Benigno, el sacrsitán de Colinas de Transmonte, con el apagavelas
Cepillo de ánimas de la iglesia de Pozuelo de Vidriales
La señora Emérita en su reclinatorio en la iglesia de Villaveza del Agua
Mujeres santiguándose al entrar en la iglesia de Micereces de Tera
1.-En relación con la IGLESIA eran muchas y llamativas las costumbres, si se compara con la época en que vivimos. Casi todos los sacerdotes contaban en su parroquia con un sacristán, oficio este por el que se recibía un pequeño sueldo. La verdad es que ayudaba al cura en las tareas y le sustituía en todas aquellas que podía, según la normativa existente, aunque eran menos que las permitidas después de la celebración del Concilio Vaticano II.
Lo mismo pasaba con los monaguillos, cargo también remunerado y con propinas, por el que pasaban muchos niños del pueblo. Pero tenían que prepararse para ello en la catequesis y en la escuela. Y hasta existían pequeños manuales: “Para ayudar a misa”, “Breve misal del monaguillo”, etc., que les servían para completar o perfeccionar su aprendizaje.
Sacristán y monaguillos tenían que saber hasta latín, pues lo tenían que utilizar para cumplir bien con su función, ayudar en la misa, y en las demás oraciones y cánticos de la iglesia, ya que era su lengua oficial. Pero incluso los demás fieles asistentes a los actos conocían la lengua de tanto oír o escuchar al cura, sacristán y monaguillos. La verdad es que el latín se utilizaba de una forma incorrecta en muchas ocasiones, pronunciándolo mal, de forma ininteligible y sin saber lo que se decía por parte de casi todos.
También el sacristán o alguno de los monaguillos eran los encargados de pasar el cepillo o limosnero a la hora el ofertorio en la misa del domingo o días festivos. Los cepillos eran normalmente pequeñas cajas de madera, con cerradura y con una abertura en la parte de arriba, para introducir las monedas, algunos incluso estaban decorados. Podía haber cepillos fijos, algunos de hierro, delante del altar o de la imagen del santo para el que se pedía el donativo.
En las procesiones sacramentales, o con motivo de cualquier fiesta de alguna virgen o de algún santo o santa, siempre había feligreses dispuestos a llevar el palio, las cruces, estandartes etc., o a cargar sobre sus hombros con las andas. (en la actualidad se da el caso de no poder salir el santo en procesión por no tener quien lo lleve). Y, cosa curiosa, las mujeres solían llevar las andas con las vírgenes y las santas, mientras los hombres se cargaban con los santos y con las imágenes de Cristo Crucificado. Si en algún lugar salía el Niño Jesús o alguna imagen de menor tamaño, eran casi siempre los niños quienes se encargaban de llevarla. Costumbres y tradiciones que aún perduran en algunos lugares.
Al entrar en la iglesia todos tomaban agua bendita y se santiguaban. Y cada uno se colocaba en su lugar, las mujeres y niños adelante y los hombres en la parte de atrás. Los que más cerca del altar solían estar eran los niños. Antiguamente la iglesia estaba llena de reclinatorios que ocupaban las mujeres, algunos de más elegancia y mejor calidad que otros. Muchos tenían inscrito el nombre de su propietaria. Si la iglesia no disponía de algún banco para sentarse, los hombres, en la parte de atrás o en el coro, estaban de pie durante la celebración de los diversos actos religiosos. En aquellos tiempos el sacerdote celebraba la misa de espaldas al pueblo.
Las iglesias se llenaban de fieles, al menos los domingos y días festivos, para asistir a la Santa Misa. Y eran muchos también los que no se perdían el Rosario, que, por cierto, se rezaba todos los días por la tarde. Pero el domingo se hacía de forma más solemne, en algunos pueblos a veces en procesión por la calle y cantando, al menos alguno de los misterios de ese día. Porque los Misterios del Rosario son tres: Gozosos (lunes y jueves), Dolorosos (martes y viernes) y Gloriosos (miércoles, sábados y domingos).
Durante la Cuaresma las prácticas religiosas aumentaban: se cubrían con telas apropiadas las imágenes que había en la iglesia y así estaban hasta que Cristo hubiera resucitado; era una época de más rezos y más penitencia, hasta el punto de que, en algunos lugares, se celebraban misiones y confesiones generales; y también era una época de ayunos y abstinencias, ayunos y abstinencias que se aminoraban en parte si se compraba la Bula, documento pontificio que lo regulaba. Por otra parte, la Semana Santa se vivía aún más intensamente. Transcurría ente calvarios y misereres, tinieblas, procesiones y oficios litúrgicos solemnes durante casi todos los días, hasta llegar la Pascua de Resurrección en que toda cambiará, pues a la misa de gloria y los encuentros seguirán las glorias, aleluyas y felicitaciones que terminarán en fiesta lúdica y por supuesto gastronómica. De todo esto escribiremos en otra ocasión.
2.-Uno de los actos en los que más se advertía la vivencia religiosa era en la utilización y uso de la señal de la CRUZ, que para eso es la señal del cristiano, como muy bien decía el catecismo, fuese el del Padre Astete o cualquier otro de los que se estudiaban en aquellos años. En cualquiera de ellos se leía lo siguiente en la misma introducción:
Todo fiel cristiano
Está muy obligado
A tener devoción
A la Santa Cruz
De Cristo nuestra luz,
Pues en Ella quiso morir
Por nos redimir
De nuestros pecados…
Y más adelante, en el capítulo sobre la señal del cristiano (la Santa Cruz), después de explicar la distinción entre signarse (hacer tres cruces) y santiguarse (hacer una sola cruz) dice que había que santiguarse “siempre que comenzáremos alguna obra buena o nos viéremos en alguna necesidad, tentación o peligro, y principalmente al levantarnos de la cama, al salir de casa, al entrar en la iglesia, al comer y al dormir”. La verdad es que todos sabían lo que había que hacer, pues se les había inculcado desde niños. En general, se cumplía con ello. Eran otros tiempos.
Y la cruz, además de significar y ser símbolo de paciencia, sufrimiento y desgracia, también se la tenía y era consideraba como protección, ayuda y salvación. Por eso se escribía, dibujaba o se hacía su señal en muchos otros momentos, o se la llevaba como adorno o amuleto. He aquí algunos de esos momentos:
-En muchas panaderías, ponían un sello con la cruz sobre cada uno de los panes antes de cocerlos en el horno. Lo mismo hacían sobre la masa, con la que preparaban dulces populares como mariquitas, sequillos, pastas, etc., para que esponjase bien.
-Una vez preparadas las chichas para hacer los chorizos, una mujer hacía con sus dedos el signo de la cruz sobre ellas, para evitar que se estropeasen.
-En algunos lugares solían introducir también una cruz o una medalla de plata en la cazuela donde se cocían setas. Si la cruz o la medalla ennegrecían se pensaba que no eran comestibles.
-Antes de comenzar las clases en las escuelas, institutos y colegios se santiguaban todos y se rezaba una oración.
-Al comienzo de una carta, y encima de la localidad y la fecha, se dibujaba una cruz y el anagrama de Cristo JHS. Era la señal que demostraba que quien la escribía era cristiano.
-También se colocaba una cruz + detrás del nombre de uno que ya hubiese fallecido, cuando se hacía una lista con la relación de socios de alguna cofradía, asociación o cualquier otro grupo.
-A partir del siglo XVII fueron muchas las cofradías existentes, dedicadas a la Cruz, en las que, lógicamente, el símbolo principal era la misma Cruz, con o sin Cristo crucificado: La Vera Cruz, La Santa Cruz, La Cruz, etc. En las varas o garrotes de dichas cofradías figuraba también la cruz, e incluso en algunas todos los cofrades tenían la obligación de llevar el crucifijo colgado sobre su pecho al menos el día de la celebración de la fiesta.
Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 17 de Enero de 2009