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Variedad de gubias que tiene en su local- almacén, en el que trabaja la madera con el torno.
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Pedro es una de las personas, ya mayores, que asiste a los cursos en el Centro de Educación Permanente de Adultos de Benavente. En su caso al Taller de Iniciación Profesional relacionado con la madera, que se realiza casi desde que se creó el Centro y que ha contado siempre con el número de alumnos exigidos por el espacio de que se dispone. En el 2010, año en el que escribí este reportaje eran 35, pero lo solicitan muchos más.
Sobre la madrera, Pedro ya ha aprendido lo necesario para dedicar el tiempo que quiera y que le permita su trabajo o actividad diaria. Porque, lo suyo es verdadera afición. Además cuenta con conocimientos e ideas para ello. Y es que sus estudios tuvieron que ver con este tipo de actividades, pues después de la enseñanza primaria en el Colegio Juan XXIII de Zamora, y pasar dos años por el I. E. S. Claudio Moyano, terminó en la Escuela de Maestría El Castillo, en donde cursó oficialía y parte de Maestría, pues se fue pronto a trabajar como matricero (hacer moldes o matrices) a una fábrica de L´Hopistalet de Llobregat. Aquí pasó un año, luego hizo la mili en Almería y después decidió regresar al pueblo de sus padres, San Pedro de Zamudia, para dedicarse un tiempo a la agricultura.
“Desde este momento y durante tres años, me dice él, estuve en contacto con la tierra, arando y sembrando cereales, y también cultivando las viñas y algunos árboles. Tuve y sigo teniendo gran afición a ello y, aunque ya no sea agricultor, cultivo, no obstante, mis viñas y elaboro un buen vino, pero solamente para el consumo”.
Pedro, como persona inquieta que es, no exenta de sabiduría e ideas, estando en el pueblo pensó siempre en otra ocupación o trabajo de su agrado. Pensaba en un local para tienda, bar o algo parecido. La decisión final fue la venta y distribución de productos fitosanitarios, mundo este que ya era conocido por su cuñado y que asumió con agrado. Y a ello se dedica desde hace ya 27 años, en Benavente, en su tienda de la calle La Encomienda de Benavente.
“Como todo en la vida, esto es un trabajo duro que requiere conocimientos en la materia. Hay que viajar mucho por los pueblos, recorrer y ver el campo, conocer las plagas y demás enfermedades de plantas y animales, y visitar y hablar con los agricultores. Al comienzo fue peor, pues no teníamos ni tienda, ni almacén. Ahora, después de tantos años, todo se desarrolla y va mejor”.
Y lo de asistir al Centro de Adultos ¿Cómo fue?
“Resulta que hace cinco o seis años un amigo me dijo que asistía, junto con otros, a un curso de madera y que lo pasaban muy bien, al tiempo que aprendían a hacer cosas. Decidí matricularme, pues, aunque había estudiado en la Escuela de Maestría de Zamora, mi especialidad no era sobre la madera. Recuerdo que lo primero que hice fue un gramil (instrumento de carpintería), y después mazas de madera, cucharones y algunos otros objetos”.
Cuentan con un monitor especialista, actualmente Miguel Rodrigo, que les orienta y enseña sobre cómo realizar aquello que ellos voluntariamente eligen para su actividad práctica. Pedro, ahora, está preparando una pequeña estantería, que le servirá para colocar cosas en su tienda o en su propia casa.
En el Centro de Adultos se lo pasan bien y se respira amistad y camaradería entre los que hacen el curso. Se conocen bien todos los del grupo, se ayudan entre ellos y, de vez en cuando, en sana y buena convivencia, se juntan para celebrar alguna fiesta fuera del aula.
Pero lo de Pedro es el torno y, al preguntarle por ello, me dice lo siguiente: “Hace dos años asistimos varios a una concentración de torneros y aficionados a la madera que se celebraba en Sermare, un pueblo cerca de Villlalba (Galicia). Allí en un gran polideportivo se expusieron los trabajos realizados y algunos con los mismos tornos mostraban a los demás cómo se realizaban las distintas piezas. La verdad es que el ver esto, exposición y prácticas, junto con la asistencia al Centro de Adultos, han sido la causa o motivo principal de que yo me haya dedicado y dedique parte de mi tiempo libre a esta ocupación, o entretenimiento, porque, de momento, no otra cosa es que afición, entretenimiento, distracción y, si se quiere, relajación”.
Me dice que también ha influido, en esta su afición y en la de otros, Santiago, el hijo de Noé, verdadero profesional de la madera, que, además del torno, domina otras técnicas, incluso hace esculturas de bulto redondo, relieves, etc.
A raíz de este viaje a Galicia, Pedro compró un torno (también lo hicieron otros) que tiene en el local-almacén en donde guarda los productos fitosanitarios. Allí, de vez en cuando, pasa algunos ratos trabajando y elaborando las piezas que le parece, procurando hacerlas del mejor modo posible.
Por allí veo cuencos y platos; ceniceros; copas de distintas formas y tamaños: de cava, de agua, de licor, etc.; palilleros; cajitas para usos diversos, y otros objetos.
“Hago las piezas en función del trozo o trozos de madera de que dispongo y siempre según mi idea o mi imaginación. Yo mismo a veces no me llego a creer cómo de un palo o trozo de madera haya conseguido elaborar tal o cual objeto. Tengo siempre in mente crear o hacer algo distinto cada vez, si es posible”.
Se sirve de maderas de nogal, fresno y encina, que son abundantes en esta zona y que le proporcionan amigos y conocidos de los pueblos. También ha hecho tres o cuatro piezas con madera de serbal, varios morteros con olivo y algunas otras con cerezo y peral, que son también de buena calidad.
No tiene un horario fijo para esta su afición, pues lo primero es su trabajo. Pero no pasan muchos días sin que dedique algún tiempo a ello. Y es que, como ya me ha dicho anteriormente, “esto me sirve de desahogo y hasta de relajación, cuando el trabajo diario y obligado cansa o agobia”.
Sus compañeros del Centro de Adultos conocen bien a Pedro y saben lo que hace. Algunos tienen pensado, al jubilarse, hacer cosa parecidas, pues lo consideran como una manera positiva de pasar una parte de su tiempo. También lo conocen y lo saben otras muchas personas, pues algunos días Pedro lleva en su bolsillo su última pieza y se la enseña a los que le acompañan o encuentra por la calle. Y todos se sienten admirados por la finura y exquisitez de su trabajo. Y le animan a seguir con ello, aunque todo consejo le sobra, ya que su afición es tal que piensa seguir con su torno por mucho tiempo, pues le llena de satisfacción y le hace pasar buenos momentos.
Al finalizar el curso escolar se celebra una exposición con los trabajos realizados, no sólo en el taller o curso de madera, sin también en los demás que se imparten en el Centro: bordados, pintura, etc. También Pedro colaborará en dicha exposición con algo hecho por su cuenta y con su propio torno, para admiración de todos los visitantes, además de sus mismos compañeros y profesores.
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Pedro es una de las personas, ya mayores, que asiste a los cursos en el Centro de Educación Permanente de Adultos de Benavente. En su caso al Taller de Iniciación Profesional relacionado con la madera, que se realiza casi desde que se creó el Centro y que ha contado siempre con el número de alumnos exigidos por el espacio de que se dispone. En el 2010, año en el que escribí este reportaje eran 35, pero lo solicitan muchos más.
Sobre la madrera, Pedro ya ha aprendido lo necesario para dedicar el tiempo que quiera y que le permita su trabajo o actividad diaria. Porque, lo suyo es verdadera afición. Además cuenta con conocimientos e ideas para ello. Y es que sus estudios tuvieron que ver con este tipo de actividades, pues después de la enseñanza primaria en el Colegio Juan XXIII de Zamora, y pasar dos años por el I. E. S. Claudio Moyano, terminó en la Escuela de Maestría El Castillo, en donde cursó oficialía y parte de Maestría, pues se fue pronto a trabajar como matricero (hacer moldes o matrices) a una fábrica de L´Hopistalet de Llobregat. Aquí pasó un año, luego hizo la mili en Almería y después decidió regresar al pueblo de sus padres, San Pedro de Zamudia, para dedicarse un tiempo a la agricultura.
“Desde este momento y durante tres años, me dice él, estuve en contacto con la tierra, arando y sembrando cereales, y también cultivando las viñas y algunos árboles. Tuve y sigo teniendo gran afición a ello y, aunque ya no sea agricultor, cultivo, no obstante, mis viñas y elaboro un buen vino, pero solamente para el consumo”.
Pedro, como persona inquieta que es, no exenta de sabiduría e ideas, estando en el pueblo pensó siempre en otra ocupación o trabajo de su agrado. Pensaba en un local para tienda, bar o algo parecido. La decisión final fue la venta y distribución de productos fitosanitarios, mundo este que ya era conocido por su cuñado y que asumió con agrado. Y a ello se dedica desde hace ya 27 años, en Benavente, en su tienda de la calle La Encomienda de Benavente.
“Como todo en la vida, esto es un trabajo duro que requiere conocimientos en la materia. Hay que viajar mucho por los pueblos, recorrer y ver el campo, conocer las plagas y demás enfermedades de plantas y animales, y visitar y hablar con los agricultores. Al comienzo fue peor, pues no teníamos ni tienda, ni almacén. Ahora, después de tantos años, todo se desarrolla y va mejor”.
Y lo de asistir al Centro de Adultos ¿Cómo fue?
“Resulta que hace cinco o seis años un amigo me dijo que asistía, junto con otros, a un curso de madera y que lo pasaban muy bien, al tiempo que aprendían a hacer cosas. Decidí matricularme, pues, aunque había estudiado en la Escuela de Maestría de Zamora, mi especialidad no era sobre la madera. Recuerdo que lo primero que hice fue un gramil (instrumento de carpintería), y después mazas de madera, cucharones y algunos otros objetos”.
Cuentan con un monitor especialista, actualmente Miguel Rodrigo, que les orienta y enseña sobre cómo realizar aquello que ellos voluntariamente eligen para su actividad práctica. Pedro, ahora, está preparando una pequeña estantería, que le servirá para colocar cosas en su tienda o en su propia casa.
En el Centro de Adultos se lo pasan bien y se respira amistad y camaradería entre los que hacen el curso. Se conocen bien todos los del grupo, se ayudan entre ellos y, de vez en cuando, en sana y buena convivencia, se juntan para celebrar alguna fiesta fuera del aula.
Pero lo de Pedro es el torno y, al preguntarle por ello, me dice lo siguiente: “Hace dos años asistimos varios a una concentración de torneros y aficionados a la madera que se celebraba en Sermare, un pueblo cerca de Villlalba (Galicia). Allí en un gran polideportivo se expusieron los trabajos realizados y algunos con los mismos tornos mostraban a los demás cómo se realizaban las distintas piezas. La verdad es que el ver esto, exposición y prácticas, junto con la asistencia al Centro de Adultos, han sido la causa o motivo principal de que yo me haya dedicado y dedique parte de mi tiempo libre a esta ocupación, o entretenimiento, porque, de momento, no otra cosa es que afición, entretenimiento, distracción y, si se quiere, relajación”.
Me dice que también ha influido, en esta su afición y en la de otros, Santiago, el hijo de Noé, verdadero profesional de la madera, que, además del torno, domina otras técnicas, incluso hace esculturas de bulto redondo, relieves, etc.
A raíz de este viaje a Galicia, Pedro compró un torno (también lo hicieron otros) que tiene en el local-almacén en donde guarda los productos fitosanitarios. Allí, de vez en cuando, pasa algunos ratos trabajando y elaborando las piezas que le parece, procurando hacerlas del mejor modo posible.
Por allí veo cuencos y platos; ceniceros; copas de distintas formas y tamaños: de cava, de agua, de licor, etc.; palilleros; cajitas para usos diversos, y otros objetos.
“Hago las piezas en función del trozo o trozos de madera de que dispongo y siempre según mi idea o mi imaginación. Yo mismo a veces no me llego a creer cómo de un palo o trozo de madera haya conseguido elaborar tal o cual objeto. Tengo siempre in mente crear o hacer algo distinto cada vez, si es posible”.
Se sirve de maderas de nogal, fresno y encina, que son abundantes en esta zona y que le proporcionan amigos y conocidos de los pueblos. También ha hecho tres o cuatro piezas con madera de serbal, varios morteros con olivo y algunas otras con cerezo y peral, que son también de buena calidad.
No tiene un horario fijo para esta su afición, pues lo primero es su trabajo. Pero no pasan muchos días sin que dedique algún tiempo a ello. Y es que, como ya me ha dicho anteriormente, “esto me sirve de desahogo y hasta de relajación, cuando el trabajo diario y obligado cansa o agobia”.
Sus compañeros del Centro de Adultos conocen bien a Pedro y saben lo que hace. Algunos tienen pensado, al jubilarse, hacer cosa parecidas, pues lo consideran como una manera positiva de pasar una parte de su tiempo. También lo conocen y lo saben otras muchas personas, pues algunos días Pedro lleva en su bolsillo su última pieza y se la enseña a los que le acompañan o encuentra por la calle. Y todos se sienten admirados por la finura y exquisitez de su trabajo. Y le animan a seguir con ello, aunque todo consejo le sobra, ya que su afición es tal que piensa seguir con su torno por mucho tiempo, pues le llena de satisfacción y le hace pasar buenos momentos.
Al finalizar el curso escolar se celebra una exposición con los trabajos realizados, no sólo en el taller o curso de madera, sin también en los demás que se imparten en el Centro: bordados, pintura, etc. También Pedro colaborará en dicha exposición con algo hecho por su cuenta y con su propio torno, para admiración de todos los visitantes, además de sus mismos compañeros y profesores.