martes, 25 de junio de 2013

Artesano jubilado: Evencio Fernández, de Coomonte de la Vega.



Evencio junto al "árbol del paraiso", una de sus obras.
Vivió y trabajó en el campo hasta que tuvo 27 años en que ingresó en la Guardia Civil. Como les ocurre a otros, el trabajo en la agricultura le marcó para siempre, porque, una vez jubilado, cuando lo visité tenía 76 años, regresó al pueblo y se puso a hacer piezas de madera, muchas de las cuales tienen que ver con la naturaleza: animales varios, serpientes, el árbol que llama del Paraíso, la noria, etc.
A Evencio nadie le enseñó, ni en su familia nadie fue carpintero, carretero, ebanista u otro oficio relacionado con la madera.
-Yo cojo un tronco, una rama o una raíz, comienzo a trabajar y sobre la marcha decido lo que voy a hacer. Y ocurre que unas veces me sale un animal y otras veces un objeto o pieza distinta. Incluso se da el caso de que la termino y no sé el nombre del animal que he hecho o representado.

Figuras de diversos animales sacadas de raices cogidas en el campo.


Serpiente, comiendo un animal. Obra hecha con una sola pieza de madera.
Lo confirmo, pues tiene por allí varios de los que todavía duda de cual se trata, aunque sí los conozca de verlos en la realidad o en fotografía.
Utiliza principalmente madera de nogal y también algo de encina. A veces la forma del tronco, o de las ramas saliendo del tronco, le sirven y utiliza para su grupo escultórico. Porque hace esculturas de bulto redondo, tanto de animales como humanas o de tipo varios, algunos raros. Por allí tiene algunas cuya cabeza nos recuerda a la del cocodrilo, el orangután o la hiena, entre otras. Y luego muchas esculturas humanas solas o en parejas, algunas de enamorados.
Para sus trabajos, además del hacha o la sierra para cortar la madera se sirve de algunas gubias, el martillo, un mazo, también de madera, y alambres acerados a los que machaca en su punta y ésta queda afilada, de tal forma, que con ella hace los ojos y otras partes de la pieza que lo requieran. Por supuesto que también tiene cepillo, azuela y dos  o tres escoplos. Barniza casi todas las piezas, una vez terminadas.
Me enseña algunas que le han costado más trabajo como una bisera de madera con grabados en la parte superior y una serpiente retorcida que está comiendo un ratón y que está hecha de una sola pieza todo el conjunto, y sus formas.
-A mí me gusta el campo y disfrutar de la naturaleza. Es una de las cosas que no nos faltan a los que vivimos en los pueblos. Todos los días salimos a pasear y contemplar lo que está a nuestro alcance, que, aunque parezca que vemos  siempre las mismas cosas o los mismos paisajes, la percepción o lo que nos queda de dicha contemplación es distinta cada día.  Yo procuro reflejar algo de ello en mis obras.
Evencio también hace o trabaja el mimbre, aunque el fino, por los objetos que veo por allí: sombreros, pequeñas cestas, un ave de grandes proporciones y otros. Me dice que esto lo aprendió cuando era pequeño y su padre contrataba a los talegoneros, tal vez a los de Quintanilla, para que le hiciesen las talegas y los talegones para la vendimia.
-Aunque era todavía pequeño, me fijaba mucho en cómo lo hacían, cómo manejaban los mimbres. Y, a decir verdad, me gustaba el oficio, pues incluso con las puntas de los mimbres que cortaban me ponía a hacer una pequeña cesta. Y mira tú por donde, después de jubilado, he vuelto a recordarlo, e incluso  me he puesto a practicarlo, a imitar al talegonero.

Uno de sus trabajos con mimbre, imitando a  los talegoneros de Quintanilla.
Todo esto me confirma lo que ya hemos repetido en otras ocasiones, que lo que de pequeño o de joven se aprende, tarde se olvida. Así le ha pasado también a él.
Evencio vive solo. Y tiene tiempo de leer algo, de escribir poesías, de pasear con los amigos, de hacer algún viaje de los que organiza el Hogar del Jubilado de Benavente y de hacer esculturas y otras piezas de madera, motivo principal de este reportaje.
Siente cierta frustración porque cree que no se sabe apreciar y valorar lo que hace. Le digo que lo mismo pasa a otros, jubilados o no jubilados, y que nadie puede juzgarlo, ni valorarlo, sin conocerlo. Pero que esto no debe ser obstáculo para seguir haciéndolo, pues la satisfacción personal también cuenta.