jueves, 12 de agosto de 2010

Pósitos y paneras.


Con la palabra Pósito, en latín positum (de ponere - poner, colocar) quiero referirme, no sólo al edificio, sino también a la institución que existía en la antigüedad, de carácter municipal, destinada a almacenar granos y a prestarlos después a los vecinos en condiciones favorables, en época de escasez. Alguno, denominado Pósito Pío tenía una finalidad caritativa o benéfica y estaba ligado a la iglesia.
Pósito de Fuentes de Ropel. Siglo XVI.

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Los pósitos son de origen medieval, aunque tuvieran una importancia decisiva a partir del siglo XVIII. Se crearon por medio de convenios entre vecinos o por fundaciones pías para precaverse contra las malas cosechas, el acaparamiento o los altos precios. Efectuaban operaciones de préstamos para la siembra y para otras faenas agrícolas e invertían sus beneficios en actividades de interés público y social.
Panera, sin embargo, (de panis - pan) es la cámara o espacio reservado en el domicilio, si es particular, o construido en el municipio, si era público, a guardar los cereales, el pan o la harina.
Pósitos y paneras fueron y son más abundantes en Castilla y León que en otras regiones de España. Se puede comprobar también al visitar algunos pueblos de los Valles de Benavente, en los que, junto a las casas y corrales de barro y tapial, nos encontramos con este edificio singular, al que los ciudadanos llaman así.
Al hablar de pósitos tenemos que hacer referencia obligada al que existe en Fuentes de Ropel, que se conserva todavía en buen estado desde el siglo XVI, pues "fue concretamente en el año 1558 cuando el capitán Gaspar de Cepeda, en una de las cláusulas de su testamento, funda una Obra Pía con 2.500 fanegas de trigo, destinada a la ayuda y sostenimiento de pobres huérfanos y viudas de la localidad".





Pósito-panera de Castrogonzalo, junto a la iglesia de san Miguel. Siglo XVIII.

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Las paneras, algunas de las cuales seguramente que también fueron pósitos, como institución, eran en general edificios independientes, aislados de otros en su construcción. Algunos estaban situados muy cerca de las iglesias, como ocurre con la de Castrogonzalo. Se trata de uno de los edificios más antiguos y mejor conservados de la localidad, todavía en buen estado y que podemos contemplar cerca de la iglesia de San Miguel, pues, tal vez, perteneciese en sus orígenes a dicha parroquia. Muchas veces servían como almacén para los diezmos y otras donaciones a la propia iglesia. Su construcción data de la segunda mitad del siglo XVIII.
Otras paneras se encuentran en la plaza del pueblo, como la de Cunquilla de Vidriales, que es pequeña, pero está bien conservada por las reparaciones efectuadas en ella. En principio fue propiedad del pueblo, pero en la actualidad pertenece a un particular, que amablemente la ha cedido para uso de los vecinos.


Panera de Cunquilla de Vidriales en la plaza del pueblo.

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Las hay en el centro de amplias calles o palzas, como ocurre en Bretó de la Ribera, Villaveza y Mozar de Valverde, etc. (Por cierto que esta última ya ha desaparecido, pasó a manos privadas y su propietario ha construido una casa de ladrillo en el medio de la plaza, el mismo lugar en el que estaba la antigua panera). Tan sólo la panera de Carracedo de Vidriales cuenta con un edifico pegado a ella, que seguramente se construyó posteriormente.



Panera de Bretó de la Ribera.

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Panera de Mozar de Valverde, destruida hace poco tiempo.

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Panera de Carracedo de Vidriales, adosada a un edificio.

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Los materiales empleados en su construcción suelen ser el adobe y el tapial, o ambos, como se ve claramente en la de Cunquilla, que tiene además el zócalo de piedra. Algunas están revestidas de barro con paja, para proteger sus paredes de la lluvia. Las hay de ladrillo, con arco de piedra en la puerta, como en Fuentes de Ropel y de ladrillo, alternando con tapial y adobe, en Castrogonzalo.
Su forma es cuadrada o rectangular, de una sola planta, sin ventanas o con alguna de pequeño tamaño y con el tejado de ordinario a dos aguas. La puerta, de madera de calidad, resistente al paso del tiempo y de una sola hoja, conserva en algunos lugares los clavos de hierro de su antigua construcción.
Las paneras, como he dicho anteriormente y cuentan los vecinos, eran como el granero público, una especie de silos para recoger los cereales, principalmente el trigo. Algunas de estos edificios siguen perteneciendo al municipio, otros a la iglesia, y muchos de ellos han pasado a manos privadas, a través de su venta, y sus propietarios los utilizan para diversos usos: guardar los aperos de la labranza, almacenar granos, paja, hierba o productos del campo o de la huerta, o incluso como establos para los animales, etc.


Panera de Micereces de Tera, rehabilitada para centro social y cultural.

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En algunos pueblos, la panera, de propiedad municipal, se ha destruido y en el mismo lugar han construido otro edificio de servicio público, como escuelas, ambulatorio, casa de cultura, etc. Pero lo han hecho mejor quienes la han rehabilitado y supieron mantener en pie la antigua edificación con los nuevos servicios. De esta forma, además de servir de recuerdo a los vecinos, se ha respetado el pasado y su historia.
Es una satisfacción para los amantes y amigos del Patrimonio el que todavía se puedan ver en pie este tipo de edificios, con estos materiales, a pesar de los cambios en el urbanismo y la arquitectura, hasta en los más pequeños pueblos. Pero están ahí porque sus vecinos lo han querido y la han revalorizado, al considerarla como algo de todos: la panera del pueblo.
Ojalá que ya no se destruyan ni se vendan más paneras en la comarca y se restauren o rehabiliten las que haya, para darles una función distinta, de tipo cultural, recreativo o para reunión vecinal, pero siempre útil para los habitantes del municipio.