Chopos en la vega del río Órbigo, cerca de Manganeses de la Polvorosa.
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En una comarca como la de Los Valles de Benavente, por la que pasan cinco ríos, tres arroyos y numerosos arroyuelos y regatos, es natural que la vegetación sea abundante. Y no sólo la formada por arbustos o subarbustos, juncales y matorrales u otros, sino también por árboles de distintas especies, formas y tamaños. Esta vegetación se encuentra principalmente junto a las orillas de los ríos, pero también, como ocurre con los chopos, cerca de ellos, llenando las tierras de vegas y valles.
Árboles y vegetación junto al río Tera en el término de Olleros de Tera.
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Por otra parte en esta comarca, próxima al inicio de algunas sierras, como la de Carpurias, y no lejos de La Culebra, nos encontramos con terrenos elevados, muchos de ellos terrazas de los ríos, y con montes o sierras pobladas de encinas y robles, árboles más propicios al secano que a la humedad y regadío.
Además de chopos, en las vegas también hay o todavía se mantienen en pie muchos nogales o castaños, algunos de ellos centenarios, principalmente en las huertas o en las proximidades de las localidades.
Los árboles, estén donde estén, contribuyen a adornar y embellecer el paisaje, sea de valle, monte, sierra o vega. Se acerquen Ustedes al paseo de La Mota y desde allí lo verán, si las nuevas edificaciones no se lo impiden; o suban a cualquier lugar elevado, o concretamente a los castros que hay en la comarca: Las Labradas en Arrabalde, La Corona en Manganeses de la Polvorosa, o a los de San Pedro de la Viña, Camarzana, Santa María de la Vega, Villaferrueña, etc. El paisaje desde esos lugares sería muy distinto sin la presencia de los árboles. Ellos nos señalan, además, por donde discurre el cauce de los ríos.
Los árboles proporcionan o contribuyen a que exista humedad en el medio ambiente, o al menos lo equilibran, en un clima como éste, seco en verano y frío en el invierno, y además producen la sombra, tan apetecida en algunas estaciones del año, tanto para las personas, como para los animales. A su vez sirven de cobijo a gran parte de las aves, pues, en sus ramas, además de anidar, pueden detenerse y descansar después de grandes vuelos.
Plantación de chopos junto al molino de Manganeses de Tera, cerca del río Órbigo.
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Algunas especies de árboles contribuyen a la riqueza y prosperidad de los pueblos. Lo vemos en esta zona principalmente con los chopos y en otras con los pinos madereros. Cada vez se plantan más en esta comarca, pues cuentan ya con industrias y serrerías, además de carpinterías o ebanisterías, para la transformación de la madera en piezas útiles que darán origen a los muebles y otros objetos.
Pero hay árboles más escasos y raros, también en Los Valles de Benavente, que están protegidos, para que la especie no desaparezca, algunos de ellos centenarios. Así ocurre con los robles y con muchas encinas, con más de 600 años, como las de Cejinas y las de los montes La Cervilla, El Mosteruelo y otros de la comarca.
Encinas en Ceginas, algunas tienen más de 600 años.
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Tronco de una encina de Ceginas, en el término de Santa Cristina de la Polvorosa.
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También se cuenta con ejemplares centenarios entre los nogales que adornan las huertas. Su tronco y su copa evidencian su antigüedad. Estos árboles son testimonio del pasado y por lo tanto son historia, aunque natural, y también arte, como lo es en sí toda la naturaleza. Su conservación y protección es necesaria, para conocimiento y valoración de las generaciones futuras.
Árboles, castaños de indias, en la Pradera de Benavente, concretamente junto a la Fuente Mineral.
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En la misma ciudad de Benavente encontramos buenos ejemplares, algunos también centenarios, en los jardines de La Mota: tejos, cipreses, pinos, etc. y en la antigua pradera, junto a la fuente mineral vemos grandes castaños de indias y enormes choperas, cuyo tronco es testimonio de su vejez. Pero lo que más abunda en sus huertas son algunos nogales, y sobre todo árboles frutales, predominando los ciruelos, perales, manzanos, que se adaptan mejor al terreno y al clima. Fuera de las huertas se ven almendros en tierras en las que antes se cultivaban viñedos.
Cerezo con mucha antigüedad en Sitrama de Tera.
Otro cerezo centenario en Pueblica de Valverde.
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En ocasiones los incendios, provocados o no, acaban con centenares de encinas, como ocurrió hace unos años en los montes cercanos a Camarzana de Tera. Otras veces los desbordamientos de los ríos, con las consiguientes inundaciones de campos y a veces pueblos, destruyen o derriban numerosos árboles en las orillas de los ríos o en las vegas. O llenan de maleza y vegetación descontrolada los cauces, siendo necesaria la limpieza de los mismos. Ocurre también que algunos ciudadanos, sin estar permitido, talan sus encinas para conseguir tierras para otros cultivos en las que los árboles no sean un obstáculo. Y esto a pesar de haber tanta tierra sin cultivar y tan poca con árboles.
La repoblación es necesaria. Los árboles constituyen o son un elemento imprescindible para el mantenimiento del ecosistema, del clima, de la humedad necesaria, del habitat, etc. Es necesario plantarlos, dejarlos crecer, y que se hagan centenarios como las encinas de Cejinas, o los chopos y choperas de la antigua pradera, cerca de la fuente mineral, o los tejos de La Mota y demás especies, o los castaños de las huertas y vegas, etc.
Existen árboles que han sido declarados patrimonio de la humanidad, o los mismos parques en los que están enclavados. Pero hay otros, incluso en los valles de Benavente, que, aunque no sean declarados patrimonio, deben ser respetados y protegidos para evitar su destrucción o su talado, fruto muchas veces de la especulación. Algunos de ellos son de crecimiento muy lento, como que no pasasen los años por ellos, pero sí que pasan, aunque no lo percibamos. Son como edificios artísticos, testimonio del pasado. Pero ellos se han formado o construido sin arquitectos o aparejadores. Su autora ha sido la naturaleza sabia, merecedora de todo nuestro respeto. Colaboremos en su conservación.