viernes, 13 de enero de 2012

Artesano: Santiago Pérez, de Benavente.

Santiago Pérez trabajando con el torno en el taller de su casa en Mozar de Valverde.
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Santiago con sus alumnos, enseñandoles torno y talla, en el curso realizado en un taller de carpintería de Santa Cristina de la Polvorosa.
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Al hacer en madera los bustos de su madre y de su abuela utilizó el compás de sacar puntos.
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Busto de Cristo, una de sus primeras obras de talla.
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"Este Cristo lo hizo mi hijo cuando tenía 14 años", está diciendo su madre.
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Reloj de madedra tallada, otra de sus obras.
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Adorno en la escalera del Ayuntamiento de Santa Croya de Tera, obra de Santiago.
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Varios objetos que ha realizado con su torno.
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Una de las muchas escaleras que ha hecho en domicilios privados y ayuntamientos.
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Las puertas que, en la actualidad, tiene la iglesia de Santiago de Pumarejo de Tera son también obra suya.
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Santiago Pérez Escudero es hijo de Noé, el molinero de Mozar, ya fallecido, y sobre quien escribí hace años en las páginas de La Voz de Benavente y Comarca. Y si el padre fue un maestro molinero, conocedor también de otros oficios, herrero, albañil, pintor, etc., de su hijo podemos afirmar que es un maestro carpintero y ebanista, a lo que en la actualidad se dedica principalmente para poder vivir de su oficio y de su trabajo. Pero también lo podemos considerar un artista, a juzgar por los relieves y esculturas que ha tallado a lo largo de su vida y, cuando disponía de un tiempo para dedicarse a ello, y no tener que atender a otras preocupaciones o necesidades vitales.

Nació en Mozar, en el mismo molino que regentaba su padre, hace 63 años y es el mayor de cuatro hermanos. Comenzó Estudios Primarios, en la escuela del pueblo, pero estudió los dos últimos en Navianos de Valverde, con D. Pompeyo. Sabían en su casa que este maestro dedicaba una hora diaria a Manualidades, lo cual era de su agrado. “Aquí comencé yo a tallar algunas cosas”, me dice Santiago, al tiempo que me recuerda también algunos momentos cuando era niño y vivía con sus padres en el molino, al lado del río Tera: “Al estar allí tanto tiempo sólo me divertía con el barro, con la madera y con las transmisiones del molino”. Como si a los 8 años hubiese empezado a tornear, o si se quiere, a jugar a tornear”.

Estudió también en Benavente en el Colegio Virgen de la Vega y en el de D. Manuel Paíno, hasta que, ya con 14 años (en 1961) se matriculó en la Escuela de Maestría de Zamora para cursar carpintería y ebanistería. Eligió ser tornero modelista, los que se dedican a hacer las piezas de fundición, y se fue a Salamanca para especializarse en este oficio.

“Pero a mí, dice él, como me gustaba tallar en madera, asistí a clases y cuando disponía de tiempo bajaba al taller, en donde disponía de gubias y otras herramientas, y allí tallé algunas piezas, entre ellas el busto de Cristo, que gustó tanto a mi Profesor, un tal Pastor, que era de esta zona, que me propuso trabajar con él en su taller o estudio particular, no sin antes enseñarme a esculpir, modelar y dibujar”.

Estos fueron sus inicios, pero tiene más cosas que contarme, pues, como ocurre con frecuencia, no son pocos los avatares y problemas por los que se pasa a lo largo de la vida. Resulta que su padre tuvo que emigrar a Francia, para trabajar, y no tardando se fue para allá toda la familia, y también Santiago, que no se olvidó de sus estudios y aficiones. Allí pasó también por la Escuela de Artes, al tiempo que trabajaba en fábricas de muebles y hacía tallas y esculturas.

Pero si su padre estuvo en Francia tan sólo cuatro años, él vivió allí 18. Tuvo que venir para el servicio militar en Melilla, pero regresó de nuevo y siguió con sus trabajos y aficiones en el país vecino.

Sus años en París, según me cuenta, fueron los más intensos y los que cambiaron su vida y su actitud ante la misma, incluso desde el punto de vista religioso, pues comenzó a leer la Biblia y su lectura le llevó a ver y sentir de otro modo el hecho religioso, aspecto este muy respetable y al que tiene derecho cualquier persona.

Y fue tal el atractivo e impacto recibido que incluso se sirvió de su oficio y de la madera para elaborar algunos objetos o piezas que tuvieran que ver con las narraciones del Libro Sagrado: el Arca de Noé, el Candelabro de los Siete Brazos, las Tablas de la Ley, la Serpiente de Bronce de Moisés, el Tabernáculo, etc. Aspecto éste muy interesante dice, no solo para él, sino también para todos aquellos que los contemplan. En este caso le interesa más no la obra en sí, sino lo que representa.

En el año 1981 regresó definitivamente a España para vivir y trabajar aquí junto a sus padres y no lejos de su querido y añorado molino. Y trabajar en lo que había aprendido y sabía como carpintero y ebanista haciendo muebles, barandillas para escaleras con el torno, puertas y otro tipo de piezas, algunas de las cuales requieren trabajos de talla.

Antes de elaborar sus obras de talla suele hacer un dibujo, aunque, al tratarse de piezas de pequeño tamaño, casi todas en bajorrelieve, se puede actuar directamente sobre la madera.

“Para las obras escultóricas, añade, intervienen ya otros conocimientos, relacionados con las ciencias, fisiología, anatomía, etc. Porque esculpir bien es más delicado. Se empieza con un dibujo, una foto o incluso estando la persona presente, si se trata de un busto o de cuerpo entero. Luego se modela en barro y después se pasa a la escayola. Yo me sirvo del modelo en escayola para hacerlo ya en piedra, mármol, madera o fundición. Cuando hago la pieza en madera utilizo el compás de sacar puntos”.

Por haber tenido que trabajar para vivir, tan sólo ha hecho unas 20 esculturas, a lo largo de su vida, algunas de ellas bustos, otras de cuerpo entero, y casi todas en madera de roble. Un ejemplo de ellas es el retrato de su abuela, como se puede ver en la fotografía. Y aunque se ha desprendido de casi todas, conserva sin embargo los modelos hechos en escayola de casi todas ellas.

Me cuenta algunas cosas más en Mozar, en el taller estudio que tiene en el patio de la casa de sus padres, en donde vive su madre, ya octogenaria. Ésta se acerca allí, en un momento de la conversación, y dice: “Mire este Cristo lo hizo mi hijo cuando tenía 9 o 10 años”. Y mientras lo dice lo mira. El la corrige diciendo que, cuando lo talló, ya había cumplido los 14.

De Santiago se pueden ver trabajos de ebanistería y también talla en muchos pueblos de esta comarca: escaleras en los Ayuntamientos de Santa Croya, Castrogonzalo, Aguilar de Tera etc.; la puerta de la iglesia de Pumarejo; y en muchos domicilios particulares, algunos de Benavente, pues son ya 21 años los que lleva viviendo en la ciudad.

También ha pasado y pasa algunos ratos haciendo piezas de menor tamaño para decoración en el hogar o para otra utilidad: copas, cuencos, y recipientes diversos.

En la actualidad, y hasta que llegue su jubilación que ya está cerca, sigue haciendo un poco de todo, siempre en torno a su oficio. Trabaja unos días en el taller de carpintería de Bretocino de Valverde y dos días a la semana, de 8 a 10 de la tarde, ejerce de maestro o profesor en la escuela de carpinteros que hay en Santa Cristina de la Polvorosa (ECAR). Allí le esperan varios alumnos para recibir sus enseñanzas relacionadas con el buen manejo del torno, o de las gubias aquellos que prefieran aprender la talla.