viernes, 10 de febrero de 2012

Etnografía: Colección de Elicesio García. Bodega La Gruta, en Pobladura del Valle.

Elicesio García delante de la entrada a su bodega-restaurante. Año 2008.
-------------------------------------------------------

Barra del bar bajo la antigua viga de la bodega, y sobre ella varios objetos de su colección etnográfica.
--------------------------------------------------------
Uno de los muchos rincones de la bodega, con variedad de piezas.
----------------------------------------

Fuelle y cántara de metal.
-------------------------------------------------

Numerosos objetos adornan los accesos a las dependencias de la bodega.
---------------------------------------------------

La devanadera, instrumento para deshacer las madejas de lana o lino, y convertirlas en ovillos.
----------------------------------------------------

Barrilas, calentador de cama, cerámicas...
------------------------------------------------------

Los zahones del Conde Patilla y dos aparatos de radio antiguos.
---------------------------------------------------

Toda la bodega está decorada con los más diversos objetos.
---------------------------------------------------------

Dos yugos para vacas o bueyes, y otras piezas.
----------------------------------------------------

Elicesio junto al organillo que tiene en una de las salas-comedor. Y sobre el organillo más aparatos de radio.
----------------------------------------------

Pasillo principal de la bodega por el que se accede a los distintos comedores.
-----------------------------------------------------

Uno de los comedores de la bodega, con variadas y llamativas piezas etnográficas en el techo y en las paredes.
----------------------------------------------------------


En Pobadura del Valle, desde hace ya varios años, hay algunas bodegas antiguas que se utilizan como bares y restaurantes. Una de ella es la que se denomina La Gruta, a la que me voy a referir hoy, pues en ella los clientes, además de comer y beber, pueden ver y admirar numerosas piezas u objetos antiguos de indudable valor etnográfico, que nos recuerdan las costumbres, tradiciones y la forma de vivir y trabajar en el pasado.

Elicesio García Losada, su propietario, me cuenta lo siguiente: “A mi me gustaron siempre las bodegas, las de esta zona y otras muchas que he visitado. En cierta ocasión estuve en Fuensaldaña con unos amigos en una que era restaurante y me gustó tanto que pensé en la posibilidad de comprar una en mi pueblo o cerca de él para dedicarla al mismo negocio. Además había que pensar en los hijos, que en realidad han sido quienes se han encargado de ello. Y tan pronto como se me presentó la ocasión lo hice. La bodega pertenecía a Don Baltasar un médico de Saludes de Castroponce. Se la compré el día 4 de Mayo de 1989 y en el mes de Julio de este mismo año, después de una reformas en el exterior, en el pavimento, preparar un local para la cocina, otro para los servicios y poco más, mi hijo Carlos se hace cargo de ella y se abre al público”.

Elicesio tiene ahora 72 años y está jubilado desde los 64. Es natural de La Torre del Valle y aquí vivió y trabajó en el campo sus primeros años. Lo mismo que sus seis hermanos. Precisamente uno de ellos es Horacio, participó, como artesano jubilado, en la Exposición celebrada el año pasado durante la FEMAG (Feria de Maquinaria Agrícola y Canadera) que se celebra en Benavente. Hace maquetas de casas, aperos de labranza y centros de flores secas, entre otras cosas.

Pero Elicesio a partir del año 1959 se colocó en la fábrica de harinas La Ventosa de Benavente y aquí “haciendo de todo” dice él, se jubiló. Desde esta fecha ya vivió en Benavente, sin olvidarse y estando siempre cerca de su pueblo y de su gente y, por supuesto, de su bodega.

“El nombre La Gruta me lo sugirió un amigo de Oviedo que trabajó durante 52 años en un mesón existente en la ciudad con el mismo nombre. Me gustó y así la bautizamos cuando comenzamos con el restaurante”.

Pero “La Gruta” de Pobladura tiene algo especial. Y no como bodega, pues hay varias aquí y en otros lugares, sino porque en su interior, paredes, estancia y pasillos, está decorada, o si queremos adornada, con numerosos objetos o piezas etnográficas que llaman la atención a todos los que se acercan por allí. A las personas mayores les recuerda la forma de vivir y trabajar en el pasado y los más jóvenes también pueden aprender algo. Y, aunque no haya orden en la colocación de las cosas, resulta interesante verlo. Etnografía y gastronomía se dan la mano dentro de la cueva.

La estructura de la bodega antigua se mantiene en general, aunque en las obras de adaptación el lagar se haya transformado en cocina, y en algunos lugares haya armarios y cámaras frigoríficas. Pero, allí está la antigua viga, que pasa por encima de la barra del pequeño bar, y sobre la que han colocado muchos objetos antiguos. Como los hay en las salas-comedor, lugares que ocupaban las cubas, y en los pasillos, nichos y demás estancias. Por todos los sitios hay objetos y útiles antiguos de las más variadas formas y usos.

“Mire Usted, a mí lo mismo que a mis hermanos siempre me gustaron las cosas antiguas y, al comprar la bodega, pensé que podía ser un buen lugar para exponerlas y para que las vea la gente que nos visita. Algunas cosas nos demuestran que los antepasados trabajaban mucho más que nosotros, pues casi todo lo hacían a mano o con instrumentos manuales y artesanales”.

Sobre la adquisición de las piezas me dice que algunas había ya en la bodega. Otras proceden de su casa de La Torre del Valle. El resto son regalos de amigos y familiares y algunas compras que ha hecho. Y es que, en este aspecto, hay también muchas personas que tienen afición y coleccionan objetos antiguos y cuando alguno les gusta procuran adquirirlo, si pueden.

Los hay relacionados -con la agricultura: arados de madera, trillos, tornadera, bieldo y bielda, yalgas, medidas de madera (fanega, media fanega) y de metal: cántara.

- con la ganadería:: collerón, yugos, trasgas...

-con la vivienda y la vida doméstica: candiles varios, faroles, carburos, morteros, machaca-ajos, pucheros, cántaros, barriles diversos (de cerámica y de mimbre con pez en el interior), platos, jarras, etc. Y varias artesas de madera de nogal de las que se utilizaban en la bodega y que servían también para el hogar cuando se mataba el cerdo o en otras ocasiones.

Hay también por allí muchos aparatos de radio antiguos: “A esto es muy aficionado mi hijo Carlos y consiguió reunir muchos. También le gustan a su hermano Santiago que es el que está ahora al frente de la bodega”.

En una pared de una de las estancias-comedor y en medio de dos aparatos de radios hay unos zahones que le regaló una persona de Benavente y le dijo que habían pertenecido al conde Patilla.

Y en otro lugar no lejos veo un piano: “No, me dice él, esto es un organillo que compramos en Villalpando. Y está casi nuevo, pero no lo hemos utilizado nunca aquí en la bodega”.

Le digo que tenía que repararlo y sería una buena idea y un atractivo más para deleitar a los clientes con alguno de los pasodobles, vals y las otras melodías que salían de golpear las cuerdas con sus teclas, siempre que con el manubrio se accionase el cilindro con púas.

De momento allí está el organillo, y seguro que a muchas personas de estas tierras les gustaría, no sólo verlo, sino también escuchar su música.

Elicesio, ya jubilado, va casi todos los días por su bodega “La Gruta” con su mujer. Además hay que echar una mano a su hijo, aunque, en su caso, la ayuda se convierta en consejos propios de una persona mayor.

Pero se lo pasa bien. Además tiene otra bodega más pequeña en su pueblo “La Torre del Valle”, tal vez más antigua y, sin duda alguna, mejor construida, pues tiene arcos de medio punto y apuntados, y adornan sus paredes y puertas, cordones, figuras e inscripciones. Todo ello denota mucho trabajo y antigüedad.

Aquí hace vino de la forma más tradicional posible, Y, aunque machaca la uva, no con los pies sino con una trituradora antigua de las de manivela, todo lo demás: lavar las cubas, echar la madre, atestar, trasegar, etc, lo hace de forma tradicional. Así consigue un buen vino rosado (el clarete leonés), del agrado de sus amigos con los que con frecuencia se reúne para merendar o celebrar algún acontecimiento.

En esta bodega también tiene piezas antiguas, que le sirven para recordar su vida.