martes, 18 de septiembre de 2012

Artesano jubilado: Genaro del Hoyo, de Fuentes de Ropel.



Genaro del Hoyo en una habitación de su casa.
            El reportaje de hoy me confirma, una vez más, que Fuentes de Ropel ha sido un pueblo, no sólo importante por su historia y tradiciones, sino también por haber contado a lo largo de los años con muchas personas que ejercieron diversos oficios. Algunas  de ellas, al jubilarse, dedicaron parte de su tiempo libre a otras artesanías relacionadas o no con su antigua ocupación, que, además de servirles de entretenimiento, les llenaron de satisfacción.
            Hace años fueron varios los artesanos del pueblo a los que visité: Florencio Almanza, Arsenio Casado, Matías del Hoyo, y otros, ya fallecidos, como: Justiniano Abad y Lugérico Garzo. Sin olvidar al escultor Julio Vecino y sobre el que  realizamos  una exposición con la publicación del catálogo respectivo.
Hoy me voy a referir y recordar a Genaro del Hoyo, ya fallecido también, quien, amablemente y en la medida de lo posible, me contó un día cómo trabajaba el hueso y los cuernos, y qué tipo de objetos o piezas realizaba. Digo en la medida de lo posible, pues, al estar operado de la tráquea, tenía mucha dificultad para hablar. Pero lo hacía muy bien.
            Genaro tenía 82 años, cuando lo visité. Se jubiló a los 58, precisamente el año en que le hicieron la operación. A partir de entonces comenzó a dedicar gran parte de su tiempo a este tipo de artesanías, y con el material citado.
            Es natural de Fuentes de Ropel y aquí ha vivido siempre, primero con sus padres y luego con su propia familia, su mujer y sus seis hijos. Pero ahora estaba sólo, pues los hijos vivían fuera por su trabajo u ocupaciones, y su mujer, algo enferma e imposibilitada para valerse por si misma, estaba ingresada en una residencia de Valderas, pueblo de la provincia de León, no muy distante de Fuentes de Ropel.
            “Mi padre era pastor, me dice, y, antes de concluir los años de escuela, me llevaba consigo para ayudarle en el cuidado y atención a su rebaño. Fue entonces cuando aprendí a trabajar el hueso, pues él ya lo hacía. Y casi todo con la navaja, esta era su única herramienta.  Todavía conservo algún objeto de los que él hizo”.
            Está claro que lo que de niño o joven se aprende tarde se olvida, e incluso se realiza de nuevo, a lo largo de la vida, como ha pasado con Genaro.  
             Aunque trabajó también de pastor durante unos años, cuando se casó, se dedicó más a la agricultura hasta su jubilación anticipada. Desde este momento, como he dicho,  y, no sin luchar y superar las dificultades y vaivenes de la vida, pasó muchas horas, de muchos días, ocupado, o si se quiere, entretenido, haciendo piezas diversas, en esta afición heredada de su padre y que nunca olvidó.
            Lo primero que me enseña son unos bastones, muy elegantes, sin duda, por lo bien trabajados que están. El puño de unos, hecho de cuerno de ciervo, representa la cabeza de animales, y el de otros, con madera de encina o roble, son zapatos y botas de lujo. Todos adornados con diversos detalles que denotan exquisitez, gusto y sabiduría. Por su parte, la vara es de madera simulando bambú en alguno de ellos.
Sus dos primeras obras fueron dos grandes cuernos de madera, en cuyos extremos ha insertado la punta de los cuernos del ciervo.

Bastones y cornamentas.
Bastones con el puño en forma de zapato o bota.
Cuernos de madera con la punta de cuernos de ciervos.
El puño de estos bastones está hecho con la corrnamenta de los ciervos.

            Tiene otros muchos objetos en hueso de menor tamaño, que es lo que más ha trabajado: Agujas de ganchillo, anillos, cruces diversas en forma y tamaño, llaveros, (uno de ellos con las iniciales de su nombre y apellido), y muchos adornos para las mujeres: corazones, colgantes, mariposas, etc. Todo ello muy vistoso y llamativo, que merece ser contemplado y admirado por los demás.

Cruces diversas en la forma y el tamaño.

Adornos varios: mariposas, corazones, colgantes...

Agujas y anillos.
Anillos.
         

















   Me enseña también un cuerno de los que usaban los pastores para llevar la comida, pero no es obra suya. Lo hizo un tío de su padre y, según consta en la inscripción que figura en el mismo, tiene ya 118 años. El cuerno está totalmente lleno de grabados con figuras de animales y vegetales. En verdad es una buena pieza para un museo etnográfico. De momento él lo guardaba con esmero y cariño, a la vez que le servía  de recuerdo de sus antepasados.


Cuerno con grabados.
            Le pregunto por la forma de adquirir la materia prima: “Los cuernos de los ciervos me los trae un sobrino que es forestal, los encuentra por el monte o la sierra. Y los huesos de caballo, mula o vaca, antes los cogía yo en el campo o en los vertederos, donde se tiraban animales muertos. Ahora ya no se hace, pues está todo más controlado. Utilizo los de caballo y de mula, más que los de vaca, que son de peor calidad para lo que quiero hacer”.
            En el patio de su casa tiene cornamentas de ciervo y huesos diversos, para utilizarlos cuando los necesite. Y en un local próximo, sobre una mesa parecida a la del carpintero, hay un instrumento eléctrico que utiliza para cortarlos. Con él quita lo mayor de la pieza y coge la parte que va a necesitar. Después hace todo lo demás con otro pequeño instrumento también eléctrico, y las diversas escofinas, limas y otros útiles que tiene allí en su pequeña caja de herramientas.

En el patio de su casa con algunas cormentas de ciervo, aún no trabajadas.

Caja de herramientas.
           Decora algunas de sus piezas con pequeñas piedras de colores que adquiere en el comercio o con otros materiales apropiados para ello, que les dan vistosidad. 
        Lo que hace le lleva mucho tiempo. Así ocurre a todos los artesanos, Por eso es  mayor su satisfacción. No tiene horario fijo, sino que trabaja a ratos y cuando se siente con ganas. Y es que  cualquier objeto de estos, por pequeño que sea, le ocupa “seis o siete tardes con no menos de seis o siete horas cada tarde”, me comenta.
            Genaro disfrutaba, no solo cuando se disponía a trabajar y hacer objetos con los cuernos y huesos, sino también cuando los contemplaba cada día.  Eran fruto de su trabajo y afición de jubilado y, por supuesto de su sabiduría artesana. Por eso los quería tener siempre cerca, como algo muy suyo. Como que le acompañaban en su soledad.
            Por mi parte observé que también se sentía satisfecho y feliz cuando alguien le visitaba. Enseguida les enseñaba sus obras, explicando los detalles de cada una las piezas. Con algunas de ellas participó en la Exposición de Artesanos Jubilados, que, organizada por el CEB “Ledo del Pozo” se celebró en Benavente coincidiendo con los días de la FEMAG en el año 2009.