martes, 16 de abril de 2013

Artesano jubilado: Miguel Alonso, de Santa Cristina de la Polvorosa.



  
Miguel con el pequeño frontón en sus manos.
            Santa Cristina de la Polvorosa ha sido y sigue siendo un pueblo que se esfuerza en mantener y recuperar en lo posible sus antiguas tradiciones. Pero también se ha distinguido por haber contado entre sus vecinos con personas, unas que ejercieron durante su vida algunos de los antiguos oficios de carretero, herrero, zapatero, etc. y otras que, después de su jubilación, se han dedicado a la confección o elaboración de piezas u objetos de artesanía, como hacen Miguel Cachón y Joaquín Pérez, según hemos visto en semanas anteriores. También lo hace Miguel Alonso Centeno, a quien me voy a referir en esta ocasión.
            Tiene ya más de 70 años. Y, desde su jubilación, anticipada, en su caso por un accidente, dedica una parte de su tiempo a realizar, con madera, muebles en miniatura, algunos edificios y otro tipo de piezas u objetos.
            Antes incluso de terminar sus estudios primarios en la escuela del pueblo, pues tenía 13 años, se puso a trabajar, haciéndolo en varios sitios y en muy diversas actividades: “Trabajé en Benavente de camarero, como dependiente en la fábrica de aceitunas hermanos Sánchez, en la perfumería Gardenia, en la fábrica de harinas Carbajo, en la de caramelos La Carmela, y hasta en la construcción... Y también pasé diez años en Bilbao trabajando en una pastelería y en Magefesa. Fue aquí en donde tuve el accidente de tráfico, causante, en gran parte, de mi jubilación anticipada.
            Cuando vine para el pueblo no hacía más que pasear, andar en bicicleta o ver televisión. Pero me di cuenta de que con esto me aburría, hasta que un día me puse a trabajar la madera y encontré en ello mi mayor y mejor entretenimiento y distracción. Cada vez que me ponía a hacer una pieza de estas se me pasaba el tiempo sin darme cuenta y me olvidaba de lo demás. Y con ello sigo de momento, aunque a mi aire, como todo lo que se hace voluntariamente y con gusto”.
            Empezó haciendo tenedores y cucharas, algunas para los amigos, y luego sillas, mesas, bancos, un pupitre escolar, etc. Por allí tiene también algún fuelle, castañuelas de varias formas, etc. Pero lo que más admira él, lo mismo que su hermana, con la que vive, es el hórreo, el carro y el puente antiguo de Santa Cristina, de tamaño un poco mayor que los demás objetos.
Cucharas y tenedores, sus prìmeras piezas.
Mesas, sillas, tabla de lavar, fuelle, y otros objetos.
Escaleras, bancos, taburetes...
Y castañuelas de diversas formas, tamaños y por supuesto sonidos.

            El material que necesita y utiliza es principalmente la madera de pino, de haya y de otros árboles de esta zona. La de haya se la trae un amigo que trabaja en Gijón en una serrería. Le trae trozos con los que hace las cucharas y tenedores. Con la de pino hizo el puente y otras piezas pequeñas. Coge también los palos de la poda de los árboles que decoran la calle en la que vive, los limpia bien y le sirven para algunas cosas.
            También utiliza cola, puntas y algún trozo de alambre. Y barniza casi todas las piezas, una vez terminadas.
            En un pequeño cuarto que da al patio de su casa tiene un tornillo de carpintero con el que sujeta la  madera para serrarla o cortarla y otras tareas. Usa una pequeña sierra eléctrica de calar y dispone también de serrucho, taladro, etc. y algunas otras herramientas necesarias para quien trabaja con la madera. No le falta una gubia de la que se sirve principalmente para hacer las castañuelas.
Antes de comenzar a trabajar en las piezas hace un croquis o dibujo de cada una de ellas. Las  medidas según le parece a él, después de ver el modelo en la realidad o en alguna revista. Me enseña la foto de un yugo que tiene entre manos y que lo terminará pronto para completar su carro en miniatura.


El frontón y un hórreo asturiano.
Con un carrito en su mano.
Así ha ha visto, y realizado, el puente de su pueblo Santa Cristina.

            No me puede decir el tiempo que le ha llevado preparar cada uno de los objetos que ha hecho, que, aunque, a tamaño reducido, su elaboración no deja de ser costosa. Y más si quien lo hace no fue ni carpintero ni sus trabajos a lo largo de la vida tuvieron que ver nada con la carpintería y la madera. Y es que, lo mismo que hacen otros artesanos jubilados, Miguel trabaja a ratos, cuando le parece. Pero no me cabe la menor duda de que son muchas las horas  que dedica a ello. Su hermana, que está presente, dice que el hórreo será la pieza que le ha llevado más tiempo, pues estuvo con él varias horas cada día durante dos o tres meses. “Es porque tiene muchas piezas pequeñas que nadie advierte si no se lo digo yo”, dice él, mientras me enseña algunos detalles del mismo.
            A medida que pasan los años, con la práctica y experiencia, su afición es cada vez mayor y esto hace que intente conseguir una mayor perfección en aquello que hace.  Ojalá que sean muchos más los años de jubilado para que pueda seguir trabajando la madera y confeccionar este tipo de objetos. Estas pequeñas cosas animan también a vivir con ilusión y esperanza.
            Ha colaborado con los otros artesanos jubilados de Santa Cristina de la Polvorosa en una exposición celebrada en el año 2006 en el Ayuntamiento, organizada por la Asociación Cultural Cultura y Pueblo. Y no le importa seguir participando en alguna otra exposición, para mostrar a lo demás lo que él hace, con agrado y satisfacción, y también por entretenimiento y distracción
            Miguel está soltero. Su hermana, con la que vive, es la primera admiradora de sus piezas, entre las que tiene algunas preferencias, como es el caso del hórreo. Pero también de todas las demás, que le sirven para adornar algunas partes de la vivienda, en donde están colocadas, para mejor ser contempladas por los visitantes.
            Seguirá trabajando, o entreteniéndose en el futuro con estas cosas, mientras pueda, aunque no abandonará nunca su paseo diario, a pie o en bicicleta, pues esto también es necesario,