Gloria Sandín tocando la campana de la ermita al llegar el mediodía
Imagen de la Virgen de las Encinas en el retablo central de la ermita
Lugar destinado, antiguamente, para vivienda de la ermitaña
Lugar destinado, antiguamente, para vivienda de la ermitaña
Pozo utilizado, antiguamente, para servicio de la ermita y de la ermitaña
El pasado día 10 de Noviembre pudimos comprobar que la pequeña campana de la ermita de la Virgen las Encinas en Abraveses de Tera sigue sonando, al mediodía, como desde hace más de 100 años. En esta ocasión quien la tocaba era Gloria Sandín, la vecina del pueblo a quien correspondía hacerlo, según el acuerdo tomado y el orden establecido desde hace mucho tiempo. Lo hacen por calles y casas habitadas, para que todos los vecinos participen.
Gloria, al llegar la hora, abre la puerta de la ermita y comienza a tirar de la cuerda con la que consigue voltear la campana para que suene durante unos minutos. Después nos cuenta lo siguiente:
“Aquí, hasta principios del siglo XX, siempre hubo ermitaña, que vivía en una pequeña casa adosada a la parte posterior de la ermita. Ella se encargaba de cuidar y atender al edificio y su entorno, y también de tocar la campana al mediodía. Desde que ya no hay ermitaña somos los vecinos del pueblo quienes lo hacemos”.
Ocurre que en Abraveses tienen gran amor y veneración por su Virgen de las Encinas, a la que dedican algunas fiestas durante el año. También cuidan mucho su ermita, procurando que el edificio esté bien, tanto en el exterior como en su interior. Y conservan algunas tradiciones muy antiguas como ésta de tocar la campana todos los días del año al mediodía. Con ello pretenden y consiguen:
Que los vecinos del pueblo y todos los que la oyen, estén en casa o en el campo, se acuerden de la Virgen de las Encinas. Y hasta puede ser que algunos le recen unas oraciones desde el lugar en el que se encuentren
Otros aprovecharán el momento para el rezo del Angelus, devoción o práctica religiosa muy arraigada antiguamente (se originó en el siglo XVIII), pero hoy casi desaparecida. Se trata de una oración en honor del misterio de la Encarnación que se compone de tres versículos seguidos cada uno de un Ave Maria. Se rezaba tres veces al día cuando las campanas de alguna iglesia o ermita lo anunciaban tocando por la mañana, al mediodía o al atardecer.
A otros, no tan preocupados por el hecho religioso, el toque diario les ayuda a recordar la hora del día y así, a falta de reloj, calculan mejor el tiempo que les queda para regresar a su casa, después de su trabajo mañanero.
A los vendedores ambulantes y demás servicios que llegan diariamente al pueblo no les extraña ya oír la campana. Saben de lo que se trata, conocen la costumbre y tradición, pues se lo han contado. Pero sí extraña a los forasteros o a quienes visitan por primera vez el lugar. Algunos de estos incluso aprovechan el momento para acercarse hasta la ermita y ver exteriormente el edificio con la espadaña y la campana; lo que fue la antigua casa de la ermitaña; el pozo de la ermita; y todo el entorno. Y también aprovechan para ver y conocer su interior: los retablos, el pulpito, el coro, las imágenes, entre ellas la de la Virgen y la de Santiago, y sobre todo el túmulo funerario muy antiguo y de gran importancia, no solo por su forma, sino principalmente por su decoración con pinturas y relieves relacionados con la muerte y demás novísimos.
Y hasta es posible que quien toque la campana ese día les cuente cosas sobre la historia, no exenta de leyendas, de la ermita y de la Virgen de las Encinas. Lo mismo que hoy ha hecho y suele hacer siempre Gloria Sandín, con todos los que se acercan hasta allí.
“Venimos todos los días, sea invierno o verano, haga frío o calor, llueva o nieve. Y cuando hay señales de tormenta, con la posibilidad de que caigan rayos o granizo que puedan destruir las cosechas, también vamos a tocar la campana, en este caso a cualquier hora del día o de la noche, en la creencia de que su sonido o sus vibraciones harán desaparecer dicha tormenta”.
Y si algún vecino no puede hacerlo por motivos personales: enfermedad, incapacidad física u otras razones, lo hace alguno de su familia, u otro vecino o amigo. Lo importante es cumplir con lo establecido, en este caso por la costumbre o la tradición: que no deje de sonar la campana de la ermita al llegar mediodía de todos los días.
Y, cuando el tiempo es bueno, como ocurre en primavera o verano, hasta les resulta agradable dar un paseo hasta la ermita, ubicada en un altozano, no lejos del monte de encinas, desde donde se divisa, no sólo Abraveses, sino también algunos otros pueblos de la ribera del Tera. Y allí además de tocar la campana, pueden ver a su Virgen y rezarle una oración, al tiempo que le piden por los suyos y también por los demás vecinos del pueblo, para que sigan cumpliendo con esta tradición heredada de los antepasados.
Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el 22 de Noviembre de 2009
El pasado día 10 de Noviembre pudimos comprobar que la pequeña campana de la ermita de la Virgen las Encinas en Abraveses de Tera sigue sonando, al mediodía, como desde hace más de 100 años. En esta ocasión quien la tocaba era Gloria Sandín, la vecina del pueblo a quien correspondía hacerlo, según el acuerdo tomado y el orden establecido desde hace mucho tiempo. Lo hacen por calles y casas habitadas, para que todos los vecinos participen.
Gloria, al llegar la hora, abre la puerta de la ermita y comienza a tirar de la cuerda con la que consigue voltear la campana para que suene durante unos minutos. Después nos cuenta lo siguiente:
“Aquí, hasta principios del siglo XX, siempre hubo ermitaña, que vivía en una pequeña casa adosada a la parte posterior de la ermita. Ella se encargaba de cuidar y atender al edificio y su entorno, y también de tocar la campana al mediodía. Desde que ya no hay ermitaña somos los vecinos del pueblo quienes lo hacemos”.
Ocurre que en Abraveses tienen gran amor y veneración por su Virgen de las Encinas, a la que dedican algunas fiestas durante el año. También cuidan mucho su ermita, procurando que el edificio esté bien, tanto en el exterior como en su interior. Y conservan algunas tradiciones muy antiguas como ésta de tocar la campana todos los días del año al mediodía. Con ello pretenden y consiguen:
Que los vecinos del pueblo y todos los que la oyen, estén en casa o en el campo, se acuerden de la Virgen de las Encinas. Y hasta puede ser que algunos le recen unas oraciones desde el lugar en el que se encuentren
Otros aprovecharán el momento para el rezo del Angelus, devoción o práctica religiosa muy arraigada antiguamente (se originó en el siglo XVIII), pero hoy casi desaparecida. Se trata de una oración en honor del misterio de la Encarnación que se compone de tres versículos seguidos cada uno de un Ave Maria. Se rezaba tres veces al día cuando las campanas de alguna iglesia o ermita lo anunciaban tocando por la mañana, al mediodía o al atardecer.
A otros, no tan preocupados por el hecho religioso, el toque diario les ayuda a recordar la hora del día y así, a falta de reloj, calculan mejor el tiempo que les queda para regresar a su casa, después de su trabajo mañanero.
A los vendedores ambulantes y demás servicios que llegan diariamente al pueblo no les extraña ya oír la campana. Saben de lo que se trata, conocen la costumbre y tradición, pues se lo han contado. Pero sí extraña a los forasteros o a quienes visitan por primera vez el lugar. Algunos de estos incluso aprovechan el momento para acercarse hasta la ermita y ver exteriormente el edificio con la espadaña y la campana; lo que fue la antigua casa de la ermitaña; el pozo de la ermita; y todo el entorno. Y también aprovechan para ver y conocer su interior: los retablos, el pulpito, el coro, las imágenes, entre ellas la de la Virgen y la de Santiago, y sobre todo el túmulo funerario muy antiguo y de gran importancia, no solo por su forma, sino principalmente por su decoración con pinturas y relieves relacionados con la muerte y demás novísimos.
Y hasta es posible que quien toque la campana ese día les cuente cosas sobre la historia, no exenta de leyendas, de la ermita y de la Virgen de las Encinas. Lo mismo que hoy ha hecho y suele hacer siempre Gloria Sandín, con todos los que se acercan hasta allí.
“Venimos todos los días, sea invierno o verano, haga frío o calor, llueva o nieve. Y cuando hay señales de tormenta, con la posibilidad de que caigan rayos o granizo que puedan destruir las cosechas, también vamos a tocar la campana, en este caso a cualquier hora del día o de la noche, en la creencia de que su sonido o sus vibraciones harán desaparecer dicha tormenta”.
Y si algún vecino no puede hacerlo por motivos personales: enfermedad, incapacidad física u otras razones, lo hace alguno de su familia, u otro vecino o amigo. Lo importante es cumplir con lo establecido, en este caso por la costumbre o la tradición: que no deje de sonar la campana de la ermita al llegar mediodía de todos los días.
Y, cuando el tiempo es bueno, como ocurre en primavera o verano, hasta les resulta agradable dar un paseo hasta la ermita, ubicada en un altozano, no lejos del monte de encinas, desde donde se divisa, no sólo Abraveses, sino también algunos otros pueblos de la ribera del Tera. Y allí además de tocar la campana, pueden ver a su Virgen y rezarle una oración, al tiempo que le piden por los suyos y también por los demás vecinos del pueblo, para que sigan cumpliendo con esta tradición heredada de los antepasados.
Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el 22 de Noviembre de 2009