viernes, 12 de abril de 2013

Artesano jubilado: José Rodríguez, de Santovenia del Esla.



“Mi marido hizo solamente bastones”. Esto es lo que me dijo Aurora Domínguez cuando la visité en su casa de Santovenia del Esla. Y añadió lo siguiente:
“Se llamaba José Rodríguez de León y falleció cuando tenía 70 años, hace ya siete. Aunque no había cumplido los 65, edad legal para ello, estaba ya jubilado, pues la enfermedad que padecía no le permitía seguir con una actividad laboral normal. Y tal vez fuese ésta el motivo por el que empezó a entretenerse y pasar muchas horas haciéndolos. Era para él un buena distracción y hasta le servía como terapia”.
He visto sus bastones y  me han llamado la atención sobre todo los puños, en los que se representan figuras de perros y caballos principalmente. Están hechos con  perfección, finura y elegancia, y nos muestran que la práctica fue para José un aprendizaje. Merece la pena que, aunque fallecido, aparezca en estas páginas entre los demás artesanos jubilados de esta comarca por su buen hacer y la paciencia que tuvo que tener, no sólo para sobrellevar su enfermedad, sino también para tallar con tanto detalle ojos, crines y demás partes de las cabezas de perros y caballos.

Una parte de su colección de bastones.

Aunque hay otros animales, la mayor parte tienen el puño con cabeza de caballo.

Y ¿por qué casi solamente bastones y casi todos con puño de perros y caballos?
“Es que, aunque su trabajo principal fue en la agricultura, me dice Aurora, mi marido tuvo dos aficiones, o si se quiere ‘hobbys’, los caballos y la caza. Amaba a los caballos. De hecho tenía dos, a los que atendía y cuidaba con esmero. Conocía muy bien a los suyos y le gustaba saber más sobre los demás a través de libros y revistas. Siempre hubo en casa algún cuadro con este animal. Y en relación con la caza lo mismo, aunque él cazaba sobre todo con galgos, de ahí que también los representara en algún puño de bastón. Pero también le gustaban los demás perros”.

José amaba a los caballos. Tenía libros, revistas y también algunos cuadros.
Cuando comenzó con los bastones, por entretenimiento y distracción, como he dicho, algunos familiares y amigos le traían maderas y palos para su trabajo y otras las compraba él. Utilizaba maderas de encina, sabina, nogal y otros árboles de la zona.
Aurora sigue recordando a su marido cuando me dice:
“Todos los días, hasta que falleció, dedicaba algunas horas a ello y siempre trabajaba sentado, excepto cuando tenía que cortar y preparar los palos y madera, que lo hacía en una mesa con tornillo. Primero cortaba los palos, y luego se sentaba a trabajar en sus bastones”.
Respecto a las herramientas, utilizaba, como es natural, serrucho, hacha, azuela, etc., necesarias para cortar las piezas, pero, sobre todo, unas gubias que su mujer le regaló. Con ellas y poco más se arreglaba. Trabajaba mucho, según me cuenta, con un destornillador muy afilado. Con él tallaba los ojos, las orejas, el pelo de los perros y las  crines de los caballos. Basta con verlos para darse uno cuenta de su perfección. También se servía mucho una navaja, no muy grande que siempre tenía a mano. 

Con estas herramientas trabajaba en su afición artesanal.
José ni era de familia de carpinteros ni apenas tenía trato con ninguno, por lo que nada sabía de dicho oficio, pero cuando se vio así, se dio cuenta de que necesitaba alguna distracción que le ayudase a relajarse y pensar en cosas distintas. Entonces le dio por hacer en un palo una especie de cabeza de caballo, que todavía conserva, y siguió adelante hasta conseguir todos estos bastones. Parece ser que acertó con esta actividad, pues pasó buenos momentos, enfrascado en ello, con los caballos y perros en sus manos, y manejando las pequeñas herramientas y maderas que tenía cerca.

Comenzó haciendo en un palo una cabeza de caballo...
Y así fueron realizados casi todos  los puños para sus bastones.
Pero, si los puños llaman la atención por la perfección con que están trabajados, también las varas, algunas de las cuales talló y decoró con adornos diversos: incisiones, dibujos, etc.


También decoraba las varas de casi todos los bastones.
Hizo más de 100 bastones, según Aurora, que vio también cómo, a medida que pasaba el tiempo, los hacía más bonitos o perfectos. José actuaba como todos los artistas o artesanos, con la práctica les llega el perfeccionamiento. De ellos su mujer conserva varios. Pero la mayor parte se los regalaba a familiares y amigos de Bretó y de Santovenia. También obsequió con un bastón a algunos  médicos y enfermeras del hospital de Zamora que le atendieron durante los últimos años de su enfermedad. Seguro que todos, cuando lo vean, se acordarán de él, como si de un libro se tratase. Y es que las obras sirven para recordar a sus autores. En ellas está reflejado su trabajo y su sabiduría y casi siempre los buenos o malos momentos  de su vida.
Era natural de Villarrín de Campos, vivió también ocho años en Bretó y luego ya en Santovenia. En este pueblo, en la misma calle y no lejos de a Casa Rural sigue viviendo Aurora gran parte del año, pues pasa casi todo el invierno con su hija y sus dos nietas que residen fuera del pueblo.
He querido dejar patente el valor artístico reflejado por José en estos pequeños objetos, los bastones, cuya confección le ocupó muchas horas de su vida, y que le sirvió para, si no quitar, sí aminorar en alguna medida, la inquietud o preocupación que genera el estar sometido a una enfermedad irreversible.