jueves, 5 de abril de 2012

Semana Santa: el Monumento de Santa Colomba de las Monjas.

Interior de la iglesia de Santa Colomba de las Monjas.
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"Bajo este arco se colocaban dos grandes telas, que llegaban hasta el suelo.....
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...y en la parte baja, en el centro, se ponía este altar con los guardias a los lados. Desde el altar, y a ambos lados, se iban colocando las tablas con los Evangelistas y demás personajes, algunos de los cuales se pueden ver en las imágenes siguientes:
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San Marcos, Evangelista, con el león, como atributo, a sus pies.
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También a San Lucas se le ve con el libro y la pluma en sus manos.
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San Mateo con el libro en las manos y el toro a sus pies.
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El animal que representa a san Juan es el águila, además del libro, como los demás.
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San Pablo, apóstol, con el libro y la espada, con la que, principalmente y casi siempre, se le representa.
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San Pedro, apóstol, que lleva en sus manos el libro, o rollo de pergamino, y las simbólicas llaves del cielo.
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Un ángel y símbolos de la pasión, como los clavos y una corona de espinas, adornan el frontal del altar del monumento.
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Imagen de uno de los dos guardias que se colocaban a los lados del altar del Monumento.
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Ayer, Miércoles Santo, al pasar por Santa Colomba de las Monjas, me acerqué a la iglesia para comprobar si habían colocado el Monumento. O si queremos lo que de él queda, pues solamente conservan algunas tablas pintadas, y la mesa que hacía de altar. Se trata y denominaban así al altar preparado con adornos diversos, en el que se colocaba, y aún se coloca, el sagrario o tabernáculo con el Santísimo (o la Eucaristía) el día de Jueves Santo.

Efectivamente, allí estaba, en la parte de atrás del interior de la iglesia y frente a la puerta de entrada, como la última vez que lo ví, y creo que desde que lo sacaron del trastero por primera vez, y decidieron exponerlo para que sirva de recuerdo a los mayores y de información para los más jóvenes, que no vivieron, ni viven, tan intensamente las tradiciones y costumbres del pasado. En la iglesia estaba un vecino del pueblo que me contó lo siguiente:

“Antiguamente el Monumento se colocaba en el presbiterio, mejor dicho, debajo del arco que hay allí y del que colgaban unas grandes telas. Las tablas, de dos en dos, se iban colocando a los lados, hasta llegar al retablo central. Y, debajo de las telas que colgaban se ponía el altar flanqueado por los dos guardias. Sobre el altar un sagrario especial para este día, pintado también, para encerrar dentro el copón con las hostias consagradas en los oficios solemnes del Jueves Santo. Todo el retablo mayor se olvidaba en este día para centrar toda la atención en la Eucaristía”.

Ahora al entrar en la iglesia todos ven y recuerdan el Monumento: las visitas al mismo, los adornos que tenía y los rezos y oraciones ante Él, sobre todo lo que se denominaba Estación a Jesús Sacramentado, que consistía en rezar cinco Padrenuestros con sus cinco Avemarías y Glorias y al final de cada uno de ellos la invocación o jaculatoria: ¡Viva Jesús Sacramentado¡ y ¡Viva y de todos sea amado¡. También muchos llevaban velas, individualmente o por familias, que una vez encendidas, las dejaban en el monumento ese día. Después se las llevaban a su casa para encenderlas de nuevo en tiempo de tormentas u otras catástrofes.

En los pueblos y ciudades donde eran varias las iglesias, en cada una de ellas se colocaba el Monumento y se hacía la visita, repitiendo el mismo rezo. Actualmente sigue esta costumbre, no sin los cambios originados por la forma de vida y costumbres.

Las pinturas que figuran en las tablas del Monumento de Santa Colomba de las Monjas, como las de las sargas o telas de otros monumentos, tienen que ver escenas de la vida y Pasión de Cristo: apóstoles, evangelistas y otros personajes. Y no faltan los guardias que custodiaron su sepulcro y que en este caso se colocan a los lados del altar en el que se pone el tabernáculo.

martes, 3 de abril de 2012

Artesano jubilado: Horacio García Losada, de La Torre del Valle.

Horacio García con un carro de viga o par, en minitura, en sus manos.
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Maqueta de la iglesia de su pueblo La Torre del Valle.
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Una casa de las que ha hecho con su técnica, un tanto original, con dos plantas, tronera, amplia terraza y jardines alrededor.
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Horacio es especialista en confeccionar centros de flores secas y pintadas, como éste.
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Grupo de casas, aperos y otros objetos que tiene en el local donde trabaja en sus artesanías.
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También coloca las flores secas y pintadas en cuadros que sirve para decorar las paredes de las casa.
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Cuadro que contiene formas y adornos realizados con maderas de diversa especie.
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Una aventadora, para limpiar el grano, y la rueda del afilador, nos recuerdan oficios muy conocidos por Horacio.
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Esta casa o chalet destaca por su porche, además de los materiales empleados, como en todas las demás.
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Y a esta no le falta la tronera, las chimeneas y el jardín.
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Horacio es uno más de los jubilados o pensionistas de esta comarca de Los Valles de Benavente, que dedican su tiempo libre a elaborar piezas u objetos, capaces de causar admiración en quienes las contemplan, pues lo hacen al modo de los artesanos con oficio.
Es de la Torre del Valle y allí, en su propia casa, me cuenta lo que hace, cómo lo hace y desde cuando se dedica a ello. Con 60 años y pensionista desde que tenía 52, vive y atiende a su madre, ya muy mayor, pues cuenta nada menos que con 101 años. Pero, a pesar de la edad, está llena de vitalidad, experiencia y buen humor. Se la ve con ganas de vivir, de hacer cosas y de seguir dando consejos a su hijo.
Horacio ha tenido varios trabajos a lo largo de su vida: en la fábrica de piensos Purina, ubicada en Pobladura del Valle, y en la empresa Ferrovial, cuando se estaba construyendo la autovía de la Coruña, que pasa al lado de su pueblo. También ayudó a un familiar suyo en la bodega-restaurante La Gruta, muy conocida y visitada. Pero en lo que más trabajó, nada menos que 22 años, fue como pastor, cuidando a sus propias ovejas. Éste fue, sin duda, el oficio que más intensamente vivió, que le permitió ese contacto directo, permanente y diario con el campo y la naturaleza, y le sirvió y proporcionó gran parte de los conocimientos o sabiduría práctica de los que se sirve en algunos de los trabajos que ahora realiza.
“Cuando estaba de pastor vi un carro en miniatura y me dije ‘Esto lo tengo que hacer yo’ y así fue como comencé. Y luego tallaba maderas en el campo, haciendo en ellas figuras y dibujos diversos. Siempre tenía la navaja a mano, pues con ella hacía las cosas”.
Efectivamente conserva su primer carro y los primeros trozos de madera que talló, estando en el campo. A partir de esto siguió haciendo maquetas y otras piezas u objetos en miniatura, algunos de las cuales tiene en la casa donde vive. Pero su pequeño taller, con el tornillo y otras herramientas necesarias, están en otra casa desabitada, no lejos de la anterior. Aquí tiene también gran parte de su producción artesana en miniatura: carros, aperos y maquinaria agrícola; iglesia y ermita de La Torre del Valle, y varias casas de una o dos plantas, algunas de ellas con tronera.
Sus casas o chalets llaman la atención, además de por la forma y tipo de construcción, por los materiales empleados, al menos algunos de ellos. Y es que, además de utilizar piedra, madera de ocume y otras, cartón, hierro, alambres y cristales, reviste casi todas las paredes con filtros de cigarrillos pegados unos a otros, barnizados antes de la colocación. Cosa curiosa, original y llamativa, pues son miles de filtros los que Horacio ha utilizado en sus maquetas en miniatura. Y miles de ellos tiene recogidos y preparados ya para futuras construcciones. Pero ¿de dónde procede tanto filtro?.
“Mire, yo trabajé en el restaurante-bodega La Gruta y, al finalizar el día, recogía con cuidado y la mayor limpieza posible, los filtros en buen estado de los cigarros, y los limpiaba y barnizaba, para emplearlos en mis maquetas”.
Ahí queda eso. Distinto, original, y que a muchos sorprenderá. Todo es fruto de la imaginación y maquinación de Horacio, a quien se le da muy bien el invento de artilugios que le sirvan para algo práctico. En este caso tenemos la maquetas que nos muestran belleza, al tiempo que originalidad.
Además observo que algunas de sus casas y chalets tienen a su alrededor jardines con flores de variados colores. Es que a Horacio también le gustan las flores. Pero las flores del campo, naturales, las que se ven y se huelen en las tierras y a las orillas de los caminos. Fueron muchos los años de pastor y tuvo tiempo de ver, admirar y conocer la abundante flora silvestre, que tenía siempre cerca. Y ahora le da por recogerlas, dejarlas secar y luego pintarlas, a su modo, con los colores que él cree apropiados.
“Nadie me ha enseñado a hacer esto, dice él, ni ninguna de las otras cosas, pues hago lo que se me ocurre y como a mí me parece bien, y a veces sobre la marcha. Lo de las flores me viene de tanto estar en el campo, pues, al verlas, pensaba siempre si se podrían conservar, cuando estuvieran secas. Y lo he comprobado ahora. La cosa es muy fácil. Voy al campo, escojo y cojo flores variadas, en casa las agrupo, según me parece, y luego las pinto”.
Una vez más advertimos en Horacio, como en otros jubilados que realizan o se dedican a esto, cierta sabiduría y capacidad de invención y creación, no dada a todos los mortales. Aparte de la entrega y dedicación casi plena a ello.
Por allí tiene centros, tiestos y algunos cuadros con marco de madera, con flores secas pintadas, y dos o tres televisores, vacíos de su maquinaria interior y rellenos de flores, como queriendo que sean vistas y admiradas por todos.
Las herramientas que utiliza no son muchas. Para cortar la flores tijeras principalmente, y para lo demás se sirve de un banco de carpintero con un pequeño tornillo que tiene en el lugar en que trabaja, junto con otras herramientas, algunas de ellas propias del carpintero. Por allí están también las pinturas y los pinceles que utiliza para pintar las flores y algunas de las maquetas.
Horacio, además de acompañar y atender a su madre, sigue con sus maquetas y sus flores. Ahora está haciendo otro carro en miniatura y por allí tiene muchas y variadas flores sueltas pintadas, preparadas para agruparlas del modo más vistoso posible. Hace sus cosas para admirarlas, en primer lugar él mismo, y luego sus familiares y amigos. No le desagrada que lo vean las demás personas, razón por la que aparece hoy en las páginas de La Voz de Benavente y Comarca.
Ha expuesto ya sus maquetas, hace años, en el teleclub de su pueblo la Torre del Valle, pero en ningún sitio más.
Horacio, cuando no tiene otra cosa que hacer, pasa sus mejores momentos con sus flores y sus maquetas en miniatura. Pero no se olvida de su madre, con la que vive y ha vivido toda su vida. Ella, que es muy mayor, de vez en cuando, le recuerda el pasado que a él no le tocó vivir, y él disfruta con su recuerdo, al tiempo que aprende, pues sabe muy bien aquello de que “del viejo el consejo” y también lo de que “la experiencia es gran maestra y hasta sin hablar te enseña”.

domingo, 1 de abril de 2012

Benavente: Plaza Mayor peatonal y sin aparcamiento.

Aspecto que presenta estos días la Plaza Mayor de Benavente, sin coches aparcados.
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La Plaza Mayor, de noche, con la fachada del Ayuntamiento al fondo, y sin coches.
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Otro rincón de la Plaza, con la torre de la iglesia de San Juan del Mercado al fondo. A la izquierda los edificios construidos no hace muchos años, cuya altura sobresale dentro del conjunto.
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La Plaza, sin coches, vista desde la plazuela de la Encomienda de San Juan.
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Fachada del Ayuntamiento, el edificio más antiguo y el más destacado e importante de la Plaza.
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Otros dos edificios de ladrillo, con sus soportales, que son merecedores de atención y conservación.
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La conocida como Casa Lesmes, de ladrillo, y con decoración propia de la época en que se construyó.
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En la clave del arco de algunas de las ventanas de la casa, anteriormente citada, hay unos altorelieves que representan bustos de personas.
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Altorrelieve en otra clave de una de las ventanas.
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Una imagen antigua de la petición del toro enmaromado en la Plaza Mayor.
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Por la Plaza pasan algunos desfiles procesionales en la Semana Santa.
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Y se celebran fiestas como la de las Águedas.
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Cuando hay coches aparcados casi no se puede ver el mosaico de José Luis Coomonte, sobre los cinco ríos y valles de Benavente, que se encuentra en el centro de la Plaza.
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Los coches aparcados impiden ver la belleza del conjunto de la Plaza Mayor de Benavente.
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Y las personas circulan con dificultad por ella.
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También hay problemas en el acceso a las aceras por las que se accede a las oficinas municipales.
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Hace unos días se ha cerrado al tráfico rodado la Plaza Mayor de Benavente. Parece ser que el motivo es la realización de obras de consolidación y limpieza en su pavimento. Muchas personas que estos días pasan por la Plaza, al poder caminar sin el obstáculo que ocasionan los coches aparcados o aquellos que intentan aparcar, han podido ver y contemplar mucho mejor este espacio del centro de la ciudad, que lleva años funcionando como aparcamiento, sin ninguna atención y delicadeza para los que diariamente tienen que pasar por él, o para los forasteros que se acercan a visitar la ciudad.

Hace unos meses, concretamente el 24 de marzo de 2011, publiqué un reportaje en este blog sobre la Plaza, su antigüedad, edificios construidos en ella, actos que se celebran durante el año, etc. Incluía también varias fotografías, algunas antiguas, que nos mostraban los distintos momentos por los que ha pasado, tanto el centro de la misma, como las casas que la rodean. Y recordaba también que otras ciudades de Castilla y León, con la misma o menor población que Benavente, cuidaban más su Plaza Mayor, y no permitían aparcamientos, ni circulaciones. Y más si en ella hay edificios antiguos y de interés patrimonial.

Hace unos días se publicó en el periódico La Opinión de Zamora, la propuesta del partido político Izquierda Unida, cargada de lógica y razón, de que por parte del gobierno municipal “se recupere la Plaza como zona de uso peatonal”. Expresan así el sentir de muchos ciudadanos. Ojalá que los demás partidos apoyen dicha propuesta. Y de una vez por todas se recupere este pequeño e importante espacio de la ciudad para las personas.

La Plaza Mayor de Benavente, no es de gran tamaño, pero si muestra belleza y además presenta uniformidad en la construcción de casi todos sus edificios. Tan sólo los más recientes se salen del guión. Casi todos son de ladrillo, excepto el del Ayuntamiento, que es el más destacado e importante.

La Plaza, a pesar de los coches, ha sido en el pasado, y sigue siendo, junto con el entorno de la iglesia de Santa María, centro neurálgico de la ciudad y cita obligada en los días de mercado; por las fiestas de la Veguilla, las Águedas, y otras; en los conciertos del verano; para las procesiones en Semana Santa etc. Lo curioso del caso es que cada vez que hay algún acontecimiento en dicho lugar quitan los coches, para volver allí cuando el acto ha terminado. ¿No sería mejor que en lo sucesivo fuese peatonal? Aunque hubiese que dotarla, además de los bancos, de algún otro mobiliario urbano. Pero se haga lo que se haga siempre pensando en convertir la Plaza en un lugar en el que los ciudadanos que lo deseen puedan acercarse sin problemas a las oficinas municipales, pasar o pasear sin el obstáculo que crea el estar llena de coches aparcados. Pocas o ninguna ciudad de Castilla, en la actualidad, tiene su plaza mayor dedicada a aparcamiento. Y más si la Plaza es merecedora de atención y respeto.

Ahora se van a realizar obras de reparación y limpieza. Seguramente que si el pavimento está en mal estado es debido, en gran parte, a la circulación de los numerosos coches y furgonetas que, diariamente, entran y salen de ella.

Además, estando sin coches, los ciudadanos podrán ver y contemplar mejor lo que de arquitectura, arte o tradición, y de interés, exista en sus edificios y soportales. Y los vecinos podrán acercarse sin obstáculos a las oficinas del Ayuntamiento.

Las obras de reparación y limpieza que van a realizar podían afectar también a algunos de los soportales, sobre todo los de los edificios últimamente construidos que, como si la obra no estuviese concluida, desentonan, si se les compara con el resto de los soportales de la Plaza, no solo por su antigüedad, sino también por la forma en que se han realizado.

Benavente no ha sido ciudad muy dada a museos, aulas o espacios libres y medioambientales aunque últimamente existen ya algunos: Centro de Interpretación de los Ríos, Museo de Semana Santa, y algún otro en proyecto. Pero nunca es tarde para ello, incluso para una mayor atención a su Plaza Mayor.