jueves, 29 de enero de 2009

LAS CIGÜEÑAS DE MORERUELA

Una vez más vamos a hablar sobre Moreruela, el Monasterio Cisterciense más antiguo fundado en la península Ibérica (año 1131), convertido en ruinas en el siglo XIX con la desamortización y casi en el mismo estado de abandono desde entonces.
Pero hoy lo vamos a hacer acompañando a la abundante colonia de cigüeñas que desde hace ya muchos años se ha instalado sobre sus ruinas. Ellas van a ser las protagonistas. Algunas, cuando llega el momento de emigrar, ya no se van, porque se encuentran a gusto. Las que sí lo hacen, al regresar e instalarse allí, observan que año tras año, todo sigue igual, que nada se ha hecho o muy poco por consolidar o restaurar estas importantes ruinas. Al llegar, eligen el lugar apropiado y más a su gusto, para construir sus nidos.
Unas lo hacen en los altos y gruesos muros de los claustros, de la hospedería o de otras dependencias. Otras prefieren la Espadaña, está más elevada y desde allí pueden contemplar más espacios ruinosos: las plantas de la iglesia y de los claustros, ventanas y puertas, la cerca del monasterio y sus alrededores, etc. Pero también pueden admirar los ábsides y toda la belleza que encierran. Esto es lo único restaurado y que merece todo su respeto.
Algunas prefieren hacer los nidos fuera del recinto del Monasterio, sobre alguna casa abandonada o en transformadores, postes o torretas del tendido eléctrico. Estas cigüeñas prefieren ver las ruinas desde más lejos, se lamentan de su situación y no quieren contribuir a hacer más daño.
Hubo un año en el que una pareja quiso hacer el nido sobre lo que queda de la Sala Capitular, en el antiguo Claustro de Monjes, pero un leve movimiento, originado al colocar los materiales necesarios para la construcción del nido y la caída de algunas piedras, las hizo desistir y cambiaron de lugar. Además no estaba muy elevado. Desde entonces la Sala Capitular ha ido a peor y queda poco para su destrucción total, pero ellas no tienen la culpa.
El guarda del Monasterio las tiene controladas y no les permite, con razón, construir nidos en aquellos lugares peligrosos para ellas y para las ruinas, porque puede haber desprendimiento de piedras o caerse paredes de indudable interés artístico o histórico y con ello podía peligrar su vida y colocarse todavía en peor situación las ruinas. Y ruinas sobre ruinas es todavía más lamentable. Es admirable el entendimiento y la comprensión que existe entre ambos. Ellas le conocen muy bien; todos los días lo ven y no quieren enfrentamientos. El, por su parte, las tiene controladas; el tiempo que dedica a la vigilancia de las ruinas del Monasterio se lo permite; sabe cuántas parejas anidan (este año son 22), cuántas se van o emigran y cuántas se quedan a pasar el invierno. Y hasta lleva el control de sus crías.
El único enfrentamiento con él fue cuando un par de parejas quisieron anidar sobre los tejados de los ábsides
-De ninguna manera, aquí no, –les dijo el guarda- esto está reparado y se puede ensuciar y volver a deteriorar. Además es lo más bello del conjunto.
En verdad, son los ábsides, junto con la girola, el crucero de la Iglesia y algunas dependencias del claustro lo más antiguo del Monasterio y lo que más se conoce y, en parte, lo que mejor se conserva. Pilares, columnas, ventanas , algunas puertas, decoración variada, etc., incluso las marcas de los canteros, son el atractivo para los visitantes, que, al ver esto, se imaginan la belleza e importancia que tendría todo lo demás, todo el conjunto, si no estuviese en ruinas.
Ellas, las cigüeñas, como siempre, de acuerdo con las indicaciones del guarda, se asentaron en otro lugar, pero no lejos de aquí, pues también quieren ver a los visitantes y que ellos las vean a ellas, al mismo tiempo que contemplan los ábsides.
No hace mucho tiempo que llegaron a Moreruela unos biólogos con la intención de conocer la población de cigüeñas allí establecidas y lógicamente comenzaron a contar los nidos existentes, con sus parejas y sus crías. Con frecuencia perdían la cuenta, porque, en algunos momentos, más que los nidos, les llamaban la atención y les causaban sorpresa algunas de sus piedras y demás restos del antiguo cenobio Pero ellos tenían que cumplir con su misión y saber cuántas cigüeñas había, aunque también se diesen cuenta de lo que es el abandono, la dejadez, la desidia, la incultura etc., pues de todo hay un poco en Moreruela.
En Moreruela hay vida, existe vida, la vida que dan las cigüeñas que allí habitan, el guarda que con paciencia y esperanza cuida las ruinas y los visitantes que acuden de todas las partes. Pero falta la vida que hace crecer, desarrollarse y cambiar de aspecto. Aquí se trataría de la consolidación de las ruinas y de la reconstrucción de muchas de las dependencias y su dedicación a otros usos. Hay que proteger esos muros, plantas de la Iglesia y de los claustros, arcos, salas, puertas, ventanas, piedras con y sin marcas de cantero, capiteles, etc., etc. Es tarea ardua, pero posible. Actuaciones más difíciles y costosas se han llevado a cabo en otras regiones de España y algunas incluso en nuestra Comunidad. Los Grupos de Acción Local y Desarrollo Rural de todo el Norte de Zamora y también del Sur, ¿Por qué no?, la Diputación, la Junta de Castilla y León y por supuesto la ayuda del Estado y de la Unión Europea, deben unirse para conseguir la transformación y el cambio en Moreruela y su entorno. Todos juntos conseguirán los recursos suficientes para salvar Moreruela. La cosa es seria y urgente. Moreruela debe ser un proyecto conjunto, necesario, como algunos otros, para el progreso y desarrollo del Oeste de Castilla y León. La futura autovía “Vía de la Plata”, que pasaría no lejos de Moreruela contribuiría también a ese desarrollo. Ya es hora de que toque a Moreruela.
Pero hasta que ese momento llegue tendremos que vigilar, defender y dejar en paz a las cigüeñas, que además son especie protegida y están allí a gusto y sin molestar a nadie. Ellas no saben de ruinas, ni de monjes, ni de claustros, salas capitulares, Iglesias, ábsides, hospedería, espadañas etc. Solamente que están a gusto sobre sus muros, rodeadas de dehesas con encinares, muy cerca de valles en donde encuentran suficiente comida y no lejos también del río Esla.
Ellas quieren que haya vida donde sólo hay ruinas, destrucción y abandono.
Los Amigos del Patrimonio quieren lo mejor para Moreruela, Monasterio Cisterciense del siglo XII y también para la cigüeñas que allí viven. Toda es compatible.
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Publiqué este artículo en el semanario La Voz de Benavente y Comarca el 22 de Abril de 2004, pocos días después de visitar las ruinas del Monasterio en un viaje realizado por la Fundación Amigos del Patrimonio de Castilla y León.