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Rincón con una de las puertas de acceso al Oratorio y otras dependencias.
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Ventanas en el muro occidental del Oratorio
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Lápida de marmol que indica el lugar, y quien llevó a cabo la restauración del Oratorio en el año 1904.
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Escalera de acceso al lugar en que se encuentra el Oratorio y otras dependencia del convento-residencia de los agustinos.
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Árboles y vegetación abundante en torno a lo queda de los antiguos edificios.
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Tajamares de la aceña o antiguo molino que pertenecía a los religiosos agustinos.
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Sobre la planta baja de la aceña se construyó con ladrillo, no hace mucho tiempo, una vivienda.
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Escudo de la orden agustiniana en el muro de uno de los tajamares de la aceña.
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Dinteles y jambas de varias puertas y ventanas, construidas con piedra de Villamayor, que aún se conservan, entre todas las ruinas.
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Paseo elevado respecto a la vega, que conduce al Oratorio y la casa-residencia de los religiosos.
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Aspecto que ofrece el entorno, con árboles de hoja perenne y caduca, en este mes de noviembre de 2011.
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Cabrerizos, es un pueblo que está muy cerca de Salamanca. Dentro de su término, concretamente en el lugar denominado la Flecha, los agustinos tenían un enclave, residencia o granja, que les servía de descanso y recreo para los religiosos del convento de Salamanca. Aquí vivió con frecuencia muchas temporadas Fray Luis de León y aquí escribió algunas de su obras más famosas y conocidas.
La finca contaba con amplia huerta en la que cultivaban parte de los productos que necesitaban y consumían en Salamanca.
La verdad es que yo no conocía la Flecha, aunque sí tuviese alguna información sobre dicho lugar. Pero ayer la visité, motivado por una noticia de la prensa local, y lo que pude ver me ha causado una impresión desagradable. La misma que, me imagino, causará a todos los amigos y amantes del patrimonio arquitectónico, artístico, y en este caso también, literario y medioambiental. Porque estoy seguro de que, desde Salamanca, ciudad del arte, del saber y de la cultura, habrá personas interesadas y que, por motivos distintos, se acercarán allí.
La verdad es que lo que mejor se ha conservado son los muros del Oratorio con las ventanas y puertas de acceso al mismo. La piedra de Villamayor utilizada en la construcción, ha resistido al abandono y a los embates del tiempo.
Se puede ver también parte de la huerta, y restos de edificios que pudieran ser más las viviendas de los que trabajaban en ella, que las que servían de residencia a los religiosos.
Cerca ya del río está la aceña y en uno de los dos tajamares hay un escudo de la orden. En la aceña se molía el grano del convento y de los agricultores vecinos.
El lugar, que, en vida del poeta, era paradisíaco, por el agua, la vegetación, la arboleda y, por supuesto, las flores, y propicio para la creación literaria y el lirismo, como así fue, a juzgar por algunos de sus escritos, en la actualidad, se encuentra lleno de maleza, basura y árboles caídos y ruinas.
Fray Luis de León, aunque nació en Belmonte (Cuenca), en Salamanca vivió casi siempre, (con 14 años vino a estudiar), y esta ciudad fue el centro de su vida intelectual. En 1543 ingresó en el convento de los agustinos y se hizo religioso. Después de sacar la cátedra de teología, fue profesor en la Universidad. Murió en Madrigal de las Altas Torres en el año 1591. Sus restos se trasladaron a Salamanca, en cuya Universidad descansan.
Fray Luis fue uno de los escritores más importantes del Renacimiento Español. Escribió sobre temas diversos, religiosos y no religiosos. Destaca también por su poesía, sobre todo las Odas, en alguna de las cuales expresa el deseo de soledad y retiro a la naturaleza,. Concretamente en la Oda a la vida retirada, que compuso imitando o siguiendo el mismo tema del Beatus ille, poema escrito por el poeta latino Horacio.
Si Fray Luis visitara hoy Salamanca, se congratularía de los recuerdos que la ciudad y su Universidad tienen para con él: la escultura que desde 1868 preside la plazuela del Patio Escuelas, el aula en el que impartía sus clases de teología, que deja ver un sabor antiguo en sus bancos, tarima, mesa, atril, etc., y su sepultura en la misma capilla de la Universidad. Le agradaría también ver que con su nombre se designa una calle, una plaza, un Colegio Mayor, un Instituto de Educación Secundaria, etc. Y mostraría una gran satisfacción y agradecimiento a la ciudad por todo ello, pues de esta forma todos los que visitan la ciudad, y sobre todo su Universidad, le recuerdan a él y también algunos aspectos de su vida y obra.
Pero si Fray Luis visitase hoy Salamanca y desde la ciudad se acercase a Cabrerizos, concretamente a La Flecha, lugar en el que vivió, descansó, rezó, escribió y disfruto con lo que el quería, se sentiría defraudado, y tal vez triste, al ver solamente ruinas, maleza, abandono y dejadez. Por sus versos en la Oda a la vida retirada conocemos la belleza y singularidad del lugar. De ahí que en la comparación con la situación actual el choque o contraste es aún más grande.
He podido comprobar, que, desde hace ya tiempo, por parte de algunas personas, grupos o asociaciones culturales, se ha reclamado atención a este enclave literario e histórico. Parece ser que aún no le ha llegado la hora. Pero nunca es tarde para ello.
Ojalá que, no tardando, los encargados de la defensa del patrimonio local y provincial y también regional, la Comunidad de Castilla y León, apoyen cualquier iniciativa que tenga como finalidad recuperar al menos la capilla u oratorio y parte de su entorno, ante la imposibilidad de que sea en su totalidad. Ello se convertiría en un hito o referencia importante en la vida de este autor, salamantino por adopción, pues aquí pasó casi toda su vida. Y Fray Luis, seguiría siendo conocido por todos los salmantinos, y también por los forasteros y turistas que visitan la ciudad y, sobre todo, su Universidad. Pero a estas visitas se podía añadir una más, para un gran número de ellos, que sería el paraje de La Flecha, en Cabrerizos, un lugar emblemático en la vida del poeta.