mesa o en las paredes y el techo, que sirven para adornar el local, y al mismo tiempo para su contemplación. Así puede verlos a menudo, lo cual le sirve de gran satisfacción.
Después, por indicación de su mujer Rosario, allí presente, me enseña otro espacio de esta antigua casa, con un horno casero, construido también por él, a imitación de los de antes, y en el que amasan el pan y preparan dulces variados, ente ellos pastas y borrachos de exquisito sabor. 
En este lugar tiene más objetos de madera, también obra suya: un carro-caravana, una hormigonera, un mueble para colocar tiestos, una sierra de San José, más matracas, etc.
“Hago las cosas que se me ocurren y como a mi me parece. A veces no me salen bien, porque tal vez me falte preparación, pues tan sólo me sirvo del recuerdo de haberlas visto muchas veces desde pequeño y durante muchos años. Además se da el caso de que en mi familia no hubo carpinteros, ni nadie aficionado a la madera”
En el patio o corral, y bajo un cobertizo, dispone de una mesa, parecida a las de los carpinteros y no lejos veo algunas de las herramientas que utiliza: “no muchas, me dice, tan sólo las que más necesito: taladro, lijadora, sierra de calar, cepillo, etc. y luego las normales y necesarias siempre para la madera, como la azuela, la sierra, los mazos y martillos, etc. Durante la primavera y el verano paso aquí, al aire libre, muchos ratos, es el lugar mejor para trabajar, pero en el invierno estoy más en el local que para eso lo construí”.
Se sirve de las maderas que tiene más a mano como son las de chopo, encina y algo de la de pino. Y es que en Olmillos, como en todos los valles de esta comarca, son estos los árboles más abundantes, sobre todo el primero. Quienes viajen por el lugar podrán comprobarlo, viendo las numerosas choperas que hay junto a los ríos y en las mismas vegas y riberas.
Ángel Vicente nació y ha vivido siempre en Olmillos, pueblo con topónimo de Valverde (valle verde), pero situado en la ribera del Tera, no lejos del mismo río y de su desembocadura en el Esla.
En Olmillos asistió a la escuela hasta los 14 años, pero nada más. Allí aprendió lo que sus maestros D. Pedro, D. Vicente y D. Rafael le enseñaron con ayuda de la enciclopedia Álvarez, u otra de las que por entonces se utilizaban.
“A partir de los 14 años, al salir de la escuela, ya estaba yo arrancando remolacha y, tras unos años de empleado como ayudante de albañil, construyendo las alcantarillas en Mozar y Burganes, (“la albañilería siempre me gustó” repite él, mientras recuerda las obras hechas en su propia casa), me coloqué en una granja de cerdos de Arcos de la Polvorosa y estuve 10 años, hasta que me fui a la fábrica de quesos “El Pastor” de Santa Cristina de la Polvorosa en donde he trabajado 26 como maestro cuajador. Estando aquí y, tras unos años de baja por enfermedad, conseguí la jubilación anticipada hace tan sólo tres. Ahora tengo 59 y en este poco tiempo de jubilado he conseguido hacer gran parte de las cosas que le he enseñado”.
Como ocurre a todos los jubilados, trabaja en sus aficiones cuando quiere o le apetece, pues no lo considera una obligación, como lo era ir a la fábrica de quesos todos los días. Y piensa seguir haciendo cosas nuevas, las que se le ocurran, o que vea en algún lugar o en algún libro, y que sean de su agrado. Por lo que me dice, lee con frecuencia este periódico y siempre se detiene, porque le llaman la atención, las páginas sobre artesanías de otros jubilados, a algunos de los cuales conoce y le gustaría poder imitarlos, a su modo y en la medida de sus posibilidades.  
De lo que ha hecho y hace Ángel, disfruta, primero él mismo “busco en esta actividad relajación, distracción y entretenimiento”, y también su familia sobre todo su mujer Rosario, que con frecuencia se reúne con varias amigas en el local para celebrar algún cumpleaños o por algún otro motivo. O solamente para pasar el rato en torno a la chimenea, viendo de cerca los diversos objetos hechos por su marido.
“Lo pasamos muy bien, dice su mujer, mientras enciende la chimenea. Hoy mismo tenemos reunión. Nos sentamos en torno a esta amplia mesa. Y aquí jugamos a las cartas, merendamos y hablamos de lo que nos parece, sobre el pasado y el presente. Lo hacemos, casi siempre, los fines de semana”.
Ángel y Rosario tienen tres hijos, ya mayores, (dos de ellos trabajan en Benavente y uno estudia en Salamanca) que acuden al pueblo con frecuencia. Admiran las cosas que hace su padre y se pasan también algunos ratos en El Rincón.
En el pueblo algunos vecinos conocen sus aficiones, sobre todo los que viven cerca de su casa y los que se han reunido ya, más de una vez, en el local para alguna celebración.
Estamos ante un jubilado más de los muchos que hay en por estas tierras que ha encontrado en esta afición un remedio, no sólo para la distracción y el entretenimiento, sino también para probar sus capacidad de invención y sus conocimientos. Sabe él muy bien que nunca es tarde para esta tarea, y que “la experiencia y la práctica son su mejor maestro”, y también el vivir de cada día, pues “mientras se vive se aprende”.  Y, si a lo largo de la vida laboral, no le fue posible por el trabajo y el horario al que estaba sometido, sí lo es ahora, pues dispone del tiempo a su antojo para hacer lo que quiera y en el momento que crea más conveniente.



                                                        









       



  

sábado, 21 de abril de 2012

Palomares en Villafáfila

Palomar cuadrado con tres tejados, que destaca en el campo.
Cuadrado, tres tejados y torreta con veleta.
Uno de los palomares restaurados y en uso.
Palomar circular, con patio interior y en ruinas.
Circular, de tapial y con entradas en paredes.
                           
Dos palomares junto a la Laguna Grande de Villafáfila.
Circular con dos tejados y reparado con ladrillos.


Antiguo palomar cuadrado y revestido de cemento.
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Villafáfila, junto con Villarrín, son los dos pueblos con más población de la zona. Y en los que se conservan más palomares. Pero destaca Villafáfila. porque en esta localidad  se construyó el Centro de Interpretación del Parque Natural denominado Las Lagunas. Precisamente el edifico  del parque tiene la forma de un palomar, e incluso en la parte superior alberga palomas y se las puede ver cuando salen o llegan al lugar. Además las construcciones, que son como miradores o puestos de observación de las aves y de las lagunas, también se asemejan a los palomares.
Hace unos años se inauguró el Centro de Interpretación de los Palomares, en el edificio de un antiguo y bello palomar, una vez restaurado y debidamente acondicionado. Allí, a través de un video conectado a un palomar en actividad, que estaba cerca, se veía cómo vivían las palomas y lo que hacían durante el día. La pena es que el Centro se haya cerrado al público y no se pueda visitar. Ojalá que pronto se solucionen los problemas existentes y las personas, amantes y amigos del patrimonio y de las aves, en este caso de las palomas y de los palomares, puedan disfrutar de nuevo de este Centro de Interpretación. 
Casi todos los palomares de Villafáfila, de forma cuadrada y circular, que hemos visto, se mantienen en pie gracias a las obras de reparación que sus dueños han realizado en ellos, de ahí que el cemento, el capacho, el ladrillo o los adobes utilizados, destaquen en algunos de ellos. Los hay totalmente restaurados  y que se encuentra en buen estado.  Otros están en ruinas, que nos permiten ver la distribución de las paredes interiores con los correspondientes nidales.



jueves, 19 de abril de 2012

Escultura y mosaicos en la calle Mª. Auxiliadora. Salamanca

Imagen de la Virgen en la fachada del Colegio de los Salesianos.
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Portal de acceso al garaje de un edificio al comienzo de la calle.
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Mosaico sobre el balcón de la primera planta del edificio.
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Mosaico, como adorno, que se encuentra a la entrada del garaje.

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Detalles del mosaico citado anteriormente.
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Al pasar o pasear por las calles de Salamanca, lo mismo que si lo hacemos por otras ciudades, nos encontramos también, en ocasiones, con esculturas, relieves, mosaicos o pinturas, que adornan las fachadas de algunos edificios, los portales y pasadizos, los establecimientos comerciales, u otros lugares.

En la calle Mª. Auxiliadora además de la imagen de la Virgen que vemos en la fachada de la iglesia del Colegio de los Salesianos, uno de los más antiguos de la ciudad, podemos contemplar en otro lugar de la misma calle, no lejos de su inicio en la Avenida Mirat, unos mosaicos que adornan la entrada a un garaje.

Ocupan toda una pared y, con sus piezas en distintos colores, se representan escenas de vida, tanto en la ciudad, como en el campo: recolección, caza, la dehesa y los toros, etc.