Los seis garroteros de la cofradia de San Blas
Vara o garrote con la imagen de San Blas
Procesión con el santo alrededor de la iglesia
San Blas (3 de febrero) junto con San Antón (17 de enero) son tal vez dos de los santos más populares y por eso precisamente venerados y queridos en muchos pueblos de los Valles de Benavente. Y es que, mientras a San Antón se le invoca y pide protección, ayuda y bendiciones, para los ganados y animales de compañía, se cree que San Blas atiende más a los humanos, sobre todo en aquellos males y enfermedades relacionadas con la garganta, de ahí el dicho: Si a la ermita de San Blas vas a coger la verbena pedirás que la garganta el santo te ponga buena; o aquel otro que dice: San Blas cura la garganta, al mozo que come y no canta.
Fue obispo de Sebaste, ciudad de Armenia, en el siglo IV, y martirizado en tiempos de Diocleciano. Se le representa con vestimenta episcopal, con el báculo, a veces con velas en las manos, y no falta el niño del milagro a su lado, (un niño al que había curado de una espina clavada en la garganta), ni tampoco animales salvajes, ni fruteros con variadas frutas, etc., todo ello relacionado con diversas anécdotas a lo largo de su vida. Ejerció de médico una parte de ella y esto le permitió conocer las enfermedades y miserias existentes. Aprovechó su profesión para conseguir adeptos al cristianismo.
En su día y en algunos lugares se solían bendecir dos velas en su honor y se colocaban cerca de la garganta de las personas necesitadas de curación, al tiempo que se decía: Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de la garganta. Y cuando los niños enfermaban de la garganta las madres repetían: San Blas bendito, que se me muere el angelito.
En otras partes hasta se coloca en sus imágenes una cuelga con caramelos, manzanas, rosquillas, etc., objetos muy deseados y apetecidos después por los asistentes, para la curación de su garganta, por haber estado en contacto con el santo; o el sacerdote bendice en su día todo tipo de comidas, pensando en que tendrán efectos terapéuticos; o se imponen o entregan gargantillas a todas las personas asistentes a la misa de San Blas, como ocurre en Ciudad Rodrigo (Salamanca).
En Benavente, en la iglesia de Santa María del Azogue, en donde hay dos imágenes, se celebra la misa en su honor, en la que se le recuerda y los fieles pueden venerar durante todo el día una reliquia del santo.
Los de Fuentes de Ropel asocian el día de San Blas con la fiesta de los quintos y, aunque no falta la misa ni la procesión y otras atenciones al santo, son más, sin embargo, los actos lúdicos que se realizan, como suele ocurrir siempre entre la quintada.
Pero donde es fiesta mayor y de importancia es en Morales de Valverde, tal vez uno de los pocos pueblos de Los Valles en los que se mantiene la tradición en torno a este santo. Y es que, allá por el siglo XVIII, se fundo una cofradía que se encargaba de todos los actos. Pero hace casi 30 años estuvo a punto de desaparecer, no se hacían las cosas bien y nadie quería responsabilizarse de ello. Así me cuenta José García Iglesias, vecino del pueblo, que vivió siempre en Morales y ahora, desde que se jubiló, está en Zamora.
“Los vecinos hicimos todo lo posible, dice él, para que esto siguiera adelante, queríamos que todos participasen, aunque prescindiésemos algo de libros y reglamentos. Y así ocurrió. Se apuntó todo el pueblo, según consta en la lista de inscritos y que maneja el que hace de mayordomo cada año.”
En la actualidad son 52 personas las que figuran en la relación de cofrades o asociados, incluidos los seis garroteros, que son como el cabildo de la antigua cofradía. Hay un mayordomo, que se encarga de guardar y cuidar los garrotes en su propia casa, así como de limpiarlos y prepararlos para los diversos actos. Además él, con la ayuda del mayordomo entrante y en presencia de los demás garroteros, se encarga de cobrar la cuota de tres euros a todos los asociados, a la salida de la misa del primer día. Y lo hacen por riguroso orden de lista y nombrando en voz alta a cada uno de ellos.
A falta de otro orden en la designación de cargos lo suelen hacer por calles y casas del pueblo. Cuando uno entra de garrotero es otro el que abandona el cabildo. Y no hay problemas, pues los vecinos participan con agrado. Todos se han comprometido en mantener la tradición.
Los garrotes, o varas que llevan, son de madera y en la tabla de la parte superior se representa pintada la imagen de San Blas por un lado, imagen que mostrarán al público en el día del santo en los actos religiosos, procesión y misa; y por el otro lado está la imagen de las ánimas del purgatorio, que mostrarán al día siguiente, al celebrar la misa por los cofrades difuntos.
La fiesta dura dos días y consta de los siguientes actos:
El día 3 de febrero, día de San Blas, hacia las 12’30 horas, las campanas de la iglesia y del campanil, que se conserva en la antigua casa parroquial, comienzan a sonar, convocando a todos los vecinos y forasteros, pero hijos del pueblo, a la celebración. Hacia las 13 horas llega a la iglesia el cabildo con los garrotes y se colocan a ambos lados del presbiterio. No lejos, pero visible para todos, está la imagen del santo, limpia, refulgente y adornada con flores. Se advierte la mano de la sacristana, la señora Aurelia, quien a sus 81 años goza de buena salud y sin males de garganta, que ella atribuye al santo. Dedica parte de su tiempo a preparar y ordenar todo lo de la iglesia.
La misa, es de tres, pues tres son los sacerdotes concelebrantes. Al poco de salir hacia el altar el oficiante, con casulla roja, saluda a los asistentes, y les comunica el comienzo de la procesión con el santo. A la cabeza van la cruz procesional y los estandartes de la Inmaculada y del mismo San Antón, rodeados de hombres. Detrás el santo sobre unas andas con ruedas, que empujan, en la marcha, los garroteros. Siguen los sacerdotes y las mujeres y niños. El recorrido no es mucho, pues se trata de rodear a la iglesia, lugar bien elegido, y suficiente para dar vistosidad al acto y la debida veneración al santo.
A la procesión no falta nadie, ni tampoco a la misa que es cantada y con un sermón especial, dedicado, en parte, a recordar a los fieles la vida y virtudes de San Blas, un profeta de su tiempo, en el que creían y confiaban los fieles cristianos, como sanador de enfermedades y protector de algunas otras necesidades de los humanos...
Todo ello, y mucho más, escuchan, atentos y con respeto, los vecinos de Morales. Casi todos son mayores y con más necesidades en relación con la salud. Por eso, al llegar este día se acuerdan de San Blas, como se acuerdan de otros santos sanadores, y les piden que intercedan, para que no les falten las atenciones humanas sanitarias que necesiten.
El segundo día de la fiesta se celebra la misa por los cofrades difuntos, a la que asisten también todos los vecinos, y los forasteros hijos del pueblo, que tienen su residencia en otras localidades. Los garroteros mostrarán durante el acto la imagen de las ánimas del purgatorio.
Como en todas las fiestas, que son días en que se reunen las familias, hay comida especial y no faltan los dulces típicos de la comarca, algunos ya propios del carnaval que ya esta cerca.
Procesión con el santo alrededor de la iglesia
San Blas (3 de febrero) junto con San Antón (17 de enero) son tal vez dos de los santos más populares y por eso precisamente venerados y queridos en muchos pueblos de los Valles de Benavente. Y es que, mientras a San Antón se le invoca y pide protección, ayuda y bendiciones, para los ganados y animales de compañía, se cree que San Blas atiende más a los humanos, sobre todo en aquellos males y enfermedades relacionadas con la garganta, de ahí el dicho: Si a la ermita de San Blas vas a coger la verbena pedirás que la garganta el santo te ponga buena; o aquel otro que dice: San Blas cura la garganta, al mozo que come y no canta.
Fue obispo de Sebaste, ciudad de Armenia, en el siglo IV, y martirizado en tiempos de Diocleciano. Se le representa con vestimenta episcopal, con el báculo, a veces con velas en las manos, y no falta el niño del milagro a su lado, (un niño al que había curado de una espina clavada en la garganta), ni tampoco animales salvajes, ni fruteros con variadas frutas, etc., todo ello relacionado con diversas anécdotas a lo largo de su vida. Ejerció de médico una parte de ella y esto le permitió conocer las enfermedades y miserias existentes. Aprovechó su profesión para conseguir adeptos al cristianismo.
En su día y en algunos lugares se solían bendecir dos velas en su honor y se colocaban cerca de la garganta de las personas necesitadas de curación, al tiempo que se decía: Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de la garganta. Y cuando los niños enfermaban de la garganta las madres repetían: San Blas bendito, que se me muere el angelito.
En otras partes hasta se coloca en sus imágenes una cuelga con caramelos, manzanas, rosquillas, etc., objetos muy deseados y apetecidos después por los asistentes, para la curación de su garganta, por haber estado en contacto con el santo; o el sacerdote bendice en su día todo tipo de comidas, pensando en que tendrán efectos terapéuticos; o se imponen o entregan gargantillas a todas las personas asistentes a la misa de San Blas, como ocurre en Ciudad Rodrigo (Salamanca).
En Benavente, en la iglesia de Santa María del Azogue, en donde hay dos imágenes, se celebra la misa en su honor, en la que se le recuerda y los fieles pueden venerar durante todo el día una reliquia del santo.
Los de Fuentes de Ropel asocian el día de San Blas con la fiesta de los quintos y, aunque no falta la misa ni la procesión y otras atenciones al santo, son más, sin embargo, los actos lúdicos que se realizan, como suele ocurrir siempre entre la quintada.
Pero donde es fiesta mayor y de importancia es en Morales de Valverde, tal vez uno de los pocos pueblos de Los Valles en los que se mantiene la tradición en torno a este santo. Y es que, allá por el siglo XVIII, se fundo una cofradía que se encargaba de todos los actos. Pero hace casi 30 años estuvo a punto de desaparecer, no se hacían las cosas bien y nadie quería responsabilizarse de ello. Así me cuenta José García Iglesias, vecino del pueblo, que vivió siempre en Morales y ahora, desde que se jubiló, está en Zamora.
“Los vecinos hicimos todo lo posible, dice él, para que esto siguiera adelante, queríamos que todos participasen, aunque prescindiésemos algo de libros y reglamentos. Y así ocurrió. Se apuntó todo el pueblo, según consta en la lista de inscritos y que maneja el que hace de mayordomo cada año.”
En la actualidad son 52 personas las que figuran en la relación de cofrades o asociados, incluidos los seis garroteros, que son como el cabildo de la antigua cofradía. Hay un mayordomo, que se encarga de guardar y cuidar los garrotes en su propia casa, así como de limpiarlos y prepararlos para los diversos actos. Además él, con la ayuda del mayordomo entrante y en presencia de los demás garroteros, se encarga de cobrar la cuota de tres euros a todos los asociados, a la salida de la misa del primer día. Y lo hacen por riguroso orden de lista y nombrando en voz alta a cada uno de ellos.
A falta de otro orden en la designación de cargos lo suelen hacer por calles y casas del pueblo. Cuando uno entra de garrotero es otro el que abandona el cabildo. Y no hay problemas, pues los vecinos participan con agrado. Todos se han comprometido en mantener la tradición.
Los garrotes, o varas que llevan, son de madera y en la tabla de la parte superior se representa pintada la imagen de San Blas por un lado, imagen que mostrarán al público en el día del santo en los actos religiosos, procesión y misa; y por el otro lado está la imagen de las ánimas del purgatorio, que mostrarán al día siguiente, al celebrar la misa por los cofrades difuntos.
La fiesta dura dos días y consta de los siguientes actos:
El día 3 de febrero, día de San Blas, hacia las 12’30 horas, las campanas de la iglesia y del campanil, que se conserva en la antigua casa parroquial, comienzan a sonar, convocando a todos los vecinos y forasteros, pero hijos del pueblo, a la celebración. Hacia las 13 horas llega a la iglesia el cabildo con los garrotes y se colocan a ambos lados del presbiterio. No lejos, pero visible para todos, está la imagen del santo, limpia, refulgente y adornada con flores. Se advierte la mano de la sacristana, la señora Aurelia, quien a sus 81 años goza de buena salud y sin males de garganta, que ella atribuye al santo. Dedica parte de su tiempo a preparar y ordenar todo lo de la iglesia.
La misa, es de tres, pues tres son los sacerdotes concelebrantes. Al poco de salir hacia el altar el oficiante, con casulla roja, saluda a los asistentes, y les comunica el comienzo de la procesión con el santo. A la cabeza van la cruz procesional y los estandartes de la Inmaculada y del mismo San Antón, rodeados de hombres. Detrás el santo sobre unas andas con ruedas, que empujan, en la marcha, los garroteros. Siguen los sacerdotes y las mujeres y niños. El recorrido no es mucho, pues se trata de rodear a la iglesia, lugar bien elegido, y suficiente para dar vistosidad al acto y la debida veneración al santo.
A la procesión no falta nadie, ni tampoco a la misa que es cantada y con un sermón especial, dedicado, en parte, a recordar a los fieles la vida y virtudes de San Blas, un profeta de su tiempo, en el que creían y confiaban los fieles cristianos, como sanador de enfermedades y protector de algunas otras necesidades de los humanos...
Todo ello, y mucho más, escuchan, atentos y con respeto, los vecinos de Morales. Casi todos son mayores y con más necesidades en relación con la salud. Por eso, al llegar este día se acuerdan de San Blas, como se acuerdan de otros santos sanadores, y les piden que intercedan, para que no les falten las atenciones humanas sanitarias que necesiten.
El segundo día de la fiesta se celebra la misa por los cofrades difuntos, a la que asisten también todos los vecinos, y los forasteros hijos del pueblo, que tienen su residencia en otras localidades. Los garroteros mostrarán durante el acto la imagen de las ánimas del purgatorio.
Como en todas las fiestas, que son días en que se reunen las familias, hay comida especial y no faltan los dulces típicos de la comarca, algunos ya propios del carnaval que ya esta cerca.
Reportaje publicado en el libro
PÉREZ MENCÍA, E.: Valles de Benavente. Fiestas y Tradiciones. Benavente, 2007