Ángel con su mujer Rosario, junto a la chimenea de su pequeño local, que hace de museo. |
Son muchos los objetos, hechos por Ángel, que se pueden ver en el local. |
Una casa tipo horreo con patio. |
Coche que Ángel hizo para su nieto. |
El artesano explicando el tipo de carro y cómo lo preparó. |
Varias matracas, de diversa forma y tamaño. |
Unas castañuelas junto a otros objetos. |
Matraca de gran tamaño. |
Antes de
acercarme a Olmillos pregunté por Rexu, según me habían indicado. Ella me
informó sobre su tío Ángel Vicente y, ya en el pueblo, me acompañó no a la casa
en la que vive, sino hasta un local, recién construido, que tiene en otro
lugar, a las afueras del pueblo, y en cuya puerta, con letras mayúsculas, se
lee: El RINCÓN DE ÁNGEL VICENTE”.
“Cuando me jubilé, dice él, y como a mi gusta mucho, y se me da bien,
la albañilería, construí este local, para disponer así de un lugar apropiado
para mis aficiones, entre ellas trabajar y hacer objetos de madera, como los
que tengo por aquí. También lo utilizamos para reuniones familiares o con
amigos”.
Efectivamente
en el local, que dispone de una buena chimenea, hay una mesa de madera hecha
por él y algunos otros muebles de menor tamaño. Y luego otras muchas cosas que se
le han ocurrido como aperos de labranza, varias carracas y una matraca,
castañuelas, yugos de varios tamaños, carros, una maqueta con una vivienda
parecida a un hórreo y con patios, y otros muchos objetos colocados sobre la
mesa o en las paredes y el techo, que sirven para adornar el local, y al mismo
tiempo para su contemplación. Así puede verlos a menudo, lo cual le sirve de gran
satisfacción.
Después, por
indicación de su mujer Rosario, allí presente, me enseña otro espacio de esta
antigua casa, con un horno casero, construido también por él, a imitación de
los de antes, y en el que amasan el pan y preparan dulces variados, ente ellos
pastas y borrachos de exquisito sabor.
En este lugar
tiene más objetos de madera, también obra suya: un carro-caravana, una
hormigonera, un mueble para colocar tiestos, una sierra de San José, más
matracas, etc.
“Hago las cosas que se me ocurren y como a
mi me parece. A veces no me salen bien, porque tal vez me falte preparación,
pues tan sólo me sirvo del recuerdo de haberlas visto muchas veces desde
pequeño y durante muchos años. Además se da el caso de que en mi familia no
hubo carpinteros, ni nadie aficionado a la madera”
En el patio o
corral, y bajo un cobertizo, dispone de una mesa, parecida a las de los
carpinteros y no lejos veo algunas de las herramientas que utiliza: “no muchas, me dice, tan sólo las que más necesito: taladro, lijadora, sierra de calar,
cepillo, etc. y luego las normales y necesarias siempre para la madera, como la
azuela, la sierra, los mazos y martillos, etc. Durante la primavera y el verano
paso aquí, al aire libre, muchos ratos, es el lugar mejor para trabajar, pero en
el invierno estoy más en el local que para eso lo construí”.
Se sirve de las
maderas que tiene más a mano como son las de chopo, encina y algo de la de
pino. Y es que en Olmillos, como en todos los valles de esta comarca, son estos
los árboles más abundantes, sobre todo el primero. Quienes viajen por el lugar
podrán comprobarlo, viendo las numerosas choperas que hay junto a los ríos y en
las mismas vegas y riberas.
Ángel Vicente
nació y ha vivido siempre en Olmillos, pueblo con topónimo de Valverde (valle
verde), pero situado en la ribera del Tera, no lejos del mismo río y de su
desembocadura en el Esla.
En Olmillos
asistió a la escuela hasta los 14 años, pero nada más. Allí aprendió lo que sus
maestros D. Pedro, D. Vicente y D. Rafael le enseñaron con ayuda de la
enciclopedia Álvarez, u otra de las que por entonces se utilizaban.
“A partir de los 14 años, al salir de la
escuela, ya estaba yo arrancando remolacha y, tras unos años de empleado como
ayudante de albañil, construyendo las alcantarillas
en Mozar y Burganes, (“la albañilería siempre me gustó” repite él, mientras recuerda las obras hechas en
su propia casa), me coloqué en una granja
de cerdos de Arcos de la
Polvorosa y estuve 10 años, hasta que me fui a la fábrica de
quesos “El Pastor” de Santa Cristina de la Polvorosa en donde he trabajado 26 como maestro
cuajador. Estando aquí y, tras unos años de baja por enfermedad, conseguí la
jubilación anticipada hace tan sólo tres. Ahora tengo 59 y en este poco tiempo de
jubilado he conseguido hacer gran parte de las cosas que le he enseñado”.
Como ocurre a
todos los jubilados, trabaja en sus aficiones cuando quiere o le apetece, pues
no lo considera una obligación, como lo era ir a la fábrica de quesos todos los
días. Y piensa seguir haciendo cosas nuevas, las que se le ocurran, o que vea
en algún lugar o en algún libro, y que sean de su agrado. Por lo que me dice,
lee con frecuencia este periódico y siempre se detiene, porque le llaman la
atención, las páginas sobre artesanías de otros jubilados, a algunos de los
cuales conoce y le gustaría poder imitarlos, a su modo y en la medida de sus
posibilidades.
De lo que ha
hecho y hace Ángel, disfruta, primero él mismo “busco en esta actividad relajación, distracción y entretenimiento”,
y también su familia sobre todo su mujer Rosario, que con frecuencia se reúne
con varias amigas en el local para celebrar algún cumpleaños o por algún otro
motivo. O solamente para pasar el rato en torno a la chimenea, viendo de cerca los
diversos objetos hechos por su marido.
“Lo pasamos muy bien, dice su mujer,
mientras enciende la chimenea. Hoy mismo tenemos reunión. Nos sentamos en torno
a esta amplia mesa. Y aquí jugamos a las cartas, merendamos y hablamos de lo
que nos parece, sobre el pasado y el presente. Lo hacemos, casi siempre, los
fines de semana”.
Ángel y
Rosario tienen tres hijos, ya mayores, (dos de ellos trabajan en Benavente y
uno estudia en Salamanca) que acuden al pueblo con frecuencia. Admiran las
cosas que hace su padre y se pasan también algunos ratos en El Rincón.
En el pueblo algunos
vecinos conocen sus aficiones, sobre todo los que viven cerca de su casa y los
que se han reunido ya, más de una vez, en el local para alguna celebración.
Estamos ante
un jubilado más de los muchos que hay en por estas tierras que ha encontrado en
esta afición un remedio, no sólo para la distracción y el entretenimiento, sino
también para probar sus capacidad de invención y sus conocimientos. Sabe él muy
bien que nunca es tarde para esta tarea, y que “la experiencia y la práctica son su mejor maestro”, y también el
vivir de cada día, pues “mientras se vive
se aprende”. Y, si a lo largo de la
vida laboral, no le fue posible por el trabajo y el horario al que estaba
sometido, sí lo es ahora, pues dispone del tiempo a su antojo para hacer lo que
quiera y en el momento que crea más conveniente.