jueves, 14 de octubre de 2010

Espantajos o espantapájaros.

Espantajo sobre un muelo en Quintanilla de los Oteros (León)

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Varios espantapájaros en una viña. San Cristobal de Entreviñas.

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Varios espantapájaros sobre una higuera. Villaveza de Valverde.
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Sobre un campo de melones en Vecilla de Transmonte.

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En un huerto detras de la casa en Villanazar.

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Cerca de una viña en Brime de Urz.

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Muñeca espantapájaros en una huerta de Vecilla de Transmonte.

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Original espantapáros bajo un nogal en Villaveza del Agua.

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Sol brillante como espantapájaros en una huerta de Benavente.

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Paseo entre parras con espantapájaros en Brime de Sog.

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El espantajo al que me refiero aquí, de modo especial, es el objeto que simula una figura humana formada, de modo grotesco, con palos o hierros cruzados para los pies y las manos, y sobre los que se coloca un traje. No falta tampoco la cabeza con el sombrero. Este figura antropomorfa se coloca en los campos sembrados o sobre los árboles para espantar a los pájaros y evitar que devoren los frutos y disminuyan la cosecha. De ahí que sea más conocido y denominado espantapájaros. Otros los consideran monigotes, por tratarse de muñecos de trapo o de otro material.
Era muy frecuente, antiguamente más que en la actualidad, ver espantapájaros, en fincas no muy extensas, sobre todo huertos, huertas y pequeñas parcelas. Su finalidad era ahuyentar a las aves que abundaban en la zona y que en poco tiempo eran capaces de acabar con la cosecha de algunas frutas u otro tipo de productos. También se usaban y se usan en las viñas para que no se coman las uvas.
Los materiales empleados para ello suelen ser ropas viejas, usadas ya por las personas: pantalones, chaquetas o abrigos y sombreros. En la confección de los mismos se advierte la creación popular y la originalidad de cada uno, hasta el punto de causar admiración y asombro en quienes pasan cerca y los contemplan.
Es de suponer que la huida y el espanto en las aves esté asegurada, pero no siempre es así, ya que con el tiempo se acostumbran al objeto y nada temen, llegando incluso a posarse sobre el mismo muñeco y seguir comiendo las semilla o los frutos. Lo pudimos comprobar, a finales del mes de agosto, en Quintanilla de los Oteros (León). En las eras del pueblo había un muelo, sobre él un espantajo y a su alrededor se posó una bandada de palomas que comían a capricho el trigo del muelo.
Los campesinos, conscientes de ello, cuando llega la época de la siembra o de la recolección., no suelen repetir cada año las mismas formas y el lugar de colocación de los muñecos. Saben muy bien que nuevas figuras o nuevas técnicas son necesarias para causar la extrañeza y huida a los pájaros.
Los espantapájaros en forma humana o animal no son los únicos objetos que se utilizan actualmente, sino que existen otros muchos, algunos comercializados, como las mallas para cubrir árboles y plantas, las cintas vibradoras, de efectos acústicos y ópticos, aspersores en jardines que lanzan agua al detectar cualquier movimiento, pequeños molinos de viento, etc. En algunos lugares emplean ciertos aparatos, accionados con gas, que producen una explosión cada cierto tiempo y provoca la huida de las aves.
Por otra parte, en el mundo agrario más popular se sirven también de otros artilugios caseros para desempeñar dicha función: cristales que brillan con el sol, discos colgados de las ramas, cintas de cassettes sobre las plantas, que al menor viento se mueven, etc. A veces colocan sobre un palo alguna de las aves cazada con anterioridad.
Pero los espantapájaros más antiguos y, si queremos más artísticos, no cabe la menor duda de que son y fueron siempre aquellos que tenían y tienen forma humana. Es en estos en los que se ve una mayor creación y originalidad por parte del hombre, que desde siempre se preocupó de ello, para que las variadas especies de pájaros no acabasen con su cosecha.
En los Valles de Benavente se ven todavía espantapájaros en algunos campos sembrados de cereales, fincas de regadío y viñedos. También en pequeños huertos, cerca de los pueblos, como el que tiene Isaac Ferreras en la parte de atrás de su vivienda en Villanazar. Él, ya jubilado, pasa gran parte de su tiempo cultivándolo. Y para vigilarlo y cuidarlo mejor, una vez que ha sembrado, y sobre todo al empezar la germinación y la floración, se sirve también de un espantapájaros. “Mire, me dice, todos los años lo hago a mi modo y con los materiales que tengo a mano. Y cada cierto tiempo lo cambio de lugar para conseguir que cause más efecto, impresión o extrañeza en las aves. Pero, a pesar de todo, se habitúan a él y hacen de las suyas”.Isaac, además del muñeco de siempre, hecho con ropas viejas, tiene por allí también pequeños discos colgados, que se mueven y brillan con el sol. La verdad es que con tanta ayuda y colaboración el huerto está bien atendido y cuidado. No me extraña que consiga buena cosecha.
Al pasar por Vecilla de Transmonte veo también varios espantapájaros: En una finca de melones hay uno en forma humana, en otro lugar una muñeca de trapo sobre un árbol con frutos, botellas de plástico sobre plantas de tomates y otros productos, etc. Pero los que más me llaman la atención son los que tiene Alberto Ferreras sobre los manzanos de su huerta, cuyo fruto estaba recogiendo. Se trata de animales, en este caso conejos, colocados en la punta de unas varas, puestas encima de los árboles. Por supuesto, que se trata de las pieles de dichos animales, rellenas de materiales diversos que dan la impresión de estar disecados.
“Hay que poner cosas novedosas, dice él, si se quiere conseguir un mayor efecto. Pero le puedo asegurar, porque lo he visto, que los pájaros después de cierto tiempo se acostumbran a todo y actúan como si no hubiese nada. Es muy difícil conseguir su huida y más cuando tienen necesidad de alimentarse”.Tiene también discos, espejos y banderitas de colores sobre los árboles. Por la cantidad y calidad de las manzanas que está recogiendo deduzco que algún efecto habrán causado sus espantapájaros.
He comprobado que en muchos pueblos de los Valles hay personas que siguen utilizando estos artilugios, variados en formas y colores, que no dejan de llamar la atención a los que pasan cerca y los contemplan. Y el que sea una obra más o menos prefecta y artesana depende de la imaginación y creación de sus autores, en este caso casi siempre los mismos agricultores, conocedores como nadie de sus fincas y también de las aves que viven o pasan por allí en las distintas épocas del año. Además ellos realizan todos los trabajos y hacen lo que sea posible pensando siempre en la cosecha o recolección.