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Con frecuencia coches, además de circular por la plaza, aparcan en ella, impidiendo el paso y paseo de los ciudadanos.
Con frecuencia coches, además de circular por la plaza, aparcan en ella, impidiendo el paso y paseo de los ciudadanos.
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Se encuentra muy cerca de los jardines y el paseo de La Mota, lugar emblemático para todos los habitantes de esta ciudad. Hasta llegar a su forma actual y ser considerada plazuela y después plaza, aunque pequeña, pasó por varios retranqueos de edificios o casas de algunas calles que la atravesaban, como la Mota Alta y la Mota Baja. De hecho, en unas ocasiones se la nombraba como calle y otras veces como plaza o plazuela.
En el nomenclator de 1860 figuran las calles de la Mota Alta y de la Mota Baja y nada se indica de la Plaza, sin embargo en unos apeos realizados a petición del Conde de Benavente a finales del siglo XVIII, aparece ya citado el nombre de Plazuela de la Mota. (Martín Benito, J. I. –Mata Guerra, J.C. “Las Calles de Benavente”, 2004).
En el siglo XX este espacio, ya ampliado, comienza a ser conocido como Plazuela de la Mota y de hecho así figura en los planos urbanísticos de los años 1904, 1924 y 1940, según el estudio realizado por los autores citados.
Durante la II República parece ser que recibió el nombre de Plaza de Filiberto Villalobos, ministro por entonces de Instrucción Pública, pues en las actas municipales de 11 de septiembre de 1936 consta que “la Plaza de Filiberto Villalobos volverá a llamarse Calle de la Mota Baja”.
El 2 de octubre de este mismo año (1936) el Ayuntamiento de la ciudad acuerda nombrar ciudadano de honor al General Franco, que había sido elevado a la Jefatura del Estado. Y, unas semanas después, la Plazuela pasó a denominarse, según acuerdo de 23 de octubre de 1936, Plaza del Generalísimo, nombre que tuvo hasta la modificación del callejero en el año 2004 en que paso a ser la Plaza de Juan Carlos I.
En la actualidad sigue siendo un lugar de paso para los ciudadanos hacia el Parque o los Jardines de la Mota Vieja y Nueva, como lo ha sido desde hace muchos años. También es mucha la circulación de vehículos que pasan, para entrar o para salir de la ciudad, pues son varias las calles por las que se accede a ella: Doctor García Muñoz, La Mota, Nueva de la Mota, Los Carros, Sancti Spiritus y Cuesta del Río. Además se encuentra muy cerca el aparcamiento subterráneo.
Al contemplar imágenes antiguas de esta plaza, nos llama la atención la existencia de algunos edificios, ya desaparecidos, de singular belleza. Es el caso del conocido como el de la Cruz Roja, admirado y recordado por todos, de modo especial, por las personas mayores. Construido en ladrillo, como otros de la época, con adornos y decoración, fue destruido hace ya 40 años, para construir en su lugar el edificio actual, excesivamente elevado (tiene 8 plantas), que destaca y desentona en relación con los demás de la misma plaza y que, en una vista general, sobresale también entre todos los de la ciudad. Es más elevado incluso que el mismo torreón del Caracol del antiguo Castillo. La permisividad urbanística de la época en que se construyó fue la causa de tal desaguisado. En la actualidad seguro que la altura sería diferente.
En la parte baja del edificio de la Cruz Roja se encontraba el dispensario o la Asamblea Local de dicha organización. Para todos era la Casa de Socorro a la que se acudía para ser atendidos en cualquier urgencia sanitaria. Siempre había allí una enfermera de guardia, que, a falta del médico, solucionaba ella misma gran parte de los problemas e incidencias. Y a las puertas del local se encontraba muchas veces la ambulancia de la Cruz Roja, un pequeño coche utilizado para llevar a los heridos o enfermos hasta el dispensario.
Muchas personas mayores recuerdan también el edificio en el que se encontraba el famoso y muy frecuentado Bar Neguri y en el que, junto a los juegos de cartas y dominó, tenían lugar animadas tertulias, dentro del local, o en la terraza que se instalaba en el exterior, sobre todo durante el verano. En el año 1986 se destruyó parte del mismo, para proceder a su remodelación. En años posteriores, e incluso en la actualidad, la planta baja sigue siendo bar o cafetería, aunque no en la misma línea tradicional del antiguo Neguri.
No lejos, y con más antigüedad, estaba el bar mesón La Alhambra situado entre la calle Los Carros y La Mota. Su propietario Gildo servía exquisitas raciones y tapas acompañadas de vinos de la tierra o cerveza. Tenía también una pequeña terraza que estaba siempre animada sobre todo durante el verano o en las fiestas locales. Desde este lugar privilegiado fueron muchos los vecinos de Benavente y los forasteros que vieron correr el toro enmaromado cuando pasaba por esta plaza,
Uno de los pocos edificios de ladrillo, al estilo y tipo de construcción de otros de la ciudad, de comienzos del siglo XX, que se conserva y que da a la Plaza, se encuentra entre las calles de Los Carros y Nueva de la Mota. No es de gran tamaño, pero tiene un gran sótano. Su propietario era D. Diego León, abogado y fiscal en Benavente, hijo de D. Félix León, que fue administrador de la marquesa Sevillano y de la que heredó gran parte de su patrimonio, no pocas posesiones, tanto en la ciudad, como en sus alrededores. Una de ellas era el Montico, pequeño bosque y tierras cerca de la ermita de los Salados. La familia no procedía de Benavente, sino de un pueblo próximo, ya en tierra de Campos.
El edificio está deshabitado, pero ojala se mantenga en pie durante mucho tiempo e incluso para siempre, con las debidas reformas para su mantenimiento. Serviría de testimonio de una época, en la que muchos otros edificios de esta ciudad, construidos con la misma forma, técnica y materiales, ya han desaparecido.
La Plaza ha sufrido grandes cambios en los edificios que la rodean, pero también en su pavimento, lo mismo que las calles por las que se accede a ella. Como he dicho anteriormente todos los días son muchos los ciudadanos que pasan por ella. También son muchos los coches, que se ven obligados a pasar, para salir o entrar en la ciudad. A todos llama la atención cómo algunos coches permanecen aparcados en ella, a cualquier hora del día y de la noche, como si de un aparcamiento autorizado se tratase, molestando e impidiendo el paso y el paseo tranquilo de los vecinos y de los forasteros y visitantes.
Se encuentra muy cerca de los jardines y el paseo de La Mota, lugar emblemático para todos los habitantes de esta ciudad. Hasta llegar a su forma actual y ser considerada plazuela y después plaza, aunque pequeña, pasó por varios retranqueos de edificios o casas de algunas calles que la atravesaban, como la Mota Alta y la Mota Baja. De hecho, en unas ocasiones se la nombraba como calle y otras veces como plaza o plazuela.
En el nomenclator de 1860 figuran las calles de la Mota Alta y de la Mota Baja y nada se indica de la Plaza, sin embargo en unos apeos realizados a petición del Conde de Benavente a finales del siglo XVIII, aparece ya citado el nombre de Plazuela de la Mota. (Martín Benito, J. I. –Mata Guerra, J.C. “Las Calles de Benavente”, 2004).
En el siglo XX este espacio, ya ampliado, comienza a ser conocido como Plazuela de la Mota y de hecho así figura en los planos urbanísticos de los años 1904, 1924 y 1940, según el estudio realizado por los autores citados.
Durante la II República parece ser que recibió el nombre de Plaza de Filiberto Villalobos, ministro por entonces de Instrucción Pública, pues en las actas municipales de 11 de septiembre de 1936 consta que “la Plaza de Filiberto Villalobos volverá a llamarse Calle de la Mota Baja”.
El 2 de octubre de este mismo año (1936) el Ayuntamiento de la ciudad acuerda nombrar ciudadano de honor al General Franco, que había sido elevado a la Jefatura del Estado. Y, unas semanas después, la Plazuela pasó a denominarse, según acuerdo de 23 de octubre de 1936, Plaza del Generalísimo, nombre que tuvo hasta la modificación del callejero en el año 2004 en que paso a ser la Plaza de Juan Carlos I.
En la actualidad sigue siendo un lugar de paso para los ciudadanos hacia el Parque o los Jardines de la Mota Vieja y Nueva, como lo ha sido desde hace muchos años. También es mucha la circulación de vehículos que pasan, para entrar o para salir de la ciudad, pues son varias las calles por las que se accede a ella: Doctor García Muñoz, La Mota, Nueva de la Mota, Los Carros, Sancti Spiritus y Cuesta del Río. Además se encuentra muy cerca el aparcamiento subterráneo.
Al contemplar imágenes antiguas de esta plaza, nos llama la atención la existencia de algunos edificios, ya desaparecidos, de singular belleza. Es el caso del conocido como el de la Cruz Roja, admirado y recordado por todos, de modo especial, por las personas mayores. Construido en ladrillo, como otros de la época, con adornos y decoración, fue destruido hace ya 40 años, para construir en su lugar el edificio actual, excesivamente elevado (tiene 8 plantas), que destaca y desentona en relación con los demás de la misma plaza y que, en una vista general, sobresale también entre todos los de la ciudad. Es más elevado incluso que el mismo torreón del Caracol del antiguo Castillo. La permisividad urbanística de la época en que se construyó fue la causa de tal desaguisado. En la actualidad seguro que la altura sería diferente.
En la parte baja del edificio de la Cruz Roja se encontraba el dispensario o la Asamblea Local de dicha organización. Para todos era la Casa de Socorro a la que se acudía para ser atendidos en cualquier urgencia sanitaria. Siempre había allí una enfermera de guardia, que, a falta del médico, solucionaba ella misma gran parte de los problemas e incidencias. Y a las puertas del local se encontraba muchas veces la ambulancia de la Cruz Roja, un pequeño coche utilizado para llevar a los heridos o enfermos hasta el dispensario.
Muchas personas mayores recuerdan también el edificio en el que se encontraba el famoso y muy frecuentado Bar Neguri y en el que, junto a los juegos de cartas y dominó, tenían lugar animadas tertulias, dentro del local, o en la terraza que se instalaba en el exterior, sobre todo durante el verano. En el año 1986 se destruyó parte del mismo, para proceder a su remodelación. En años posteriores, e incluso en la actualidad, la planta baja sigue siendo bar o cafetería, aunque no en la misma línea tradicional del antiguo Neguri.
No lejos, y con más antigüedad, estaba el bar mesón La Alhambra situado entre la calle Los Carros y La Mota. Su propietario Gildo servía exquisitas raciones y tapas acompañadas de vinos de la tierra o cerveza. Tenía también una pequeña terraza que estaba siempre animada sobre todo durante el verano o en las fiestas locales. Desde este lugar privilegiado fueron muchos los vecinos de Benavente y los forasteros que vieron correr el toro enmaromado cuando pasaba por esta plaza,
Uno de los pocos edificios de ladrillo, al estilo y tipo de construcción de otros de la ciudad, de comienzos del siglo XX, que se conserva y que da a la Plaza, se encuentra entre las calles de Los Carros y Nueva de la Mota. No es de gran tamaño, pero tiene un gran sótano. Su propietario era D. Diego León, abogado y fiscal en Benavente, hijo de D. Félix León, que fue administrador de la marquesa Sevillano y de la que heredó gran parte de su patrimonio, no pocas posesiones, tanto en la ciudad, como en sus alrededores. Una de ellas era el Montico, pequeño bosque y tierras cerca de la ermita de los Salados. La familia no procedía de Benavente, sino de un pueblo próximo, ya en tierra de Campos.
El edificio está deshabitado, pero ojala se mantenga en pie durante mucho tiempo e incluso para siempre, con las debidas reformas para su mantenimiento. Serviría de testimonio de una época, en la que muchos otros edificios de esta ciudad, construidos con la misma forma, técnica y materiales, ya han desaparecido.
La Plaza ha sufrido grandes cambios en los edificios que la rodean, pero también en su pavimento, lo mismo que las calles por las que se accede a ella. Como he dicho anteriormente todos los días son muchos los ciudadanos que pasan por ella. También son muchos los coches, que se ven obligados a pasar, para salir o entrar en la ciudad. A todos llama la atención cómo algunos coches permanecen aparcados en ella, a cualquier hora del día y de la noche, como si de un aparcamiento autorizado se tratase, molestando e impidiendo el paso y el paseo tranquilo de los vecinos y de los forasteros y visitantes.