sábado, 27 de agosto de 2011

Sombras en la memoria. Exposición en Salamanca.

Carro de viga o par llevado por vacas. Al lado, el dueño con la ijada sobre el hombro. Foto de la Exposición. Autor: Victorino G. Calderón.
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El burro prestaba un gran servicio. Era un buen compañero de viaje. Foto: Victorino G. Calderón.
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Descansando, con tranquilidad y a la espera, como viendo pasar el tiempo. Foto: Victorino G. Calderón.
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Cascando almendras con el martillo sobre una piedra de granito. Foto: Victorino G. Calderón.
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Peinándose en la calle, a la puerta de casa. Foto: Victorino G. Calderón.
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Jarra antigua, utilizada en las casas para el vino. Uno de los objetos de las vitrinas de la Exposición.
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Plomada y cuerda utilizadas por el albañil al contruir las viviendas. Vitrina de la exposición.
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Dediles. El dedil era una funda de cuero, provista de un cordón, que protegía el dedo índice de los segadores. Vitrina de la Exposición.
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Instrumento utilizado para fumigar. Con el polvo que salía se combatía a las moscas, mosquitos y otros insectos.
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Bolillos para hacer encajes.
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Placas de matrícula que se colocaban en los carros, de par o de varas, para poder circular y ser identificados.

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Libros sobre las gentes y lugares de Salamanca.

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Hace unos días he visitado, en la Biblioteca Torrente Ballester, la exposición Sombras en la Memoria. Se trata principalmente de fotografías en las que su autor, el profesor Victorino G. Calderón, quiere mostrarnos el pasado y la tradición en varios pueblos de esta provincia. Y también su forma de vida y existencia. Además en varias vitrinas se exponen “libros sobre gentes y lugares de Salamanca”, y diversos objetos o útiles empleados por las personas en su vida familiar y domestica, o en sus trabajos de cada día, relacionados sobre todo con la agricultura, la ganadería y algunos oficios.
La exposición, que se inauguró a comienzos del mes de agosto, podrá ser visitada hasta el día 10 de septiembre.
Son muchas las imágenes que todos recordamos al contemplar fotografías u objetos como los que aquí se muestran. Todo ello son vivencias de personas y gentes concretas de algunos pueblos. Nos informan sobre aspectos de su vida en la casa y en el campo.
La fotografía sirve recordar. Muchas de estas imágenes, grabadas en papel, están también impresas en nuestra memoria. Cada persona tiene unas u otras según el lugar, y también según los momentos distintos, unos más agradables que otros, por los que haya transcurrido su vida.
Lugares, hábitos y costumbres, trabajos, juegos, diversiones…y gentes, sobre todo gentes, como muy bien dice en el programa de la presentación Antonio Ojanguren, amigo y compañero profesor durante algún curso, hace ya casi cuarenta años, en el Instituto de Benavente:
…”El sueño, la memoria, sin la presencia de las gentes, serían un sueño olvidado. Estamos en definitiva en una exposición de gentes a punto de desaparecer, si no fuera por la imagen del hacedor, que se duele con un lirismo equilibrado. El que sufre tiene memoria, decía Cicerón. Y el agitador de gentes que es Victorino, sufre por la inevitable ausencia, por el injusto deterioro, y por el futuro aniquilado por las grúas devoradoras, por las excavadoras destrozonas, por los tiralíneas de los especuladores implacables y glotones.
La verdadera protagonista, pues, de estas fotografías agónicas es la gente, sacada del barro de la tierra, de la telúrica medida del tiempo. Ahí están todos y todo…
Y detrás del contacto con la gente, tras incurrir en su acción, están las sombras: el hule de la mesa, las flores de plástico, el cojín de raso adamascado, el mimbre de las sillas, la boina de la turrada testuz del pretérito campesino, el rodete de la matrona serrana, cual espiral de esparto atravesado por las horquillas”.