Estas dos palabras se suelen utilizar, con frecuencia, unidas. Pero aquí vamos a hablar de cada una de ellas. En primer lugar sobre la Cultura, que es “el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos...” (D.R.A.). Esto nos bastaría para su definición, pues la cultura es cultivo, instrucción, ilustración, sabiduría; la sabiduría resultante de haberse ejercitado el hombre o la mujer en el estudio o la lectura. La cultura siempre es lo que nos queda o lo que sabemos después de los estudios y conocimientos adquiridos, sean primarios, secundarios o universitarios. Según esto, cada persona tiene su cultura, cultura que puede ir acrecentándose, utilizando los medios que el Estado o la Sociedad ponen a su alcance.
Además, Cultura es una palabra muy utilizada en la Administración del Estado, pues tenemos Ministerio de Cultura, aunque se le añada Deportes, Turismo, Ciencia o Investigación, según el Ministro de turno. A nivel de Comunidad Autónoma está la Consejería de Cultura. Si nos referimos a las provincias, en las Diputaciones, tenemos el Negociado o Área de Cultura, al frente de la cual hay un diputado. Y en los Ayuntamientos no falta la Concejalía de Cultura, que es lo más cercano a los ciudadanos de a pie.
Por otra parte, las Cajas de Ahorro y demás entidades bancarias, dentro de su organización, tienen una sección dedicada a la obra social y cultural.
Asimismo, vemos que en todas las partes proliferan las Asociaciones o Grupos Culturales. También en esta comarca de los Valles de Benavente. Hasta una de ellas, concretamente en Santa Cristina de la Polvorosa, se denomina Asociación “Cultura y Pueblo”, que nos recuerda los fines y a quienes van dirigidas las actividades que todas ellas desarrollan.
Existen también Fundaciones Culturales en muchas de nuestras ciudades y pueblos. Y, en ocasiones, oímos o leemos, que yacimientos arqueológicos, paisajes, edificios e incluso pueblos enteros, son declarados “Bien de Interés Cultural”, lo cual implica su protección.
Por supuesto, que las personas que están al frente de todas estas Instituciones, Asociaciones, Grupos o Fundaciones Culturales deberían ser personas cultas e instruidas o, al menos, mostrar un interés manifiesto por la cultura, pues promoviendo la cultura se está también educando e instruyendo a los demás; y si muchas personas no han tenido acceso o posibilidades de completar su educación o formación, sí deben tener acceso a todas las ofertas culturales que se les ofrezcan.
Además, Cultura es una palabra muy utilizada en la Administración del Estado, pues tenemos Ministerio de Cultura, aunque se le añada Deportes, Turismo, Ciencia o Investigación, según el Ministro de turno. A nivel de Comunidad Autónoma está la Consejería de Cultura. Si nos referimos a las provincias, en las Diputaciones, tenemos el Negociado o Área de Cultura, al frente de la cual hay un diputado. Y en los Ayuntamientos no falta la Concejalía de Cultura, que es lo más cercano a los ciudadanos de a pie.
Por otra parte, las Cajas de Ahorro y demás entidades bancarias, dentro de su organización, tienen una sección dedicada a la obra social y cultural.
Asimismo, vemos que en todas las partes proliferan las Asociaciones o Grupos Culturales. También en esta comarca de los Valles de Benavente. Hasta una de ellas, concretamente en Santa Cristina de la Polvorosa, se denomina Asociación “Cultura y Pueblo”, que nos recuerda los fines y a quienes van dirigidas las actividades que todas ellas desarrollan.
Existen también Fundaciones Culturales en muchas de nuestras ciudades y pueblos. Y, en ocasiones, oímos o leemos, que yacimientos arqueológicos, paisajes, edificios e incluso pueblos enteros, son declarados “Bien de Interés Cultural”, lo cual implica su protección.
Por supuesto, que las personas que están al frente de todas estas Instituciones, Asociaciones, Grupos o Fundaciones Culturales deberían ser personas cultas e instruidas o, al menos, mostrar un interés manifiesto por la cultura, pues promoviendo la cultura se está también educando e instruyendo a los demás; y si muchas personas no han tenido acceso o posibilidades de completar su educación o formación, sí deben tener acceso a todas las ofertas culturales que se les ofrezcan.
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Con la palabra “Patrimonio” hacemos referencia a los bienes heredados de los antepasados, preferentemente públicos, pero que también pueden ser privados, y que están o deben estar al servicio, contemplación o admiración de todos los ciudadanos. De ningún modo nos referirnos aquí al patrimonio propio o particular de cada uno, al que muchos ciudadanos dedican gran parte de su tiempo y de su trabajo y a lo que tienen derecho, siempre que cumplan con la legislación al respecto y no dañen ni especulen con el patrimonio público, el que pertenece a todos.
Las palabras Patrimonio y Cultura, según hemos dicho, se utilizan en muchas ocasiones unidas y se dice que tal lugar, paisaje, edificio, ciudad o pueblo entero, son bienes de Interés Cultural y Patrimonial. También existen Fundaciones, Grupos o Asociaciones cuyos fines son fundamentalmente la defensa del Patrimonio. Y casi todos los años algunas ciudades o monumentos son declarados Patrimonio de la Humanidad por organizaciones internacionales como la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y otras.
Los amigos del Patrimonio suelen ser, generalmente, personas cultas e instruidas, independientemente del lugar en el que residan e incluso de los estudios que hayan realizado. Son personas con capacidad para reconocer los valores arquitectónicos, artísticos, históricos, etnográficos, lingüísticos, etc. de aquello que ven y admiran y por eso lo defienden y protegen, o al menos desearían protegerlo y defenderlo.
Pero siempre no es así, pues, no por tener más formación, más estudios o preparación, se defiende más y mejor al patrimonio, ni, a veces, se es más culto. Ocurre con frecuencia que muchas personas de nuestras ciudades o incluso del mundo rural, sin haber tenido posibilidades de acceso a una preparación o estudio, por el que pudieran tener una gran cultura, son también acérrimos defensores del patrimonio, del suyo, del que tienen más cerca y del que está más lejos; patrimonio que les ha llegado, por herencia o por tradición. Y defienden con gran esmero sus iglesias y torres, los edificios antiguos de su localidad, las fiestas, las canciones tradicionales, su castro, si conocen su existencia y su emplazamiento, los palomares, su río y su entorno, etc., etc.
A las personas que piensan y actúan de esta manera, las tenemos que llamar personas cultas y amigas del Patrimonio. Y sepan que, actuando así, están contribuyendo a la cultura y progreso de sus pueblos y ciudades. Estamos seguros de que para ellos lo más importante no es la destrucción ni la desaparición de las cosas, ni la especulación con ellas, ni la indiferencia ante ellas, ni tampoco su acaparamiento, sino todo lo contrario, su defensa y protección y el que perduren a lo largo del tiempo.
Las palabras Patrimonio y Cultura, según hemos dicho, se utilizan en muchas ocasiones unidas y se dice que tal lugar, paisaje, edificio, ciudad o pueblo entero, son bienes de Interés Cultural y Patrimonial. También existen Fundaciones, Grupos o Asociaciones cuyos fines son fundamentalmente la defensa del Patrimonio. Y casi todos los años algunas ciudades o monumentos son declarados Patrimonio de la Humanidad por organizaciones internacionales como la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y otras.
Los amigos del Patrimonio suelen ser, generalmente, personas cultas e instruidas, independientemente del lugar en el que residan e incluso de los estudios que hayan realizado. Son personas con capacidad para reconocer los valores arquitectónicos, artísticos, históricos, etnográficos, lingüísticos, etc. de aquello que ven y admiran y por eso lo defienden y protegen, o al menos desearían protegerlo y defenderlo.
Pero siempre no es así, pues, no por tener más formación, más estudios o preparación, se defiende más y mejor al patrimonio, ni, a veces, se es más culto. Ocurre con frecuencia que muchas personas de nuestras ciudades o incluso del mundo rural, sin haber tenido posibilidades de acceso a una preparación o estudio, por el que pudieran tener una gran cultura, son también acérrimos defensores del patrimonio, del suyo, del que tienen más cerca y del que está más lejos; patrimonio que les ha llegado, por herencia o por tradición. Y defienden con gran esmero sus iglesias y torres, los edificios antiguos de su localidad, las fiestas, las canciones tradicionales, su castro, si conocen su existencia y su emplazamiento, los palomares, su río y su entorno, etc., etc.
A las personas que piensan y actúan de esta manera, las tenemos que llamar personas cultas y amigas del Patrimonio. Y sepan que, actuando así, están contribuyendo a la cultura y progreso de sus pueblos y ciudades. Estamos seguros de que para ellos lo más importante no es la destrucción ni la desaparición de las cosas, ni la especulación con ellas, ni la indiferencia ante ellas, ni tampoco su acaparamiento, sino todo lo contrario, su defensa y protección y el que perduren a lo largo del tiempo.