miércoles, 22 de junio de 2011

Argollas del toro enmaromado. Benavente.

Placa y argolla testimonial en la plaza de santa María.
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El toro sujeto en la argolla de la plaza de la Madera.
----------------------------------------------------------------Antigua fotografía con el toro en la argolla de la plaza del Carbón y de la Madera.
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Imagen antigua con el toro en la argolla de la plaza de san Martin.
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Imagen también de la plaza de san Martín.
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Toro, argolla y fuente en la plaza de los Leones.
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El toro, en otra época, en la argolla que había en la plaza del Grano.
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Argolla también en el centro de la plaza del Grano.
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Numeroso público en torno al toro y la argolla. Plaza del Grano.
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Una imagen más del toro en el centro de la plaza del Grano.
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Frente a la puerta del mediodía de la iglesia de santa María y en un pilar de la nueva casa de los Bobillo hay una argolla de metal brillante y una placa con inscripción que nos recuerda que en este lugar, hasta el año 1962, se ataba al toro enmaromado, para ser sacrificado. Aunque con ello se quiere recordar este hecho, creo que también sirve para hacer presente todo lo que es, ha sido y representa la fiesta del toro en Benavente. La argolla de la plaza de Santa María nos da pie para escribir sobre este instrumento que, por las imágenes antiguas que mostramos, ha formado siempre parte de esta tradición festiva.
Y es que en este aro de hierro, con más o menos grosor, al que todos conocen y llaman argolla, amarran o enlazan al toro, en varios lugares y durante unos minutos, a lo largo de su recorrido. Basta recorrer plazas o plazuelas de la ciudad para ver en el pavimento las argollas del toro enmaromado. Porque suelen estar en estos lugares que son más amplios y en los que toro, corredores y seguidores, gozan de espacio suficiente para disfrutar de un breve descanso y relajación. Además el espectáculo festivo puede ser visto por muchas más personas.
Los que manejan la maroma son expertos en introducirla en la argolla, lo hacen de forma tal que la suelta de la misma sea la correcta. Durante el tiempo en que está amarrado la tranquilidad reina en el entorno: se observa al toro, se le dicen palabras o frases adecuadas al momento, en ocasiones se le alaba o se le vitupera; algunos incluso intentan torearlo, aunque no esté permitido; vecinos del lugar, desde sus casas le arrojaban agua, y siguen haciéndolo a veces, para refrescarlo del calor y la consiguiente fatiga en su recorrido.
En estos momentos las plazas o plazuelas con argolla son las más concurridas, pues el toro amarrado congrega a su alrededor a los corredores y seguidores y también a las muchas personas que poco a poco se van acercando al lugar. A ello hay que añadir los muchos espectadores que se asoman a las ventanas y los balcones. El toro está detenido y todos quieren verlo.
Por lo que se puede comprobar en las imágenes que ofrecemos, antiguamente, el recorrido del toro era distinto, había incluso más argollas y algunas estaban colocadas en plazas más amplias, como ocurre con la del Grano. Aquí se reunía mucha gente para verlo desde el centro de la misma plaza o desde la calle de La Encomienda que se encuentra en lugar más elevado. También eran muchas las personas que lo hacían desde los balcones y ventanas de los edificios y pequeñas casas que como vemos había en dicho lugar.
Al estar sujeto a la argolla y más o menos inmovilizado, el toro era el objeto de atención y algunos, los pocos que en aquella época (década de 1950) disponían de cámaras fotográficas, nos dejaron estas imágenes.
El toro en la plaza del Grano gozaba de más espacio y se le dejaba más maroma. Los corredores y seguidores aprovechaban también este momento para verlo e incluso acercarse a él.
Había también argolla en la Plaza de San Martín que desde hace años ya no existe. El lugar tenía un sabor antiguo y popular, no solamente en cuanto a los edificios de la misma, sino también en cuanto a la forma de vida de sus vecinos. En ella se celebró durante muchos años el mercado de las verduras.
En la actualidad son menos las argollas que se utilizan. Una de ellas, la primera en el recorrido, es la que se encuentra en la plaza de la Madera. Antiguamente estaba ubicada muy cerca de la puerta norte de la iglesia de santa María, en la denominada plazuela del Carbón, un entrante de la misma plaza. Después se instaló más hacia el centro. Es el primer descanso para el astado y también para los corredores y demás personas que le acompañan por delante y por detrás. El lugar se llena de gente y se aprovechan las ventanas, balcones y terrazas de los edificios, ahora de nueva construcción y más elevados que antes.
Hay otra argolla en la plaza de Los Leones, también desde hace mucho tiempo, a juzgar por la fotografía antigua en la que se puede ver al toro muy cerca de la fuente pública que había en dicho lugar. La imagen no tiene desperdicio, pues se ve cómo hasta el mismo animal dispone de un recipiente con agua para beber.
La última argolla está en la Plazuela denominada hoy Corrillo de Renueva, no lejos ya del final del recorrido. Es natural que las argollas sean más utilizadas al final que al comienzo del mismo. El Corrillo de Renueva, conocido popularmente también como plaza de las Gallinas o de las Alubias, por celebrarse en ella este tipo de mercados, presentaba antiguamente un aspecto completamente distinto. Estaba porticada casi toda ella y gran parte de las casas eran de una sola planta. Pero en este día especial el lugar se llena siempre de gente para contemplar al toro ya en sus últimos momentos.
Desde esta plaza el toro llegará ya al matadero en donde será atado por último, si no a una argolla sí a otro instrumento en el que con facilidad será apuntillado. Con ello su carrera habrá terminado. Y algunos corredores se acercarán al lugar para mojar sus zapatillas en la sangre del animal. Con ello habrán participado plenamente en este rito festivo y tradicional.
Durante la carrera el toro enmaromado se detenía y se detiene en donde hay argollas. Pero durante muchos años también en la calle Matadero conseguían moderar su velocidad y fiereza colgando un monigote atado a una cuerda entre dos balcones, monigote que dos personas se encargaban de subir y bajar a su antojo con lo que el toro intentaba embestirlo y con ello se entretenía, y al mismo tiempo se relajaba y descansaba.
Las argollas son un componente o un instrumento más que forma parte de la de la fiesta, lo mimo que la maroma y otros elementos. Y hay que tenerlas en cuenta, pues a veces son imprescindibles, si se quiere que el animal llegue al final del recorrido.
Y es que en la fiesta del toro enmaromado, tan arraigada ya en la ciudad y tan conocida fuera de ella, se debe atender y prestar cuidado a todos aquellos aspectos del pasado y que con más sabor antiguo y tradicional formaban parte de la misma.
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Reportaje publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 30 de Mayo de 2010.