Celebración de la misa el día de los Quintos. Año 2007
Uno de los Quintos ofrece la cinta a la Virgen de la Trinidad
Se denomina quintos a los mozos de 18 años de una localidad, a los que, antiguamente, una vez entrados en caja, se les sorteaba y conocían el destino a donde eran enviados para cumplir el servicio militar. Esta circunstancia daba y da lugar a numerosas celebraciones o fiestas. En relación con esto se llamaba quinta al reemplazo anual para el ejército, o a los actos administrativos del reclutamiento. Y se solía decir “entrar en quintas”, aplicado a aquellos que llegaban a dicha edad para ser soldados.
La palabra quintada, sin embargo, hace referencia a las bromas, generalmente vejatorias, que daban en los cuarteles los soldados veteranos a los de nuevo reemplazo.
Aunque el servicio militar obligatorio ha desaparecido, los quintos siguen siendo toda una institución y son los protagonistas de muchas de las fiestas que se celebran en los pueblos de esta y otras comarcas, sobre todo en localidades de mayor población, en las que todavía hay mozos y mozas que cumplen con la edad requerida. Se sabe con antelación cada año quienes son los que van a ser o ejercer de quintos. Si antes estaban pensando en el año y día de la talla, y en el sorteo militar (ojo no les tocase a África), ahora se preocupan más, y casi solamente, en preparar y celebrar las fiestas del mejor modo posible. Y, aunque a lo largo del año actúen en diversos momentos: pedir el aguinaldo, colocar el mayo, etc., en casi todos los pueblos tienen unos días especiales dedicados a ellos, que se conocen precisamente como días de los Quintos, y que suelen coincidir con alguna festividad religiosa: Navidad, Fin de Año, Reyes, San Antón, Santa Brígida, San Vicente, La Candelas, San Blas, etc. O el Carnaval, como ocurre en la localidad de San Cristóbal de Entreviñas, a la que quiero referirme en esta ocasión.
Este pueblo dista tan sólo cinco kilómetros de Benavente y tiene una población de más de 1600 habitantes, que le permite contar todos los años con mozos y mozas para celebrar la fiesta. Además, al celebrarse durante el Carnaval, son más los actos y muy variados. E incluso también más los días, pues comienzan el sábado anterior al Domingo Gordo con juegos infantiles y un concurso de disfraces, y terminan el Miércoles de Ceniza con el entierro de la sardina. Y no todos son actos lúdicos, o si queremos profanos, que sería lo mas esperado en días como estos, sino que los hay también religiosos y de una mayor y mejor convivencia.
Y es que desde hace 24 años, concretamente desde febrero del año 1983, el sacerdote del pueblo D Abelardo Febrero Fernández, quiso revitalizar esta fiesta de la mocedad, complementándola con unos actos en la iglesia y en torno a la Virgen de la Trinidad que son del agrado y han contado y cuentan con la colaboración de todos, en primer lugar de los quintos, pero también de sus familiares, amigos y numerosos vecinos del pueblo que les acompañan. Sabe muy bien D. Abelardo que gran parte de las tradiciones actuales tienen una raíz cristiana y siempre hay un santo o una virgen en su entorno. Y en San Cristóbal cuentan con la Virgen bajo la advocación de la Trinidad, como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Aunque tenga su día de fiesta, no está mal acordarse de ella en esta ocasión.
El Domingo Gordo o de Carnestolendas asisten todos a la misa con su capa adornada con cintas, y con el sombrero. Estas cintas, de poco más de un metro de largas, son preparadas por sus madres y hermanas, y ellos mismos se encargan de pintarlas y decorarlas. Suelen escribir sobre ellas el nombre del quinto o quinta, y el año. Al finalizar la fiesta las reparten entre ellos y sus familiares y amigos, excepto una que donan al sacerdote para la parroquia. Pero hay una cinta especial, en la que figuran los nombres de todos y de todas, que será la que ofrecerán a la Virgen el martes, una vez finalizada la Eucaristía.
Por la tarde de este Domingo tiene lugar la tradicional carrera de cintas, de modo semejante a como se hace en otros pueblos de la comarca.
Estas cintas son distintas a las anteriores y de peor calidad en cuanto a la tela y la decoración, aunque semejantes en la longitud y de variados colores. Las compran o se las preparan en la misma tienda. Entre ellas hay una que llaman “la del premio”, con los colores de la bandera española y que suele medir 30 ó 40 metros.
Cada uno de los quintos mete en el cajón, preparado para la carrera, cinco cintas. Por supuesto que también estará la del premio. El cajón cuelga de un cable sostenido y manejado en sus extremos por dos personas, elevándolo o bajándolo según la altura del caballo con el caballista, o a su arbitrio, no faltando la broma en algún momento.
Los corredores, entrenados con la debida antelación en el manejo y dominio del animal, van pasando repetidas veces por debajo del cajón intentando introducir certeramente el puntero en el pequeño anillo de cada una de las cintas. Y así hasta acabar con todas. Pero el aplauso y la ovación más grande será para el que consigue la del premio, lo que se considera una suerte, aunque tenga que invitar a todo el grupo de quintos a una merienda. Así es la tradición y hay que cumplir con ella.
Las cintas son para el que las coge, aunque posteriormente se las regale a familiares, amigos o conocidos. El agraciado con la del premio suele partirla en trozos que reparte entre los demás el día de la merienda.
El lunes tiene lugar un desfile infantil de carnaval y también los quintos estarán presentes, como no podía ser menos.
Pero es el martes su día más importante, el que está dedicado precisamente a ellos, sin olvidarse tampoco de que es martes de carnaval. Por la mañana quintos y quintas con sus capas encintadas y sombrero, acompañados de una charanga, hacen un breve recorrido por las calles del pueblo antes de acercarse a la iglesia para la misa.
Dos de ellos ayudan en el altar al celebrante. Los demás, colocados en lugar preferente, participan en los rezos y también en los cánticos, aunque sea acompañando al coro parroquial
Y hasta escuchan con atención y respeto la homilía. No dejan de ser ellos, precisamente, los protagonistas. El sacerdote recuerda los valores y virtudes de los jóvenes y sus ganas de felicidad y diversión, a lo que, ni la iglesia, ni la religión se oponen, aunque sí desee que la bondad y la moralidad estén presente en sus costumbres y forma de vida. Al final pide a Dios la bendición para ellos y para todos los presentes, deseándoles una vida en paz, convivencia y solidaridad.
A todo esto, en la mesa del altar está la cinta con los nombres de los mozos quintos del año anterior y que estuvo colocada durante el año 2006 sobre la Virgen Trinidad. Al llegar el momento del ofertorio esta cinta es quemada sobre un recipiente, como una ofrenda más dentro del sacrificio de la misa. Son ellos, en presencia del sacerdote, quienes realizan el acto.
La misa continúa y todos, con el debido orden y respeto, se acercan a recibir la comunión. Al finalizar, y también con cierta solemnidad, uno de ellos impone o coloca sobre la imagen de la Virgen Trinidad la nueva cinta de color blanco con los nombres de los que han celebrado la quinta en este año 2007. Estará allí hasta que el año próximo, por estas fechas, otros mozos, a quienes corresponda, celebren su fiesta y recuerden esta tradición, que aunque no muy antigua, va camino de perpetuarse.
Así son las fiestas y tradiciones populares, muchas de ellas surgidas en asociaciones, cofradías, o gracias a personas con imaginación e ideas, capaces de hacer o conseguir algo nuevo que contribuya a dar realce religioso o no religioso a las mismas.
Sacerdote, quintos, familiares y demás vecinos que les han acompañado, no se irán de la iglesia sin rezar (algún día lo harán cantando) una salve, como despedida y agradecimiento a su Virgen de la Trinidad.
Las bombas y cohetes disparados a la salida sirven para indicar el final de la ceremonia religiosa. Hoy habrá comida especial en sus casas, pues no siempre se cuenta en ellas con un mozo o moza entrado en quintas y en la mayoría de edad. Por la tarde-noche disfrutan de baile y un concurso de disfraces. Incluso el miércoles de ceniza celebran el tradicional entierro de la sardina, con el que finaliza el Carnaval, que en este pueblo se conoce más y mejor como la fiesta de los Quintos.
Así transcurrió y así continuará durante muchos años con todo lo necesario para mantener e incluso reforzar la tradición. Los de San Cristóbal quieren seguir contando con las bendiciones divinas o al menos con la de la Virgen de la Trinidad. Y además, durante el Carnaval, a lo que tampoco renuncian, pues después llega Doña Cuaresma y, aunque con más sigilo que en tiempos pasados, todavía se deja notar en algunas costumbres populares.
Reportaje ya publicado en el libro
PÉREZ MENCÍA, E.: Valles de Benavente. Fiestas y Tradiciones. Benavente, 2007