Con frecuencia, al iniciar un escrito, solemos acudir a la etimología de algunas palabras, a su origen real o verdadero. Y observamos que casi todas proceden del Latín o del griego, yo diría que más del Latín. Y es que, en realidad, es así. Nuestra lengua, el castellano, junto con el gallego y catalán y las demás lenguas romances, habladas principalmente en Europa: portugués, francés, italiano, rumano y otras, proceden del Latín.
Y aún más, refiriéndonos solamente al castellano, tenemos que decir que son casi el 80% de sus palabras las que derivan del Latín, el 15% las derivadas del griego y solamente el 5% tienen otra procedencia. Además, el castellano es la lengua más extendida y una de las más habladas, ya que son más de 400 millones los que la utilizan y es posible que en el futuro sean muchos más.
Está más que justificado que acudamos y escribamos sobre el Latín, la lengua de la antigua Roma, hablada en todo el Imperio y que, a partir de los siglos IX y X, evolucionó hasta transformarse o convertirse en las lenguas romances, citadas anteriormente.
El Latín, la Lengua Latina, por lo tanto, es el origen de nuestra lengua, es la lengua madre o, diríamos mejor, la lengua padre, pues ésta es propiamente la palabra que empleamos al denominarla lengua patrimonial. Es patrimonio de todos, pertenece y forma parte de nuestro patrimonio lingüístico. Debe ser estudiada y conocida por todos, también por los que habitan en los Valles de Benavente.
Aunque, a decir verdad, ya es conocida y utilizada por muchos hablantes en la vida diaria, aún sin saber de antemano que las palabras que dicen son Latín. Si prestan atención notarán que el Latín como que conviviera con nosotros en el comercio, en la industria, en el arte, la ciencia, la literatura, etc. Es tanto el parecido existente entre algunas palabras latinas y castellanas, que apenas se distinguen. Son las palabras cultas, heredadas del Latín y transmitidas así: villa, gloria, victoria, via, etc. Otras, sin embargo, han sufrido evolución, las populares, las patrimoniales, que son más numerosas, pero es fácil ver también la relación existente entre ambas lenguas, en muchas de ellas: mensa, (mesa), herba (hierba), terra (tierra), hortum (huerto), porta (puerta), ferrum (hierro), damnum (daño), rota (rueda), regina (reina), etc., etc.
Es necesario ver cada día la importancia que tiene el léxico y su estudio para conocer mejor la cultura que nos rodea. También en esta comarca de los Valles de Benavente. Y se puede hacer a través de la vida diaria, pues utilizamos el latín en numerosas ocasiones.
Basta con que nos acerquemos a un supermercado para comprar vita (margarina o yogurt), lux (jabon de tocador), apis (tomate frito), magno (brandy) etc. Y además, decimos que vamos al super (sobre) utilizando esta preposición latina que indica que algo está por encima. En este caso, es el centro comercial, que ya no es como las pequeñas tiendas antiguas de ultramarinos, sino que se trata de un super.
Si nos detenemos después ante un kiosko de prensa vemos que los títulos de algunas de sus revistas están en Latín: quo (de qué o donde), natura (naturaleza), quercus (encina), insula (isla), TV Plus (TV más), etc.
Si vamos a alquilar o comprar un coche, allí nos encontramos con que nos ofrecen un audi, lotus, citroen Hispania, volvo, focus, un Toyota supra o un seat terra, trans o transit, etc.
En el cine no hace muchos años pudimos ver el estreno de la película Gladiator (gladiador), pero hay otras muchas más antiguas, con titulación latina: Quo vadis, Opera prima, Requiem, Golfus de Roma, Rosa rosae, etc.
Los que nos informan sobre el fultbol, al hablar de la alineación de un equipo, nos dicen con frecuencia que el entrenador ha colocado de libero (libre) a tal o cual jugador. Y el lema de los juegos olímpicos es citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte).
Casi todas las familias, disponen, en sus domicilios, de video (veo), de audio (oigo), de algún aparato multimedia (multus-mucho), o de otro tipo de electrodomésticos, cuyas marcas son palabras latinas: ignis (fuego) referido a una cocina, aunque también se aplique o otros; lo mismo ocurre con taurus (toro); lynx (lince) referido a lavadora, aqualock a lavavajillas, etc.
Una de las palabras cultas latinas más empleadas es via (camino, calzada) y se dice via ferrea, via pecuaria, via publica, via digital, etc. A este respecto, recordamos que se debe decir siempre Via de la Plata, al referirnos a la calzada construida por los romanos, en el siglo I d. C., desde Emerita Augusta (Mérida) a Astúrica Augusta (Astorga), que pasaba y pasa por Benavente, como ya todos los lectores conocen. Respetemos y usemos siempre la palabra via y nos dejemos de ruta, que es palabra derivada del francés route. Porque los romanos construyeron una via, una calzada, aunque posteriormente a través de ella se hiciesen rutas o itinerarios.
Por último, podemos referirnos a la Iglesia Católica, cuya lengua oficial es el Latín, aunque desde el Concilio Vaticano II se utilicen las lenguas vernáculas, las de cada país. Observamos que la utilización de palabras latinas, conocidas por todos, creyentes y no creyentes, en el uso cotidiano, es frecuente, sobre todo durante la Semana Santa u otras festividades litúrgicas. Y todo el mundo habla del Miserere, (ten piedad), o la Salve (ten salud) o sabe de qué se trata cuando oye: Te Deum, Pange lingua, Magnificat, Credo, Requiem,, etc. Lo penoso es usarlas sin saber que son Latín y más penoso todavía, sin saber su significado.
Sobre el Latín se usan expresiones, a veces en sentido peyorativo, al decir de alguien que ‘sabe hasta Latín’ o cuando se dice, no sin cierto menosprecio, 'déjanos de latines’. La verdad es que, dejando esto a un lado, lo cierto es que tenemos que afirmar que hasta las personas menos cultivadas utilizan esta lengua, muchas veces sin saberlo, como ya hemos dicho.
Con todo esto queremos hacer ver y demostrar que el Latín sigue vivo, que no es una lengua muerta como algunos la llaman, sino lengua de cultura, porque es la que nos está proporcionando el léxico del cual nos servimos todos, Podemos decir que hablamos Latín, un Latín transformado, convertido en castellano u otras lenguas. El Latín, tal como es, es un buen padre, que se resiste a desaparecer del uso, de la vida y de las cosas del entorno, como ocurre con el resto del Patrimonio heredado.