domingo, 22 de marzo de 2009

RECUERDOS DEL AYER (4) MISIONES Y CONFESIONES GENERALES

Crux de misiones en Santa Colomba de las Monjas. Años 1915 y 1923

Cruz de misiones de San Miguel del Valle. Año 1967



Confesionario en Brime de Urz



Antiguo confesonario de Grijalba de Vidriales


Durante el tiempo de la Cuaresma solía haber lo que se conocía como ‘las misiones’, y al finalizar éstas se celebraban las ‘confesiones generales’. Todavía se pueden ver en pueblos de esta comarca grandes cruces en las paredes de iglesias o pórticos, indicando días y año de la celebración, así como los padres misioneros que las impartieron. La verdad es que era una época propicia para ello, pues eran días en los que casi todo giraba en torno a la iglesia y era el momento apropiado para que los fieles cumpliesen con la ley eclesiástica obligatoria de “confesar y comulgar una vez al año y, a ser posible por Pascua Florida”.
1.- Había misiones cada tres o cuatro años y duraban varios días. En principio corrían a cargo del clero regular: religiosos franciscanos, dominicos, agustinos u otros. Más adelante los que platicaban y predicaban eran del clero regular: sacerdotes especializados o ya con experiencia en este tipo de actos. Se tratase de unos o de otros, a todos se les llamaba misioneros y misiones lo que ellos realizaban. Solían acudir dos a cada pueblo y entre ellos se repartían las distintas tareas.
Los que más impresionaban a pequeños y mayores eran los frailes ‘de barba’, aplicado y referido este apodo principalmente a los franciscanos. Este era además su principal cometido: hacer o dirigir misiones por los distintos lugares de la geografía española.
A las misiones solía acudir casi todo el pueblo, los mayores y también los niños, que contaban con actos especiales. La iglesia se llenaba de gente que, en silencio y con respeto, escuchaban al misionero las distintas pláticas con las que les instruía sobre la doctrina cristiana y les exhortaba a los actos de virtud. Se hacía un recorrido por la vida y milagros de Cristo, modelo a imitar por y para todos en su propia vida. Además recordaba a sus fieles los deberes u obligaciones del cristiano, así como las prácticas que tenía que realizar para su cumplimiento.
Entre las pláticas o sermones impartidos destacaban los referidos a los Novísimos, no sólo por el tema de que se trata, sino por la forma en que algunos predicadores lo hacían. Su exposición, a veces elevando el tono de voz, originaba muchas veces una auténtica preocupación o, si queremos, remordimiento. Menos mal que pronto habría confesiones generales y se ofrecería a todos la posibilidad de acercarse al confesionario para solicitar clemencia y perdón. El que a este tema se le daba importancia en aquellos tiempos nos lo demuestra la frase conocida y grabada en la memoria de muchos cristianos: “Muerte, juicio, infierno y gloria, ten cristiano en tu memoria”.
Cada día de la misión se celebraba algún acto distinto, para hombres, mujeres o niños, por separado, aunque hubiese actos en común. Además de las pláticas, en las que se recordaban los principios en que se fundamentaba la vida cristiana, revisando los sacramentos, mandamientos, virtudes, etc., se celebraba la misa diaria, y no faltaba el rezo del Rosario, el recorrido del Via Crucis, el Rosario de la Aurora por las calles, catequesis específicas, etc. Eran muy conocidos los cánticos de misiones, en los que todos participaban cuando se celebraban los diversos actos. Algunos decían así: “A misión os llama, / errantes ovejas, / vuestra tierna Madre / la Pastora excelsa”; Venid, fieles cristianos, / a las misiones, / donde Cristo convierte / los corazones”… También se cantaban otros de penitencia como: “Perdón, ¡Oh, Dios mío!...; Perdona a tu pueblo, Señor…; Amante, Jesús mío…; Bendito, bendito…, Véante mis ojos…; Dueño de mi vida…; ¡Oh, buen Jesús!...”etc.
Ya hemos apuntado al principio que, como recuerdo de las misiones, se preparaba en el pueblo una cruz, de madera y casi siempre pintada de negro, en la que figuraba una inscripción, que informaba sobre el pueblo o ciudad, la fecha de la misión, el lugar de la celebración y la congregación o nombres del religioso o religiosos misioneros.
La cruz se colocaba en una de las paredes de la iglesia o en el pórtico de la misma. Todavía se ven cruces de misión, algunas muy antiguas, en muchos pueblos y también en algunas ciudades. Estas cruces son testigos de una época y de una forma de vivir el hecho religioso que, como muchos otros aspectos, pertenece ya al pasado, pero que sirven para recordarlo.
El último día de la misión no faltaba algún acto de convivencia entre todos, que servía para despedir a los misioneros, a los que también se les había recibido de una manera especial, sobre todo en los pueblos.

2.- Al finalizar las misiones, solía celebrarse la Confesión General, seguida de la Comunión. La verdad es que era un momento propicio para ello, pues la información y formación religiosa había sido abundante y los deseos de cumplir con la iglesia se habían acrecentado. Y hasta se deseaba la paz y tranquilidad de espíritu.
Para las confesiones se ponían al servicio de la comunidad de fieles, no sólo el párroco y demás sacerdotes de la localidad, junto con los misioneros, sino que, en caso de necesidad, acudían también sacerdotes de otras parroquias o de pueblos próximos, que ocupaban los confesionarios de la iglesia, e incluso se habilitaban otros más sencillos para ello. Se formaban colas delante de cada uno, de tal modo que el acto se podía demorar mucho tiempo, pues solían acudir todos, aunque siempre había alguna excepción. Y se confesaban como podían y sabían, según lo aprendido en el catecismo (había hasta una fórmula para ello) y lo escuchado durante los días de misiones. El sacerdote ayudaba también haciendo un repaso con el penitente a su vida en relación con mandamientos, sacramentos, etc. Esto hacía que, a pesar de ser varios los confesores, las confesiones se alargasen demasiado, hasta bien entrada la noche, pues comenzaban por la tarde. Los fieles se retiraban a sus casas con gran prudencia, recogimiento y hasta cierto punto temeridad.
Al día siguiente se celebraba la misa con la Comunión General para todos los que se habían confesado y que estuviesen en ayunas desde las doce de la noche anterior, como la iglesia tenía legislado. No se podía ni beber agua, pues se quebrantaba el ayuno y sería necesario confesarse de nuevo. Hasta este punto llegaba la normativa eclesiástica que, lógicamente, no tardaría en desaparecer. Y es que, cono casi todo lo demás en aquellos tiempos, lo de estar en ayunas para ir a comulgar se tomaba muy en serio, lo cual ocasionaba algunos problemas en personas delicadas de salud y que no aguantaban sin comer nada hasta muy avanzada la mañana, si la misa se celebraba tarde. Y menos cuando el calor arreciaba. La Iglesia romana y católica no tardó en aminorar primero y casi suprimir después (hoy solamente se pide una hora) este tipo de ayuno antes de la Comunión.
Hubo un tiempo en el que a todo el que confesaba y comulgaba se le entregaba una cédula o nota escrita en la que constaba que había cumplido con la iglesia en ese año. Otra de las costumbres que no tardó en desaparecer.
3.- También la Cuaresma era tiempo adecuado para los ejercicios espirituales, aunque estos podían realizarse en cualquier otra época del año. Se trataba de pasar unos días de recogimiento asistiendo a charlas y actos religiosos. Se seguían las reglas y orientaciones de San Ignacio de Loyola.
Otra actividad religiosa más propia de seminarios y colegios de religiosos, aunque también se podía organizar e impartir para todos los fieles cristianos era la celebración del retiro mensual. Un día dedicado a la oración y al recogimiento y a pensar en las propuestas y valores religiosos.
Días estos los de la Cuaresma de más rezos, sacrificios, y también de prohibiciones y privaciones, al menos de algunas, sobre todo para los creyentes. Lugares de diversión como bailes, cines, etc. permanecían cerrados durante este período de tiempo. Los jóvenes se dedicaban a pasear o a jugar en la plaza del pueblo hasta el anochecer en que se retiraban a su casa. Y hasta algunos que fumaban dejaban de hacerlo. La verdad es que, si todos esperaban con ganas que llegase la Pascua, mucho más los jóvenes y niños.
Pero los rezos y las vivencias religiosas se acrecentaban todavía más cuando llegaba la Semana Santa, la última semana de la Cuaresma, desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. A ello nos referiremos en otro momento.

Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 7 de Marzo de 2009