miércoles, 15 de septiembre de 2010

Púlpitos.


Púlpito de la iglesia de santa María del Azogue de Benavente.

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Iglesia de San Juan del Mercado de Benavente.
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Pequeño púlpito, construido junto a la pared. en la iglesia-ermita de Lordemanos.
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Púlpito de piedra en Milles de la Polvorosa.
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Púlpito de gran valor artístico en la iglesia de Bercianos de Vidriales.
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Púlpito, de madera y con pinturas, en Bretó de la Ribera.
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El antiguo púlpito en la iglesia de santa Marta de Tera.
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Pequeño púlpito en la iglesia de Olleros de Tera.
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Del latín pulpitum, llamamos así a la plataforma, con antepecho o pretil y tornavoz o sombrero, que hay en muchas iglesias, antes más que ahora, para predicar desde ella, o cantar la epístola, el evangelio, etc.
Comenzaron a construirse a partir del siglo XVI, aislados, en el centro de la iglesia y adosados a un pilar de la nave principal o a uno de los lados. Y se accedía a ellos a través de una escalera exterior o bien practicada en el grueso de la construcción.
En las iglesias primitivas no existían púlpitos. Predicaban desde la sede o cátedra, sobre todo los obispos. Fue a partir del silo III cuando los lectores desempeñaban su función desde un estrado denominado ambón o también púlpito. Estos ambones estaban situados a la entrada del presbiterio, a ambos lados del altar mayor.
El uso de los púlpitos en la iglesia de Roma fue general hasta la reforma del Concilio Vaticano II. En la actualidad utilizan más, y casi siempre, los primitivos estrados o ambones colocados a los lados del presbiterio. O predican, leen o informan a los fieles desde atriles colocados en dicho lugar. No ocurre así en otras confesiones religiosas como el islam en donde siguen utilizando el mimbar, parecido al púlpito cristiano. Desde este lugar el imán, o quien ejerza sus funciones, dirige la oración de los viernes y lee el Corán.
En muchas iglesias y ermitas construidas antes del siglo XVI también se construyeron púlpitos, aunque en época posterior, pues era necesario y obligado hacerlo para la predicación. Así ocurrió en las de Santa María del Azogue y San Juan del Mercado de Benavente y en algunas otras de esta comarca. Se trata de iglesias de estilo románico o gótico en las que el púlpito responde lógicamente a otro estilo que el de ellas. Concretamente el de Santa. María data de 1752 y destaca por el tornavoz que tiene forma de cúpula bizantina de base octogonal barrocamente decorada. La cúpula sirve de peana a una imagen que representa la Fe y su parte inferior se decora con una pintura en la que está representado el Espíritu Santo. En el de San Juan lo más notable es también la decoración de su tornavoz, en su parte inferior, en la que, sobre un fondo azul con nubes, destaca un relieve con la cruz de Malta, con la Cruz de San Andrés encolada, y sobre un círculo rojo. Sobre ella una corona real. El conjunto está sostenido, en lo alto, por dos leones rampantes.
En los pueblos de los Valles de Benavente la mayor parte de las iglesias se construyeron a partir de los siglos XVII y XVIII, por lo que cuentan o contaban con púlpito. Casi todos son de madera policromada, como el de Bretó, el de San Miguel del Valle y otros; además algunos tienen decoración en relieve y columnas de adorno como ocurre con el de Bercianos de Vidriales, asentado sobre una columna de piedra; los de Santa María del Azogue y San Juan del Mercado son de barras de hierro pintadas, pero su escalera es de piedra.
De piedra es el púlpito de Milles de la Polvorosa y la columna sobre la que se apoya. Su tornavoz, de madera, nos hace pensar en la procedencia del mismo de otro lugar y que en la iglesia hubiera anteriormente uno de madera.
El empleo del ladrillo y cemento se aprecia en el de la iglesia-ermita de Lordemanos. Además está adosado a la pared de la misma, tanto él como la escalera de acceso. Es una muestra de originalidad, tanto en su construcción como en la pintura con la que lo han revestido.
Casi todos tienen tornavoz cuya finalidad y función es la de que el sonido se oiga mejor. Está colocado en la parte superior, sobre la misma cabeza del predicador. Suele estar hecho del mismo material que el resto del púlpito y en su parte baja y en el centro no falta, pintada o en relieve, la figura de la paloma como símbolo del Espíritu Santo. Es precisamente él quien inspira al predicador y quien guía y orienta a la iglesia. Hay que destacar, por su elegancia, el tornavoz de las iglesias Santa María del Azogue y San Juan del Mercado de Benavente a los que ya me he referido, y el de San Miguel del Valle por su sencillez.
En la actualidad, en la iglesia católica ha desaparecido casi del todo el uso tradicional del púlpito motivado en parte por los cambios a partir del Concilio Vaticano II. Ya no se predica ni se leen los textos bíblicos desde los púlpitos, pero ellos están ahí, en iglesias, ermitas y catedrales, para recuerdo o admiración de los visitantes, pues, por su construcción y estilo, algunos son obras artísticas, lo mismo que el resto del edificio. Otros servirán más bien para recuerdo del pasado Ellos son testigos de sermones homilías y otras prédicas. Desde ellos era desde donde el predicador, cura o fraile, subía el día de la fiesta del patrón u otra fiesta importante, a lo largo del año, para ‘echar su sermón’. Así era como se decía. También desde ellos el párroco pronunciaba su homilía dominical con la debida solemnidad Y también desde ese lugar el cura encargado de la parroquia, vestido con el roquete, dirigía el rezo del santo rosario, sino todos los días, al menos los festivos.
Ahora, como ya he dicho, lo hacen desde el altar, sirviéndose de los ambones o de atriles de madera o de metal Y todo se hace ya con menos solemnidad. Lo mismo que es menos también la participación de los fieles cristianos.
Los púlpitos de las catedrales, basílicas e iglesias románicas o góticas suelen destacar por su elegancia y belleza artística, lo mismo que el resto del edificio Y más si su construcción es de la misma época. En las catedrales era el canónigo magistral el encargado del sermón cada domingo durante la misa solemne. Solía hacerlo muy bien, pues era esa su principal función. A ello había opositado, demostrando conocimientos teóricos y prácticos de oratoria. Había sido elegido para ese cargo por sus cualidades. Y lo demostraba,
A la hora del sermón u homilía, los fieles, sentados en los bancos, o antiguamente en los reclinatorios que había en todas las iglesias, escuchaban con atención y creencia al predicador. En determinadas épocas del año los sermones versaban sobre las verdades eternas, ‘muerte juicio infierno y gloria’, o los misterios del cristianismo. El predicador, en este caso, se esforzaba mucho más, elevando su voz y utilizando un léxico específico y que pudiera impactar en los fieles. Y de hecho ocurría así. En los oyentes se mezclaba el asombro, con el temor, el respeto y otros muchos sentimientos.
También desde el púlpito el cura párroco, a la hora de la homilía, aprovechaba para dar a sus feligreses los consejos y consignas que, emanados del Evangelio, tenían que cumplir. Además, a veces aprovechaba para poner en evidencia ante todos los presentes los incumplimientos de algunos feligreses y su falta de respeto a los designios de la divinidad.
Los púlpitos son testigos de todo esto y de mucho más. Y ahí están llamando la atención a los visitantes de ermitas, iglesias y catedrales, unos por sus valores artísticos y el tipo de construcción, y todos por el recuerdo de un pasado con formas de vida y costumbres distintas a las de hoy, pero dignas de respeto y valoración.