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Nos enseña el taller en el que trabajaba. Tiene en sus manos una pandereta que iba a reparar.
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Decora con la técnica del pirograbado los tambores que él hace.
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En seguida coge un tambor y se disopone a tocarlo.
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En su mano el rabel hecho por él.
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Y zambombas de una, dos y cuatro cañas, también obra suya.
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Otras dos zambombas con recipientes distintos.
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Anica marcando el ritmo con el asa de una caldereta.
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Nos enseña y toca la huesera que ha hecho él también.
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Uno de los espantapájaros que tenía en su huerto sobre un árbol.
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Imagen de un ciervo en pirograbado, técnica que utiliza para cuadros, o para decorar otros objetos.
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Esta prensa para quesos es uno de sus últimos trabajos.
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“LO MÍO, YA DESDE NIÑO, ES LA PERCUSIÓN”
Esto nos dice Victoriano Santiago Comisaña, “Anico” para familiares, amigos y conocidos, cuando lo visitamos el pasado día 8 de agosto en su casa de Faramontanos de Tábara. Porque él nació aquí hace ya 73 años y, aunque en la actualidad está empadronado y tiene su residencia en Zamora, pasa muchas horas y muchos días de gran parte el año en su pueblo natal, y más ahora que ya está jubilado. Y es que en Faramontanos podemos decir que ha tenido y tiene su base de operaciones y de actividad: su casa, su taller de artesano, los instrumentos musicales (los que hace él mismo, los que ha comprado y los que le regalan), su viña, y también una huerta a las afueras del pueblo, con muchos árboles cargados de fruta y otros productos hortícolas de calidad. Un local de la misma huerta le sirve de bodega con trituradora, prensa, algún cubeto y otros recipientes en los que mete el vino, y el aguardiente de hierbas que también elabora y del que da a probar a los visitantes. En el mismo local, escondidos en un armario, vemos también algunos redoblantes.
Como otras muchas personas mayores Anico hace a todo y sabe de todo, auque su vida haya estado dedicada totalmente a la música, concretamente al folclore, manejando como nadie los instrumentos de percusión: el tambor o tamboril, la caja o redoblante y algunos otros.
“Fui pocos años a la escuela, nos dice, pues antes de cumplir los catorce ya andaba trabajando de cabrero. Y con cinco comencé a tocar el tambor, acompañando a mi padre que era dulzainero. Desde entones hasta hoy sigo en ello”.
Vemos que es de familia de músicos, pues además de su padre, (que nació en 1906), sus tres hermanos también lo fueron, de modo tal que llegaron a formar una pequeña orquesta familiar denominada Los Chifleros. El padre tocaba la dulzaina, él se encargaba de la percusión y de sus hermanos uno el acordeón y otro el saxofón. Con ella actuaron en muchos pueblos de la provincia. Trabajo no les faltaba, pues en casi todos los pueblos había bailes los domingos, y aunque fuese yendo a pie o en burro, allí estaban los Chifleros para divertir a jóvenes y mayores. También lo hicieron en varias ocasiones en Benavente, concretamente en el Bar Jalisco que estaba en la calle de los Herreros.
Incluso en sus años de emigrante en Alemania, junto con sus hermanos que también lo fueron, no dejó la música, actuando en varias ocasiones en Centros españoles y recibiendo por ello algunos premios.
Como amante y gran conocedor del folclore se dedicó a la enseñanza, transmitiendo a los demás sus conocimientos sobre el tema. Lo ha hecho en la escuela de Santa Cristina de la Polvorosa y en los colegios comarcales de Alcañices, Muelas del Pan, Ferreruela de Tábara, etc. Y posteriormente en la Escuela de Folclore de Zamora
Fue miembro fundador del grupo Habas Verdes, junto con Alberto Jambrina. De este grupo formó parte también Argimiro Crespo, que era el vocalista. Actuaron por toda España, incluso en la televisión, grabaron discos y hasta recibieron un premio nacional del Ministerio de Cultura.
Ha colaborado también con los grupos Doña Urraca y Bajo Duero, participando como percusionista en muchas de las grabaciones. Actuando con estos grupos ha recorrido muchos pueblos y ciudades de Castilla y León y del resto de España. También han viajado a Portugal y otros países de Europa: Francia, Italia, Rusia, Alemania, etc.
Y últimamente, a través de la Delegación de Cultura de Zamora, colabora todos los años, con lo que él hace y sabe, impartiendo cursillos sobre percusión en colegios de la capital y de la provincia: elabora, hace o prepara instrumentos de percusión con los niños (sobre todo zambombas y panderetas) y los toca ante ellos y con ellos.
Anico no deja de ser un artesano de la música folclórica y de los mismos instrumentos que toca o enseña. “Yo apenas estudié música, dice, tan sólo algún curso de solfeo y algo sobre la batería. Lo demás ha sido cosa mía. Lo hago a mi modo, pues cuando escucho algo y quiero marcar el ritmo o compás, me sirvo de números y no de notas musicales”.
Efectivamente, nos hace una demostración del ritmo, tocando la caldereta, la huesera y luego el tambor. Por cierto que lo hace muy bien. Por su antigüedad en el oficio podemos decir que actúa como un profesor emérito. Su sensibilidad musical es mucha y posee grandes cualidades. No nos extraña que este haya sido su oficio u ocupación a lo largo de su vida y que haya vivido de ello.
Ahora, de jubilado, sigue con su música y su floclore. Junto con otras personas pertenece a la Asociación Cultural Solera con sede en Mozar de Valverde. Se trata de un pequeño grupo a charanga que actúa en las fiestas de algunos pueblos de la comarca de los Valles de Benavente y de otros de la provincia.
A sus conocimientos musicales hay que añadir los de artesano. Y no sólo para hacer sus instrumentos de percusión, sino otros distintos. En su casa de Faramontanos tiene el taller: mesa con tornillo y las demás herramientas, así como los materiales necesarios, para su confección, pieles, maderas, tuercas, etc. Y por allí, aunque dispersos, y como escondidos en diversos lugares, va sacando y mostrándonos los instrumentos.
Zambombas: Tiene muchas y variadas. El recipiente que utiliza es desde un tonel de escabeche hasta cualquier cerámica, cántaras antiguas, pucheros, jarrones, etc. Hay que procurar, dice, que el parche se fino, lo cual depende mucho del tipo de piel empleada. Antiguamente se hacían con la vejiga de los cerdos, cuando se mataban. Ahora las hay de piel de cabrito e incluso de gato o de perro. En sus clases con los niños y en los días de Navidad las que más utiliza son las de una o dos cañas, pero las tiene también de tres o cuatro.
Redoblantes o cajas: También tiene varios, aunque algunos no han sido confeccionados por él. Se trata de un cilindro de madera o metal cuya altura oscila entre 12 y 20 cm. Dos parches de piel (ahora también se utiliza el plástico) cierran cada abertura y no les faltan las tuercas para tensar los parches, ni algunos adornos.
Tambor o tamboril: Nos enseña dos que ha hecho y cuya madera ha decorado, utilizando la técnica del pirograbado, con imágenes de algunos edificios de Zamora, mujeres con trajes regionales o animales de la zona. El tambor es también un cilindro de madera y dos parches de piel o pergamino cierran cada una de las aberturas. Su altura varía entre 30 o 45 cm.
Tiene un rabel y ha hecho también o repara panderetas. Y no tenemos que olvidarnos de los palillos o baquetas con los que toca. De madera de calidad y algunos también con adornos de relieves y pinturas. Anico sabe muy bien cómo hay que cogerlos y colocarlos en sus manos. Como conoce también los ejercicios que debe realizar antes de comenzar un concierto.
Los instrumentos que hace son para uso personal y para enseñarlos en sus clases o talleres de folclore. Y si alguna persona se interesa o le encarga alguno se lo vende, sobre todo las zambombas. También los ha expuesto en Zamora y muchos pueblos de la provincia.
Su faceta de artesano no se limita a los instrumentos de música sino que por allí tiene también varios cuadros en pirograbado, una prensadora de quesos y algunos otros objetos. Ahora tiene entre manos y está preparando con chapas de latón una especie de molinillos que le servirán como espantapájaros para su huerta y para la de algunos de sus amigos. Y es que algunos jubilados tienen habilidad e ingenio para las más variadas cosas.