miércoles, 24 de noviembre de 2010

La castañera de Burgos


La castañera actual junto a su caseta de madera vendiendo castañas, no lejos de la escultura en bronce de la antigua castañera.

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Escultura en bronce de la antigua castañera.
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Niiños con la castañera.
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En este mes de noviembre vemos con frecuencia por calles, plazas o paseos, de pueblos y ciudades, a personas asando castañas, y vendiéndolas en cucuruchos de papel, no sin antes anunciar y propagar el producto con las palabras “ricas y calentitas”.
Es una costumbre o tradición que se resiste a desaparecer. Incluso podemos decir que va en aumento, al menos en aquellos lugares, con temperaturas bajas y en los que el producto es abundante. Así ocurre en casi todas las provincias de Castilla y de León.
Concretamente, hace unos días, en un viaje a Burgos, lo hemos podido comprobar. En el Paseo de El Espolón, cerca de uno de los puentes sobre el río Arlanzón, había un puesto donde se vendían castañas asadas. Era una caseta de madera en donde la castañera tenía todo lo necesario para ello. Y desde dentro podía despachar su producto, “las ricas y calentitas”, en los cucuruchos de papel, según la costumbre, a todas las personas que lo requerían, fuesen niños, jóvenes o ya mayores. El día estaba frío y apetecía tocar y comer algo caliente. Con las castañas se consiguen las dos cosas, se calientan las manos y también el paladar.
Pero los de Burgos, amantes como nadie de las tradiciones y costumbres del pasado, han querido rendir un homenaje a este oficio o trabajo temporal, invernal y callejero, de la Castañera, dedicándole una escultura en bronce, que han colocado al lado de la caseta de madera de la vendedora actual. Parece ser que, en este lugar, siempre hubo alguien ejerciendo este trabajo.
La imagen, en bronce, que destaca por su belleza y naturalidad, sirve para recordarnos el pasado, reflejado en una señora, ya mayor, en la calle y bien abrigada, con el plato o fuente con castañas asándose sobre el fuego, fuego que también a ella le proporciona calor. A su lado, el saco con las castañas crudas.
De las personas que pasan o pasean por el lugar, niños, jóvenes o mayores, son más los que se detienen a contemplar a la castañera del pasado, reflejada en la escultura, que los que lo hacen a comprar castañas, a la que está en la nueva caseta. E incluso algunos niños se acercan a ella para verla mejor, y hasta se atreven a tocar las castañas esculpidas en bronce, pues tienen gran parecido con las castañas asadas verdaderas, que se venden al lado.
Estas imágenes, que nos sitúan en el pasado, y también en el presente, de esta costumbre o tradición, ya nunca desaparecerán del recuerdo de los burgaleses, pues cuentan con una castañera fija, que estará, no sólo los meses del frío, sino durante todo el año, allí, en el paseo del Espolón, cerca de uno de los puentes que hay sobre el río Arlanzón.