Moratones de Vidriales
Brime de Urz
Morales del Rey
Brime de Urz
Morales del Rey
Manganeses de la Polvorosa
Maire de Castroponce
Mayo es el mes más importante de la primavera, que se encuentra ya en pleno vigor. Con razón se le llama el mes de las flores. Pero también es el mes en el que comienzan, por todas las partes, las fiestas, romerías y tradiciones populares. Una de estas es la conocida y denominada el mayo o los mayos, con raíces muy antiguas y que se celebra o, mejor dicho, se celebraba, en casi todos lo pueblos de Castilla y León. También en los Valles de Benavente, como luego veremos.
En torno a ella son varias las manifestaciones. La más antigua consiste en disfrazarse personas, cubriendo su cuerpo con ramajes y flores, y así van por las calles del pueblo y llaman en las casas, pidiendo algún donativo, que luego emplearán en una comida o merienda. En otros pueblos, como vimos hace días en Jiménez, Santa Elena y Villanueva del Jamuz, los mayos son muñecos, que representan personajes o escenas de la vida cotidiana, oficios, costumbres, etc., y que se colocan sobre plataformas de madera, a modo de escenarios, por las calles y plazas de los pueblos.
Pero la forma más general y arraigada en la mayor parte de las localidades era y sigue siendo colocar el mayo, o como se dice popularmente, plantar el mayo, en alguna calle, plaza o plazuela, o junto a una ermita o iglesia. Se trata de un árbol, generalmente chopo, negrillo o de otra especie, que sea abundante en la zona, y que suele colocarse, en el lugar, previamente fijado, la noche del día 30 de Abril, antes de dar comienzo el uno de Mayo. Este árbol es elegido, cortado, transportado y colocado por los mozos del pueblo, casi siempre los quintos del año, y suele ser donado por el Ayuntamiento. Al terminar el mes lo subastan y con lo que sacan celebran una merienda.
En su copa, o bien dejan unas ramas, muestra evidente de la vida vegetativa del mismo, o bien colocan algún muñeco u otros objetos más o menos atractivos, o de contenido simbólico. En sana competición, antiguamente, se subía o escalaba por el mayo y quien más arriba lo hiciese ganaba un premio o lo que en el árbol se ofreciese. En esto había cierta rivalidad entre los pueblos, queriendo demostrar qué mayo era el más alto o el más grande, y también rivalidad entre los mozos, fuesen quintos o no los participantes, intentando demostrar quién era el que ascendía más metros por él. En algunos lugares incluso quitaban la corteza del árbol y untaban el tronco con cera o con manteca, lo cual suponía un mayor esfuerzo, habilidad o astucia, para los escaladores, y una mayor dificultad para poder conseguir los premios. Todo esto nos hace pensar en que el mayo-árbol era y es también símbolo de la vitalidad, el vigor y la fuerza de los mozos o jóvenes del pueblo. Cuanto más alto, grande y pesado fuera, más fuerza, vigor y juventud se atribuían. Pero también servía para su distracción y entretenimiento.
Si cortar el árbol y trasladarlo al lugar de la instalación era ya una aventura, pues antiguamente lo hacían a brazo o, a lo sumo, sirviéndose de carros, mucho más lo era el levantarlo y elevarlo, hasta conseguir introducirlo en el hoyo previamente preparado. Lo que hoy hacen con ayuda de tractores con palas, grúas y otras maquinas, antes lo hacían con maromas, escaleras y a brazo partido. A veces utilizaban también los carros para introducirlo en el hoyo. Esta operación tradicional de plantar el mayo, con maromas, escaleras y brazos, contaba con una especie de capataz o jefe, que con su voz y la palabra ...Arriba¡, repetida cada cierto tiempo, conseguía la unión de las fuerzas de todos, para que el impulso elevador fuese mayor.
El mayo-árbol quedaba allí todo el mes y servía para recordar la primavera fecunda, la naturaleza y la vegetación, la fuerza y el vigor de la juventud. Aunque se trate de un árbol sin ramas, su tronco tiene vida, la que le proporciona la savia y las gentes que pasan junto a él o viven cerca de él.
En algunos pueblos era y es el centro de atención más importante durante el mes, pues a su alrededor se celebraban diversos actos lúdicos y festivos, como cánticos, danzas, bailes, meriendas, etc. Cada localidad tenía y tiene unas costumbres distintas.
Al hacer un recorrido por esta comarca de Los Valles, hemos advertido: -Que, antiguamente, en casi todos los pueblos se colocaba el árbol-mayo; -Que hasta hace pocos años lo hacían en más de treinta localidades; -Que todavía lo plantan o colocan en algunos, aunque si no el árbol-mayo, sí algo parecido, al menos en lo que a los muñecos u otros objetos representativos se refiere.
Santa Cristina de la Polvorosa tal vez sea el pueblo que más actos celebra en torno al mayo. Su colocación, la tarde del 30 de Abril, corre a cargo de los quintos, aunque se sirven de tractores con pala y grúas para hacerlo. El Ayuntamiento les dona el chopo, que ellos subastarán al final del mes y con el dinero celebran una merienda. En la copa ponen uno o dos muñecos, mayo y maya. Antiguamente el lugar elegido era detrás de la iglesia, hoy lo hacen junto al río, cerca del campo de fútbol. El día de la colocación reparten escabeche de tino y vino entre todos los asistentes.
Mayo-chopo se pueden ver también en Maire de Castroponce. Por cierto, tal vez el más elevado de todos, y en su copa hay ramas y un curioso muñeco con símbolo fálico. El lugar elegido es la antigua cañada de La Vizana, hoy una amplia y ajardinada calle del pueblo, por la que pasa también la carretera.
El chopo elegido en Navianos de Valverde, también es alto y delgado, hasta el punto de que los muñecos de su copa está colocados casi a la misma altura que su famosa ermita de El Carmen. Pero éste es superado en altura por el de Arcos de la Polvorosa, a la entrada del pueblo y cerca de la carretera, como puesto allí, para que todos lo vean y comparen. El de Arcos es un árbol de poco grosor, aunque muy alto, que los mozos del pueblo pusieron el día uno de Mayo, con gran esfuerzo. Se pueden ver las cuerdas con las que lo elevaron, atadas a postes y árboles cercanos, que ayudan a sujetarlo y mantenerlo en pié durante todo el mes. Así lo quieren y esperan ellos, pues con el dinero de su venta celebrarán una suculenta merienda y así también lo ha querido su alcalde.
Los de Manganeses, amantes de las tradiciones, no podían ser menos, y han colocado dos chopos en cuya copa están los muñecos, el mayo y la maya, mostrando una forma divertida de ver la vida. Los chopos, de pequeño tamaño, y ante la dificultad de cavar un hoyo, están atados a las barandillas de un puente, próximo a la iglesia. También de pequeño tamaño, en altura y grosor, es el mayo que este año han plantado en Pueblica de Valverde.
En otros pueblos no han plantado el mayo, sino que han aprovechado un árbol natural del lugar, para colocar los muñecos, como ocurre en Brime de Urz, y que pueden ver, al pasar por la carretera. En Fuente Encalada se han servido de un palo seco y lo han instalado en un pequeño solar que hay frente al Ayuntamiento. Y en lo alto del mismo el muñeco. Aquí los chopos son escasos y también los jóvenes, pero hay dos o tres en el pueblo que se preocupan y se encargan de ello.
En Morales del Rey han colocado junto al Hogar del Jubilado, no el mayo-árbol, sino los muñecos, mayo y maya, ésta con un niño en brazos, en un poste de hormigón del tendido eléctrico. Pero les ha quedado muy bien. La idea partió de la encargada del Hogar, que contó con la ayuda de algunos socios. Por lo que pudimos comprobar estaban encantados de hacerlo, pues les ha servido para recordar la tradición. Además en Morales se ponía siempre junto a la ermita del Cristo de la Vera Cruz, al pie de la carretera, y todos los que pasaban por allí lo veían y no podían menos de compararlo con otros mayos de otros pueblos del valle. Ojalá que, en años sucesivos, el Ayuntamiento o algún ciudadano les ofrezca un chopo de los muchos que hay en la vega, sobre el que coloquen los muñecos, y que simbolicen mejor la vegetación y la vida.
Para algunos la desaparición de esta tradición en los pueblos es debida a la despoblación y concretamente a la falta de jóvenes o quintos. Pero no creemos que sea así, pues también los mayores saben y quieren hacerlo, como se puede ver, por lo dicho. Hemos comprobado también que si el Ayuntamiento se preocupa de mantener y promover algunas tradiciones, el pueblo responde y colabora en ello. El ejemplo más claro lo tenemos en los pueblos del Jamuz, Jimenez, Santa Elena y Villanueva, que, hasta con un bando, el alcalde anima e invita a todos a colocar los mayos. Y se premia a los mejores, aunque todos los participantes reciban algún obsequio.
Que se animen los alcaldes de esta comarca y organicen cosas de este tipo, que contribuyen a dar vida a los pueblos y a sus habitantes. Además, en este caso, es posible una sana rivalidad y competición entre ellos, pues se les puede premiar por el mayo más alto, más grande y pesado, mejor adornado y presentado, y también por los símbolos que ofrezca. Todo ello contribuiría a una mayor y mejor relación entre los pueblos, pues con este motivo se visitan, se divierten y entretienen juntos. En definitiva, viven que es, en el fondo, el simbolismo del mayo.
Mayo es el mes más importante de la primavera, que se encuentra ya en pleno vigor. Con razón se le llama el mes de las flores. Pero también es el mes en el que comienzan, por todas las partes, las fiestas, romerías y tradiciones populares. Una de estas es la conocida y denominada el mayo o los mayos, con raíces muy antiguas y que se celebra o, mejor dicho, se celebraba, en casi todos lo pueblos de Castilla y León. También en los Valles de Benavente, como luego veremos.
En torno a ella son varias las manifestaciones. La más antigua consiste en disfrazarse personas, cubriendo su cuerpo con ramajes y flores, y así van por las calles del pueblo y llaman en las casas, pidiendo algún donativo, que luego emplearán en una comida o merienda. En otros pueblos, como vimos hace días en Jiménez, Santa Elena y Villanueva del Jamuz, los mayos son muñecos, que representan personajes o escenas de la vida cotidiana, oficios, costumbres, etc., y que se colocan sobre plataformas de madera, a modo de escenarios, por las calles y plazas de los pueblos.
Pero la forma más general y arraigada en la mayor parte de las localidades era y sigue siendo colocar el mayo, o como se dice popularmente, plantar el mayo, en alguna calle, plaza o plazuela, o junto a una ermita o iglesia. Se trata de un árbol, generalmente chopo, negrillo o de otra especie, que sea abundante en la zona, y que suele colocarse, en el lugar, previamente fijado, la noche del día 30 de Abril, antes de dar comienzo el uno de Mayo. Este árbol es elegido, cortado, transportado y colocado por los mozos del pueblo, casi siempre los quintos del año, y suele ser donado por el Ayuntamiento. Al terminar el mes lo subastan y con lo que sacan celebran una merienda.
En su copa, o bien dejan unas ramas, muestra evidente de la vida vegetativa del mismo, o bien colocan algún muñeco u otros objetos más o menos atractivos, o de contenido simbólico. En sana competición, antiguamente, se subía o escalaba por el mayo y quien más arriba lo hiciese ganaba un premio o lo que en el árbol se ofreciese. En esto había cierta rivalidad entre los pueblos, queriendo demostrar qué mayo era el más alto o el más grande, y también rivalidad entre los mozos, fuesen quintos o no los participantes, intentando demostrar quién era el que ascendía más metros por él. En algunos lugares incluso quitaban la corteza del árbol y untaban el tronco con cera o con manteca, lo cual suponía un mayor esfuerzo, habilidad o astucia, para los escaladores, y una mayor dificultad para poder conseguir los premios. Todo esto nos hace pensar en que el mayo-árbol era y es también símbolo de la vitalidad, el vigor y la fuerza de los mozos o jóvenes del pueblo. Cuanto más alto, grande y pesado fuera, más fuerza, vigor y juventud se atribuían. Pero también servía para su distracción y entretenimiento.
Si cortar el árbol y trasladarlo al lugar de la instalación era ya una aventura, pues antiguamente lo hacían a brazo o, a lo sumo, sirviéndose de carros, mucho más lo era el levantarlo y elevarlo, hasta conseguir introducirlo en el hoyo previamente preparado. Lo que hoy hacen con ayuda de tractores con palas, grúas y otras maquinas, antes lo hacían con maromas, escaleras y a brazo partido. A veces utilizaban también los carros para introducirlo en el hoyo. Esta operación tradicional de plantar el mayo, con maromas, escaleras y brazos, contaba con una especie de capataz o jefe, que con su voz y la palabra ...Arriba¡, repetida cada cierto tiempo, conseguía la unión de las fuerzas de todos, para que el impulso elevador fuese mayor.
El mayo-árbol quedaba allí todo el mes y servía para recordar la primavera fecunda, la naturaleza y la vegetación, la fuerza y el vigor de la juventud. Aunque se trate de un árbol sin ramas, su tronco tiene vida, la que le proporciona la savia y las gentes que pasan junto a él o viven cerca de él.
En algunos pueblos era y es el centro de atención más importante durante el mes, pues a su alrededor se celebraban diversos actos lúdicos y festivos, como cánticos, danzas, bailes, meriendas, etc. Cada localidad tenía y tiene unas costumbres distintas.
Al hacer un recorrido por esta comarca de Los Valles, hemos advertido: -Que, antiguamente, en casi todos los pueblos se colocaba el árbol-mayo; -Que hasta hace pocos años lo hacían en más de treinta localidades; -Que todavía lo plantan o colocan en algunos, aunque si no el árbol-mayo, sí algo parecido, al menos en lo que a los muñecos u otros objetos representativos se refiere.
Santa Cristina de la Polvorosa tal vez sea el pueblo que más actos celebra en torno al mayo. Su colocación, la tarde del 30 de Abril, corre a cargo de los quintos, aunque se sirven de tractores con pala y grúas para hacerlo. El Ayuntamiento les dona el chopo, que ellos subastarán al final del mes y con el dinero celebran una merienda. En la copa ponen uno o dos muñecos, mayo y maya. Antiguamente el lugar elegido era detrás de la iglesia, hoy lo hacen junto al río, cerca del campo de fútbol. El día de la colocación reparten escabeche de tino y vino entre todos los asistentes.
Mayo-chopo se pueden ver también en Maire de Castroponce. Por cierto, tal vez el más elevado de todos, y en su copa hay ramas y un curioso muñeco con símbolo fálico. El lugar elegido es la antigua cañada de La Vizana, hoy una amplia y ajardinada calle del pueblo, por la que pasa también la carretera.
El chopo elegido en Navianos de Valverde, también es alto y delgado, hasta el punto de que los muñecos de su copa está colocados casi a la misma altura que su famosa ermita de El Carmen. Pero éste es superado en altura por el de Arcos de la Polvorosa, a la entrada del pueblo y cerca de la carretera, como puesto allí, para que todos lo vean y comparen. El de Arcos es un árbol de poco grosor, aunque muy alto, que los mozos del pueblo pusieron el día uno de Mayo, con gran esfuerzo. Se pueden ver las cuerdas con las que lo elevaron, atadas a postes y árboles cercanos, que ayudan a sujetarlo y mantenerlo en pié durante todo el mes. Así lo quieren y esperan ellos, pues con el dinero de su venta celebrarán una suculenta merienda y así también lo ha querido su alcalde.
Los de Manganeses, amantes de las tradiciones, no podían ser menos, y han colocado dos chopos en cuya copa están los muñecos, el mayo y la maya, mostrando una forma divertida de ver la vida. Los chopos, de pequeño tamaño, y ante la dificultad de cavar un hoyo, están atados a las barandillas de un puente, próximo a la iglesia. También de pequeño tamaño, en altura y grosor, es el mayo que este año han plantado en Pueblica de Valverde.
En otros pueblos no han plantado el mayo, sino que han aprovechado un árbol natural del lugar, para colocar los muñecos, como ocurre en Brime de Urz, y que pueden ver, al pasar por la carretera. En Fuente Encalada se han servido de un palo seco y lo han instalado en un pequeño solar que hay frente al Ayuntamiento. Y en lo alto del mismo el muñeco. Aquí los chopos son escasos y también los jóvenes, pero hay dos o tres en el pueblo que se preocupan y se encargan de ello.
En Morales del Rey han colocado junto al Hogar del Jubilado, no el mayo-árbol, sino los muñecos, mayo y maya, ésta con un niño en brazos, en un poste de hormigón del tendido eléctrico. Pero les ha quedado muy bien. La idea partió de la encargada del Hogar, que contó con la ayuda de algunos socios. Por lo que pudimos comprobar estaban encantados de hacerlo, pues les ha servido para recordar la tradición. Además en Morales se ponía siempre junto a la ermita del Cristo de la Vera Cruz, al pie de la carretera, y todos los que pasaban por allí lo veían y no podían menos de compararlo con otros mayos de otros pueblos del valle. Ojalá que, en años sucesivos, el Ayuntamiento o algún ciudadano les ofrezca un chopo de los muchos que hay en la vega, sobre el que coloquen los muñecos, y que simbolicen mejor la vegetación y la vida.
Para algunos la desaparición de esta tradición en los pueblos es debida a la despoblación y concretamente a la falta de jóvenes o quintos. Pero no creemos que sea así, pues también los mayores saben y quieren hacerlo, como se puede ver, por lo dicho. Hemos comprobado también que si el Ayuntamiento se preocupa de mantener y promover algunas tradiciones, el pueblo responde y colabora en ello. El ejemplo más claro lo tenemos en los pueblos del Jamuz, Jimenez, Santa Elena y Villanueva, que, hasta con un bando, el alcalde anima e invita a todos a colocar los mayos. Y se premia a los mejores, aunque todos los participantes reciban algún obsequio.
Que se animen los alcaldes de esta comarca y organicen cosas de este tipo, que contribuyen a dar vida a los pueblos y a sus habitantes. Además, en este caso, es posible una sana rivalidad y competición entre ellos, pues se les puede premiar por el mayo más alto, más grande y pesado, mejor adornado y presentado, y también por los símbolos que ofrezca. Todo ello contribuiría a una mayor y mejor relación entre los pueblos, pues con este motivo se visitan, se divierten y entretienen juntos. En definitiva, viven que es, en el fondo, el simbolismo del mayo.
Publicado en el libro
PÉREZ MENCIA, E.: Valles de Benavente. Fiestas y Tradiciones. Benavente, 2007