sábado, 23 de octubre de 2010

Cunquilla de Vidriales.


Vista general de Cunquilla de Vidriales, jundo al arroyo Almucera.

----------------------------------------



La iglesia con la espadaña rota y el cementerio junto a ella.
------------------------------------------

Las campanas de Cunquilla colocadas frente a la puerta de entrada a la iglesia.
------------------------------------------------


La puerta de entrada a la iglesia.
----------------------------------------



El artesonado de la iglesia.
------------------------------------------------




El retablo mayor o central dedicado a san Miguel, patrono de la iglesia y del pueblo.
---------------------------------------------



La antigua panera, hoy pequeño bar, al servicio de los vecinos.
-----------------------------------------



Edificio, aún conservado, de la antigua fragua.
--------------------------------------------



Algunas de las bodegas que hay en el pueblo.
-------------------------------------------



La calle mayor, también carretera hacia otros pueblos del valle de Vidriales.
-------------------------------------------

Cunquilla es un pequeño pueblo del Valle de Vidriales, situado muy cerca del arroyo Almucera, arroyo que, algunos años, al desbordarse, inunda casas y tierras de la ribera. Pertenece, junto con Grijalba, al ayuntamiento de Granucillo, con el que limita al Oeste, mientras que, al Este, lo hace con Brime de Urz.
Su nombre se deriva, seguramente, del latín conc(h)a-(cuenca), con la evolución pertinente conc-/cunc-/cunq-, y en el sentido que esta raíz tiene de valle bajo, profundo y entre montañas. Madoz, en su diccionario, dice de Cunquilla que es "el pueblo que está situado en lo más bajo y estrecho del Valle de Vidriales". Por otra parte el diminutivo, también de origen latino -ella (-illa), con el significado de pequeño, es común a otros pueblos del valle como Vecilla y Quintanilla. En Cunquilla, pues, se trataría de una pequeña cuenca. Efectivamente, por su situación, vemos que es así. Está al lado del arroyo, con una pequeña ribera, y entre la sierra y el monte, más elevados, pero no muy lejanos.
Su población, que, según Madoz, era de 35 casas y 140 habitantes hacia 1850, en la actualidad, ha quedado reducida a menos de la mitad, si no las casas, sí sus moradores o habitantes, que no exceden de treinta o cuarenta. Y es que en Cunquilla vive poca gente, como ocurre en otros pueblos de la comarca de los Valles, en otras comarcas de esta provincia y en toda Castilla y León. Pero son buena gente. De ellos se puede decir aquello de que "son pocos, pero bien avenidos".
Al comenzar a escribir, le apetece a uno hacerlo de esta manera: Cunquilla es un pueblo pequeño, tranquilo, recogido, solitario, agradable de ver desde la sierra o desde el monte, tanto sus casas y sus palomares, como su Iglesia, con la Espadaña herida y rota. Cultivan tierras de cereales, viñas y algo de huerta. Hay plantaciones de castaños, y muchas encinas, robles, urces y jaras. Tiene también tres alcornoques, y un pastor, José, con más de mil ovejas, que, juntos, recorren su estrecho y alargado campo, casi todos los días, en busca del alimento necesario. En Cunquilla, como en todo el Valle, se cazan, desde siempre, perdices, liebres y conejos y, cuando está permitido, zorros y jabalíes. Antiguamente también se pescaban tencas y angulas en su querida y temida Almucera.
Aunque en Cunquilla no estén localizados restos megalíticos, prerromanos y romanos, como ocurre en los pueblos próximos de Granucillo y Brime de Urz, sí fue lugar de paso y asentamiento de civilizaciones antiguas, y el viajero o visitante actual puede, no obstante, ver y contemplar restos y obras medievales, renacentistas y de épocas posteriores. Y no es de extrañar, pues fue, precisamente, a partir del siglo XII, cuando tuvo lugar la repoblación de estas tierras. Pero para ello tendrá que acercarse a su iglesia y, en el exterior, ver su portada, sus ábsides y su Espadaña herida, y en el interior podrá contemplar el artesonado, retablos, imágenes y pila bautismal, obras, casi todas, realizadas a partir del siglo XVI.
Si uno recorre las seis o siete calles de Cunquilla, verá algunas casas construidas con tapial y adobe, otras mas recientes, con ladrillo o piedra. Y en la plaza se topará con una antigua panera, pequeña, como pequeño es el pueblo, pero bien conservada. De forma rectangular, su pared está construida con piedra en los cimientos y base, y el resto con tapial y adobe. El tejado a dos aguas. En su interior, techumbre de madera, que denota antigüedad. Disponía de dos ventanas, de no gran tamaño, que están cerradas con adobes. La panera, de propiedad particular, está en uso, no para lo que antiguamente se construyó, como almacén para el grano, sino que su dueño la ha cedido al pueblo para que sirva de bar, al que atiende puntual y desinteresadamente Martín, principalmente los Domingos, los días festivos, y en los días de caza. Está al servicio de los del pueblo, pero también de los forasteros. Porque a Cunquilla acuden forasteros, principalmente en época de vacaciones, cuando los nacidos allí y emigrados por diversas razones, regresan para pasar unos días. Y lo hacen porque, mejor que recordar, prefieren ver y disfrutar de sus calles, su plaza con la panera, la sierra, el monte, sus bodegas y también su iglesia, que, año tras año, sigue con la Espadaña rota, de lo cual se lamentan.
Además de la panera, vemos a la entrada del pueblo, y muy cerca de la carretera, otro pequeño edificio, con aspecto antiguo, de planta baja, construido en piedra y con pequeñas ventanas. Es la fragua, en la que trabajaba el herrero de Cunquilla, al que nos imaginamos haciendo también de herrador. Dejó de funcionar ya hace muchos años, pero se conserva bien y lo utilizan como almacén.
El viajero percibe en Cunquilla cierta vida, como que se resistiese a desaparecer, a pesar de su disminuida población. Y es que hay algunos jóvenes que no van a dejar que sea así, porque les gusta el campo, la agricultura, la apicultura y el pastoreo. Y también la caza, que puede ser otra fuente de ingresos y de actividad. Además cuenta el pueblo con un joven artesano de la piel que se ha instalado y tiene allí su taller y un pequeño comercio. Lo llaman Timín, por ser el hijo de Timio. El nombre completo de ambos en Eutimio, con origen griego y significado de honradez, dignidad y estima. Con los objetos que fabrica y que no vende en Cunquilla, acude a ferias de artesanía, que se celebran en Benavente o en otros lugares de la provincia de Zamora o de las provincias limítrofes. Ellos, Timín, Martín, Angelín y algunos otros, saben que en su pueblo, si reciben orientación y ayuda, se pueden emprender algunas actividades relacionadas con la agricultura, la ganadería, el medio ambiente y algunos oficios. Además, es evidente, que en el pueblo hay cosas para ver y apreciar, como son su paisaje con el arroyo, la sierra y el monte, la panera y la fragua, sus casas y la iglesia con su Espadaña...
Quien se acerque a la iglesia verá que, frente a la puerta de entrada, están colocadas, en un pequeño muro, las campanas, desde hace ya mucho tiempo. El visitante podrá palparlas, pues están al alcance de la mano, aunque no las toque. Pero están allí como a disgusto, como reclamando y exigiendo su lugar propio, el que tenían hace ya casi 50 años, cuando un rayo, así nos lo han contado, destruyó una parte de la Espadaña, pero que a ellas no las afectó. Y siguen ahí, esperando a que llegue el día en el que, el obispo, el cura, el alcalde del Ayuntamiento, el alcalde pedáneo, los feligreses y todos los amigos del patrimonio consigan, de común acuerdo, la reconstrucción. Hasta entonces la Espadaña de Cunquilla seguirá siendo un símbolo, no muy positivo, en el recorrido por el valle. Y seguirá llamado la atención a los viajeros, pues se ve, a lo lejos, yendo hacia allí, desde los cuatro puntos cardinales. Pero pocos la miran o admiran, de lo contrario no nos explicamos cómo puede haber estado así tantos años.
Ojalá que, muy pronto, en Cunquilla se restaure el artesonado de la iglesia, sus retablos, sus imágenes y también, como no, su Espadaña, que es la que está más a la vista de todos.
Los amigos del Patrimonio piensan que si los pueblos, por pequeños que sean, deben ser conocidos por todos los ciudadanos, mucho más por los dirigentes políticos, sean locales, provinciales o regionales, que son quienes tienen que tomar los acuerdos, en relación con ayudas de todo tipo, necesarias para resolver los problemas. Nuestro deseo es que, lo que hemos escrito, sirva para conocer y atender, por parte de quien corresponda, un poco más y mejor a Cunquilla, este pequeño pueblo del Valle de Vidriales, situado muy cerca del arroyo Almucera.