sábado, 9 de junio de 2012

Julio Vecino, artista y artesano en Fuentes de Ropel.



Julio Vecino trabajando en el taller de su casa, en Fuentes de Ropel.
                                   
            Hoy voy a escribir sobre un artista, porque esto fue el escultor Julio Vecino, recientemente fallecido. Testimonio de ello es la importante obra que ha dejado, no solamente por el número de piezas, más de 1500, sino también por la perfección y belleza de las mismas,  por su valor artístico.
            Y es curioso que haya realizado casi toda su obra, tranquila y calladamente, en Fuentes de Ropel, en donde ha vivido más de 40 años, aunque naciese en el cercano pueblo de Castrogonzado, en el año 1919.
            Fuentes de Ropel, perteneciente a la comarca de Los Valles de Benavente, al Norte de la provincia de Zamora, y muy cerca de los ríos Esla y Cea, ha tenido y tiene la suerte de contar con vecinos dedicados a diversos oficios tradicionales y artesanos y también con algunos que, como Julio, se adentró de lleno en el mundo del arte, dedicándose  a la escultura.
            Julio, después de la guerra civil, en la que participó con tan sólo 18 años y en la que resultó herido y tuvieron que amputarle una pierna, residió varios años en Madrid, trabajando como encargado de una portería. En el edificio que atendía vivía un escultor, Eduardo Carretero, al que vio tallar la madera y con quien aprendió la técnica y se aficionó a ello. Quería solamente aprender, pero se convirtió pronto en un verdadero maestro. No obstante, ya desde niño tuvo cierta afición por la madera, pues era hijo del Sr. Patricio, el carretero, oficio que también han ejercido algunos otros de su familia. 
            Hacia el año 1960 regresó a su tierra, estableciéndose ya definitivamente en Fuentes de Ropel, hasta su fallecimiento, en Abril del año 2006. Es aquí en donde se ha forjado el artista, entre sus paisanos, algunos de ellos artesanos, y rodeado de familiares y amigos. Sabía de sobra que ser escultor en Fuentes no es lo mismo que serlo en Valladolid, en Madrid o en ciudades parecidas. Pero lo asumió, creyendo que este hecho no iba a condenarle al desconocimiento y a tener almacenada toda su obra. Pero ahí están sus tallas, su obra escultórica, marcada por líneas, o formas y volúmenes sencillos y equilibrados. Todas ellas llenas de ingenio y sabiduría, ya se trate de un talla realista o abstracta. Entre ellas, hay gran variedad: muchos bustos, algunos autorretratos, escenas de toros y toreros, de tema egipcio y africano, bailarines, escenas familiares y parejas de enamorados, imágenes religiosas, abundantes tallas figurativas y no figurativas, etc. Y otra obra, si queremos menor, con parte de la cual decoró su casa: marcos de cuadros pintados por él, bajorrelieves, ceniceros, etc.

Busto del autor y otras esculturas.
Formas.

La foca
Grupo de pequeñas esculturas.
Una parte de su colección de retratos.
Algunas ímágenes religiosas y otras figuras.
Belleza en la forma.


            Julio que decidió vivir en el pueblo no fue un desconocido en él, ni en Castrogonzalo, su lugar de nacimiento. Pero tampoco fue en otros pueblos a los que ha llegado su obra, gracias al esfuerzo de algunas personas que siguen creyendo en la cultura como parte integrante de la educación y del progreso de los ciudadanos. Algunas de sus obras se expusieron en Parla (Madrid), Zamora, Benavente y Valdescorriel, y en Valderas, Valdefuentes del Páramo y Toreno, pueblos estos últimos pertenecientes a la provincia de León. Pero ha llegado el momento de que se siga divulgando y conociendo por otras partes de esta provincia y de toda la región castellano leonesa, e incluso fuera de ella. Sólo conociéndola se valorará debidamente.
            Trabajó con maderas duras como son la de nogal y la de encina. Esta última, bien pulida, adquiere una textura y belleza difícilmente comparable. También se servía de otras como la del cerezo.
            El mayor y mejor apoyo para él fue siempre su mujer, Cándida. Nunca mejor dicho lo de que ella "fue su pie y su mano derecha". Lo conocía perfectamente, como no podía ser menos, pero lo curioso es que también conocía su obra, casi todas las piezas que iba realizando, alguna hasta por el título o nombre, que ahora no figura en ellas. Y además era la que mejor las cuidaba, si cabe lo mismo que a él. Y hasta se preocupaba del futuro de las mismas.
 Todo esto me lo cuenta Angelines, también de la familia, que es la que me enseña el desván de la casa, convertido en el almacén de sus esculturas. Angelines se siente orgullosa de su madre y de él, y ve con buenos ojos que se informe a los demás de su trabajo de más de 40 años, para que sepan apreciarlo y valorarlo.
            Me comenta también la afición de Julio por la pintura. Dejó acabados unos 50 cuadros que reflejan, unos a personajes famosos o paisajes, y otros, pintados dentro de una línea más cubista o abstracta. Pero lo que más hizo fue tallar la madera. Compraba troncos en abundancia y de vez en cuando cogía uno, lo miraba, y, nunca mejor dicho, se metía con él, hasta darlo vida, la que ahora nos muestra cada una de sus obras. Lógicamente se servía de herramientas y de sus manos, pero siempre guiadas o dirigidas por su saber, como todos los artistas.

Colores entre líneas.
Autorretrato.
Mujer en paisaje.
Algunas otras de sus pinturas.

            Las herramientas que utilizaba están ya recogidas en cajas: gubias, limas, formones, barrenos, martillos, lijas, azuela, máquina de afilar, gatos para sujetar la pieza en el banco, etc. Cuando el tiempo se lo permitía trabajaba en el patio de la casa sobre todo cuando necesitaba el banco con el tornillo o el gato para sujetar su madera, para los primeros toques a la misma, pero después, y cuando hacía mal tiempo, trabajaba en el interior de la casa, en una cocina, con chimenea, que da al mismo patio.
            Con tan sólo estudios primarios, se preparó por su cuenta y, en lo suyo fue universitario. Eran muchos los libros de que disponía, de todas las materias, pero principalmente relacionados con el dibujo, la pintura y el arte en general.
            -Tenía mucha afición al dibujo y a la pintura. Se ponía a pintar o dibujar en cualquier lugar o en cualquier parte a donde fuese o estuviese. El dibujo era fundamental para él. Después hacía una escultura o pintaba un cuadro como el dibujo que había hecho, me dice Angelines.
            De sobra sabe ella que lo que hacía Julio, como todos los artistas, eran bocetos de sus obras. Pero lo sorprendente e interesante, en este caso, es que se conservan también varias carpetas con todos los bocetos de sus dibujos y pinturas, lo cual, unido a al resto de su obra, esculturas y pinturas, es un hecho positivo, para que alguna Institución o Entidad se interese por su catalogación y exposición en algún museo.


Una muestra de sus dibujos y bocetos.

            En la obra de Julio Vecino tiene el Ayuntamiento de Fuentes de Ropel un verdadero filón, y una oportunidad única para intentar conseguir la creación de un museo local, museo que, aunque contase con otras piezas arqueológicas o etnográficas, debería tener una sala dedicada a Julio, que reuniese y mostrase una selección de su obra. Sería el mejor homenaje de su pueblo a él y de él a su pueblo. Serviría para recordarle y valorarle en su justa medida. El museo daría vida a la localidad y sería visitado por todos aquellos amantes del arte, de la cultura y de las tradiciones, en definitiva, por todos los amigos del Patrimonio.