sábado, 29 de junio de 2013

Palomares en Castrogonzalo.



Palomar en medio de una tierra sembrada de trigo...
Hace unos días viajé, una vez más,  a Castrogonzalo, uno de los pueblos cercanos a Benavente.   Por cierto que siempre que voy me acerco al Gurugú,  así  llaman a la parte más elevada del cerro en el que comenzó la población. Todavía en el subsuelo del mismo se conservan restos  de la Edad del Hierro y posterior poblamiento medieval. Es éste un lugar de obligada visita, al menos para los amantes de las vistas panorámicas y los bellos paisajes. Desde allí, si miramos hacia el noroeste vemos los ríos Esla y Cea con sus riberas y amplias vegas, verdes por el color de los productos sembrados. Y también con gran cantidad de choperas. Sin embargo, si miramos hacia el sureste lo que vemos son las llanuras de la Tierra de Campos, que aquí se inicia, con tierras de cereales, o en barbecho.

No lejos de otra tierra en barbecho.

Interior de un palomar en ruinas....
Con grafittis en una de sus paredes.

El motivo del viaje, en esta ocasión, era ver los palomares del pueblo, cuántos hay todavía y en qué situación se encuentran. Había visto, con anterioridad, al pasar por la carretera, algunos en medio de tierras sembradas de trigo, de color verde por la época en que nos encontramos. Pero, efectivamente, había más.
Detrás de la cerámica, que da  a la carretera, vi otros dos en buen estado y con palomas. Uno de ellos situado en un pequeño montículo o altozano, originado, tal vez, tras quitar la tierra, que lo rodeaba y utilizarla para la fabricación de ladrillos. Es de forma cuadrada, con dos tejados y en la parte superior está adornado  con ladrillos formando una especie de torreta.

Uno de los palomares que hay detrás de la cerámica.

Otra vista del palomar anterior.
Detalle del adorno sobre el tejado.
 El otro, no muy lejos, es rectangular, con dos tejadillos y orientado hacia el este. Tiene, además de troneras, otros huecos que permiten la entrada y salida de las palomas. Con cortavientos a ambos lados de las paredes laterales y adornos con ladrillos y tejas en la parte superior. Y una moderna puerta de chapa en sustitución de otra más antigua, seguramente que de madera.      
De forma rectangular y con dos tejados hacia el este.
Palomar anterior visto desde otro lugar.
Adornos en el tejado.
Al acercarme más al pueblo me encontré con algunos en patios de viviendas o en huertas en las que a las aves no falta comida y agua, ni tampoco la sombra de algún árbol. Rectangulares, con uno o dos tejados, distinta forma en los huecos para entrar y salir las palomas. También disponen de cortavientos y adornos en la parte superior del tejado. Uno de ellos, de forma circular, me llamó la atención, tanto por estar muy habitado, como por el lugar en que se encuentra, junto al mismo escarpe o cuestos que dan al río.

Palomar con un  solo tejado, en el patio de una casa.
Parte trasera del palomar anterior.

Bonito palomar en una huerta,  cerca del río Esla
De forma rectangular y con tejado en ruinas.
Palomar circular, también cerca  del río.
Distintas dependencias del  palomar anterior.
Pero el mejor situado de todos y que con seguridad será muy del agrado de palomas y pichones, y también de quienes visitan el lugar, es el que hay en lo más alto del cerro, en el mismo Gurugú, en una tierra cercana al depósito de agua. Solamente pude ver la parte posterior, o de atrás, la que da al oeste, pues a la parte este, a la que están orientados casi todos, me fue imposible acceder. Sobre la pared el dueño ha colocado, como adorno, unas pequeñas esculturas de palomas. Las aves disponen de pequeño huecos para salir y, desde las mismas alturas, sobrevolar el río y sus riberas cargadas de chopos, y la extensa vega sembrada de verde. Seguro que se sentirán bien, pues no les falta ni agua ni comida.

El palomar situado en lo alto del cerro, el Gurugú. Parte trasera.
Esculturas de dos palomas sobre ladrillos sirven de adorno.