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También ha preparado animales, carros y otros aperos. Dedicó parte de su vida a la agricultura y ganadería.
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Pero ahora, de jubilado, su gran afición es hacer pájaros de todos los tamaños y colores. En la imagen vemos un grupo de ellos, colocados sobre árboles y otros objetos, también de madera.
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Cesar, apoyado en su bastón, charla con un conocido y amigo, José Luis Zanfaño, que se ha acercado a Felechares para visitarlo.
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También fue madreñero, como su padre, durante algunos años. Ahora hace madreñas en miniatura, que se utilizan como llaveros.
También fue madreñero, como su padre, durante algunos años. Ahora hace madreñas en miniatura, que se utilizan como llaveros.
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Y peces-llavero que muchos se llevan de recuerdo. Pero lo que más admiran todos es a los pájaros, que es lo que más aprecia él mismo, y a lo que más se dedica ultimamente.
Y peces-llavero que muchos se llevan de recuerdo. Pero lo que más admiran todos es a los pájaros, que es lo que más aprecia él mismo, y a lo que más se dedica ultimamente.
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Felechares es un pequeño pueblo de la comarca de la Valdería en la provincia de León, comarca bañada por el río Eria, río que nace en el Teleno y llega hasta el Orbigo en tierras de Benavente. En Felechares vive Cesar Carmona, un jubilado de quien me habían hablado hace tiempo en relación con su afición a trabajar la madera, para hacer aquello que a él le gusta, entre otras cosas pájaros o aves de las más diversas especies y tamaños. En el mes de julio de 2010. pude verlo y comprobar que todo era cierto.
Al llegar al pueblo lo encontramos en su taller de carpintero aficionado, con banco incluido y algunas herramientas dispersas por allí, en compañía de algunos vecinos, que suelen pasar con él muchos ratos. En el mismo lugar, una estantería repleta de todos o casi todos los objetos que ha hecho, que, aunque colocados no con mucho orden, nos muestran claramente el trabajo realizado, y entre todos destacan sus pájaros, como él dice.
Tiene ya 84 años y estaba sentado sobre una banqueta, con sus gafas para cerca y para lejos, preparando o concluyendo uno de ellos: “Soy de Felechores de toda la vida, me dice, y apenas he salido del pueblo, pero me encuentro bien aquí con mis vecinos, con mis pájaros y con todo lo demás”.
Aquí fue a la escuela hasta los 14 años, auque parece ser que aprendió poco, eran un tiempo difícil y conflictivo, y tuvo que completar sus estudios yendo a clase particular con 16 y 17 años, con un sacerdote del pueblo que se llamaba Ismael “Qué bueno era, cuanto nos quería, qué bien escribía, hacía unas letras muy bonitas…”.
Después de la escuela trabajó en la agricultura, pero ya desde entonces sintió afición y se dedicó siempre a hacer madreñas o galochas, tal vez influido por su abuelo que era madreñero. Antiguamente en algunos pueblos sobre todo de la montaña y zonas próximas había muchas personas con este oficio, lo mismo que con el de zapateros. Se utilizaban las madreñas, porque las calles, al no estar asfaltadas, tenían barro y más cuando llovía. Con ellas se iba a la cuadra, al corral e incluso se andaba con ellas por la calle.
“A mi se me daba muy bien el manejo de la azuela e hice muchas madreñas de madera de umero o aliso. Las vendíamos a 6 pesetas y ahora casi valen 3000”.
A los 65 años se jubiló de su trabajo en la agricultura y ganadería y también de hacer madreñas, que casi ya no se utilizaban. Mientras estaba en activo estaba ocupado, pero al llegar esta etapa de su vida, la jubilación, se planteó la forma de pasar el tiempo lo mejor posible. Es entonces cuando comenzó a trabajar la madera haciendo, en miniatura, aperos agrícolas, cucharas y tenedores, castañuelas, etc. y, desde hace unos diez años, sobre todo, pájaros de todas las especies y tamaños que él conocía, bien de verlos en la naturaleza o en algún libro. Pero tampoco se olvidó de hacer madreñas, ahora en tamaño pequeño y más como recuerdo que para el uso.
Un amigo, que está presente, me cuenta que a Cesar se le murió un hijo muy joven, lo que fue para él un golpe duro. Lo pasó mal y aumentaron sus preocupaciones. Pero su afición por la madera y por hacer cosas con ella no disminuyó, sino que se acrecentó. La ocupación le sirvió de terapia. Se sentía más relajado y entretenido, al tiempo que olvidaba o dejaba de acordarse de lo ocurrido y que tanto le preocupaba.
Aunque empezó con otros objetos ya citados, terminó dedicándose más tiempo a los pájaros: “yo no he sido cazador, pero siempre me ha gustado ver a las aves y observar sus cualidades y colores. También tengo libros que me han ayudado para saber más del tema”. Y por allí tiene muchos y muy variados pájaros o aves, algunos pintados a su modo y como él los ha visto y contemplado: palomas, perdices, patos, águilas, buhos, jilgueros y canarios, golondrinas y vencejos, ruiseñores, etc. Tiene muchos, de pequeño tamaño, posados sobre ramas de árboles, también de madera.
Me enseña también unas cajas de madera que hay en la misma estantería. En ellas tiene, en tamaño muy pequeño, madreñas, peces y también algunos pájaros preparados como llaveros. Y en cantidad. Lo curioso del caso es que ha hecho todo con la navaja y como el sabe. “Esto me ha llevado mucho tiempo, mucho trabajo y también mucha paciencia”.
Utiliza madera de umero o aliso y algo la de chopo, castaño y negrillo. Y las herramientas no son muchas, pues en casi todo, como he dicho, utiliza la navaja, aunque, si lo necesita, se sirve también del serrucho, azuela, escofina, formón y algunas otras. Allí mismo en el viejo portalón tiene un pequeño banco de carpintero con tornillo y desde hace poco tiempo un pequeño torno eléctrico. “Pero lo mío es la azuela, repite de nuevo, se me ha dado siempre muy bien desde que a los 14 años empecé con mi abuelo a hacer madreñas”.
Acude al portalón, donde está su taller-museo y almacén, todos los días y se pasa en él no menos de diez horas. “Vengo por la mañana, me voy a comer y vuelvo aquí por la tarde”.
Pero casi nunca está solo, pues por allí se acercan y se detienen muchos vecinos del pueblo y pasan el rato charlando o viéndole trabajar. Con frecuencia llegan también forasteros a visitarle, pues han sido informados de que en Felechares hay un artesano jubilado que hace pájaros de distintas especies y tamaños, y quieren conocerlo.
Lo que ha hecho y sigue haciendo Cesar es en primer lugar para su entretenimiento y satisfacción personal. Le gusta contemplarlo todo allí reunido, aunque esté algo desordenado. Me dice que son pocos los objetos que vende, aunque a veces llega alguien interesado por alguno. Suele regalar cosas a familiares, amigos e incluso visitantes. Por cierto que sus pájaros no han salido de Felechares, ni se han expuesto en ningún lugar, a pesar de tener algunas ofertas para ello. Quiere que los interesados se acerquen al pueblo y que lo conozcan a él y también a sus pájaros. Aunque nos dice que está en Internet, pues un maestro, D. Vicente, que vino por aquí, y que se jubiló este año, lo puso en la red.
Cesar me repite que ha hecho todo esto en 15 o 16 años, trabajando 10 horas al día. Y que piensa seguir haciéndolo, “mientra viva, pues ¿dónde voy estar mejor?” Además cuenta con su mujer a la que gusta y aprecia lo que hace.
En el pueblo de Felechares de la Valdería, comarca del oeste de León y no lejos de Fuente Encalada y de Santibáñez, pertenecientes ya al valle de Vidriales, pudimos saludar a Cesar Carmona y ver sus pájaros, hechos no para volar, sino para ser contemplados por todo aquellos que lo deseen. Los hay para todos los gustos y algunos destacan por sus colores.
Felechares es un pequeño pueblo de la comarca de la Valdería en la provincia de León, comarca bañada por el río Eria, río que nace en el Teleno y llega hasta el Orbigo en tierras de Benavente. En Felechares vive Cesar Carmona, un jubilado de quien me habían hablado hace tiempo en relación con su afición a trabajar la madera, para hacer aquello que a él le gusta, entre otras cosas pájaros o aves de las más diversas especies y tamaños. En el mes de julio de 2010. pude verlo y comprobar que todo era cierto.
Al llegar al pueblo lo encontramos en su taller de carpintero aficionado, con banco incluido y algunas herramientas dispersas por allí, en compañía de algunos vecinos, que suelen pasar con él muchos ratos. En el mismo lugar, una estantería repleta de todos o casi todos los objetos que ha hecho, que, aunque colocados no con mucho orden, nos muestran claramente el trabajo realizado, y entre todos destacan sus pájaros, como él dice.
Tiene ya 84 años y estaba sentado sobre una banqueta, con sus gafas para cerca y para lejos, preparando o concluyendo uno de ellos: “Soy de Felechores de toda la vida, me dice, y apenas he salido del pueblo, pero me encuentro bien aquí con mis vecinos, con mis pájaros y con todo lo demás”.
Aquí fue a la escuela hasta los 14 años, auque parece ser que aprendió poco, eran un tiempo difícil y conflictivo, y tuvo que completar sus estudios yendo a clase particular con 16 y 17 años, con un sacerdote del pueblo que se llamaba Ismael “Qué bueno era, cuanto nos quería, qué bien escribía, hacía unas letras muy bonitas…”.
Después de la escuela trabajó en la agricultura, pero ya desde entonces sintió afición y se dedicó siempre a hacer madreñas o galochas, tal vez influido por su abuelo que era madreñero. Antiguamente en algunos pueblos sobre todo de la montaña y zonas próximas había muchas personas con este oficio, lo mismo que con el de zapateros. Se utilizaban las madreñas, porque las calles, al no estar asfaltadas, tenían barro y más cuando llovía. Con ellas se iba a la cuadra, al corral e incluso se andaba con ellas por la calle.
“A mi se me daba muy bien el manejo de la azuela e hice muchas madreñas de madera de umero o aliso. Las vendíamos a 6 pesetas y ahora casi valen 3000”.
A los 65 años se jubiló de su trabajo en la agricultura y ganadería y también de hacer madreñas, que casi ya no se utilizaban. Mientras estaba en activo estaba ocupado, pero al llegar esta etapa de su vida, la jubilación, se planteó la forma de pasar el tiempo lo mejor posible. Es entonces cuando comenzó a trabajar la madera haciendo, en miniatura, aperos agrícolas, cucharas y tenedores, castañuelas, etc. y, desde hace unos diez años, sobre todo, pájaros de todas las especies y tamaños que él conocía, bien de verlos en la naturaleza o en algún libro. Pero tampoco se olvidó de hacer madreñas, ahora en tamaño pequeño y más como recuerdo que para el uso.
Un amigo, que está presente, me cuenta que a Cesar se le murió un hijo muy joven, lo que fue para él un golpe duro. Lo pasó mal y aumentaron sus preocupaciones. Pero su afición por la madera y por hacer cosas con ella no disminuyó, sino que se acrecentó. La ocupación le sirvió de terapia. Se sentía más relajado y entretenido, al tiempo que olvidaba o dejaba de acordarse de lo ocurrido y que tanto le preocupaba.
Aunque empezó con otros objetos ya citados, terminó dedicándose más tiempo a los pájaros: “yo no he sido cazador, pero siempre me ha gustado ver a las aves y observar sus cualidades y colores. También tengo libros que me han ayudado para saber más del tema”. Y por allí tiene muchos y muy variados pájaros o aves, algunos pintados a su modo y como él los ha visto y contemplado: palomas, perdices, patos, águilas, buhos, jilgueros y canarios, golondrinas y vencejos, ruiseñores, etc. Tiene muchos, de pequeño tamaño, posados sobre ramas de árboles, también de madera.
Me enseña también unas cajas de madera que hay en la misma estantería. En ellas tiene, en tamaño muy pequeño, madreñas, peces y también algunos pájaros preparados como llaveros. Y en cantidad. Lo curioso del caso es que ha hecho todo con la navaja y como el sabe. “Esto me ha llevado mucho tiempo, mucho trabajo y también mucha paciencia”.
Utiliza madera de umero o aliso y algo la de chopo, castaño y negrillo. Y las herramientas no son muchas, pues en casi todo, como he dicho, utiliza la navaja, aunque, si lo necesita, se sirve también del serrucho, azuela, escofina, formón y algunas otras. Allí mismo en el viejo portalón tiene un pequeño banco de carpintero con tornillo y desde hace poco tiempo un pequeño torno eléctrico. “Pero lo mío es la azuela, repite de nuevo, se me ha dado siempre muy bien desde que a los 14 años empecé con mi abuelo a hacer madreñas”.
Acude al portalón, donde está su taller-museo y almacén, todos los días y se pasa en él no menos de diez horas. “Vengo por la mañana, me voy a comer y vuelvo aquí por la tarde”.
Pero casi nunca está solo, pues por allí se acercan y se detienen muchos vecinos del pueblo y pasan el rato charlando o viéndole trabajar. Con frecuencia llegan también forasteros a visitarle, pues han sido informados de que en Felechares hay un artesano jubilado que hace pájaros de distintas especies y tamaños, y quieren conocerlo.
Lo que ha hecho y sigue haciendo Cesar es en primer lugar para su entretenimiento y satisfacción personal. Le gusta contemplarlo todo allí reunido, aunque esté algo desordenado. Me dice que son pocos los objetos que vende, aunque a veces llega alguien interesado por alguno. Suele regalar cosas a familiares, amigos e incluso visitantes. Por cierto que sus pájaros no han salido de Felechares, ni se han expuesto en ningún lugar, a pesar de tener algunas ofertas para ello. Quiere que los interesados se acerquen al pueblo y que lo conozcan a él y también a sus pájaros. Aunque nos dice que está en Internet, pues un maestro, D. Vicente, que vino por aquí, y que se jubiló este año, lo puso en la red.
Cesar me repite que ha hecho todo esto en 15 o 16 años, trabajando 10 horas al día. Y que piensa seguir haciéndolo, “mientra viva, pues ¿dónde voy estar mejor?” Además cuenta con su mujer a la que gusta y aprecia lo que hace.
En el pueblo de Felechares de la Valdería, comarca del oeste de León y no lejos de Fuente Encalada y de Santibáñez, pertenecientes ya al valle de Vidriales, pudimos saludar a Cesar Carmona y ver sus pájaros, hechos no para volar, sino para ser contemplados por todo aquellos que lo deseen. Los hay para todos los gustos y algunos destacan por sus colores.