jueves, 11 de marzo de 2010

Valles de Benavente. El río Eria.

El arroyo Mascariel, en la misma falda del Teleno.

1.- Para conocer sobre el terreno dónde nace el río Éria, hemos viajado hasta las montañas de la Alta Cabrera leonesa, a la falda misma del Teleno (2188 m.). Aunque no nos ha sido posible llegar a sus fuentes o manantiales, sí hemos visto el arroyo Mascariel, el que más se adentra en el monte y que, junto con el Rubias y el Manzanal forman el río, aguas arriba del pueblo de Corporales. Más abajo, el Irueña en Baillo y el Truchillas en Truchas, contribuyen a que el río se muestre abundante en aguas y con ganas de recorrer el valle, hasta desembocar en el Órbigo, en la comarca de Benavente, cerca de Manganeses, en el paraje conocido como el Castro.



Burbia. Molino sobre el Eria ya formado.





El puente de Truchas


Podemos decir que el Éria es un río que le pertenece al Teleno, como el Duerna y el Cabrera, pues de él o cerca de él surgen las numerosas fuentes y arroyos, que los forman. Desde las alturas de este monte mítico, legendario, arqueológico, frondoso y rico, abundante en nieves en el invierno y dador de vida, se contemplan las comarcas de la Maragatería, al Este, el Bierzo, al Noroeste y la Cabrera, al Sur. Y, allá a lo lejos, se encuentra también Benavente y los valles. El Teleno se nos muestra majestuoso por su grandeza y dadivoso por las aguas y las sierras que en el se originan, incluso la de Carpurias, que llega hasta cerca de nosotros. Es un monte también romano, pues, ya en el siglo I d. C., este pueblo se sirvió de sus aguas, llevadas por acequias y canales, a través de los montes Aquilanos, hasta la explotación aurífera de La Médulas.
El río, en verano, a su paso por Castrocontrigo.

Con tantas fuentes y arroyos y agua tan abundante, nos llama la atención cómo el Éria, en verano, se muestra seco, a partir de su curso medio. Observamos que sus aguas corren, entre frondosa vegetación y prestando servicio a los pueblos, hasta Castrocontrigo, pero a partir de aquí ya no tiene agua, durante la época estival. Este río, temeroso en invierno a causa de sus frecuentes desbordamientos e inundaciones, alegre y transparente en primavera por sus limpias y abundantes aguas, se convierte, casi todos los años, durante el verano, en un auténtico sequedal, dejándonos ver su cauce, en algunos lugares, además de seco, sucio, lleno de maleza y de todo lo que se oculta bajo sus aguas. Esto nos indica que también es necesaria la limpieza y el cuidado de los ríos. Los ribereños esperan desde hace años de la Administración la construcción de una presa, que embalsaría las abundantes aguas del invierno y primavera y contribuiría a solucionar el problema, dando vida al río durante todo el año. Es necesario recoger y controlar sus aguas, como se ha hecho en otros lugares y en otros ríos. Y se debe hacer, porque el río se lo merece y también los ciudadanos, que habitan en sus riberas. Ellos siguen esperando. Saben que corriendo el agua podrán, además de regar sus tierras, ver limpio su río, con más vegetación, si cabe, con áreas recreativas en el mismo, con más frescor en verano y sin olores, con más visitantes, con más atractivo y con todo lo que nos ofrecen los ríos con agua.
Sobre el origen de la palabra eria son varias las opiniones. A primera vista, nos recuerda a era, y a erial, al menos así lo piensan algunos, que lo derivan de area, con referencia a terreno sin cultivar, descampado o sin vegetación. Más conocida y documentada está la palabra Valdería, a partir del siglo XII, referida al río. En este caso, -eria sería un sufijo que tendría que ver con ar (agua, corriente de agua, ribera, vega o campiña) y el nombre del río Valdería tendría otras connotaciones. De hecho hay algunos pueblos a los que se les nombra con este topónimo, referido al río, como Torneros de la Valdería, no del Éria.
Sea lo que sea y dejando a un lado la palabra, sí vemos que el Éria no es un erial, ni sus pueblos y sus gentes viven en descampados, ni terrenos incultivables, sino todo lo contrario. Incluso en su curso medio y bajo, tierras más llanas y más cultivables, todos o casi todos los pueblos del valle, riegan sus amplias vegas, verdes y productivas, fértiles y frondosas, sirviéndose de pozos, pues, a pesar del río, seco en verano, el subsuelo es rico y abundante en aguas. Las mismas orillas se nos muestran también verdes y boscosas. La humedad existente sigue dando vida y vigor a los numerosos árboles, arbustos y demás vegetación.
2.- Aguas abajo, el río entra en tierras benaventanas, a poco de pasar por el llamativo, aunque no muy antiguo, puente de Alcubilla de Nogales. Los demás pueblos ribereños son: Arrabalde, Villaferrueña, Santa María de la Vega y Morales del Rey. Todos ellos importantes y en progreso o con posibilidades de ello. Y no sólo por el río, sino por otras muchas cosas que vamos a mencionar.




El río sin agua,en verano, al pasar por Alcubilla de Nogales.




El puente viejo de Arrabalde, que ya no se utiliza.



Pequeño cauce a su paso por Arrabalde.



Molino en Villaferrueña.



El antiguo puente de Villaferrueña.


Porque, cerca de este río, que suena a ferruginoso y aurífero, está la sierra de Carpurias que le da belleza a él y a los pueblos por los que pasa. La sierra, el río y su vega favorecieron la ubicación de pueblos primitivos y civilizaciones que nos dejaron huellas de gran interés. Prueba de ello son las construcciones megalíticas, dólmenes de Arrabalde y Morales del Rey; algunos castros, como el de Arrabalde, importante por los hallazgos, principalmente los tesoros etc., el castro de Santa María de la Vega, un tanto olvidado y, ya al final del valle, el de Manganeses; hay también yacimientos romanos, como los restos de villas que se localizan en Arrabalde, Morales y Villaferrueña; poblamientos medievales desaparecidos, como los de Redelga y Verdenosa (siglo XIII) que son en la actualidad los dos barrios de Santa María de la Vega, etc.
Puente colgante sobre el Eria, cerca de Morales del Rey.
El río en el invierno al llegar a Manganeses de la Polvorosa.
Molino, en actividad, de Manganeses de la Polvorosa.

El turismo ha llegado a estas tierras, debido precisamente a su historia y a los hallazgos arqueológicos, que han sido merecedores de la construcción de aulas didácticas en Morales del Rey y Arrabalde. Pero todavía están pendientes de infraestructuras que apoyen y completen todas las iniciativas turísticas. Una de las más importantes sería la de conseguir que, por el río Éria, no deje de pasar o correr el agua, aquellas aguas cristalinas y fértiles que hemos visto salir de las entrañas del Teleno.
Al recorrer estos pueblos y pensar en su pasado, se nos antoja que fueron importantes, y en parte, debido al río. La abundancia de molinos existentes nos recuerda la importancia que tuvo que tener el cultivo del cereal y del lino. Efectivamente, hay molinos, aunque algunos ruinosos, en todos los pueblos. El de Manganeses todavía está en servicio, aunque sea la electricidad y no el agua la que mueve las piedras. En Arrabalde funcionaron cuatro, dos harineros y dos de aceite de linaza. Hubo tres en Villaferrueña, alguno de ellos producía electricidad, dos en Morales y uno en Alcubilla.
Nos entristece ver el río sin agua, pues no entendemos que un río como el Éria, temeroso en invierno, a causa de los desbordamientos y las inundaciones, alegre y transparente en primavera por sus limpias y abundantes aguas, se pueda convertir, como ya hemos dicho, casi todos los años, en el verano, en un río con el cauce seco, aunque sus orillas sigan verdes.
Los Amigos del Patrimonio, amigos también de los ríos y del medio ambiente, desean lo mejor para el Éria y para los habitantes de sus pueblos. Y les animan a proteger y defender todo aquello que contribuya a dar vida, crear riqueza y conocer su pasado.