Misa en la iglesia de san Juan de Cerecinos de Campos el día de san Antón. Año 2010.
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Imagen de san Antón en la iglesia de san Juan, del barrio de abajo.
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Los quintos y quintas del 2010, entrantes y salientes, sobre burros y caballos, en la plaza de la iglesia de san Juan, antes de comenzar la misa.
Los quintos y quintas del 2010, entrantes y salientes, sobre burros y caballos, en la plaza de la iglesia de san Juan, antes de comenzar la misa.
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El día 16 de enero, del pasado año 2010, víspera de san Antón, me acerqué a Cerecinos, un pueblo que pertenece a la demarcación judicial de Villalpando, aunque está tan sólo a 18 kilómetros de Benavente, ciudad a la que acuden muchos vecinos con frecuencia y en la que algunos viven o trabajan. Cerecinos, no es ni tiene el topónimo del Tera, ni de Vidriales, ni de Valverde etc., sino el de Campos, pues está ya al sur de los ríos Esla y Cea que son la línea divisoria.
Además parece ser que este topónimo le llegó ya casi entrado el siglo XX, pues antiguamente, en el siglo XVII, se denominaba Cerecinos de los Barrios (tiene dos, el de arriba y el de abajo) y poco después Cerecinos de la Orden, tal vez por pertenecer una de sus dos iglesias, concretamente la de abajo, a la Orden de San Juan de Jerusalén.
Pero no es este el momento ni el espacio para hablar de su historia, que es mucha, ni de sus dos iglesias, con bellas imágenes, antiguas cofradías e importantes fiestas, sino de ver cómo se celebraba, en la actualidad, la fiesta de san Antón y concretamente cómo se conserva la tradición del cántico de los refranes a cargo los quintos y quintas.
A las trece horas se celebró la misa en honor del santo, fue el sábado, día 16, y no el domingo 17, que es su día, para facilitar la asistencia a los que viven fuera. Este cambio suele hacerse en casi todos los pueblos. Tuvo lugar en la iglesia de san Juan, del barrio de abajo. El celebrante estaba acompañado de otro sacerdote. Sobre una mesa, y muy cerca del presbiterio, se encontraba la imagen de San Antón con su cerdito a los pies.
En la homilía se habló de este santo nacido en Egipto, allá por el siglo III, que pasó gran parte de su vida como anacoreta y al servicio de los demás, sobre todo de los enfermos y de los pobres y necesitados. Sus discípulos y seguidores, los Antonianos u Hospitalarios, ya en Europa, a donde trasladaron su cuerpo una vez fallecido, hicieron lo mismo, pero ahora a través de congregaciones, asociaciones, cofradías y la creación de hospitales. Muchas personas colaboraban alimentando cerdos, a los que, como distintivo, colocaban una campanilla en el cuello. De la carne de este animal se servían para dar de comer a pobres y necesitados.
A san Antón se le representa siempre con hábito talar, báculo de Abad en su mano y el cerdo a sus pies. Pero también aparece a veces rodeado de otros muchos animales. Se le considera su patrón y protector. Pero también es el sanador de las enfermedades y llagas de las personas. Eran muchas las que acudían a los hospitales, que se abrieron bajo su advocación, para buscar curación. Y son muchos los que siguen acudiendo también a sus ermitas e iglesias a venerar su imagen y ofrecerle dones en la creencia de que sus peticiones se hagan realidad.
El sacerdote recuerda y pide a san Antón por los jóvenes, en especial por los quintos y quintas de este año, que están en este momento de su vida. Antiguamente era la mayoría de edad y suponía el separarse de su familia, para hacer el servicio militar o comenzar a trabajar en otro lugar de residencia. Y tampoco se olvida de los animales, que hoy van a recibir la bendición del santo, sobre todo los ganados, que tanto servicio han prestado en los trabajos agrícolas, y también domésticos, aunque ahora sean o sirvan más de acompañamiento u otras tareas.
Al hacer las peticiones no se olvidan tampoco de ellos y de sus refranes, de los animales que les acompañan, de los vecinos y forasteros presentes, y también de aquellos que por algún motivo no han podido acudir a la fiesta.
Una vez terminada la misa y en la plaza de la iglesia, el sacerdote, revestido con capa blanca de fiesta, hisopo en mano, y con toda solemnidad, tras rezar unas oraciones, bendice a los burros y caballos allí presentes, sobre cuyos lomos se encuentran los quintos y las quintas, dispuestos a recitar en este caso los refranes que han preparado y que hacen referencia a hechos, acontecimientos o sucesos o más o menos jocosos ocurridos en el pueblo, o a algunos de ellos, durante el año.
Primero lo hacen los nuevos o entrantes, nada menos que siete, sobre burros, y a continuación lo hacen los veteranos o salientes, sobre los caballos. Parece ser que desde hace muchos años la tradición es así. No faltan frases, o dichos y expresiones, que causan admiración y producen risa a los asistentes al acto.
Los refranes de san Antón son esperados cada año con agrado. Y es que hasta algunos de los presentes en el acto pueden ser protagonistas. Pero a nadie le parece mal. Además ellos lo advierten al comienzo y lo repiten al final
Los entrantes colocados ya a la puerta de la iglesia de san Juan, y rodeados de numeroso público, comienzan así:
“¡Oh, glorioso san Antón, aquí estamos los entrantes, para poderte contar lo que en la bodega llegamos a preparar….Y antes de nada nos queremos disculpar, si a alguien llegamos a molestar”.
En sus refranes recogen los hechos o sucesos que ellos han vivido durante este año de quintos entrantes y que tienen que ver con los siguientes asuntos:
“Raul contra el coche de Mas; Quema del puente; Quema del pie de Diego; Esther con la minimoto y Quintos”...
Concluyen cada relato con una moraleja, una conclusión, en positivo, que es como la enseñanza que se ha sacar del hecho acontecido. Por ejemplo una dice: “Si de fiesta quieres salir, Raúl no ha de conducir”, o esta otra “Si de Cerecinos quieres huir, puente y niños no has de unir”…
Intervienen todos con el debido orden, y la mayoría de los versos que recitan están en escritos como pareados, y de rima fácil.
Al finalizar la actuación dicen: “Este año esperamos les haya agradado, ya que con mucha ilusión los hemos preparado, y esperamos también no haberles faltado. Nos despedimos de Ustedes con estos burros to’ elegantes, hasta el año que viene, con los caballos despotricantes. Vivan los entrantes y Viva san Antón”.
A continuación los salientes, sobre sus caballos, hacen lo mismo, y aunque su saludo inicial sea parecido no lo son los refranes, pues se fijan en otros asuntos o acontecimientos ocurridos también en el pueblo, a ellos o a alguno de los vecinos: como “el del ciclista Vivillo y sus andanzas”, que nos imaginamos como serían con tan sólo leer la moraleja: Si un gran ciclista quieres ser, menos cervezas has de beber; otro refrán es el que titulan “Accidentes”, recordando tres de los ocurridos en el año pasado, el de Tinico, el del alcalde con Clemente el de la grúa, y el de Saturnino. Ninguno de ellos tiene desperdicio y menos todavía la moraleja: Si el coche no quieres estropear, alcohol, comida y caza no debes juntar; Recitan algunos más como: “Operarios del Ayuntamiento, Pajarolas”, etc. Y terminan con uno, muy de san Antón como todo lo que suena al cerdo, animal con el que siempre se le representa al santo. Lo titulan “Medardo”, y en él cuentan lo que le ocurrió a este vecino por san Martín, cuando estaba matando el cerdo. Por utilizar una mala soga y no bien colocada ocurrió que: El marrano por el corral empezó a galopar, y en el huerto se puso a revolcar…Concluyen el refrán con la siguiente moraleja: Si encierro con el marrano, no quieres presenciar, una buena soga debes utilizar.
Después, todos juntos, sobre los animales, se dirigen por las calles del pueblo hacia la iglesia de santa Marta, en el barrio de arriba, y a su puerta vuelven a recitar los refranes. Es costumbre que se haga así, pues no se olvidan de que en Cerecinos hay dos iglesias y dos barrios. Y lo que se hace en el pueblo debe ser conocido y vivido por todos sus vecinos, los de arriba y los de abajo.
En el pueblo la devoción al santo y la tradición en torno a ella está asegurada. Es una fiesta a la que suelen acudir casi todos los vecinos que residen fuera por motivos de trabajo u otras razones. Acuden con sus hijos, y mucho más si alguno de ellos es quinto y tiene que participar en los diversos actos. Así está establecido. Es el mejor lugar y momento para recordar y celebrar la mayoría de edad.
Por la tarde de este mismo día corren las cintas sobre los mismos burros y caballos. Es otro momento más de las fiestas de quintos en el día de san Antón.
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Publiqué este reportaje en La Voz de Benavente y Comarca el día 7 de febrero de 2010.
La fiesta, con los refranes a san Antón, sigue celebrándose en Cerecinos, un pueblo al noroeste de la provincia de Zamora, en la comarca de Villalpando y no lejos de Benavente.
El día 16 de enero, del pasado año 2010, víspera de san Antón, me acerqué a Cerecinos, un pueblo que pertenece a la demarcación judicial de Villalpando, aunque está tan sólo a 18 kilómetros de Benavente, ciudad a la que acuden muchos vecinos con frecuencia y en la que algunos viven o trabajan. Cerecinos, no es ni tiene el topónimo del Tera, ni de Vidriales, ni de Valverde etc., sino el de Campos, pues está ya al sur de los ríos Esla y Cea que son la línea divisoria.
Además parece ser que este topónimo le llegó ya casi entrado el siglo XX, pues antiguamente, en el siglo XVII, se denominaba Cerecinos de los Barrios (tiene dos, el de arriba y el de abajo) y poco después Cerecinos de la Orden, tal vez por pertenecer una de sus dos iglesias, concretamente la de abajo, a la Orden de San Juan de Jerusalén.
Pero no es este el momento ni el espacio para hablar de su historia, que es mucha, ni de sus dos iglesias, con bellas imágenes, antiguas cofradías e importantes fiestas, sino de ver cómo se celebraba, en la actualidad, la fiesta de san Antón y concretamente cómo se conserva la tradición del cántico de los refranes a cargo los quintos y quintas.
A las trece horas se celebró la misa en honor del santo, fue el sábado, día 16, y no el domingo 17, que es su día, para facilitar la asistencia a los que viven fuera. Este cambio suele hacerse en casi todos los pueblos. Tuvo lugar en la iglesia de san Juan, del barrio de abajo. El celebrante estaba acompañado de otro sacerdote. Sobre una mesa, y muy cerca del presbiterio, se encontraba la imagen de San Antón con su cerdito a los pies.
En la homilía se habló de este santo nacido en Egipto, allá por el siglo III, que pasó gran parte de su vida como anacoreta y al servicio de los demás, sobre todo de los enfermos y de los pobres y necesitados. Sus discípulos y seguidores, los Antonianos u Hospitalarios, ya en Europa, a donde trasladaron su cuerpo una vez fallecido, hicieron lo mismo, pero ahora a través de congregaciones, asociaciones, cofradías y la creación de hospitales. Muchas personas colaboraban alimentando cerdos, a los que, como distintivo, colocaban una campanilla en el cuello. De la carne de este animal se servían para dar de comer a pobres y necesitados.
A san Antón se le representa siempre con hábito talar, báculo de Abad en su mano y el cerdo a sus pies. Pero también aparece a veces rodeado de otros muchos animales. Se le considera su patrón y protector. Pero también es el sanador de las enfermedades y llagas de las personas. Eran muchas las que acudían a los hospitales, que se abrieron bajo su advocación, para buscar curación. Y son muchos los que siguen acudiendo también a sus ermitas e iglesias a venerar su imagen y ofrecerle dones en la creencia de que sus peticiones se hagan realidad.
El sacerdote recuerda y pide a san Antón por los jóvenes, en especial por los quintos y quintas de este año, que están en este momento de su vida. Antiguamente era la mayoría de edad y suponía el separarse de su familia, para hacer el servicio militar o comenzar a trabajar en otro lugar de residencia. Y tampoco se olvida de los animales, que hoy van a recibir la bendición del santo, sobre todo los ganados, que tanto servicio han prestado en los trabajos agrícolas, y también domésticos, aunque ahora sean o sirvan más de acompañamiento u otras tareas.
Al hacer las peticiones no se olvidan tampoco de ellos y de sus refranes, de los animales que les acompañan, de los vecinos y forasteros presentes, y también de aquellos que por algún motivo no han podido acudir a la fiesta.
Una vez terminada la misa y en la plaza de la iglesia, el sacerdote, revestido con capa blanca de fiesta, hisopo en mano, y con toda solemnidad, tras rezar unas oraciones, bendice a los burros y caballos allí presentes, sobre cuyos lomos se encuentran los quintos y las quintas, dispuestos a recitar en este caso los refranes que han preparado y que hacen referencia a hechos, acontecimientos o sucesos o más o menos jocosos ocurridos en el pueblo, o a algunos de ellos, durante el año.
Primero lo hacen los nuevos o entrantes, nada menos que siete, sobre burros, y a continuación lo hacen los veteranos o salientes, sobre los caballos. Parece ser que desde hace muchos años la tradición es así. No faltan frases, o dichos y expresiones, que causan admiración y producen risa a los asistentes al acto.
Los refranes de san Antón son esperados cada año con agrado. Y es que hasta algunos de los presentes en el acto pueden ser protagonistas. Pero a nadie le parece mal. Además ellos lo advierten al comienzo y lo repiten al final
Los entrantes colocados ya a la puerta de la iglesia de san Juan, y rodeados de numeroso público, comienzan así:
“¡Oh, glorioso san Antón, aquí estamos los entrantes, para poderte contar lo que en la bodega llegamos a preparar….Y antes de nada nos queremos disculpar, si a alguien llegamos a molestar”.
En sus refranes recogen los hechos o sucesos que ellos han vivido durante este año de quintos entrantes y que tienen que ver con los siguientes asuntos:
“Raul contra el coche de Mas; Quema del puente; Quema del pie de Diego; Esther con la minimoto y Quintos”...
Concluyen cada relato con una moraleja, una conclusión, en positivo, que es como la enseñanza que se ha sacar del hecho acontecido. Por ejemplo una dice: “Si de fiesta quieres salir, Raúl no ha de conducir”, o esta otra “Si de Cerecinos quieres huir, puente y niños no has de unir”…
Intervienen todos con el debido orden, y la mayoría de los versos que recitan están en escritos como pareados, y de rima fácil.
Al finalizar la actuación dicen: “Este año esperamos les haya agradado, ya que con mucha ilusión los hemos preparado, y esperamos también no haberles faltado. Nos despedimos de Ustedes con estos burros to’ elegantes, hasta el año que viene, con los caballos despotricantes. Vivan los entrantes y Viva san Antón”.
A continuación los salientes, sobre sus caballos, hacen lo mismo, y aunque su saludo inicial sea parecido no lo son los refranes, pues se fijan en otros asuntos o acontecimientos ocurridos también en el pueblo, a ellos o a alguno de los vecinos: como “el del ciclista Vivillo y sus andanzas”, que nos imaginamos como serían con tan sólo leer la moraleja: Si un gran ciclista quieres ser, menos cervezas has de beber; otro refrán es el que titulan “Accidentes”, recordando tres de los ocurridos en el año pasado, el de Tinico, el del alcalde con Clemente el de la grúa, y el de Saturnino. Ninguno de ellos tiene desperdicio y menos todavía la moraleja: Si el coche no quieres estropear, alcohol, comida y caza no debes juntar; Recitan algunos más como: “Operarios del Ayuntamiento, Pajarolas”, etc. Y terminan con uno, muy de san Antón como todo lo que suena al cerdo, animal con el que siempre se le representa al santo. Lo titulan “Medardo”, y en él cuentan lo que le ocurrió a este vecino por san Martín, cuando estaba matando el cerdo. Por utilizar una mala soga y no bien colocada ocurrió que: El marrano por el corral empezó a galopar, y en el huerto se puso a revolcar…Concluyen el refrán con la siguiente moraleja: Si encierro con el marrano, no quieres presenciar, una buena soga debes utilizar.
Después, todos juntos, sobre los animales, se dirigen por las calles del pueblo hacia la iglesia de santa Marta, en el barrio de arriba, y a su puerta vuelven a recitar los refranes. Es costumbre que se haga así, pues no se olvidan de que en Cerecinos hay dos iglesias y dos barrios. Y lo que se hace en el pueblo debe ser conocido y vivido por todos sus vecinos, los de arriba y los de abajo.
En el pueblo la devoción al santo y la tradición en torno a ella está asegurada. Es una fiesta a la que suelen acudir casi todos los vecinos que residen fuera por motivos de trabajo u otras razones. Acuden con sus hijos, y mucho más si alguno de ellos es quinto y tiene que participar en los diversos actos. Así está establecido. Es el mejor lugar y momento para recordar y celebrar la mayoría de edad.
Por la tarde de este mismo día corren las cintas sobre los mismos burros y caballos. Es otro momento más de las fiestas de quintos en el día de san Antón.
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Publiqué este reportaje en La Voz de Benavente y Comarca el día 7 de febrero de 2010.
La fiesta, con los refranes a san Antón, sigue celebrándose en Cerecinos, un pueblo al noroeste de la provincia de Zamora, en la comarca de Villalpando y no lejos de Benavente.